Por Wendy Berliner *
Desde Londres
Día domingo. Adentro de miles de hogares hay chicos tirados en los sofás mirando televisión y jugando con la computadora, las cortinas corridas para que el sol no pegue en la pantalla y arruine las imágenes. Los expertos en salud se lamentan por el daño que los chicos de sofá y papas fritas le están haciendo a su salud, pero ahora hay nuevos datos: existe una creciente evidencia que sugiere que, a corto término por lo menos, su desempeño académico puede verse afectado por su estilo de vida sedentario. La investigación está todavía en pañales, pero la idea es más o menos ésta: la mayor actividad física aumenta el flujo de sangre al cerebro y, cuando va unido a tareas de aprendizaje (físicas o mentales), causa la formación de dendritas, los finos filamentos que emergen de las neuronas y aumentan las vías neurales. Se cree esto que incrementa la inteligencia en los mamíferos y permite un mejor aprendizaje.
Susan Greenfield, profesora de Farmacología de la Universidad de Oxford de Gran Bretaña y una de las principales expertas del mundo en cerebro, dice que nuestras actividades físicas afectan el cerebro. Estudios en Estados Unidos han demostrado que, por ejemplo, escuchar música clásica puede aumentar nuestro cociente intelectual y que, a una edad mayor, actividades como tirarse en un sofá para ver televisión pueden contribuir en la aparición del Alzheimer. �El cerebro es muy sensible a lo que le está sucediendo al cuerpo y cuanto más se interactúe y se estimulen los circuitos, más ágiles serán nuestra células cerebrales�, dice Greenfield. En Exeter, al sudoeste de Inglaterra, hay un proyecto llamado �Preparado para el éxito� en el que niños de entre 7 y 13 años han sido invitados a tomar parte en actividades físicas mucho más regularmente, y parece estar comprobando la relación con el desempeño académico. Los resultados en los tests oficiales han sido más altos en niños que han practicado ejercicio por lo menos tres veces por semana. Y no han sido solamente niños de hogares de clase media, que pueden haber tenido más oportunidades para desarrollar actividades extras, los que han logrado las mejores notas. El efecto es claramente discernible en niños que comen gratis en la escuela, aquellos de hogares con dificultades económicas. Si realizan ejercicios por lo menos tres veces a la semana, logran mejores notas en los exámenes. El estudio demuestra, por ejemplo, que más del 60 por ciento de los varones de 11 años que lograron notas por encima del promedio para su edad en matemáticas habían tomado parte en fuertes ejercicios la semana anterior por lo menos en tres ocasiones.
En el proyecto �Preparado para el éxito� los niños tienen acceso a cualquier deporte fuera del horario escolar y se les pide a sus maestros que den más actividad física durante la jornada. Algunas escuelas, como Pinhoe School, han introducido sesiones de actividad física de unos pocos minutos entre las lecciones, con buenos resultados. Hay menos problemas de conducta y los maestros informan que los niños están más atentos en la clase y por lo tanto aprenden mejor. El programa se está extendiendo a todas las escuelas de Exeter, tras recibir con una donación de Estados Unidos y de la empresa farmacéutica Glaxo/Welcome.
Steve Kimble, consejero de educación física en el condado de Devon al sudoeste de Inglaterra, dice: �Los niños más activos están más alertas. Después del ejercicio, el metabolismo aumenta durante cuatro o cinco horas, la evidencia médica apoya esto. No podemos decir que la actividad física mejorará nuestro IQ. pero ayuda a maximizar nuestro potencial de aprendizaje�.
La investigación en diferentes partes del mundo apunta a reforzar esta relación entre los niveles de actividad y las mejoras en el potencial de aprendizaje. En un estudio francés a largo plazo, a los estudiantes se les modificaron los horarios durante su último año de la escuela primaria. La semana escolar se aumentó en 9,5 horas y se introdujeron dos siestas cada día. La instrucción académica fue recortada en un 26 por ciento y limitadaa las mañanas. Los tardes se ocupaban en una amplia gama de actividades físicas tales como gimnasia, natación y deportes. El progreso del grupo experimental luego fue comparado al de estudiantes que iban a otras escuelas en el área de París. Lo fascinante de este resultado es que aunque el grupo con actividad física extra estaba recibiendo un 26 por ciento menos de tiempo de clases, la proporción que no lograba aprobar al final de la educación primaria no era mayor que entre otros estudiantes. Los alumnos estaban más tranquilos y atentos, y tenían menos problemas disciplinarios, igual que los niños de Pinhoe School.
Ben Tan, director del centro para actividad física y salud de la Fundación Británica para el Corazón en la Universidad de Loughborough, analizó muchas de las investigaciones y afirma: �Parece haber una fuerte correlación entre los altos niveles de actividad física y los altos rendimientos académicos en las escuelas. Aumenta la concentración de los niños y su habilidad para aprender. En las escuelas que invierten en ejercicios físicos y deportes después de hora se puede ver una importante mejoría en los rendimientos académicos.�
Esto está apoyado por los primeros resultados de una investigación de tres años que comenzó en abril del año pasado la Autoridad de Calificaciones y Curriculum de Gran Bretaña (QCA). Los investigadores encontraron que aquellos que tenían más participación en los deportes tendían a tener un menor promedio de ausencias y mejor conducta.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère.
|