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Por
Fernando D'Addario No es
antinatural que la monumental Banda y Orquesta de Funerales y Bodas
dirigida por Goran Bregovic inaugure hoy el Festival Internacional de
Buenos Aires. Su música, que recoge las esquirlas de una Europa del Este
desintegrada y en erupción permanente, dispara imágenes conciliadoras de
diferentes disciplinas artísticas, un viaje a un mundo irreal, hipnótico.
Bregovic, famoso por haber trabajado con Emir Kusturica para los films Tiempos
de gitanos, Sueños en Arizona y Underground, trajo a la
Argentina su arsenal escénico: un trío de voces búlgaras, una orquesta
de cuerdas polaca, un coro masculino serbio y siete zíngaros que disparan
frenéticamente sus trompetas. En total, 38 músicos. Y él, claro, bosnio
nacido en Sarajevo, hijo de un serbio y una croata, ex estrella de rock,
actual ciudadano de París. Un cóctel imprevisible. "Lo que pasa con
nosotros es inentendible para una mentalidad occidental. Las bodas y los
funerales son los dos instantes más importantes en la vida de la gente. Y
el mundo civilizado se olvidó hace rato de esos momentos", dice en
la entrevista con Página/12. --¿Por qué cree que ese "mundo civilizado" al que usted
alude, se siente tan fascinado por la música de los Balcanes? --Me
parece que sienten curiosidad. Como les pasa con los dinosaurios. Escuchan
nuestra música como sintiendo que en cualquier momento puede desaparecer.
En algún momento desaparecerán las bodas y los funerales en mi país, y
también desaparecerá su música. Pero hoy, cuando tocamos estas cosas,
somos conscientes de que estamos totalmente pasados de moda. --¿Le molesta que lo encasillen como un "músico de películas"? --Yo
soy un músico que ha trabajado eventualmente para el cine, pero no soy un
músico de cine. Cuando trabajé con Kusturica, la música se compuso
antes de que la imagen la condicionara. Y esto es lo que haremos en Buenos
Aires: la música cobrando vida propia. --Pero sus aportes, de algún modo, cambiaron el concepto de cómo se
inserta la música en las imágenes cinematográficas... --Sí,
pero no siempre funciona. A mí me pasó de trabajar con un par de
directores con una idea muy vanguardista de lo que representa una película.
Pero en general, mi música es muy agresiva y al mismo tiempo muy melódica
para un film. Se mete demasiado en él. Cuando escribía las canciones,
después veía las imágenes y me fijaba cómo reaccionaba la música ante
ellas. A veces reaccionaba bien y a veces no. --¿Cómo era el rock en la Yugoslavia de Tito? --Como
en todos lados: sex, drugs & rock and roll. Era lo único que se podía
hacer en respuesta a la cultura oficial, sin que te metieran en la cárcel.
Vengo acá, a Buenos Aires, y me encuentro con un festival que tiene un
perfil cultural muy alto. Pero yo represento otra cosa. Represento la
subcultura de la subcultura del comunismo. El rock era eso. De joven,
todos queríamos parecernos a los occidentales.
--Pero en algún momento de su vida pasó de ser un ídolo de los
adolescentes a un hombre preocupado por sus raíces folklóricas. --Siempre,
aún siendo una estrella de rock, me interesó la tradición. Por eso la
banda llegó a ser tan popular. Pero así como hay una Sarajevo antes y
otra después de la guerra, también yo cambié. Si no hubiese habido
guerra, me habría jubilado como estrella de rock. Cuando estalló el
conflicto estaba en París. Me condicionó la distancia. Me encontré en
Francia, sabiendo lo que pasaba en Yugoslavia, y empecé a sentir mayor
cercanía con el pasado de nuestro pueblo.
--Es llamativo que en su orquesta convivan la música de los gitanos y
las marchas militares, porque representan mundos distintos... --Nunca
me planteé coherencia en mi trabajo, porque no tengo ambiciones en el ámbito
de la pop music, que obliga a encajar en lo previsible. Mi fascinación
por los gitanos tiene que ver con que representan algo así como el
esperanto. Llevan por el mundo un lenguaje alternativo. Pero en la base de
mi música están los himnos militares serbios. Me crié con eso, tengo
familiares militares, en mi país todos tienen que ver con militares,
porque siempre vivimos en conflicto. En la primera guerra mundial,
peleando con los turcos, como no había academias, las bandas militares
les compraban los instrumentos a los gitanos, que terminaron tocando
porque eran los que más rápido aprendían a interpretar cualquier cosa.
Son mundos que parecen distintos, pero en algún punto se tocan. --En su música los diferentes ritmos, las diferentes razas, conviven
en armonía. Algo muy diferente a lo que sucede en la realidad. --Es
la ventaja de los artistas: con notas musicales podemos hacer el mundo más
fácil. Los políticos se encargan de hacerlo más difícil. --¿Con Kusturica se distanció por motivos artísticos o políticos? --Son
dos cosas diferentes. En lo artístico pasó que trabajamos juntos durante
diez años. Demasiado tiempo para cualquiera, pero más para gente del
cine, y más para estar con Kusturica. El cine no es lo que era. Es un
mundo muy histérico. Decían que nuestra dupla era como la de Fellini con
Nino Rota, pero aquellos eran tiempos románticos, en los que un director
podía hacer toda su carrera con un mismo músico. --¿Y en lo político? --Tengo
mis diferencias con él, honestamente. El me criticó por no haber tomado
partido en la guerra. --¿Por
qué no tomó partido? --No
podía. Mi madre es serbia y ortodoxa, mi padre, croata y católico, mi
mujer musulmana. ¿De parte de quién debería estar? Creo además, que
fue una guerra tonta, guiada por intereses primitivos y egoístas. --De
Kusturica se dice que estaba cerca de Milosevic... --Bueno,
esa es una de las diferencias. En Yugoslavia, los músicos nunca
necesitamos de los comunistas para expresarnos. Los cineastas sí. No se
podía hacer cine sin tener alguna relación con el Estado. --¿Qué
opina de No Smoking, la banda de Kusturica? --No
tiene nada que ver con lo que yo hago. El había tocado punk antes de ser
cineasta y bueno... ahora tiene una banda de pop. Yo ya pasé eso de ser
un músico de pop. --¿Cómo
fue su experiencia con Iggy Pop en "Sueños en Arizona"? --Muy
buena. Teníamos estados de ánimo similares. Yo venía de ser una
estrella de rock... y él también. Me recomendó que no fuéramos a
grabar a estudios de Nueva York porque ahí todos se la pasaban fumando
porros. Así que nos fuimos a grabar a lo de Phillip Glass, un músico
serio. Los tiempos cambiaron.
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