R.
M. de R. *
Desde Chicago
A
principios de mes, los musulmanes de Estados Unidos celebraban como un
triunfo la presentación de dos sellos conmemorativos de dos de
sus más importantes fiestas religiosas. Es la prueba de que
los musulmanes de Estados Unidos han ganado oficialmente su debido lugar
en el país, decía entonces en Chicago Sayid Muhammad
Syed, secretario general de la Sociedad Islámica de Norteamérica.
Este papelito anuncia al mundo que los musulmanes de Estados Unidos
están plena y completamente imbricados en la sociedad norteamericana.
Ayer, Syed subrayaba que su organización había recibido
muestras de apoyo de otras confesiones religiosas, pero estaba en la minoría.
La mayoría de los testimonios de dirigentes islámicos daban
cuenta de insultos y amenazas, y de cómo habían pedido a
sus fieles que se quedaran en casa y mantuvieran la máxima discreción.
Ustedes van a sentir la furia de todos los norteamericanos. Dejen
este país mientras puedan, amenazaba un e-mail recibido en
la Arab American Action Network, una agrupación de Chicago cuyo
director, Hatem Abudayeh, cerró a mediodía del martes sus
locales como medida de precaución, mientras en la calle el conductor
de un coche le insultaba y acusaba a los del centro de ser asesinos
de niños. Esto pasa cada vez que hay un atentado,
comentaba Abudayeh. En otros lugares habían pintadas: Hay
que matar a todos los árabes terroristas
En Estados
Unidos hay algo más de 3,5 millones de árabes, siempre vistos
con desconfianza. En la mente del americano medio, terrorismo, islamismo
y árabes van de la mano. En California, en Texas, en Michigan se
produjeron incidentes semejantes al de Chicago, con llamadas telefónicas
que preguntaban: ¿Por qué ustedes los árabes
hacen esto?. La comunidad recordaba las agresiones sufridas en 1979
con motivo de la ocupación de la embajada de Estados Unidos en
Teherán y cómo tras el atentado de Oklahoma, en 1995, los
primeros detenidos fueron árabes, sospechosos de haber perpetrado
aquel ataque. Uno de ellos, que dejó la ciudad a la hora del atentado,
fue repatriado desde Londres. Ahora mismo, en la mente de cada musulmán
americano está la idea de los campos de concentración en
que fueron encerrados los americanojaponeses tras el ataque de Pearl Harbor,
señalaba Omar Ricci, portavoz en Los Angeles del Consejo Musulmán
de Asuntos Públicos. La idea no era sólo suya y de los musulmanes:
en televisión una americana de raíz anglo aludió
a aquella atrocidad como algo que no debería repetirse y ejemplo
de las consecuencias de reacciones precipitadas.
A los árabes de Estados Unidos les heló la sangre las imágenes
de palestinos y otros árabes celebrando la masacre del martes.
El Consejo de Coordinación Política Islámico Americano,
un grupo conservador que apoyó la candidatura presidencial de George
Bush, salió al paso de esa noticia para subrayar que los musulmanes
de Estados Unidos condenan lo que parecen cobardes actos de terrorismo
contra inocentes civiles.
La tónica dominante era el mensaje recibido en Dearborn, un municipio
pegado a Detroit, donde dos de cada tres vecinos son árabes. Ruega
a Dios que no hayan sido los árabes, escuchó por teléfono
Osama Siblani, editor del periódico Arab American News. No
quiero salir a la calle, comentó un vecino de la zona de
Devon, un barrio esencialmente indio-paquistaní de Chicago, donde
las tiendas cerraron de inmediato. Ser musulmán en Estados
Unidos es vivir a la defensiva, reconocía el propietario
de una librería en el mismo barrio.
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De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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