Por
David Hearst
Para
algunos, en los últimos momentos de sus vidas, el teléfono
celular sirvió para hacer llamados desesperados de auxilio y establecer
un contacto final con sus familiares. Al menos cuatro de los 45 pasajeros
a bordo del vuelo 93 de United Airlines, el Boeing 757 que cayó
cerca de Pittsburgh, Pennsylvania, hicieron llamados telefónicos.
En ellos se sugiere la posibilidad de que, sabiendo que iban a morir,
algunos hayan intentado atacar a los secuestradores.
En San Francisco, Alice Hoglan levantó el teléfono aproximadamente
a las 9.45, quince minutos antes de que el avión se estrellara,
y oyó la voz de su hijo, Mark Bingham, de 31. Hoglan le contó
a la CNN: Dijo: hemos sido secuestrados. Hay tres hombres
que dicen tener una bomba. Agregó: Quiero que sepas
que te quiero mucho, en caso de que no te vea más. Luego
se distrajo, como si alguien le estuviera hablando. Dijo algo sobre que
esto era realmente cierto. Después el teléfono murió.
El FBI nos preguntó si oímos a Mark mencionar algo
más que una bomba. No habló de cuchillos, o cortantes o
revólveres ni ninguna otra arma, dijo Hoglan. Sabemos que
otro hombre en el avión llamó a su mujer y le dijo que él
y otros pasajeros estaban intentando agarrar a estos tipos de alguna manera.
Este fue el único avión de los cuatro que no llegó
a su blanco, que al parecer era Camp David, y eso nos da motivo a pensar
que tal vez Mark pudo ayudar a salvar las vidas de la gente en tierra,
afirmó la mujer.
Otro llamado del mismo vuelo fue de un hombre que se encerró en
el baño y se comunicó con los servicios de emergencia. Glenn
Cramer, el operador que tomó el llamado, contó que el hombre
repetía: Estamos siendo secuestrados.
Oímos una explosión y vimos humo blanco que salía
del avión: luego perdimos contacto con él, dijo Cramer.
El hombre nunca se identificó.
En otro llamado, el pasajero Thomas Burnett le dijo a su mujer Deena:
Sé que todos vamos a morir: hay tres de nosotros que vamos
a hacer algo. Luego agregó: Te amo, dulce, y
el llamado terminó. Así se lo contó el sacerdote
de la familia, Frank Colacicco, al San Francisco Chronicle.
Otro llamado de ese mismo vuelo ya había sido dado a conocer: fue
de CeeCee Lyles, una azafata que se comunicó con su esposo Loren,
un policía de Florida, y sus cuatro hijos. Le dijo cuánto
lo quería a él y a sus hijos, contó su tía,
Mareya Schneider. Explicó que en la conversación Lyles lloraba
y su esposo pudo oír gritos de fondo. Luego ella dijo: Hemos
sido secuestrados y la comunicación se cortó.
Aún no se sabe qué hizo que el avión cayera y si
los pasajeros tuvieron alguna intervención. A medida que se aproximaba
a Cleveland, el radar mostró que el avión se inclinaba hacia
la izquierda y se dirigía hacia el sudeste de Pennsylvania. Luego
se estrelló.
El último llamado, del vuelo 77 de American Airlines, cuyo contenido
fue dado a conocer ayer, fue el que Barbara Olson hizo a su marido: le
explicó que estaban siendo secuestrados y que los captores tenían
cuchillos y cortantes. Cuando le estaba preguntando a su esposo qué
hacer, la comunicación se interrumpió.
SOLO
SE ASEGURO EL EVENTUAL DERRUMBE DE UNA TORRE
Nadie
creyó que podían caer las dos
El
seguro de las torres gemelas cubrirá sólo por la pérdida
de una de ellas porque los expertos creyeron que el colapso de ambas simultáneamente
era una posibilidad demasiado extravagante para ser considerada. Las autoridades
del Puerto de Nueva York, propietarias del World Trade Center, recibirán
de la compañía de seguros un pago aproximado de 1500 millones
de dólares, una cifra muy por debajo del verdadero valor de las
torres estimado en 5 mil millones. El consuelo para los propietarios podría
ser que el seguro cubrirá algo más que el dinero invertido
en la construcción del complejo en los comienzos de la década
del 70, que fue de 1200 millones de dólares.
Un vocero del Instituto de Información de Seguros de Estados Unidos
explicó que la posibilidad de la pérdida de ambas
estructuras fue considerada tan remota que la cobertura no fue sacada
con ese criterio. Los 1500 millones de cobertura fueron establecidos en
base a una pérdida probable y no en función de la posibilidad
de una máxima pérdida.
El costo total estimado de las pérdidas por el atentado es de 30
mil millones de dólares, lo que hizo crecer el temor de que la
Lloyds of London (la aseguradora del complejo y una de las mayores, sino
la mayor, aseguradoras del mundo) pueda quebrar por los pagos que debe
hacer en función de lo sucedido. El record de pérdidas hasta
el martes en los Estados Unidos fue de 16 mil millones de dólares,
pagados después del desastre provocado por el huracán Andrews
en 1992.
Cerca de 2800 de las personas más ricas del mundo forman el 30
por ciento del mercado del Lloyds, y ahora esos poderosos hombres de negocios
están amenazados por el enorme pasivo que absorbe la compañía
y que podría llevarlos a la bancarrota. El Lloyds fue incapaz de
establecer la escala de sus pérdidas, pero sus técnicos
están trabajando febrilmente y prometieron que hoy estimarían
las pérdidas sufridas por el ataque a las torres gemelas.
Hasta que ocurrió lo impensado, los aseguradores consideraban una
colisión de dos aviones sobre una ciudad importante como el peor
escenario posible de desastre. El economista Tim Congdon, del Lombard
Street Research, dijo: La tragedia es mucho peor que el peor desastre
considerado por las compañías de seguros. La pérdida
puede tener un efecto devastador sobre varias compañías
americanas, pero entiendo que Lloyds absorberá el duro golpe.
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