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�Señor, ayúdanos a vivir en paz con la justicia�

Los representantes de las principales religiones del país celebraron una misa ecuménica al pie del Obelisco, a la cual acudió toda la comunidad política, empezando por De la Rúa.

“Señor, ayúdanos a vivir en paz con la justicia”, respondía la gente convocada en el Obelisco, ante las frases lanzadas desde el palco por los representantes de las principales religiones de Argentina. Ayer a la tarde, unas dos mil personas se congregaron en la Plaza de la República, para participar de una celebración ecuménica por la paz en el mundo y en homenaje a las víctimas de los atentados en Estados Unidos. Toda la comunidad política se hizo presente: el presidente Fernando de la Rúa, el gobernador bonaerense Carlos Ruckauf, el jefe de Gobierno porteño Aníbal Ibarra, y el presidente del radicalismo, Raúl Alfonsín, fueron las personalidades más importantes que se acercaron al lugar.
El rabino Abraham Skorka fue el encargo de abrir el acto, apenas pasadas las 16; “sé que Dios salvará mi alma: no caeré en las garras de la muerte”, dijo, parafraseando textos judaicos. Por su parte, el imán Ibrahim Al Alfi afirmó que “el Islam es ajeno a este tipo de ataque porque repudia el terrorismo, la violencia y la opresión de los pueblos”. El líder islámico señaló que esa religión “convoca a los creyentes a la paz y al amor”.
El público escuchaba a los líderes religiosos y cuando se lo solicitaban desde el palco, decían “ayúdanos a vivir en paz con la justicia”. También, se hacían momentos para que cada persona orara a su manera, o que simplemente permaneciera en silencio. Por momentos, la multitud estaba absolutamente muda, y sólo rebotaban en el aire los ruidos de autos y colectivos. En el palco montado a uno de los costados del Obelisco, estaban los representantes judíos, de la Iglesia Católica Apostólica Romana, de los diferentes credos protestantes, de la Iglesia Ortodoxa, del budismo y del hinduismo.
“Vine a rezar, porque creo que lo que más podemos hacer es eso”, decía el padre Gabriel, del Instituto Cristo Rey, de Rosario. “Estas convocatorias espero que sirvan para la fe de la gente”, agregó este joven sacerdote, enfundado en un ya poco común hábito negro. Por su parte, Julio Brikman, afirmó: “vine a hacer ‘número’ para solidarizarme con esta gente que fue inmolada. Sólo alguien irracional puede haber cometido estos crímenes”.
En tanto, el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Bergoglio, rezó la oración de San Francisco de Asís, y pidió por la “paz que quita toda violencia y sufrimiento de nuestros corazones”. El prelado también aseguró que “todos somos responsables del mundo”. Entre el público, seguían con atención las palabras de Bergoglio grupos de monjas, curas y jóvenes de grupos parroquiales.
“La paz es obra de la justicia. La justicia que empieza con este deber: ser custodio del hermano. Por eso Padre, te pedimos que hagas de nosotros instrumentos de paz”, señaló Bergoglio. “Que allí donde haya odio pongamos amor, que allí donde haya discordia pongamos perdón, que donde haya error, pongamos verdad”, agregó.
Mientras escuchaba estas palabras, una mujer mayor, que dijo llamarse Egle, recordaba: “yo tengo muchos años, y viví muchas cosas en Argentina. Vengo acá no por ser de ninguna religión en particular. Y tengo miedo que después de todo lo que pasó en Estados Unidos, pase algo acá”.
A pocos metros de ella, Ana D’Ambrosio, de 31 años, decía: “yo vine porque el atentado, como creo que a todo el mundo, me tocó en profundidad. Fue un ataque contra la humanidad”. Según comentó, fue sola al acto, y, aunque dijo ser católica, no fue ese el motivo para asistir al Obelisco. “Vengo porque hay que unirse por la paz mundial, eso es lo más importante”, dijo.
La mayoría del público estaba compuesto por hombres y mujeres de más de cuarenta años, aunque se hacían ver algunos grupitos juveniles y hasta alumnas de colegios religiosos. También se acercaban empleados veinteañeros, cada uno por su lado, y hasta turistas, mayoritariamente estadounidenses. Como Frank, que está de vacaciones en Argentina junto a su novia y que vive en Chicago. “El atentado fue terrible. Aunque no tengo familia en Nueva York o en Washington, estuve angustiadísimo”, comentó, en un complicado castellano. Después, cuando el acto terminaba, vio a una madre que llevaba a su hija en cochecito con un cartel que decía “Paz”. Frank sonrió y le comentó a su compañera: “Nice people”.

Informe: Alejandro Cánepa

 

 

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