Por
Ewen MacAskill, Ian Traynor y John Gittings *
Desde Londres, Moscú
y Shanghai
Rusia
y China se pusieron ayer a la cabeza de una amplísima variedad
de países que corrieron a unirse a la cruzada de George
Bush contra el terrorismo internacional. La convocatoria a la acción
de Bush, apoyada por la OTAN el miércoles a la noche, resonó
en todo el mundo, con países musulmanes tales como Arabia Saudita
y Pakistán comprometiendo su apoyo así como otros tradicionalmente
neutrales como Japón. Altos funcionarios diplomáticos de
Rusia, India, Irán y otros Estados hostiles al gobierno de Afganistán
se reunieron ayer para discutir la posibilidad de darle asistencia a las
fuerzas antitalibanes, según dijo una fuente diplomática.
La emergencia de la nueva coalición post Guerra Fría rompe
con viejas fronteras ideológicas y religiosas y promete ser mayor
a la que reunió Bush padre para pelear la Guerra del Golfo hace
10 años. Países tradicionalmente separados por una profunda
desconfianza mutua se están uniendo por el mutuo temor al extremismo
islámico. Los diplomáticos occidentales, señalando
la importancia de que países como Arabia Saudita y Pakistán
se unan a la alianza, están desesperados porque la coalición
no sea considerada como una nueva cruzada de Occidente contra
el Islam sino contra una amenaza terrorista puntual. Forjar esa nueva
coalición será una tarea formidable. Los países que
ofrecieron su apoyo moral en la atmósfera emocional altamente cargada
posterior al ataque pueden resultar menos entusiastas cuando se les pida
que ofrezcan tropas o apoyo logístico.
Estados Unidos tiene la opción de operar a través de la
OTAN, cuyo Consejo Conjunto Permanente incluye a Rusia, o a través
del Consejo de Seguridad de la ONU, si quiere involucrar a China. El Consejo
de Seguridad de la ONU, cuyos miembros permanentes incluyen a Rusia y
China, emitió ayer una resolución condenando el ataque.
Rusia, que culpó al fundamentalismo islámico por sus problemas
con Chechenia, ofreció una inmediata ayuda de inteligencia para
rastrear al sospechoso principal, Osama Bin Laden, protegido por los talibanes
en Afganistán. El presidente ruso Vladimir Putin dijo que el país
compartía un enemigo común: el enemigo común
es el terrorismo internacional. Richard Armitage, el subsecretario
de Estado norteamericano, es esperado en Moscú este fin de semana
entre unas ofertas de asociación sin precedentes por parte de los
rusos, que están alarmados por la expansión del terror islámico
en su frontera sur. Algunos fundamentalistas islámicos en Chechenia
serían entrenados, financiados o equipados por Bin Laden. Los rusos
son tan hostiles y temerosos del Taliban en Afganistán como muchos
Estados occidentales y tienen una importante operación de inteligencia,
así como miles de tropas y guardas de frontera estacionados en
la ex república soviética de Tajikistán, que limita
con Afganistán.
De acuerdo con el analista militar Pavel Felgenhauser en el Moscow Times
de ayer, Moscú ofreció secretamente a los norteamericanos
el año pasado el uso de sus bases en Tajikistán para un
supuesto ataque a Bin Laden. Hay 10.000 tropas rusas a los largo de la
frontera tajiko-afgana de 1100 kilómetros, además de otra
división del ejército ruso estimada en 15.000 hombres en
tres bases de Tajikistán. Un general ruso dijo ayer al diario de
las fuerzas armadas Krasnaya Zvezda que los talibanes, confabulados con
los militantes islámicos Uzbek cuyo baluarte es el valle Fergana
de Uzbekistán, están convergiendo sobre la frontera tajika.
China también está dispuesta a trabajar con Estados Unidos
en el combate al terrorismo, pero rápidamente expresó su
preocupacion de que Washington, apoyado por la OTAN, actúe de modo
precipitado. Declaraciones emitidas ayer en Pekín mostraban que
los chinos están desgarrados entre sus temores al fundamentalismo
islámico, que ven como una amenaza a la propia unidad nacional
de China, y su desagrado por que Estados Unidos tome la ley en sus propias
manos en la escena internacional. El presidente Jiang Zemindijo a Bush
que China fortalecerá el diálogo y la cooperación
con Estados Unidos y la comunidad internacional contra toda forma
de violencia terrorista y que los ataques terroristas eran no
sólo un desastre para el pueblo de Estados Unidos sino también
un desafío al mundo. China se ve amenazada particularmente
por lo que considera como terrorismo islámico en la vasta región
del noroeste de Xingjiang, donde ha reprimido con dureza a los activistas
musulmanes. En junio, el vicepresidente Hu Jintao pidió severas
medidas contra los separatistas, y denunció actividades
ilegales llevadas a cabo en nombre de la religión. Hace dos
años, los líderes chinos de Xinjiang denunciaron que los
terroristas eran entrenados por los talibanes en Afganistán. Hubo
una serie de ataques con bombas en los últimos años y algunos
funcionarios del gobierno fueron asesinados. Pero el compromiso de Jiang
fue relativizado ayer por el vicecanciller Wang Guangya, que dijo que
debe hacerse una consulta total antes de tomar ninguna acción contra
el terrorismo. La consulta no debe limitarse a la OTAN, enfatizó
Wang, ya que cualquier acción que se tome tendrá implicaciones
para las otras regiones.
El primer ministro japonés Junichiro Koizumi, que propone cambiar
una prohibición japonesa sobre la autodefensa colectiva que existe
desde la Segunda Guerra Mundial, dijo que apoyaba la lucha de Estados
Unidos contra actos de terror. Sin embargo, cuando se le preguntó
ayer qué significaba eso, Yasuo Fukuda, el vocero gubernamental
más importante de Japón, cayó en ambigüedades.
Durante la Guerra del Golfo, Japón fue criticado por apoyar la
lucha contra Irak brindando sólo apoyo logístico, y negándose
a enviar tropas.
El general Pervez Musharraf, dictador militar de Pakistán, también
prometió apoyo ayer, un gesto importante dado que Pakistán
es uno de los únicos tres países que reconocen el gobierno
talibán. Los otros son Arabia Saudita y los Emiratos Arabes Unidos.
El general Musharraf está bajo enorme presión ya que Pakistán
en los últimos años ha visto un aumento en el apoyo a los
fundamentalistas islámicos, en parte como resultado de la influencia
talibana a través de la frontera. Cualquier operación que
involucre a Estados Unidos montada desde Pakistán exacerbaría
esta línea de fractura. El embajador de Arabia Saudita en Washington,
Príncipe Bandar bin Sultan bin Abdul-Aziz también ofreció
total cooperación, según la agencia de prensa oficial saudita.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: C.D.
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