Por
Mariana Carbajal
Estamos
en el sótano. El mensaje, escueto pero alentador, encendió
ayer la esperanza de encontrar vivo a Mario Santoro, un paramédico
rosarino que se encontraba trabajando en las tareas de rescate cuando
se derrumbaron las Torres Gemelas. Las cuatro palabras, en inglés,
fueron escuchadas por un operador del 911, el teléfono de emergencias
de EE.UU., y llegaron de un celular aparentemente ubicado en el subsuelo
del World Trade Center, según contó anoche a Página/12
Alberto Santoro, padre del joven de 28 años que todavía
no ha sido localizado y que hasta ayer no figuraba en la lista de argentinos
desaparecidos tras el atentado perpetrado en el corazón financiero
de Manhattan (ver aparte).
Hoy estuvimos en el Departamento Central de la Policía y
nos dieron noticias alentadoras: el mensaje que recibieron dice estamos,
quiere decir que hay más de uno. Nos dijeron que el sótano
es inmenso y que hay condiciones para sobrevivir tranquilamente una semana.
Los que no creo que podamos aguantar una semana sin noticias somos nosotros,
señaló Alberto, de 57 años, también rosarino,
radicado en Nueva York hace veinte años, donde tiene un negocio
de restauración de muebles en Queens en esa ciudad vive con
su esposa y una pizzería en Brooklyn.
Mario, el segundo de sus cuatro hijos, es paramédico. El martes
estaba de franco. Pero minutos después del primer atentado a las
Torres Gemelas fue convocado por el Hospital Cornel, donde trabaja, para
sumarse a las tareas de rescate. En ese momento, todavía no había
impactado el segundo avión. Mario se subió a su ambulancia
e inmediatamente estuvo en el escenario del horror. Su casa está
apenas a cuatro cuadras del World Trade Center. Allí vive con Leonor,
su esposa norteamericana, y su hija Sofía, que en pocos días
cumplirá 2 años.
Hoy renació nuestra esperanza de encontrarlo con vida. Ayer
(por el miércoles) lo único que podíamos esperar
era un milagro: a las 5 de la mañana habían encontrado la
ambulancia de Mario intacta, a una cuadra de las torres, y adentro estaba
su celular, por lo que pensamos en lo peor. Pero hoy en la policía
nos dijeron que estiman que los bomberos y paramédicos estaban
en el subsuelo sacando gente cuando las torres se derrumbaron. Allí
funcionaban guarderías y hay mucho espacio, por lo que se supone
que hay agua suficiente y oxígeno para que resistan varios días,
relató Alberto, con mucho optimismo.
El compañero
de trabajo de Mario también permanece desaparecido. Deben
haber bajado para tratar de rescatar alguna víctima y se les vino
todo encima, imaginó, entre lágrimas, María
Rosa, la madre de Mario. Desde el martes, los Santoro rezan por su hijo.
La hermana de Mario y su esposo deambularon el miércoles por todos
los hospitales en los que se atendieron a los miles de heridos. El recorrido,
eterno, los destruyó: siempre recibieron la misma respuesta. El
paramédico ahí no estaba. También llamaron, sin cesar,
a la policía, la Cruz Roja y otros centros de información,
pero tampoco obtuvieron novedades. La incertidumbre los está matando.
Mi nuera está destrozada. El primer día, cuando fue
al hospital donde trabajaba Mario y le dijeron que no tenían noticias
de él, se desmayó. Al principio estuvo tomando tranquilizantes.
Pero nosotros le dijimos que tenía que estar bien despierta,
describió Alberto, quien dejó la Argentina corrido por la
inflación de la década del ochenta. Su voz suena vivaz.
No puede disimular su entusiasmo. La noticia del presunto mensaje desde
el sótano del World Trade Center le devolvió la esperanza:
Hay señales de que puede estar con vida. Y quiero pensar
que en dos semanas vamos a festejar el cumpleaños de mi nieta con
él.
Los
otros que no están
Además
de los dos desaparecidos argentinos que habían sido reportados
el miércoles por el Consulado argentino en Nueva York un
hombre llamado Pedro Greham, y una mujer cuyo nombre no fue revelado
por pedido de sus familiares, otros dos argentinos fueron
agregados a la lista de desaparecidos. Uno es un joven paramédico
rosarino, de 28 años, llamado Mario Santoro (ver aparte),
que acudió a trabajar en el rescate minutos después
de que el primero de los aviones se estrellara en el WTC. La cuarta
persona, según el relato de una mujer portorriqueña
que busca a su hermanastra, es una joven llamada Gabriela Weissman.
Greham tiene 35 años y trabajaba en el piso 104 de la torre
norte del WTC, la primera que sufrió el impacto de los aviones.
Está casado con una argentina, Victoria, y tiene tres hijos
de 10, 8 y 6 años. Estábamos hablando por teléfono,
y de repente él dejó de hablar conmigo. Como telón
de fondo yo escuchaba voces, pero no gritos de pánico, ni
nada que se le parezca... luego la comunicación se cortó,
relató Matías Ferrari, un amigo de Greham. Tampoco
se ha podido localizar a la mayoría de los compañeros
del argentino, que trabajaban en los tres pisos que ocupaba en la
torre norte la financiera Kantor.
Al igual que Greham, Weissman trabajaba en una de las oficinas ubicadas
en el WTC, pero en la torre sur, que fue atacada 18 minutos después
que la torre norte. La joven argentina trabajaba en la empresa de
informática Sybase, junto a la hermana de Yana Alemán,
la portorriqueña Claribel Fernández. Ella pudo
llamar desde el piso 100 para avisar que estaba bajando por la escalera
junto a una colega y amiga argentina, Gabriela, que también
está desaparecida.
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MENSAJES
EN INTERNET DE QUIENES BUSCAN GENTE
El
dolor volcado en la red
Por
Pedro Lipcovich
Historias
condensadas en breves mensajes de llanto contenido. El registro más
auténtico del dolor que dejó el atentado está en
las páginas de Internet donde familiares y amigos de personas desaparecidas
preguntan por ellas. La Red funcionó desde las primeras horas como
principal medio de comunicación y servicios: cuando el teléfono
de voz daba siempre ocupado, el correo electrónico permitió
reencuentros. Tanto el estado como la ciudad de Nueva York y la Universidad
de Berkeley ofrecen listas de víctimas permanentemente actualizadas.
Buscando a Susana Sauer. Trabajaba en Chicago pero estaba en el
WTC para una reunión, quizás en el piso 97. Su familia no
supo más nada de ella. El mensaje lo firma Elizabeth Brissett
y fue dejado ayer a las 2.04 de la tarde en el Disaster Message Service
(http://viexpo.com).
Los textos son breves: Cualquiera que pueda saber algo de Theresa
Adorno, por favor envíenos un mail. La familia entera está
devastada.
Los apellidos, muy diversos: Preguntamos por Daisako y Megumi Masuno.
Viven en Manhattan. Daisako trabaja en el distrito financiero. Por favor
dígannos si están bien; firman Helge y Jane Jacobsen.
Busco a Nereida De Jesus. Trabajaba en el piso 98 del WTC. Cualquiera
que tenga información, por favor contáctese con Rosa.
Diversas razas y condiciones: Calvin Gooding trabajaba en el piso
104, Torre 1. Su mujer está en el octavo mes de embarazo, con una
nena de un año y medio, esperando. Calvin es afroamericano, mide
5 pies 10 pulgadas, pesa 185 libras. Lleva anillo matrimonial de platino,
pantalones negros, reloj de cuadrante negro y camisa azul oscura.
Amigos: Tricia pregunta por Marisa Dinardo, empleada en el piso 105 de
la Torre 1: Tiene una cicatriz en el lado izquierdo por una cirugía
cuando le extirparon el bazo. Susan Javery pide por Sheela
Javeri que trabaja en el Pentágono. Por tres días intenté
comunicarme pero sólo encuentro la señal de teléfono
ocupado. Terry Steen pide que por favor agreguen a mi amigo
a sus listas: John P. Hart. Torre 2, piso 91. Visto por última
vez en la planta baja, pero volvió para ayudar a alguien.
¿Dónde está mi hija, Tania Cuevas? Por favor
infórmenme o infórmenle a ella que puede mandarme un mail
o llamarme a Rosarito, México. Tiene 27 años y viajó
desde San Francisco a Nueva York. Su fecha de nacimiento es 16 de octubre
de 1974. Dios bendiga.
Si alguien vio a Ronald Ruben por favor contacte a su hermana Leslie.
El estaba en la Torre 2 en el piso 86. Mide 5 pies y 11 pulgadas, pesa
170 libras. 36 años, un poco calvo, pelo entrecano.
Buscando a Diane Lipari. Trabajaba en el piso 92 de la Torre 1.
Pelo castaño, con una cicatriz de quemadura en su rodilla. Por
favor contactar a su marido Ed Tighe.
En general, los llamados no encuentran respuesta. Hay unas pocas buenas
noticias: A la persona que preguntaba por James Nelson: está
okay, firma Melanie.
La información se centraliza en varios sitios we. El de la gobernación
del estado de Nueva York (www.state.ny.us), aunque parezca mentira parece
una página proselitista del gobernador Pataki, que incluye una
serie de fotos del funcionario visitando las ruinas. Mejores son el de
la Universidad de Berkeley (http://do.millennium.berkeley.edu) y el de
la ciudad de Nueva York (www.wtc.ny.com).
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