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BUSCAN A UN PARAMEDICO ROSARINO QUE ESTUVO EN EL RESCATE
“Podría estar vivo en el sótano”

Mario Santoro estaba trabajando en tareas de rescate cuando se derrumbaron las torres. Su padre contó a Página/12 que ayer la policía les anunció que recibieron un mensaje al 911 que decía �estamos en el sótano� y creen que podría ser él. También el argentino Nicolás López Muñiz relató a este diario su experiencia: estaba en el piso 25 de una torre y logró bajar antes del colapso.

Por Mariana Carbajal

“Estamos en el sótano.” El mensaje, escueto pero alentador, encendió ayer la esperanza de encontrar vivo a Mario Santoro, un paramédico rosarino que se encontraba trabajando en las tareas de rescate cuando se derrumbaron las Torres Gemelas. Las cuatro palabras, en inglés, fueron escuchadas por un operador del 911, el teléfono de emergencias de EE.UU., y llegaron de un celular aparentemente ubicado en el subsuelo del World Trade Center, según contó anoche a Página/12 Alberto Santoro, padre del joven de 28 años que todavía no ha sido localizado y que hasta ayer no figuraba en la lista de argentinos desaparecidos tras el atentado perpetrado en el corazón financiero de Manhattan (ver aparte).
“Hoy estuvimos en el Departamento Central de la Policía y nos dieron noticias alentadoras: el mensaje que recibieron dice ‘estamos’, quiere decir que hay más de uno. Nos dijeron que el sótano es inmenso y que hay condiciones para sobrevivir tranquilamente una semana. Los que no creo que podamos aguantar una semana sin noticias somos nosotros”, señaló Alberto, de 57 años, también rosarino, radicado en Nueva York hace veinte años, donde tiene un negocio de restauración de muebles en Queens –en esa ciudad vive con su esposa– y una pizzería en Brooklyn.
Mario, el segundo de sus cuatro hijos, es paramédico. El martes estaba de franco. Pero minutos después del primer atentado a las Torres Gemelas fue convocado por el Hospital Cornel, donde trabaja, para sumarse a las tareas de rescate. En ese momento, todavía no había impactado el segundo avión. Mario se subió a su ambulancia e inmediatamente estuvo en el escenario del horror. Su casa está apenas a cuatro cuadras del World Trade Center. Allí vive con Leonor, su esposa norteamericana, y su hija Sofía, que en pocos días cumplirá 2 años.
“Hoy renació nuestra esperanza de encontrarlo con vida. Ayer (por el miércoles) lo único que podíamos esperar era un milagro: a las 5 de la mañana habían encontrado la ambulancia de Mario intacta, a una cuadra de las torres, y adentro estaba su celular, por lo que pensamos en lo peor. Pero hoy en la policía nos dijeron que estiman que los bomberos y paramédicos estaban en el subsuelo sacando gente cuando las torres se derrumbaron. Allí funcionaban guarderías y hay mucho espacio, por lo que se supone que hay agua suficiente y oxígeno para que resistan varios días”, relató Alberto, con mucho optimismo.
El compañero de trabajo de Mario también permanece desaparecido. “Deben haber bajado para tratar de rescatar alguna víctima y se les vino todo encima”, imaginó, entre lágrimas, María Rosa, la madre de Mario. Desde el martes, los Santoro rezan por su hijo. La hermana de Mario y su esposo deambularon el miércoles por todos los hospitales en los que se atendieron a los miles de heridos. El recorrido, eterno, los destruyó: siempre recibieron la misma respuesta. El paramédico ahí no estaba. También llamaron, sin cesar, a la policía, la Cruz Roja y otros centros de información, pero tampoco obtuvieron novedades. La incertidumbre los está matando.
“Mi nuera está destrozada. El primer día, cuando fue al hospital donde trabajaba Mario y le dijeron que no tenían noticias de él, se desmayó. Al principio estuvo tomando tranquilizantes. Pero nosotros le dijimos que tenía que estar bien despierta”, describió Alberto, quien dejó la Argentina corrido por la inflación de la década del ochenta. Su voz suena vivaz. No puede disimular su entusiasmo. La noticia del presunto mensaje desde el sótano del World Trade Center le devolvió la esperanza: “Hay señales de que puede estar con vida. Y quiero pensar que en dos semanas vamos a festejar el cumpleaños de mi nieta con él”.

Los otros que no están

Además de los dos desaparecidos argentinos que habían sido reportados el miércoles por el Consulado argentino en Nueva York –un hombre llamado Pedro Greham, y una mujer cuyo nombre no fue revelado por pedido de sus familiares–, otros dos argentinos fueron agregados a la lista de desaparecidos. Uno es un joven paramédico rosarino, de 28 años, llamado Mario Santoro (ver aparte), que acudió a trabajar en el rescate minutos después de que el primero de los aviones se estrellara en el WTC. La cuarta persona, según el relato de una mujer portorriqueña que busca a su hermanastra, es una joven llamada Gabriela Weissman.
Greham tiene 35 años y trabajaba en el piso 104 de la torre norte del WTC, la primera que sufrió el impacto de los aviones. Está casado con una argentina, Victoria, y tiene tres hijos de 10, 8 y 6 años. “Estábamos hablando por teléfono, y de repente él dejó de hablar conmigo. Como telón de fondo yo escuchaba voces, pero no gritos de pánico, ni nada que se le parezca... luego la comunicación se cortó”, relató Matías Ferrari, un amigo de Greham. Tampoco se ha podido localizar a la mayoría de los compañeros del argentino, que trabajaban en los tres pisos que ocupaba en la torre norte la financiera Kantor.
Al igual que Greham, Weissman trabajaba en una de las oficinas ubicadas en el WTC, pero en la torre sur, que fue atacada 18 minutos después que la torre norte. La joven argentina trabajaba en la empresa de informática Sybase, junto a la hermana de Yana Alemán, la portorriqueña Claribel Fernández. “Ella pudo llamar desde el piso 100 para avisar que estaba bajando por la escalera junto a una colega y amiga argentina, Gabriela, que también está desaparecida.”

MENSAJES EN INTERNET DE QUIENES BUSCAN GENTE
El dolor volcado en la red

Por Pedro Lipcovich

Historias condensadas en breves mensajes de llanto contenido. El registro más auténtico del dolor que dejó el atentado está en las páginas de Internet donde familiares y amigos de personas desaparecidas preguntan por ellas. La Red funcionó desde las primeras horas como principal medio de comunicación y servicios: cuando el teléfono de voz daba siempre ocupado, el correo electrónico permitió reencuentros. Tanto el estado como la ciudad de Nueva York y la Universidad de Berkeley ofrecen listas de víctimas permanentemente actualizadas.
“Buscando a Susana Sauer. Trabajaba en Chicago pero estaba en el WTC para una reunión, quizás en el piso 97. Su familia no supo más nada de ella.” El mensaje lo firma Elizabeth Brissett y fue dejado ayer a las 2.04 de la tarde en el Disaster Message Service (http://viexpo.com).
Los textos son breves: “Cualquiera que pueda saber algo de Theresa Adorno, por favor envíenos un mail. La familia entera está devastada”.
Los apellidos, muy diversos: “Preguntamos por Daisako y Megumi Masuno. Viven en Manhattan. Daisako trabaja en el distrito financiero. Por favor dígannos si están bien”; firman Helge y Jane Jacobsen. “Busco a Nereida De Jesus. Trabajaba en el piso 98 del WTC. Cualquiera que tenga información, por favor contáctese con Rosa.”
Diversas razas y condiciones: “Calvin Gooding trabajaba en el piso 104, Torre 1. Su mujer está en el octavo mes de embarazo, con una nena de un año y medio, esperando. Calvin es afroamericano, mide 5 pies 10 pulgadas, pesa 185 libras. Lleva anillo matrimonial de platino, pantalones negros, reloj de cuadrante negro y camisa azul oscura”.
Amigos: Tricia pregunta por Marisa Dinardo, empleada en el piso 105 de la Torre 1: “Tiene una cicatriz en el lado izquierdo por una cirugía cuando le extirparon el bazo.” Susan Javery pide por “Sheela Javeri que trabaja en el Pentágono. Por tres días intenté comunicarme pero sólo encuentro la señal de teléfono ocupado”. Terry Steen pide que “por favor agreguen a mi amigo a sus listas: John P. Hart. Torre 2, piso 91. Visto por última vez en la planta baja, pero volvió para ayudar a alguien”.
“¿Dónde está mi hija, Tania Cuevas? Por favor infórmenme o infórmenle a ella que puede mandarme un mail o llamarme a Rosarito, México. Tiene 27 años y viajó desde San Francisco a Nueva York. Su fecha de nacimiento es 16 de octubre de 1974. Dios bendiga.”
“Si alguien vio a Ronald Ruben por favor contacte a su hermana Leslie. El estaba en la Torre 2 en el piso 86. Mide 5 pies y 11 pulgadas, pesa 170 libras. 36 años, un poco calvo, pelo entrecano.”
“Buscando a Diane Lipari. Trabajaba en el piso 92 de la Torre 1. Pelo castaño, con una cicatriz de quemadura en su rodilla. Por favor contactar a su marido Ed Tighe.”
En general, los llamados no encuentran respuesta. Hay unas pocas buenas noticias: “A la persona que preguntaba por James Nelson: está okay”, firma Melanie.
La información se centraliza en varios sitios we. El de la gobernación del estado de Nueva York (www.state.ny.us), aunque parezca mentira parece una página proselitista del gobernador Pataki, que incluye una serie de fotos del funcionario visitando las ruinas. Mejores son el de la Universidad de Berkeley (http://do.millennium.berkeley.edu) y el de la ciudad de Nueva York (www.wtc.ny.com).

 

 

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