Por
Martín Pérez
Sobre
el final del documental del argentino Edgardo Cozarinsky, el crítico
cinematográfico Serge
Daney regala una curiosa justificación de su profesión,
que tal vez funcione más que nada como declaración de principios.
Hay gente que se guarda para sí misma las conclusiones a
las que arriba, dice Daney. Otros, sin embargo, elegimos compartirlas.
De una revista de cine entendida como la obra mayor de quienes eligieron
ese segundo camino es de lo que habla Le Cinema des Cahiers un documental
producido por Canal Plus y presentado en el último Festival de
Cannes para celebrar el quincuagésimo aniversario de la publicación,
que juega desde su título con la curiosidad (y el desafío)
de contar nada menos que en una película la historia de Les Cahiers
du Cinema, la mítica revista francesa especializada que supo ser
la biblia de más de una generación de cinéfilos.
Suerte de heroico retrato de familia dislocada, rencorosa pero aún
gozando de buena salud, antes que un ordenado recorrido por los cincuenta
años de historia de una publicación floreciente, el documental
de Cozarinsky sobre la revista en la que escribieron Eric Rohmer, Claude
Chabrol, François Truffaut y Jean-Luc Godard, entre otros, acompaña
con irreprimible pasión e inocultable nostalgia el heroico recorrido
de Los Cuadernos del Cine. Y arranca, como es obvio, desde la aparición
de aquel primer ejemplar de portada amarilla, aparecido en abril de 1951
con nada menos que una foto de Gloria Swanson en El ocaso de una vida
en su portada.
Con las sucesivas portadas de la revista como escenografía, la
palabra de cada uno de sus protagonistas como puesta en escena y mucho
material de archivo acompañando cada una de sus afirmaciones, lo
que más parece haberle preocupado a Cozarinsky a la hora de armar
su documental es la mejor forma de hacerse a un lado, dejando que la historia
viva de la revista se cuente a sí misma. Nunca un preferido de
los Cahiers y por lo tanto más que imparcial, tal como él
se encargó de dejar en claro a la hora de promocionar el film,
el director argentino parte del dato de que la revista nunca tuvo la polémica
como punto de partida, para luego recorrer su inapresable devenir en boca
de sus protagonistas, deteniéndose más en las contradicciones
que en sus logros, queriendo entender antes que cantarle al mito.
Así es como el éxito de los jóvenes turcos de Bazin
aquellos cinéfilos a ultranza antes mencionados, que primero
escribieron con pasión sobre el cine que veían y luego llegaron
a hacer el cine que tanto querían ver no es minimizado y
se entiende en el film como la base del mito de la revista. Pero al mismo
tiempo el coqueteo fascista con su posterior etapa maoísta, y luego
la revalorización del cine de la etapa Toubiana, son lo más
rico del documental especialmente el viaje de Toubiana junto a Daney
en busca de la bendición de Truffaut y Godard, tal vez porque
sean lo más lejano y, quizás también lo menos entregado
a la nostalgia de la historia de la revista. Pero es en sus contradicciones
y sus disputas bizantinas donde la revista aún se demuestra viva,
y a la luz de loslugares donde se detiene el relato de Cozarinsky es que
tal vez se entienda el enojo de los Cahiers actuales, que criticaron ferozmente
el documental luego de su exhibición en Cannes. Pero es que la
imagen profesional y moderna de la publicación realmente desilusiona.
Mientras que cada recuerdo del aparentemente impasible Serge Daney llena
de pasión la pantalla. Y evidentemente, también al ojo de
Cozarinsky, que no puede evitar epilogar su film rodado originalmente
en Betacam, el formato en el que es exhibido en el Cosmos con un
poema de Jorge Luis Borges, otra de sus pasiones.
MIRADA
DE ANGEL, con la bomba sexy Jennifer Lopez
La
bella y la bestia versión 2001
Por
M. P.
Cuando
llamó la atención por primera vez desde la pantalla grande
al lado de Woody Harrelson
y Wesley Snipes en el film Money Train (1995), Jennifer López era
una belleza pizpireta que deslumbraba a sus coprotagonistas tanto con
el baile como calzándose unos guantes de boxeo y que apuntaba para
cosas grandes. Ese gran momento le llegó finalmente a López
después de su protagónico en la biopic Selena (97) especie
de trágica Gilda de los latinos norteamericanos, lo que también
le abrió la puerta hacia el negocio discográfico. Más
de un lustro después de aquel lejano debut junto a Woody y Wesley,
J. Lo así se hace llamar desde la tapa de su último
álbum-. es toda una megaestrella, y así es como llega a
protagonizar este dramón firmado por el especialista mexicano Luis
Mandoki, allá lejos y hace tiempo responsable de Gaby (1987), aquella
seudopelículadela-semana protagonizada por Norma
Aleandro, que le sirvió al mexicano para meter un pie en Hollywood.
Acompañada por el intrigante Jim Caviezel un galán
de ojos claros cuyo currículum incluye nada menos que Mi mundo
privado (1991), de Gus Van Sant, y La delgada línea roja (1998),
López protagoniza aquí una versión libre de La Bella
y la Bestia. La bella es una policía que busca alguien a quien
amar detrás de la máscara de rudeza con la que se ve obligada
a escudarse. La bestia es un sobreviviente de un trágico accidente
de tránsito devenido en mendigo, cuya mente sale de un letargo
de sobretodo sucio y rostro sin afeitar al volver a ver los ojos del ángel
que lo salvó de una muerte segura.
En una vuelta de tuerca a la pareja romántica tradicional, en esta
versión es la bella quien defiende a la bestia; una bella uniformada
y con un pasado conflictuado a su vez, de violencia familiar y un posterior
ostracismo por haberse atrevido a quebrar la costumbre de lavar los trapos
sucios en casa.
Pese a presentar con cierta sutileza y encanto la cotidianidad de ambos
personajes, Mirada de ángel arranca sin embargo con el handicap
de ser un film con una intriga develada en su mismo prólogo. En
él se narra el accidente que reunió a los dos protagonistas,
pero luego Mandoki decide manejar la intriga como si nunca se hubiese
dicho nada sobre el asunto. Semejante falta de criterio no hace más
que quitarle todo interés a un film romántico empecinado
en llenarse de lágrimas, en el que, para colmo, la química
entre la pareja protagónica parece no existir.
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