Por José Natanson
Junto con Brasil, la Argentina se adelantó al resto de los países de la región y salió a liderar las gestiones para legitimar una coalición multilateral antiterrorismo liderada por los Estados Unidos. El objetivo de ambos países es resucitar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), en el que se establece que cualquier ataque contra un país americano de un agresor externo debe interpretarse como un ataque a toda la región.
La brutal secuencia de atentados en Washington y Nueva York ocurrió el martes. El día siguiente fue todo drama y confusión. Pero ya el jueves �con una velocidad que suele escasear en los despachos oficiales� el Gobierno había comenzado a preparar el terreno: Rodríguez Giavarini se acercó al Congreso para averiguar cuál sería la reacción de los legisladores ante un pedido del Ejecutivo para que la Argentina se sume �con tropas, logística o lo que sea� a la ofensiva militar todavía sin blanco claro que lidera Estados Unidos.
En ese momento, en el Gobierno insistieron en acompañar la decisión con dos definiciones: que la participación se coordinaría con los países de la región y del Mercosur y que se concretará en el marco de las resoluciones de la ONU y de los �tratados internacionales vigentes�.
En sintonía con estas dos líneas de acción, el gobierno argentino comenzó a establecer los contactos para poner en marcha el TIAR. Firmado en la temprana Guerra Fría �1947�, el tratado sostiene que toda agresión a un país americano por parte de una potencia extracontinental será considerada como un ataque a todo el continente. �En consecuencia �sostiene el artículo 3� cada una de las partes contratantes se comprometen a ayudar a hacer frente al ataque.�
La única vez que sucedió una situación de este tipo fue en 1982, cuando Gran Bretaña y la Argentina entraron en guerra. En esa oportunidad, los Estados Unidos esquivaron el tratado y dieron apoyo de radares y logística a sus primos británicos.
Sin embargo, el Gobierno ha optado por ignorar el antecedente. La iniciativa de apelar al TIAR no sólo partió conjuntamente de Argentina y de Brasil, sino que, además, en la Rosada ayer hacían esfuerzos para atribuirse el copyright de la idea. �Fue iniciativa nuestra, en coordinación con Itamaraty�, insistía un vocero del Gobierno entusiasmado con el proyecto.
En cualquier caso, es innegable que el Gobierno hizo esfuerzos por acelerar las cosas. Por la mañana, Rodríguez Giavarini se comunicó con los cancilleres de Brasil, Celso Lafer, de Uruguay, Didier Operti, y de Chile, Soledad Alvear, para arreglar un encuentro �todavía sin fecha� en el que se comenzará a coordinar el tema.
También se reunió con el secretario asistente para Asuntos Político-Militares del Departamento de Estado norteamericano, Lincoln Bloonfield. Cuando concluyó el encuentro, el canciller ratificó la postura oficial. �La Argentina, como país amigo y aliado de los Estados Unidos, va a trabajar con ellos tal cual hemos diseñado durante todo este tiempo�.
Al mediodía, De la Rúa y Rodríguez Givarini almorzaron con el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, y el ministro de Economía, Domingo Cavallo, para evaluar la mejor manera de acelerar la iniciativa. Cuando promediaba la reunión, el Presidente se comunicó telefónicamente con su colega de Chile, Ricardo Lagos, a cargo de la presidencia del Grupo de Río, para exponerle la postura del Gobierno argentino.
Más tarde, Rodríguez Givarini se encontró en el Palacio San Martín con los embajadores de los países firmantes del TIAR.
De la participación en una ofensiva internacional los funcionarios infieren tres conclusiones.
u La primera es la más obvia: el Gobierno no está dispuesto a dejar ningún margen de dudas sobre su política internacional que, aunque desprovista de las boutades menemistas, mantiene el alineamiento con los Estados Unidos. Desde luego, también es una forma no muy sutil de agradecer la ayuda financiera, sin la cual la gestión delarruista no habría podido superar nunca los peores momentos de sus periódicas crisis financieras.
u Cualquier participación argentina debe pasar antes por el Congreso, y el Gobierno ha ratificado que no se salteará ese paso esencial.
u La última conclusión es peligrosa. Según aseguraban ayer en el Ministerio de Defensa, el escenario internacional abierto luego de los atentados en los Estados Unidos debería producir un �replanteo general de la política de defensa argentina� para adecuarla a las nuevas amenazas, entre las cuales el terrorismo aparece como la más peligrosa. Entre esta definición y los reclamos para que las Fuerzas Armadas lideren la lucha contra el terrorismo hay un límite difuso, que reinstala la discusión sobre la participación de las Fuerzas Armadas en cuestiones internas, lo que está expresamente prohibido por las leyes de Defensa y Seguridad Interior.
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