Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


todo listo para la guerra

�Los terroristas le han
tendido una trampa a Bush�

El estratega Jean�François Daguzan sostiene que los atacantes del martes quieren llevar a Estados Unidos a una confrontación que no podrá ganar contra el mundo islámico, en exclusiva con Página/12.

Soldados del ejército paquistaní montan guardia en el aeropuerto internacional de Karachi, ayer.
�La opción de bombardeos de alta intensidad sólo empeorará la posición norteamericana.�

Página/12
en Francia

Por Eduardo Febbro
Desde París

Pese al apoyo manifestado por Rusia y el conjunto de los países occidentales, la creación de la �futura alianza� encargada de dar una respuesta a los atentados de Nueva York y Washington choca con tres límites: la identificación efectiva del enemigo, el territorio del ataque y los medios que van a emplearse. En este entrevista con Página/12, Jean-François Daguzan, especialista en temas estratégicos, investigador y miembro de la Fundación francesa para la Investigación Estratégica (FRS) y director de la revista Geoéconomique, analiza los parámetros de la posible intervención occidental al tiempo que pone de relieve el fracaso de la visión norteamericana del mundo. Según Daguzan, los recientes atentados son el resultado de un error estratégico que consistió en creer que la guerra auténtica se había terminado con la desaparición de la Unión Soviética. Asimismo, el investigador francés afirma que, sea cual fuere la respuesta militar de Occidente, la fractura entre el primer y el tercer mundo es hoy más vasta que nunca. 
�Todo indica que nos dirigimos hacia la formación de una nueva alianza; sin embargo, no sabemos ni a quién se va a atacar, ni tampoco adónde. 

�Acá, los norteamericanos tienen un problema muy difícil de resolver, el mismo que tendrán los europeos en caso de que se asocien a la respuesta. Resulta claro que EE.UU. está entre la espada y la pared de una opinión pública que exige resultados inmediatos y la realidad de la amenaza que, de hecho, consiste en el desmantelamiento de redes informales. Para esto hace falta mucho, mucho tiempo. Desde luego, a esto hay que agregarle el tratamiento de una de las causas auténticas de todo esto, es decir, el subdesarrollo y la miseria. La cuna que favorece el nacimiento de los kamikazes no es únicamente la ideología o la religión sino, también, la miseria. Existe pues un doble tratamiento: uno socioeconómico y otro político�militar. Sin embargo, el problema mayor está en la dirección que los norteamericanos van a tomar: EE.UU. puede dirigirse hacia donde los islamistas quieren que vaya, o sea atacar un país con un nivel de represalia tal que todos los musulmanes se sientan solidarios con los islamistas. El peligro está en esta opción. Si los norteamericanos deciden invadir Afganistán o lanzar bombardeos estratégicos de alta intensidad, sabemos que eso tendrá resultados mediocres. Sabemos de antemano que esa opción acarrea el riesgo de reforzar todavía más el sentimiento antinorteamericano y, por consiguiente, de aumentar el número de tropas para continuar la guerra. 
�Se tiene la impresión de que los dos atentados son como una trampa para EE.UU. y sus aliados. La respuesta es mucho menos evidente que con Saddam Hussein. 
�Realmente es así. Es una trampa. En primer lugar, la trampa consistió en golpear de manera arrolladora los símbolos más manifiestos de Norteamérica, el símbolo estratégico a través del Pentágono y el financiero a través de Wall Street. En segundo lugar, la trampa también está en haber empujado a EE.UU. y a Occidente a comprometerse en una lucha en Asia Central que, a todas luces, no pueden ganar. Creo que es la idea de Bin Laden y del grupo que constituye el sistema Bin Laden. 
�¿Estamos frente a grandes estrategas? 
�Claro que sí. No sé si es Bin Laden quien decide, pero detrás de todo esto hay un gran estratega. 
�Contrariamente a otros analistas, usted no ve tan claros los ejes de la intervención futura. 
�Creo que debemos ser prudentes. Todo el mundo espera una intervención en Afganistán, pero no estoy tan seguro de que ésa sea la opción de EE.UU. Tal vez den la impresión de que van a intervenir en Afganistán y después hagan otra cosa. Pienso no obstante que EE.UU. está obligado a hacer algo simbólico. Quizás haya una acción limitada contra Afganistán pero, en el fondo, con la idea de detener a los autores intelectuales del atentado. Se trata de una cosa mucho más elaborada y que requiere bastante más tiempo. 
�Finalmente, todo el aparato técnico militar, los servicios secretos, la informática más desarrollada y el mayor presupuesto del mundo en materia de seguridad no sirvió para adelantarse a los atentados. Es un fracaso rotundo de la CIA y del sistema de seguridad norteamericano. La alta tecnología falló ante un puñado de artesanos. 
�Hoy asistimos al fracaso de la percepción que los Estados Unidos tenían del mundo desde el fin de la Unión Soviética. Los norteamericanos estaban persuadidos de que la guerra, la verdadera, la gran guerra, se había terminado. Por ende, para ellos era posible orientar los servicios hacia tareas distintas, como por ejemplo el espionaje económico e industrial. El mercado y la competitividad de las empresas norteamericanas fueron el nuevo campo de batalla de EE.UU. Ahí está el error, tanto más por cuanto que a ese error se le sumó la confianza exacerbada en los medios electrónicos de control de las comunicaciones. El análisis y el seguimiento de las crisis regionales, y de todo ese conjunto donde encontramos la lógica de Bin Laden, quedaron de lado. Hoy se paga el precio. 
�Usted habla de una ruptura enorme entre los dos mundos. No sólo entre Oriente y Occidente sino también entre países ricos y pobres. 
�Si la situación empieza a girar sin control, hay un riesgo muy grande. Muchos analistas actuales dicen que no hay que dramatizar, quese trata de una peripecia más fuerte que de costumbre y que es preciso bajar la presión en torno al tema del enfrentamiento Norte�Sur. Pero no hay que ocultar una cosa: la crisis que se cristaliza a través de estos dos atentados revela una fractura. No es la que se pensó en un momento, es decir el enfrentamiento entre civilizaciones, pero resulta claro que en el seno del tercer mundo, y más particularmente en el mundo árabe musulmán, existe un rechazo del modelo occidental expresado por muchos sectores de la población. Ese modelo, que EE.UU. encarna de la forma más acabada, debe ser destruido. Quienes piensan así no son la mayoría, pero constituyen una fuerza importante que hoy cuenta con el conocimiento y el control de medios tecnológicos que le permiten actuar de forma más eficaz. Resulta evidente que una parte de esa población sin recursos decidió combatir el modelo occidental con medios militares. Los atentados son una manera de trasplantar el dolor, de recordarle al Occidente triunfante, al corazón mismo de la economía capitalista, que hay gente que sufre y que, con un cuchillo y un poco de imaginación, se puede golpear al símbolo. 
�En ese contexto, usted sostiene que los autores de los atentados de Nueva York y Washington cometieron el mismo error psicológico que los japoneses en Pearl Harbor. 
�Sí. Incluso si no se deben hacer comparaciones rápidas entre los dos acontecimientos, es así. Pienso que EE.UU. y Occidente en general habían aceptado un umbral, un límite mínimo de molestia, de problemas. Se dijeron: de acuerdo, sabemos que no podemos escapar al terrorismo, pero éste no puede ir más allá de cierto grado, hay que vivir con él combatiendo a los responsables. Punto. No se va más lejos, es decir, no hay una auténtica cooperación internacional ni tampoco verdaderas operaciones concertadas para liquidar las redes. En cierta forma, todo el mundo jugaba cínicamente la carta de la tranquilidad. Pero después de estos atentados en EE.UU., las cosas cambian por naturaleza a raíz delconsiguiente cambio de escala de los atentados. Eso es muy importante. Asistimos a una modificación fundamental de la percepción de la amenaza. EE.UU. perdió en un solo día cerca de 6 mil personas, 6 mil civiles, lo que es extravagante. La decisión norteamericana y la de los aliados en su conjunto consistirá en decir: ahora hay que destruir las causas de esos atentados, es decir, eliminar las redes terroristas mediante todos los medios posibles.

 

 

 

PRINCIPAL