Por John Sutherland *
Desde Londres
Si los hechos del martes nunca hubiesen sucedido, la imagen de Arnold Schwarzenegger habría estallado en las pantallas de los cines de todo Estados Unidos en una película de Warner Bros. llamada Collateral Damage, el viernes 5 de octubre. Hollywood nunca perdió dinero por tener tacto, pero aún los hombres a cargo de la economía en los estudios se dieron cuenta de que a veces es posible ser excesivamente directo. Como dijo uno de los productores: �Esta película es increíblemente actual. Es demasiado dolorosa para la gente�.
En Collateral Damage, el actor representa a un bombero, Gordon Brewer, cuya mujer e hijo mueren cuando un grupo terrorista hace volar un rascacielos de Los Angeles. Por supuesto, hay gráficas imágenes del edificio cayendo. En la historia original, los terroristas eran de Medio Oriente. Pero el director, Andrew Davis, decidió hacerlos colombianos porque, observó, �hay demasiadas películas que muestran terroristas árabes�.
Después de que cae el rascacielos, enterrando a su familia entre escombros, Brewer decide embarcarse en un viaje personal de venganza. No habla español, pero �qué diablos� cualquiera entiende un golpe de karate en la garganta o una patada en las bolas. El lenguaje de la violencia nunca falla. Hemos visto a Arnie hacer esto antes, en Comando por ejemplo. Pero Collateral Damage es especial. Schwarzenegger necesita reinventarse como un ser pensante. Como él dice en una entrevista en su página web: �Es una película muy dramática porque se plantea la pregunta, ¿una vez que Brewer encuentra a los asesinos, está agregando nafta al fuego? ¿Eso no lo hace volver y matar a más americanos?�. Dura cuestión. Luego de algún difícil pensamiento, el musculoso deja de lado las sutilezas morales y avanza en el estilo Terminator. Vuelan balas y partes humanas.
¿Qué fue lo que dijo Reagan luego de ver Rambo? �¿Ahora sé qué hacer con Kadafi?�. Bush es un presidente más del tipo golf electrónico que amante del cine, pero Collateral Damage le hace eco a lo que sin duda le están susurrando en los oídos sus mefistofélicos asesores. Y si no los escucha, el mismo consejo está siendo escupido en los talk shows. Mande a las Fuerzas Especiales a Afganistán, George. Olvídese de la �justicia�. Esto es la guerra.
No es que algo vaya a ser retrasado o alterado, pero es un necesario acto de buen gusto suprimir Collateral Damage. También es comercialmente prudente. Nadie en Nueva York va a pagar 10 dólares para ver simulaciones generadas por computadora de rascacielos que explotan. Al menos, no por uno o dos meses. Uno sospecha, también, que cuando finalmente llegue a las pantallas una discreta edición habrá modificado las escenas clave.
Desde la remake de King-Kong en 1976, cuando el gorila transportaba a Jessica Lange a la cumbre del World Trade Center, las Torres Gemelas fueron un escenario favorito para las películas. Las torres iban a figurar en el escenario de Hombre Araña, que tejía su red entre ellas. Ya no. También iban a aparecer como fondo en la segunda parte de Men in Black. En otro rubro, el grupo pop Coup estaba a punto de lanzar un CD cuya tapa mostraba una foto de las torres gemelas incendiándose. Si usted puede conseguir una copia de esa cubierta antes de que vayan todas a la basura, valdrá una fortuna en Sotheby�s en diez años.
El comentario de Andrew Davis sobre la existencia de �demasiadas películas que muestran terroristas árabes� da para hablar. Sería interesante preguntarles a los actuales sospechosos si vieron una película de 1996 llamada Decisión Ejecutiva y si la vieron, qué pensaron. Como Collateral Damage, la hizo Warner Bros. El elenco está encabezado por Kurt Russell, que hace del coronel Austin Travis, líder de la unidad de operaciones antiterroristas, convocado porque la inteligencia detectó un fanático musulmán, Nagi Hassan (interpretado por David Suchet: inglés,árabe, qué diferencia hay), que secuestró un avión Boeing 747, en ruta de Atenas a Washington. Hassan es un nuevo tipo de terrorista, un suicida, de la escuela Bin Laden. Planea estrellar el avión, cargado con gas nervioso, en el Capitolio. Y por supuesto, el veneno exterminará a la mayoría de la población de la costa este. �Alá sea loado�, le hacen decir a Suchet con su siniestro acento inglés.
Pero no tan rápido, que Estados Unidos tiene un arma secreta. Es un super-jet que puede adherirse como una sopapa a la panza de los aviones secuestrados. Así, una escuadra de comandos, liderada por Steven Seagal, toma posesión de la nave. A Seagal lo matan cuando entra, pero Russell vence a los árabes y salva a Washington. Si vieron esta película, las reacciones de los terroristas del 11 de septiembre pueden ser reconstruidas. Habrán sentido náuseas ante la caricatura de Suchet como un verdadero creyente. El daño que películas como Decisión Ejecutiva y Collateral Damage han producido en la psiquis norteamericana es inconmensurable. Han alimentado la xenofobia. Peor, han alentado una espuria confianza en la omnipresencia y omnipotencia americanas. Pocas cosas buenas pueden surgir de esta terrible semana. Pero no verse expuesto, al menos por un mes o dos, a Collateral Damage y otras películas como ésa puede ser un pequeño consuelo mientras los norteamericanos levantan los pedazos de sus ciudades destruidas.
* De The Guardian, especial para Página/12
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