Por Mariana Carbajal
�Queremos paz y queremos que sea verde.� La frase fue lanzada al aire por primera vez en 1971 por un grupo de activistas antinucleares canadienses que se embarcaron rumbo a Alaska, para protestar contra las pruebas nucleares que Estados Unidos iba a realizar en el archipiélago de Amchitka. Aquella expedición, espontánea, fue el puntapié que dio origen a Greenpeace. Convertida en la organización ecologista más importante del planeta, con 2 millones y medio de socios y filiales en 40 países, hoy la entidad celebra 30 años. Con varias batallas ganadas en su haber, Greenpeace, sin embargo, hace su autocrítica. �El error más importante, tal vez, fue no dar suficiente importancia a la infancia, a la educación de los niños, durante demasiados años. Fue un error estratégico porque los chicos que nos podían ver en la televisión protegiendo ballenas y focas en los años �70, ahora son adultos en lugares de poder�, reflexionó en un reportaje con
Página/12 el francés Remi Parmentier, director de Política de Greenpeace Internacional.
Como acción directa, aquella expedición al archipiélago de Amchitka fue un fracaso. Las detonaciones se hicieron. Sin embargo, como estrategia de campaña, resultó un éxito: dos periodistas que viajaban a bordo del barco transmitían por radio a sus redacciones todos los detalles del viaje y el público canadiense, que se oponía a los ensayos nucleares, encontró en el grupo de aventureros un catalizador para su protesta. Finalmente, un año después, el gobierno norteamericano anunciaba el fin de los ensayos en Amchitka, hoy una reserva ornitológica. Fue la primera batalla que ganaba la organización. La entidad terminó de consolidarse como tal algunos años después en Europa, y en 1987 abrió su primera oficina en América Latina, en Buenos Aires, decisión en la que Parmentier tuvo una participación especial.
Del viaje a Alaska, Greenpeace adoptó la que sería luego su principal estrategia de acción: ir al lugar donde se produce una agresión al ambiente y convertir además en testigo directo de la misma a la sociedad, a través de los medios de comunicación.
�Algunos dicen que Greenpeace trabaja para las cámaras de televisión, pero que sus acciones no tienen impacto de fondo. ¿Qué responde a esta crítica? �le preguntó Página/12 a Parmentier, director de Política de Greenpeace Internacional, con oficinas en Holanda.
�Por supuesto, lo que hacemos delante de las cámaras tiene cierta repercusión en los medios. ¡Pero no pasamos todos nuestros días frente a las cámaras! Todos los días hay cientos de miembros de Greenpeace trabajando en todos los rincones del planeta sin micrófonos ni cámaras delante.
�¿Qué evaluación hace Greenpeace? ¿Va ganando o perdiendo en su pelea?
�Las tendencias en relación a la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la contaminación genética emergente, entre otros problemas, siguen siendo muy deprimentes. Constatamos que el tren de la destrucción no se ha parado, a pesar de logros puntuales. Hemos ganado batallas, como la protección de la Antártida, la prohibición del vertido de desechos radioactivos e industriales en alta mar, o la prohibición de la exportación de desechos de los países ricos a los en vía de desarrollo. Pero todavía no hemos ganado la guerra, desde luego.
�¿Cuáles han sido sus aciertos y sus errores más importantes?
�El acierto más importante ha sido trabajar a nivel internacional antes de que fuera evidente. Hablo de una época en la cual ni los faxes ni, por supuesto, Internet existía. Ya en los años �70 habíamos anticipado la globalización, algo que no era evidente en aquella época. Otro acierto es rechazar fondos de industrias y gobiernos, para mantener nuestra independencia. Y el error más importante, tal vez, fue no dar suficiente importancia a la infancia, a la educación de los niños, durante demasiados años. Error estratégico, porque los niños que nos podían ver en la televisión protegiendo ballenas y focas en los años �70, ahora son adultosen lugares de poder. Espero que la Greenpeace de hoy, y la de mañana, se dirija más directamente a los niños, y que los haga más partícipes.
Parmentier impulsó la apertura de la sede de Greenpeace en Buenos Aires y formó parte de su comisión directiva durante un año. Hubo tiempos, sin embargo, en los que estuvo lejos de escritorios y oficinas. �Tuve la suerte de ser tripulante de las primeras campañas del Rainbow Warrior �el barco insignia de la organización que terminó hundido en 1985 frente a las costas de Nueva Zelanda tras un ataque adjudicado a Francia� en la segunda mitad de los años �70. Eran tiempos irrepetibles, durante los cuales con poquísimos medios técnicos y financieros conseguimos poner en jaque la industria ballenera y la industria nuclear, civil y militar y suscitamos cambios políticos importantes�, recordó.
Un festejo ensombrecido
Greenpeace Internacional tenía previsto realizar hoy el acto central por su aniversario frente a Nueva York, adonde atracaría el Rainbow Warrior, buque insignia de la entidad, pero después del atentado a las Torres Gemelas, los festejos fueron cancelados.
En Buenos Aires, la organización adelantó un día la celebración y la hizo ayer, repartiendo la edición de un diario muy particular, en la esquina de Diagonal Norte y Florida. El periódico refleja cómo sería el país si las empresas y los gobiernos promovieran acciones para proteger el medio ambiente: �El Riachuelo ya está más limpio�, �La última planta nuclear se cerrará en cinco años�, �Shell invertirá en energía eólica local�, �Japón y Noruega no cazarán más ballenas�, fueron algunos de los titulares imaginados.
Según Martín Prieto, director ejecutivo de Greenpeace Argentina, �estas noticias podrían ser realidad en tan sólo cinco años, si logramos que los gobiernos y las empresas asuman su responsabilidad para con las próximas generaciones�. En la sección internacional del diario ficticio, el título principal anuncia: �Potencias atómicas acuerdan desarme�. Y más abajo se informa que �entra en vigencia hoy un acuerdo que pondrá fin a la hegemonía de las armas nucleares�. |
Los logros en la Argentina
La sede local de Greenpeace se adjudica los siguientes logros en el país:
Gastre. En 1989, junto con otras organizaciones ambientalistas, consigue que se detenga el proyecto para la construcción de un basurero nuclear en la localidad de Gastre, provincia de Chubut.
Desechos. Una denuncia de la entidad logra frenar en 1991 otro proyecto que preveía importar lodos cloacales desde Estados Unidos con la excusa de convertirlos en fertilizantes agrícolas en la provincia de Río Negro.
Pesticida. El gobierno nacional prohíbe en 1993 la importación y venta de Parathión, uno de los pesticidas más tóxicos que existen.
Constitución. Presiona con otras organizaciones y finalmente consigue que en la nueva Constitución Nacional de 1994 se incluya la prohibición de importar residuos tóxicos y radiactivos al país, y el derecho de los ciudadanos a tener un ambiente digno (artículo 41).
PVC. Dos fabricantes de juguetes, Babelito y Artaby, eliminan en 1998 el PVC de los juguetes, tras denuncias de Greenpeace sobre su toxicidad.
Energía. Luego de tres años de campaña, se firma el decreto de reglamentación de la Ley de Energía Eólica en 1999. El Ministerio de Salud prohíbe la importación, fabricación y venta de los juguetes que contiene ftalatos.
Ozono. En 2000, Whirpool Argentina comienza a vender heladeras con tecnología que no afecta la capa de ozono.
Transgénicos. Varias empresas de alimentos comunican este año que sus productos ya no cuentan con organismos transgénicos. A partir de una propuesta de Greenpeace, Bariloche se convierte en el primer municipio del país donde se implementará una legislación para etiquetar los alimentos que contengan organismos transgénicos. En respuesta a un reclamo de la entidad, los ministerios de Salud y Trabajo prohíben los bifenilos policlorados en el país y ponen fecha a la eliminación de todos sus usos. Se frena un intento de convertir a los bosques fueguinos en �sumideros de carbono�, cuando Greenpeace denunció los planes de una entidad alemana llamada �Prima Klima�. |
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