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Por H. C.
"La obra describe muy bien la dificultad del
acercamiento", opina Spelzini, intérprete, entre otras piezas, de la
premiada Danza de verano, El jardín de los cerezos y Los
derechos de la salud, y protagonista de Riconciliati, un film
sobre el exilio que dirigió la italiana Rosalía Polizzi. Las cinco
historias de Umbral se relacionan con lo cotidiano y la soledad en
una ciudad, con la creación de un mundo de fantasías y la imposibilidad
de concretarlo. "Estos personajes dicen voy a hacer tal cosa,
pero se quedan ahí o hacen algo diferente a lo que habían pensado. Como
cuando uno va a protestar y después simplemente saluda", sintetiza
Merkin, quien tuvo como maestros a los directores Agustín Alezzo, David
Amitín y Augusto Fernandes, y participó, entre otras, en Unos
viajeros se mueren, dirigido por Alejandro Tantanian, Galileo
Galilei, una puesta de Rubén Szuchmacher, y Ricardo III,
conducido por Alezzo.
--¿Creen que esa dificultad de llegar a un acercamiento pleno
es característica de las
relaciones urbanas?
--Beatriz Spelzini: Eso es lo que se ve en esta obra, donde
los personajes tienen incluso argumentos válidos para no trasponer
umbrales. Es gente abrumada por cosas como la tenencia del departamento o
el televisor, y que cuando se decide a ir al encuentro del otro, algo pasa
que no se lo permite. Estas parejas tratan de sostener esa fantasía de la
unión, pero siempre alguno de los dos la destruye.
--Quizá por miedo a
comprometerse...
--B.S.: Creo que sí, que es miedo. Nadie quiere ser
movido de su lugar, por eso rechaza a quien puede producirle un
temblor. Como intérpretes, hemos podido reconocer ese temor. Yo misma,
cuando estoy contando al personaje, me doy cuenta no sólo de mis
propios umbrales sino también de todas las veces que no los quise
traspasar.
--Ricardo Merkin: Esos límites son, pienso, el infierno tan
temido del varón. En la primera historia, por ejemplo, cuando el hombre,
ya separado, ve a su ex ("traicionada" por él), cree ver el
infierno. Puedo decirlo: he tenido separaciones, y si veo a mi ex, me digo
"¿No hablamos ya, es necesario empezar otra vez?". Porque las
mujeres siempre reclaman. He pensado que la pareja como tal es una utopía.
Uno se apichona ante tantos desencuentros.
--B.S.: Trabajamos mucho sobre las resonancias. Cuando en la
obra se habla de traición, necesito buscar en mí resonancias de las
traiciones que me han hecho, y que no tienen por qué ser necesariamente
amorosas. Esto me obliga a buscar sobre el sentido que tiene para mí la
verdad, porque si no tuviera ningún valor, tampoco tendría importancia
que me mientan.
--R.M.: Pero no es solamente nuestra resonancia lo que
interesa. En la obra importa mucho la mirada del director, de Fernando
Piernas, que privilegió el macramé de cada personaje para que
cada uno de nosotros logre un diseño vivo. --¿Cómo influye el
clima social en esa elaboración?
--R.M.:
Sabemos que existen problemas de todo tipo, y a veces sentimos que éstos
nos avasallan, pero poder interactuar así como lo hacemos en el
teatro nos permite crear un mundo que para mí es una verdadera fiesta.
--B.S.: Creo que ésa es la recompensa que tenemos por
apostar a un proyecto muy querido. Tengo otras actividades y soy docente
en la escuela de Augusto Fernandes. Mis compañeros también tienen otras
actividades, y eso nos permite dar un espacio a obras de investigación
como Umbral, donde volcamos nuestra experiencia. Grabamos los
ensayos y las correcciones que nos hace el director. Esto es muy útil.
Uno aprende a verse como un instrumento que debe ser afinado. En cada
trabajo, mi mayor preocupación es que el teatro recuerde a la vida
y no la vida al teatro. --Sin embargo es bastante
habitual hoy que se haga hincapié en que aquello que se presenta en un
escenario es teatro...
--B.S.: Pero son espectáculos muertos. Ahí, algo de la
vida se interrumpe.
--R. M.: Yo diría que son crípticos. Esos materiales
exigen que todo el tiempo el espectador sepa que eso que está viendo es
teatro y que no necesita de otras vivencias.
--B.S.: En esas obras la persona puede no estar presente.
Cuando eso pasa, y al actor no le sucede lo que está ocurriendo en
escena, ahí se interrumpe la vida. Nosotros apuntamos a la reverberancia
y a estar con el otro.
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