Por Verónica Abdala
T. S. Eliot (1888�1965) es, para muchos, el poeta más influyente de la primera mitad del siglo XX (obtuvo el Premio Nobel en 1948), en virtud de que inventó un nuevo lenguaje poético, fundacional con la tradición de la poesía moderna. Y nadie objeta que entre los angloamericanos �nació en los Estados Unidos, pero luego se nacionalizó inglés� fue uno de los que más se destacó, sobre todo en el período comprendido entre las dos guerras mundiales. Fue en ese momento complicado para cualquier actividad de tipo artística, cuando en todas las vertientes del arte irrumpieron con fuerza inusitada los movimientos modernistas. Eliot se convirtió también en el portavoz de una generación, que además de impulsar esa profunda renovación de la literatura en lengua inglesa, expresó con sensibilidad exquisita la endémica desesperanza del mundo contemporáneo, el desencanto y la desolación de su tiempo.
A ese hombre que pretendía reflejar en sus poemas el nivel de sufrimiento que Ludwig van Beethoven había alcanzado con su música �objetivo que persiguió con obstinación y que sin duda colaboró para que alcanzara un nivel expresivo pocas veces igualado� estará dedicado el programa que Canal á emitirá hoy a las 11, en el marco de su ciclo �Documentales�. Para la emisión fueron entrevistados un grupo de estudiosos �entre ellos su biógrafo, Peter Ackroid; el profesor de literatura de la Universidad de Cambridge, Krank Kermonde, y el poeta Craig Raine� que aportan algunas de las claves para la mejor comprensión de su obra. Y tres actores ingleses �Edward Fox, Eileen Atkins y Michael Gough� que convierten la lectura de sus poemas en un ritual al que el espectador (iniciado o no, es lo mismo) asiste fascinado.
Los datos biográficos que acompañan estos testimonios �que no ocupan exclusivamente el centro de la escena, como suele resultar habitual en este tipo de producciones� permiten a su vez contextualizar su producción literaria en relación a los hechos históricos y culturales que colaboraron en buena medida con su aparición, y que signaron su naturaleza. El documental está centrado, básicamente, en el análisis del que se considera su texto cumbre, La tierra baldía (The West Land), publicado en 1922 �el mismo año en que James Joyce hacía estallar los límites del género novelístico con su inmenso Ulises� por iniciativa de su amigo Ezra Pound. Y que para los especialistas equivale al �mayor poema escrito en el siglo, y el punto culminante del movimiento moderno en poesía�. La obra de Eliot significó para la historia de la literatura en lengua inglesa, nada menos que un quiebre con las formas anteriores. Y sus libros, como los de Joyce o los de W.K. Yeats, representarían los cimientos del cuerpo literario británico moderno.
La tierra baldía �un coqueteo íntimo con algunos de los clásicos de la literatura universal, construido a partir de frases de Shakespeare, Dante, Milton, San Agustín, Verlaine o Herman Hesse, sin ningún tipo de aclaración que consigne que se trata de citas� generó una importante polémica que sobrevino a su publicación, por su complejidad y porque dejaba entrever un franco espíritu derrotista. En ese poema, Eliot sugiere que entre los aspectos más condenables y característicos de la experiencia humana, se destacan el artificio y la vanidad, y la superficialidad que muchas veces define las relaciones humanas, sobre todo entre el hombre y la mujer. Cuestión que le preocupaba particularmente, acaso porque como escribió otro gran poeta, Juan Gelman, Eliot �fue el poeta en lengua inglesa más preocupado por el sexo y su misterio�.
Perfil de un converso
T.S. Eliot nació el 26 de noviembre de 1888, en Missouri, Estados Unidos, en el seno de una familia aristocrática inglesa que le facilitó el acceso a una formación de lujo, en tres de las universidades más selectas del mundo: Harvard, La Sorbona y Oxford. Aunque, como hizo en el plano de las letras �en que se apartó no sólo de los temas en que solían inspirarse sus antecesores sino también de los ritmos poéticos convencionales para la época�, el escritor rompería tempranamente con sus orígenes, contra los que se rebeló sin condescendencias. En 1927, decepcionado por algunas de las políticas de su país, adoptó la ciudadanía británica y se convirtió al catolicismo. Entre sus obras más conocidas se cuentan Prufrock (1917), Poemas (1919), La tierra baldía (1922) Miércoles de ceniza (1930) y Cuatro Cuartetos (1935). Durante la década del �30 se dedicó especialmente a la producción dramática �con piezas como La roca, de 1934, o Asesinato en la Catedral, de 1935� y a la crítica periodística. |
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