Página/12
en EE.UU.
Por Gabriel A. Uriarte
Desde State College, Pennsylvania
Una represalia norteamericana contra el régimen talibán en Afganistán es sólo una cuestión de tiempo. ¿Qué es el régimen talibán en Afganistán? Sin duda, todos conocen su extremismo religioso, de dinamitar estatuas de Buda, forzar a todos los hombres a llevar barba y a las mujeres a cubrirse de pies a cabeza. Pero en una campaña militar cuyo objetivo casi declarado es el de destruir las estructuras del gobierno talibán, se torna importante analizar cuáles son esas estructuras. Ya se han analizado exhaustivamente las armas con las que George W. Bush vengará a sus 6000 compatriotas muertos. Es hora de analizar sus blancos.
Los talibanes son una secta, pero, mucho más importante, son un grupo étnico: el Pasthun, situado en el este y sur, zona que abarca la capital Kabul y el centro religioso de Kandahar. La distinción no es académica, dado que la Alianza del Norte, la fuerza de oposición que combate a los talibanes desde un reducto en el norte, recibe parte de su apoyo de los otros grupos étnicos (Aimak, Hazara, Tayik), forzados a aliarse luego de que los talibanes tomaron Kabul y la mayor parte del país. Estos grupos aportan contingentes para el núcleo de la Alianza, los 800 �Guardias� del viejo ejército regular, descriptos por un analista militar norteamericano como �bien equipados y disciplinados�. La presencia de estos �afganos buenos� es crucial para Estados Unidos. Primero, porque su territorio en el norte aportará bases desde las cuales podrán operar sus fuerzas especiales contra el resto del país. Segundo, y más importante, esta agrupación podría tener la capacidad, con fuerte ayuda norteamericana, de retomar Kabul si los talibanes son forzados a huir a las montañas por los B-52 norteamericanos. Vale recordar que durante la guerra de Kosovo el gran problema de la OTAN era que carecía de una fuerza similar �sobre el terreno�: la guerrilla albanokosovar (que, se esperaba, podría detener la limpieza étnica) apenas pudo sobrevivir los ataques serbios, y dentro de Serbia no había una oposición contra Slobodan Milosevic dispuesta a alzarse en armas bajo las bombas atlánticas. Por otra parte, no es claro si la Alianza del Norte podrá sobrellevar la reciente muerte en un atentado suicida del líder histórico de la Alianza del Norte, el carismático y aparentemente hábil Ahmad Shah Massoud.
En todo caso, todo indica que las fuerzas talibanas no podrán aprovechar la decapitación de sus enemigos. La cantidad de hombres en su ejército es aproximadamente 25.000, cifra que incluye la policía y los vigilantes religiosos. En términos de armas, la distinción es puramente académica. El corazón de esta fuerza, los verdaderos talibanes, son los que vienen de las muy primitivas tribus del sur, con sus ultrafundamentalistas �madrassas� (escuelas religiosas). Estos hombres son extremadamente fanáticos y extremadamente ignorantes (interrogado sobre lo que pensaba sobre el ataque en Nueva York, uno preguntó adónde estaba Nueva York). No es absurdo cuestionar la lealtad del resto. Afganistán es un país que sufre hambruna desde hace tres años, por lo que no debe haber falta de reclutas dispuestos a entrar a las filas talibanas por una comida al día. Así, se torna imposible saber si realmente hay �25.000 talibanes�, o bien un núcleo bastante menor engrosado por islámicos mucho menos consecuentes. Militarmente, los talibanes nunca evolucionaron hasta ser un ejército en regla. Para cada campaña realizan una leva en masa de más o menos 40.000 hombres, entre aquellos desafortunados en la zona de operaciones de turno, y lanzan ataques masivos e inmediatos contra las líneas enemigas. Pero carecen del todo de una infraestructura logística para sostener sus ataques o incluso suministrar a sus propios soldados, por lo que generalmente son repelidos en contraataques. Durante las primeras fases dela guerra civil esto no importaba demasiado, porque explotaban el gran tamaño del país para eludir (montados en camiones del tipo pick-up) las posiciones de sus enemigas, quienes debían entonces retirarse o combatir en condiciones menos ventajosas. Ahora, sin embargo, los talibanes atacan un compacto reducto en el norte, lo que explica, más allá de los suministros desde Rusia e Irán, por qué la Alianza del Norte no fue aniquilada.
Para Estados Unidos, la ausencia de esta infrastructura logística podría ser una desventaja. Al menos, su fuerza aérea tendrá menos objetivos obvios para destruir. Esto es especialmente importante en el caso de los bombarderos B-52 y B-2, que sólo son eficaces atacando blancos más o menos inmóviles. Los talibanes no tienen barracas o bases militares bien identificadas, y en todo caso ya las habrán evacuado ante la eventualidad de ataques aéreos. Eso significará sin duda altos �daños colaterales�, dado que los talibanes estarán entremezclados con la población civil. Esto no le importará demasiado a Washington, pero sí les importarán los problemas tácticos que creará esta dispersión. Durante la Guerra del Golfo, por ejemplo, las fuerzas aéreas de la coalición montaron un bombardeo de meses en condiciones óptimas (desierto, alta visibilidad) contra un ejército convencional desplegado; sin embargo, análisis posteriores revelaron que sólo un 10 por ciento fue destruido. En terreno montañoso y contra un enemigo dispersado, el efecto no puede sino ser mucho menor.
Sin embargo, Estados Unidos podría estar ganando su batalla antes de disparar el primer tiro. Es que ese primer tiro probablemente ocurrirá cuando Pakistán le otorgue el derecho de sobrevolar su espacio aéreo y, crucialmente, de desplegar tropas en su territorio. Pakistán es lo único que mantiene la �economía� de Afganistán más o menos a flote. Esta economía se basa en el tráfico de opio, y la única forma de exportarlo en cantidad es vía Pakistán. Los talibanes intentan muy frecuentemente transportar opio a Irán (como lo demuestran los cientos de muertos entre guardias fronterizos iraníes), pero no les es para nada simple, y lo mismo pasa con los países de la ex Unión Soviética en Asia Central. Si Estados Unidos puede colocar tropas en la �porosa� frontera con Pakistán, los talibanes perderán lo último que les permitía respirar. Naturalmente podrán subsistir en las montañas, pero su capacidad de mantener algo parecido a un ejército, equipado como tal, quedará seriamente minada. Y es este algo parecido a un ejército el que les permite sostenerse como el gobierno de Afganistán, en la medida de que controlan Kabul y Kandahar (dos ciudades, dicho sea de paso, muy cercanas a la frontera con Pakistán). Aislados económica y logísticamente, bombardeados desde el aire y atacados por fuerzas especiales, y confrontados con una Alianza del Norte revitalizada por la ayuda norteamericana, los talibanes bien podrían tener que regresar a las montañas de donde vinieron.
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