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norteamerica en guerra

Cuando Europa se baja del caballo y la OTAN es una máquina de hablar


Lionel Jospin, premier francés.
�No hay guerra contra el Islam.�

 

Página/12
en Francia

Por Eduardo Febbro
Desde París

�Todo está listo pero nada está totalmente pactado todavía�, comenta bajo el estricto anonimato un allegado a los medios militares de la Alianza Atlántica. La cuenta regresiva de las represalias contra los autores intelectuales de los atentados de Manhattan y Washington y los países (o el país) que los alberga ha comenzado. Sin embargo, las divergencias se acentúan a medida que el plan de operaciones empieza a circular entre las capitales de Occidente.
A primera vista, la �coalición� de países que lógicamente se solidarizó con EE.UU. parece mucho más amplia que la que se formó hace once años luego de que Irak invadiera Kuwait. En los hechos, la coalición se muestra más como �verbal� que como una auténtica máquina de guerra. Rusia, que se unió a la OTAN en su intención de castigar a los culpables, excluyó inmediatamente después la posibilidad de que la OTAN utilizara como base de operaciones las repúblicas de Asia Central. Hasta ayer, el único país que había ofrecido su territorio sin reservas fue Turquía. Los demás, aparte del bloque común que presentan en sus declaraciones, no están dispuestos a seguir a EE.UU. en una aventura bélica a cualquier precio. 
Los países europeos miembros de la OTAN insisten en marcar sus diferencias con Washington. El secretario general de la Alianza, George Robertson, dijo que no habría �venganza ciega�. A su vez, el primer ministro francés Lionel Jospin recordó que �no estamos en guerra contra el Islam o el mundo árabe musulmán. Nuestra solidaridad humana, política y funcional no nos priva de nuestra libre apreciación y nuestra soberanía�. La Unión Europea cerró filas detrás de Washington con una extensa declaración común en la que señala que �este terrible ataque está dirigido a todos nosotros, contra nuestras sociedades abiertas, democráticas, multiculturales y tolerantes�. Sin embargo, el viernes y el sábado, de manera individual, varios dirigentes de la Unión pusieron distancias con Washington, indicando que el viejo continente no estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. El canciller alemán Gerhard Schroeder afirmó que �presumiblemente la próxima semana habrá que tomar una de las decisiones más difíciles de asumir�. Los medios cercanos a la presidencia francesa señalaban ayer que ante una eventual respuesta �no habrá tampoco un cheque en blanco� para Washington. Todos parecen doblemente preocupados: por un lado se trata de castigar un acto de barbarie y, por el otro, evitar que una �lógica bélica� se instaure en el mundo. Los europeos ponen mucha atención en diferenciar su posición militar con respecto a la de la Casa Blanca. Resumiendo la sensación que se recoge en Europa, François Loncle, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Asamblea Nacional francesa, decía �no podemos matar inocentes para vengar la muerte de otros inocentes�. 
Los estrategas europeos evocan con suma insistencia la �necesidad vital� de impedir que �una respuesta necesaria sea desproporcionada y se vuelva contraproducente�. Todos los dirigentes del viejo continente coinciden en aceptar que la respuesta �es previsible y legítima� pero, al mismo tiempo, no quieren hacerse partícipes de la lucha �del bien contra el mal� tal como el presidente norteamericano George W. Bush presenta los lineamientos de la respuesta. En Francia, por ejemplo, se sabe que aún no se decidió completamente si es o no oportuno ofrecer la participación de París en la respuesta. Francia exige antes poder �definir las modalidades de esa respuesta�. El escollo mayor radica precisamente en esa definición de los blancos que se deben atacar. Su elección es una ecuación política con �demasiados parámetros desconocidos�, reconocen los estrategas que detallan los tres ejes de la problemática de la siguiente manera: para losaliados, el �problema� de los blancos encierra tres dimensiones: el santuario afgano, las fuentes que financian el terrorismo y las redes que ejecutan los atentados. Cada uno plantea dificultades específicas aún no resueltas. 

 

 

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