Por Julio Nudler
Recesión mundial iba a haber igual, pero ahora se podrá echarles la culpa a los terroristas. La ocasión no será desaprovechada, en particular por los economistas que antes del martes de horror vendían cierto optimismo y que ahora necesitan de un chivo emisario que cargue con su pronóstico erróneo. Pasado el momento de estupor, también los empresarios retoman sus comportamientos usuales. Ayer, por ejemplo, Continental Airlines anunció que, debido a la menor demanda de pasajes y a los mayores costos que le ocasionarán las más estrictas medidas de seguridad, despedirá a 12.000 empleados, algo así como el 21 por ciento de su plantilla. Viniendo a casa, alguien puede preguntar si esto causará hambre en la Argentina. La respuesta, en tal caso, es que los argentinos ya no estaban comiendo. Entre los analistas se discute si este remoto deudor empedernido del confín austral se caerá de la agenda norteamericana, ahora que George W. Bush está absorbido por el ansia de arrasar algunos países mahometanos. Muchos quieren saber aquí si mamá Estados Unidos prestará atención al llanto del nene argentino, como antes de los atentados, y le dará la plata que necesita para cambiar los bonos viejos por bonos nuevos. Estos y otros interrogantes están planteados y sólidamente respondidos, con la subjetividad de cada experto, en la nota de tapa del suplemento Cash que acompaña esta edición de
Página/12. Independientemente de ello, en esta página se enumeran algunas de las principales dudas posteriores al atentado, en relación con la economía, con las contestaciones posibles.
1 ¿En qué sentido se verá afectada la Argentina?
�El país necesita imperiosamente reducir los intereses que paga por su deuda. La idea, acordada vagamente con el Fondo Monetario, es un nuevo canje de títulos, emitiendo bonos que cargarán intereses muy inferiores al contar con garantías de organismos triple A. No es lógico pensar que la nueva situación internacional reduzca la predisposición de Washington y el FMI a organizar esta nueva modalidad de rescate. Pero la implementación es muy compleja y se impone no perder tiempo.
2 ¿Pueden venir más capitales al país?
�Los momentos de crisis mundial suelen aumentar la idiosincrática aversión al riesgo de los capitales. Los países emergentes ya venían padeciendo una sequía de fondos, y ésta posiblemente se acentúe. La Argentina es por definición una alternativa muy riesgosa porque ofrece, entre sus bellezas naturales, un permanente peligro de cesar en sus pagos. Por tanto, no estaba acogiendo capitales ni los acogerá.
3 ¿Mejorarán o empeorarán los precios de las exportaciones?
�En principio, si Estados Unidos se embarca en acciones prolongadas y engorrosas, como presagian las últimas informaciones, habría razones para esperar mejores precios para las exportaciones energéticas y alimentarias de la Argentina, aunque no es del todo seguro. Como las importaciones vienen desplomándose por la depresión, el superávit comercial aumentará. De cualquier modo, la recesión mundial podría reducir diversas exportaciones de insumos industriales, sin contar el impacto adverso de la crisis brasileña y la rauda depreciación del real.
4 ¿Habrá más ajuste o podrá aflojarse?
�Esto depende, en primer lugar, de la renegociación de la deuda. Cuanto menores sean en el 2002 los servicios del endeudamiento, más bajo será el superávit fiscal primario (antes del pago de intereses) necesario para alcanzar el déficit cero. Dada una cierta recaudación impositiva, menor sería el recorte a aplicar en los sueldos estatales y las jubilaciones. Como se señaló arriba, no hay razones para temer que el nuevo conflicto internacional entorpezca el nuevo canje de papeles, y hasta hay quienes confían en que lo facilitará porque el G-7 va a preferir ahorrarse este dolor de cabeza.
5 ¿Puede volver el crecimiento, a pesar del impacto terrorista?
�La conmoción provocada por los atentados sólo indujo a Domingo Cavallo a reducir en un punto el crecimiento vaticinado para 2002 en el proyectopresupuestario que presentó anteayer en el Parlamento. El pronóstico bajó de 7 a 6 por ciento, y sigue pareciendo casi delirante, aunque después de 40 meses de recesión no debería ser difícil repuntar a ese ritmo. No obstante, si el mundo va a la recesión (en realidad, a nivel de la OCDE la producción ya habría caído durante el segundo trimestre), y si los capitales se abroquelan tras los activos financieros más seguros, hay pocas razones para esperar que la Argentina se ponga a la altura de los sueños del ministro. Entre los datos en contra sigue pesando la sobrevaluación del peso.
6 ¿Por qué se espera una recesión mundial?
�Como se mencionó, la crisis ya venía sobrevolando el mundo desarrollado, aunque con diferente intensidad. La peor circunstancia es la japonesa. En Estados Unidos se temía que los números de este tercer trimestre ya próximo a finalizar cayeran por debajo de cero. La Unión Europea, en cambio, seguía creciendo, aunque en notoria desaceleración. El problema estadounidense residía en un gran exceso de inversión reciente, alentado por la gigantesca burbuja bursátil, que dejó paso, especialmente en los sectores tecnológicos, a un brusco frenazo. Pero la aeronave seguía en vuelo gracias a que la otra turbina, el consumo, mantenía su potencia. Aunque los consumidores empezaban a asustarse por su alto endeudamiento, y sobre todo al ver cómo aumentaba la tasa de desempleo, después de haber perdido buena parte de la riqueza bursátil que creían tener, nada podía acobardarlos tanto como estos clarines de guerra. Si bien no hay unanimidad entre los analistas al respecto, tiende a señalarse al debilitado consumo de los estadounidenses como el verdugo de la bonanza.
7 ¿La reconstrucción y el belicismo no vencerán a los factores recesivos?
�Los economistas siempre acomodan las ponderaciones a su antojo. Suelen dar la sensación de conocer cada conclusión de antemano. El célebre Paul Krugman, por ejemplo, deseoso de fundamentar su optimismo sobre el curso ulterior de la economía, lanza esta afirmación asombrosa: �Necesitamos nuevos edificios de oficinas�. Como si la construcción de nuevas torres gemelas para reemplazar a las derrumbadas pudiera tener una incidencia más que infinitesimal sobre la economía estadounidense. Fuera de estos disparates, lo cierto es que la inversión de parte del superávit fiscal en mayor gasto militar tendrá sí su gravitación, aunque quizá no decisiva.
8¿Qué pasará con el dólar?
�Por de pronto, ha bajado respecto del euro, pero no hay una tendencia clara. El superdólar se sostenía por una incesante entrada de capitales, pero con un gigantesco déficit en cuenta corriente como lógica contrapartida. Esto sugería, y sugiere, que esta dinámica debería quebrarse en algún momento. ¿Este ha llegado? Si se marcha hacia una guerra (¿contra quién?), Europa parece económicamente más vulnerable, y la floja performance alemana le pesa como un lastre. En todo caso, convendrá habituarse a contemplar al euro como moneda de ahorro, junto con el dólar.
9¿El alineamiento con Estados Unidos abrirá ese mercado para las exportaciones argentinas?
�Los lobbies norteamericanos que bloquean o entorpecen el ingreso de ciertas importaciones no van a dejarse conmover por ninguna adhesión. En cuanto a una integración comercial, por la vía del 4+1 o del ALCA, es posible una mayor ansiedad estadounidense por emblocarse con su patio trasero, aunque el Capitolio puede no quitar el palo de la rueda. Habrá que ver además qué ventajas y desventajas representaría para la Argentina. La arrasadora apertura de los años �90 enseñó que también se pagan costos.
10 ¿A partir de mañana, cuando reabra Wall Street, el riesgo país argentino subirá o bajará?
�Imposible saberlo. Pero está claro que, sin nuevo canje y drástica baja de intereses, el panorama sigue negro. Y que 100 o 200 puntos más o menos no modifican lo esencial: que los mercados financieros siguen cerrados.
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