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norteamerica en guerra

LA CONVENIENCIA Y LOS PROBLEMAS DEL ALINEAMIENTO AUTOMATICO CON EE.UU.
¿Hicimos bien en ir al Golfo?

Una década después de la guerra del Golfo, Argentina otra vez se prepara para una guerra lejana. ¿Fue un error entonces? ¿Lo es ahora? Seis expertos consideran los pro y los contra.

 
Las críticas se centran en abandonar la tradición neutral argentina ante el conflicto de Medio Oriente.
El lado positivo sería estabilizar el alineamiento como pertenencia efectiva al bando occidental.

Jorge Taiana, Experto en Relaciones Internacionales y Derechos Humanos. Fueron cuatro los objetivos que la Argentina tenía para ir al Golfo. El primero tuvo que ver con el alineamiento automático con Estados Unidos como parte de una política para transformarse en un país �confiable� y aliado. A más de una década, puede verse que la Argentina hizo muchas cosas que demostraron ese carácter de aliado por lo que la participación de la Argentina en ese conflicto militar fue innecesaria. De hecho, fue el único país de América latina que participó y eso no ha sido una prueba decisiva para modificar la relación con Estados Unidos en relación con otros países importantes como Brasil, México y Chile. Una subconsecuencia de esa acción fue que la Argentina ganó la desconfianza del resto de América latina. El segundo objetivo fue cambiar la tradicional posición de equilibrio y de no intervención en el conflicto de Medio Oriente. En este punto, los resultados han sido claramente negativos y dramáticos. Al haber intervenido militarmente en el Medio Oriente, la Argentina abrió las puertas a los atentados de la Embajada de Israel y la AMIA. El tercer objetivo fue buscar �legitimar� internacionalmente a las Fuerzas Armadas, que quedaron muy deslegitimadas a raíz de la represión y de la guerra de Malvinas. Creo que para esto, tampoco fue necesario participar militarmente porque había una presencia argentina en misiones de paz como en Chipre, a Bosnia. El cuarto y último objetivo fue participar de los beneficios económicos de la reconstrucción de Kuwait y del flujo de inversiones hacia la Argentina que se desprenderían de una alianza con las monarquías árabes conservadoras a las que se apoyaba. Claramente, con esto tampoco se logró nada. En mi opinión, el balance de la participación es negativo con un problema muy serio que es el hecho de haber sufrido los atentados y haberse convertido en blanco del terrorismo internacional, que es una consecuencia duradera. 

Juan Pablo Lohlé, Ex embajador ante la OEA y en España, director del Centro de Estudios Políticos Estratégicos Internacionales. La Argentina llega al Golfo porque, entre otras cuestiones, estaba negociando el Plan Brady, la deuda y la participación del capital externo en el proceso de privatización. En esa oportunidad, Irak invadió Kuwait y se decidió llevar a cabo una acción multilateral. Argentina participó como actor secundario en la coalición internacional y se convirtió en aliado de la OTAN bajo el liderazgo de los Estados Unidos. Hoy la situación es sustantivamente distinta: se trata de un punto de inflexión. Así como la Guerra Fría terminó con la caída del Muro de Berlín, la nueva era comienza con el ataque al centro más poderoso de la tierra. A partir de esto, Estados Unidos puso en alerta toda su situación de defensa. En este contexto, cualquier decisión que tome la Argentina tiene que tener en cuenta sus posibles consecuencias. La Argentina ya es un país vulnerable, habiendo sido agredida dos veces por el terrorismo internacional. Hay que reflexionar sobre el conflicto actual, sobre cuál es el propósito de una guerra. Si el enfrentamiento pretende dirimir las diferencias, entonces la condición humana está muy por debajo de las expectativas. Si la evolución del hombre es real, deberíamos incorporar a los actores que no están involucrados, porque si no, lo que queda es la destrucción. Por ello, creo que la Argentina debe hacerse responsable y asumir que podemos ser un objetivo militar. Hay que saber cuáles son las consecuencias de adherir a una guerra contra el terrorismo internacional.

Mario Cámpora, Ex embajador en Bélgica y Londres. La cuestión me suscita el recuerdo de los años en que ingresé al Servicio Exterior. En 1954 las instrucciones del gobierno del general Perón a las delegaciones que participaban de la Asamblea General de Naciones Unidas decían que en el tratamiento de la cuestión del cercanooriente, había que tener siempre presente que en el pueblo argentino había dos importantes comunidades, la árabe y la israelita, y que la delegación debía tratar que sus pronunciamientos no afectasen la armonía en que antes convivían. Quizás esta sabia instrucción no fue debidamente tenida en cuenta cuando se decidió participar en la guerra del Golfo más allá de que la acción bélica multilateral contó con el patrocinio de las Naciones Unidas. Prevaleció un enfoque de intereses multilaterales y sobre los nacionales. 

Raúl Alconada Sempé, Secretario de Relaciones Internacionales del Comité Nacional de la UCR. En primer lugar, yo estuve en contra del envío de tropas al Golfo. Cuando el gobierno de entonces afirmaba desde un punto de vista especulativo que la Argentina iba a tener importantes beneficios económicos, dijimos que no iba a tener ninguno y, efectivamente, yo creo que no hubo ninguno. El nivel de la deuda que tenemos hoy y la vulnerabilidad económica demuestran que no nos benefició en nada. Yo creo que la Argentina tiene que limitarse a la cooperación internacional subregional, regional y mundial en la prevención del terrorismo. Debe tener una participación activa en la cooperación. Creo que la participación de las Fuerzas Armadas argentinas en un contingente internacional, en una acción punitiva de Estados Unidos, nos excede como país. Nos supera en términos técnicos, militares, económicos y políticos. 

Diego Guelar, Ex embajador en Estados Unidos. Lo que la Argentina hizo con la participación en el Golfo fue cambiar una decisión de conflicto histórico. La definición de la Argentina como aliada de los Estado Unidos se concreta efectivamente en el Golfo. A mi juicio, fue una decisión correcta como también lo sería que la Argentina participe y se someta a las reglas de una alianza contra el fundamentalismo terrorista, si Estados Unidos lo propone. La Argentina tiene el derecho y la obligación de participar, sobre todo porque hemos sido del desgraciado club de los países agredidos por el fundamentalismo internacional. En todo caso, debe formar parte de una coalición donde haya una cadena de mando en la que haya participación argentina y que sea consultada en la toma de decisiones. Creo también que éste tiene que ser el marco para que Estados Unidos vuelva apoyar el tema del Tribunal Internacional de Justicia. En ese marco es donde el terrorismo fundamentalista debe ser juzgado. Con esto creo que empieza un escenario que no va a ser fácil, va a tener tensiones, versiones fundamentalistas de contestación el fundamentalismo. Determinados gestos de superviolencia generan un estímulo a la violencia. Yo creo que esto tiene que ser controlado, racionalizado y que las respuestas frente al caníbal no puede ser nunca comérselo. Por otro lado, el gobierno de los Estados Unidos tiene el respaldo de los americanos que, con todas las observaciones que puedan hacer en términos de falencias de la seguridad, hoy están monolíticamente unidos detrás de él. Yo creo que hay que intervenir en forma global, no sólo en lo militar. También debe darse en el aspecto político y jurídico, que es el marco en el que se debe dar esta lucha de las civilizaciones. Por ello, hay que tener cuidado en no demonizar a todas las civilizaciones para que quede claro que ésta no es una guerra contra el pueblo musulmán, porque haya fundamentalistas musulmanes. A su vez, creo que están equivocados quienes dicen que estos ataques son el resultado de la pobreza. Es verdad que hay que combatir a la pobreza, pero decir eso es un insulto para 3 mil millones de personas que viven con menos de 2 dólares por día, y que lo que quieren es tener trabajo y vivienda y no son terroristas fundamentalistas ni asesinos. 

Carlos Escudé, Experto en Relaciones Internacionales, PhD en Harvard. La decisión de ir al golfo Pérsico despejó toda duda acerca del giro prooccidental en la política exterior argentina en los centros de poder político y financiero de occidente. Esto, a su vez, produjo un cambio en el humor de los columnistas de diarios influyentes como el Wall Street Journal que poco tiempo antes decían que el Fondo era demasiado blando con la Argentina y después empezaron a decir �atención, esta gente está de nuestro lado�, �a quemar las naves� y a pensar que quizás estaban siendo demasiado duro con este país. Esa fue una de las medidas entre varias que hicieron posible que la Argentina ingresara en el Plan Brady y estabilizara su moneda. La decisión de ir al Golfo tuvo beneficios intangibles pero comprobables. De cualquier manera, yo creo que en las actuales circunstancias el alineamiento es aún más importante, tanto desde el punto de vista pragmático como desde el punto de vista ético. Este es un caso, de los pocos que hay, en que los cálculos pragmáticos coinciden con el deber ser. A quienes dicen que la participación argentina implicaría grandes riesgos, yo les diría que ésos ya están presentes: si nosotros no tenemos una buena alianza con los mejores servicios de inteligencia del mundo, si nosotros no contamos con ese apoyo vamos a ser mucho más vulnerables de lo que ya somos. El terrorismo se ha instalado de una manera globalizada, y la única forma de aumentar un poco nuestro nivel de seguridad frente al riego de atentados es con las alianzas estratégicas adecuadas. Además, la historia ha demostrado que cuando persistimos en ser neutrales en la Segunda Guerra Mundial, no sólo fuimos cobardes, no sólo fracasamos éticamente, sino que conseguimos que se nos marginara de las corrientes comerciales y financieras en las que habíamos estado tan bien insertas antes de la Segunda Guerra Mundial. Desde un punto de vista pragmático, es mucho más riesgoso estar fuera de Occidente que en occidente. Pero además en este caso particular, está claro que es lo que corresponde desde el deber ser, desde un sentido elemental ético. Así que cuando lo ético y lo conveniente convergen, me parece que quedan pocas dudas respecto de cuál debe ser la política.

 

 

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