Por Alejandra Dandan
La audiencia se volvía cada vez más absurda. Un médico del Argerich convocado como virtual perito de parte defendía la demanda de un sin techo contra el gobierno de la ciudad. El médico le había recetado una medicina pero el gobierno no se la daba. La jueza Fabiana Schafrik cayó en la cuenta en medio de la audiencia: los comprimidos eran Sildenafil. �Viagra, doctora�, terminaron explicándole. Algo aturdida, la jueza ordenó nuevas pruebas y, de paso, un necesario cuarto intermedio: debía averiguar los efectos colaterales (políticos) de la píldora. Algunos colegas la estimularon: varios jueces bromearon con que estaba por instaurar el �derecho a la erección�. En ese marco, el médico optó por un discurso más ortodoxo: se requería Viagra, dijo, para reforzar la libido dañada por otra medicina. La conclusión la escribió en un fallo. La jueza le ordenó al gobierno porteño la entrega �gratuita e inmediata� de la poderosa pastilla contra la impotencia. Y el gobierno cumplió: ya le compró al indigente cuatro frascos de la pildorita azul.
Pocos jueces envidiaron el lugar de Schafrik. En los Tribunales Contenciosos y Administrativos de la Ciudad, sus colegas siguieron de cerca el caso apenas cayó en su despacho. Eso ocurrió a comienzos de junio y días más tarde se alborotaron todos los pasillos del edificio.
A esa altura, el autor de la demanda ya tenía cierta popularidad previa en las oficinas de la justicia porteña. Víctor P. lleva varios años alojado por el Programa de los Sin Techo del gobierno porteño en el Centro Costanera Sur, uno de los hogares de la zona sur de la Capital. A fines del año pasado, otro de los médicos del Argerich le recetó una serie de psicotrópicos como parte de un tratamiento posoperatorio. Allí empezaron los problemas. Cuando P. volvió al hogar con la receta y el cóctel de psicotrópicos en el listado no se los dieron. Al menos eso dijo el hombre días más tarde, cuando entró por primera vez al edificio de los tribunales porteños en busca de la ayuda de un defensor oficial.
Esa primera demanda por los psicotrópicos contra el gobierno porteño se convirtió en un peregrinaje de sentencias, apelaciones y nuevas sentencias. El proceso que había empezado a fin de año terminó en febrero. El sin techo consiguió un fallo a favor de primera instancia y, después de dos apelaciones de la Procuración porteña, logró un irrefutable aval del Tribunal Supremo. En aquellas fojas de expedientes había quedado la lista de medicinas y la orden al gobierno para que la entregasen al indigente.
Meses después, P. volvió a Tribunales. La única causa que lo llevó fue una nueva receta: esta vez, de Viagra. Aunque estaba pedido, ordenado y recetado �explicó en la defensoría oficial�, no se lo entregaban. El defensor de pobres y ausentes del Tribunal escuchó el reclamo y pidió rápidamente todas las pruebas. P. necesitaba dejar allí copias y originales con la receta del médico, pero además una carta del director del hospital como garantía.
Al otro día, todos los papeles estaban allí por duplicado. Las pruebas presentadas desde el Argerich no dejaban dudas: alguien había recetado el Viagra. La receta fue hecha el 15 de marzo por el director del Centro de Nutrición y Endocrinología, Nicolás Braguinsky, que estampó su sello debajo de la prescripción del �Sildenafil (comp)� a nombre de V.P., en una �consulta con hora reservada�. Con ese papel en la mano, la prueba principal estaba lista, pero P. debía ahora convencer al defensor de la validez del amparo que requería.
No existían antecedentes para llevar adelante el caso. En esos días, el defensor oficial se preguntaba dónde ampararse para reclamar el Viagra. De algún modo debía darle forma jurídica a ese reclamo de tipo erectivo. Una de las puntas, pensó, podrían ser las normas reglamentarias del sistema de salud de la ciudad. Necesitaba saber si su defendido estaba amparado por esas cláusulas para exigir la píldora. En la revisión no encontró nada a favor, pero tampoco en contra.
En los días siguientes, el defensor le daba forma al reclamo mientras en su oficina corrían apuestas especulando cuál sería el próximo pedido que llevarían los pobres y ausentes a su despacho.
Para el defensor, el tema parecía claro: �Las firmas de los médicos avalaban el pedido del hombre: por lo tanto era necesario asistirlo�, explicaron fuentes judiciales. Pero ese gesto no alcanzaba. Los dos ahora debían convencer a una mujer, la jueza a cargo del caso. La estrategia no fue demasiado planificada: programaron una audiencia a la que convocaron al médico autor de la receta.
�A los 27 días del mes de junio �se escribió finalmente en el acta de aquel encuentro� comparecen en la Secretaría, el señor V.G.P. asistido por su letrado patrocinante, el defensor�. Por la demandada, o sea, por el gobierno de la ciudad, se presentó Alejandro Pablo de Kemmeter y además estuvo el doctor Nicolás Braguinsky: el médico experto de las pastillas.
A Braguinsky le tocó abrir el acto cuando le �piden las aclaraciones respecto de la necesidad de que el paciente V.P. reciba la droga�. Frente a los interpelantes, el médico les dio un susto: aclaró que ya no estaba en el Argerich porque su residencia había concluido. Pero el susto duró poco. Enseguida recordó al sin techo y la prescripción del Viagra.
�Oportunamente prescribí ese medicamento �dijo� porque los efectos colaterales de otro de los medicamentos que tomaba el paciente (Foxetin) producían una disminución en la libido del mismo.� Según Braguinsky, la resolución era clara: la libido de P. sólo se fortalecía �contrarrestando (la otra medicina) con la provisión de la droga antes aludida�.
El argumento fue sólido, o al menos convenció al abogado de la contraparte. Kemmeter no opuso objeciones, �por lo cual �dijo� el pedido debería ser provisto por su mandante�. Por eso aprobó el reclamo, aunque días después supo que había caído en una trampa: fuentes consultadas por este diario aseguran que Kemmeter firmó sin saber que la fuente para recuperar la libido se refería al Viagra. De todos modos, su firma ya había sido rubricada.
Con todos de acuerdo, a P. le faltaba la firma de la jueza en una sentencia. Y para ella el asunto de fondo no fue la píldora: prefirió evitarlo. En una escuetísima resolución, se limitó a analizar el caso desde la responsabilidad asumida por un médico de un hospital público en relación de dependencia directa, en este caso, con el gobierno demandado. �En tal sentido �dejó escrito� se constata que el doctor Braguisnky era, al momento de prescribir la droga, un profesional médico dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires�. Y además constató que Víctor P. es un beneficiario del Programa Buenos Aires Presente con lo cual, concluyó, las recetas aportadas entre las pruebas cumplen los requisitos establecidos en la sentencia anterior del homeless.
Por eso resolvió: �Ordenar que se haga entrega en forma gratuita e inmediata al señor V.P. de la droga Sildenafil prescripta �insistió� por el doctor Nicolás Braguinsky�.
Epílogo 1: El gobierno recibió la orden pero nadie supo quién debía hacerse cargo de comprar la medicina. �Nuestro programa es de asistencia inmediata y atendemos urgencias, por eso si priorizamos situaciones como la de este señor podríamos estar desestimando antibióticos que necesita un niño�, explicó a este diario Dora Blanchet, directora General de Niñez y Familia del gobierno. Para esta área, el Viagra no puede enmarcarse como un remedio de primera necesidad porque es una medicina de tratamiento prolongado. �Sin embargo, le ponemos a disposición �sigue� todos los otros medicamentos que necesita.�
Epílogo 2: Durante algunos días, P. obtuvo Viagra para compensar las depresiones de su libido, pero según cuenta la historia los problemas de suministro recomenzaron. En estos días, las entregas se atrasaron y las píldoras faltan en el botiquín de P. En los tribunales ya lo saben. Por eso esperan ahora la vuelta del hombre sin techo, esta vez en versión número tres.
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