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OPINION

El atentado que viene

Por Claudio Uriarte

La organización que derrumbó las torres gemelas y destruyó un sector del Pentágono tuvo a su disposición cuatro células totalizando una veintena de hombres para realizar sus ataques suicidas. Nada hace suponer que esas células sean las últimas. Más bien, lo contrario: si Afganistán no entrega a Osama Bin Laden, una tempestad de fuego norteamericano se abatirá sobre el país, en cuyo caso será el momento para que las células durmientes que operan en la retaguardia operen de vuelta, en territorio norteamericano o bien europeo.
Una característica de las acciones atribuidas a Bin Laden es su combinación de un ingenio diabólico, extraordinaria audacia e imprevisibilidad, todo reforzado con una preparación cuidadosa y de largo aliento y con grandes recursos financieros: así fueron los atentados con coches bomba contra las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania en 1999, la lancha bomba contra el destructor norteamericano USS “Cole” frente a Yemen en octubre de 2000 y finalmente el empleo de aviones de línea contra el World Trade Center y el Pentágono (a lo que probablemente iban a sumarse la Casa Blanca o el avión presidencial Air Force “One” si el cuarto avión no se estrellaba, de un modo que aún no ha quedado explicado satisfactoriamente, sobre un descampado en Pennsylvania). Bin Laden nunca hace lo mismo dos veces, por lo que es improbable que su quinto ataque en territorio norteamericano emplee aviones otra vez. Aparte de su aparente fijación con los medios de transporte (automóviles, lanchas, aviones), quedan muchas cosas que el terrorista puede hacer y una de las más fáciles y oportunistas es el uso de armas químicas –con las cuales se puede envenenar rápidamente el agua de una gran ciudad– o bacteriológicas.
En cualquier caso, Estados Unidos está en carrera para una guerra larga y costosa, que no durará menos de cuatro meses si se tiene en cuenta el tiempo necesario para que sus unidades de operaciones especiales lleguen a Afganistán. Pero los primeros plazos ya están pautados por el ultimátum de tres días extendido por Colin Powell ayer a Afganistán para la entrega de Bin Laden: de no ocurrir esto, el fuego aéreo empezará en la segunda mitad de la semana (en lo que coinciden fuentes del Ministerio de Defensa británico). Entonces será el momento para que la organización al-Qaida contragolpee y aparezca en el lugar del mártir heroico que sale en defensa de la integridad del islamismo. En esta guerra, lo principal todavía está por decirse.


 

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