Por
María Moreno
¿Cómo
fue la cobertura periodística del atentado?
La prensa ha difundido el atentado sin animarse a decir que, concluida
la expectativa de pensar una posibilidad de cambio, cerrada la historia
con países que han quedado bien y otros que han quedado sin ninguna
capacidad de juego, se explica la aparición de un terrorismo que
no quiere una sociedad utópica a conquistar. No constituye una
violencia revolucionaria, ni propaganda armada en el sentido del que se
entendía en los setenta, cuando se expropiaba un camión
de leche y luego se repartía, pero todo en función de un
mundo que estaba por llegar y sobre el cual se arriesgaba la vida, pero
creyendo más que nunca en una transformación social, un
modelo socialista.
¿Qué es lo que pasa hoy?
El terrorismo hoy es la falta total de esa idea, pero al mismo tiempo
es la única manera de golpear contra un gran poder que ya es ingolpeable.
Ya no existe la posibilidad de un Vietnam, es decir de un pueblo heroico
que enfrente a un Imperio, como se llama ahora a los EE.UU. En la lógica
que implanta el terrorismo vuelve a parecer que somos casi todos iguales
en la batalla. Si el terrorismo quiere envenenar el agua de una ciudad,
lo hace por más que se tenga un escudo antiatómico como
el que quiere hacer Bush. Si quiere lanzar una bacteria en una urbe de
millones de habitantes, también. La última imagen del terrorismo
es asumir la cadaverización capitalista y ser la última
cara de la barbarie de ese mismo capitalismo. Así como Baudelaire
decía que el dandy era la demostración de que el artista
se había transformado en mercancía, como una forma de contestarle
al buen burgués que hasta el artista era un producto, yo creo que
el terrorismo es una forma de contestarle a la barbarie capitalista: nosotros
somos el último rostro de esa barbarie, cadaverizamos todo. Al
que comete el acto, a los que están en las torres, a los que está
en el Pentágono, todos mueren.
¿Qué nueva significación tiene, entonces, la
palabra guerra?
Acá se acabaron las guerras porque el único que se
quedó con todo el armamento, con todo el arsenal, es EE.UU. Las
guerras son como la de Yugoslavia o como las de Irak. La guerra de Irak
produjo 150 muertos norteamericanos y 120 mil muertos iraquíes.
O sea, no hay más guerra y los 150 muertos norteamericanos vaya
a saber por qué murieron. En la guerra con Yugoslavia, las fuerzas
de la OTAN deben haber perdido 3 soldados. La posthistoria es la
imposibilidad de gestar una guerra. Entonces es absolutamente lógico
que aparezca el terrorismo como la única forma devolver a discutir.
¿Qué quiere decir volver a discutir? Volver a plantear un
conflicto donde sean los dos sectores los que se encuentren afectados.
Cambiar el rumbo de los aviones con un montón de pasajeros, trabajar
en términos suicidas y estrellarse contra esos gigantescos rascacielos
es ese último rostro de una barbarie capitalista, pero que se mira
en el espejo. Marx en el Manifiesto Comunista dice que frente a la barbarie
capitalista aparece el socialismo, aparece el proletariado y hace la revolución.
De ahí esa famosa revista francesa Socialismo y barbarie. Yo creo
que, acabada la idea socialista, quedó la barbarie y de la barbarie
emerge esta violencia que sin embargo no es una violencia irracional sino
que piensa racionalmente, entonces quiere golpear la Casa Blanca, logra
golpear el Pentágono y las Torres Gemelas el corazón
simbólico de los negocios y lo hace de una manera absolutamente
desmesurada.
Algunos medios subrayaron la imagen de los palestinos festejando.
Y era un pequeño sector. Es indudable que el mundo viene
de una época donde a uno le decían que las fuerzas de Batista
habían sido aniquiladas y festejaba el triunfo de tal lado. Lo
mismo cuando le decían que las fuerzas fascistas o nazis se habían
rendido. Yo tomé el domingo un avión desde Washington que
pudo haber sido desviado. No se me escapa ese lugar de lo atroz, pero
esta actuación terrorista no tiene nada que ver con lo que era
la violencia revolucionaria, la discusión en América latina
sobre violencia como respuesta a otra violencia mayor, por ejemplo. Ni
con el accionar guerrillero más cuestionable de la Argentina. Lo
que hay que marcar es que es muy difícil analizar esto porque uno
está contra el terrorismo, pero tampoco se compra el paquete de
que forma parte de la defensa de Occidente con la libertad y el standard
de vida de Manhattan, que es el símbolo de nuestra biografía.
Porque lo que vimos por la televisión era a nuestro segundo barrio
el que vimos desde Doris Day en adelante quemándose
y abriéndose. Manhattan representa el modelo excelso de una sociedad
que ya no tiene regreso y que, al mismo tiempo, ya ha dejado de ser la
de De Niro en Taxi Driver: es una Manhattan limpia, higiénica,
un modelo de primer mundo que ha sido diseñado con una altísima
cuota de seguridad, el punto culminante de una historia civilizadora.
Cuando se caen los edificios de Manhattan no se caen edificios, se caen
pedazos civilizatorios como los 51 pisos de un edificio que se llama American
Express que ha sido desalojado. No se puede estar con este terrorismo
que evidentemente no responde a ningún tipo de estrategia revolucionaria
violenta, pero tampoco se puede estar diciendo somos todos norteamericanos.
Que hoy se quiera inventar una especie de mundo idealizado donde todos
tenemos que pensar exactamente igual lo que sucede en Manhattan o en el
Pentágono es un complemento argentino a pasarnos la vida leyendo
económicamente que ésta es la única alternativa,
el único modelo, la única salida. Esto viene al caso también
para los valores culturales: todos tendríamos que estar del lado
de las torres de Manhattan.
En la Guerra del Golfo, Susan Sontag, tan crítica con la
cultura norteamericana, se alineó con la OTAN, al igual que otros
intelectuales. ¿Cuál será su posición ahora?
Hoy, la imposibilidad de situarse en el lugar del terrorismo la
da el propio terrorismo. El terrorismo actúa como la contracara
monstruosa de un capitalismo que ha llegado a un punto donde dice aquí
estamos nosotros en el primer mundo y hay una sensibilidad del primer
mundo que no es la sensibilidad del tercer mundo. Cuando sucede
el atentado, se suspenden los partidos de fútbol en Europa porque
evidentemente un jugador de fútbol europeo no es igual a un jugador
del fútbol argentino. Vive la sensibilidad de un standard de vida,
un mundo plácido, de dinero que circula confortablemente. Entonces
se siente parte de esas torres. Pero pienso que el 95 por ciento de los
argentinos no se identifica con ellas, más allá del acto
criminal del que fueron objeto. De estas torres salen diariamente aquellos
que trabajan sobre el riesgo país de la Argentina.Desde ahí
se nos dice ustedes no van a participar. Entonces no hay identificación
con estas torres ni con el terrorismo. Algunos medios gráficos
y televisivos argentinos han querido plantearnos que nosotros somos una
parte igual y radiante de la libertad y el standard de vida del primer
mundo. Es que el capitalismo se ha pseudoespiritualizado de una manera
asquerosa y virtual, donde de golpe un determinado valor constituye al
ser social, entonces ese valor tiene que predominar tanto en Manhattan
como en Kabul, en Sri Lanka, como en Buenos Aires o en La Paz, y no es
así. Son los seres sociales los que siguen constituyendo la idea:
no es lo mismo un ejecutivo de Manhattan que un campesino de Bolivia.
El periodismo aparece queriéndonos vender que las ideas predominan
sobre el lugar social al cual se pertenece con todos los rigores y miserias
que se puedan vivir allí.
Al ver las imágenes del atentado por televisión, una
y otra vez, se produce una suerte de anulación de las fronteras
entre ficción y realidad, tan explotada por el reality show. Entonces
parece dificultoso reconocer que no se trata de una película.
El terrorismo es el gran actor que permite a la televisión
que nos devore totalmente. Permite un rating del 99,99 y que toda la maquinaria
y toda la técnica se ponga en estado ideal, utópico y nos
deje en pura fascinación. El 11 de septiembre, el mundo estuvo
mass-mediatizado, seducido, atraído, comprado, mucho más
que en una final de mundial de fútbol. Hay que aclarar, aunque
sea aleatorio, que las políticas massmediáticas no son las
mismas allá que acá. Las imágenes en primer plano
casi desaparecieron. Las escenas de sangre en las calles no se vieron.
Los norteamericanos trabajaron sobre escenas de Hollywood ¿cuántas
películas y series empiezan con la imagen de Nueva York o terminan
con la imagen de Nueva York? que se podían ver como lo real
que serenaba y que al mismo tiempo fascinaba. Como si permitiera decirse
a esto lo conozco, esto ya lo sé. Que caigan
las torres entra en nuestra cabeza y vaya a saber en qué lugar
se aloja porque es el cruce de lo mítico con lo catastrófico.
Ni siquiera París podría llegar a ser esto que fue Manhattan
para nosotros.
¿Cómo puede influir este bautismo del gran terrorismo
internacional en nuestra vida cotidiana?
Nuestra historia ya estuvo tan golpeada que es muy difícil
que nosotros nos volvamos a sentir parte de una identidad occidental según
la cual mi abuelo y mi padre venían de la Europa afortunada. Lo
que aparece como asombroso es que EE.UU. esté golpeado en su territorio
algo que ya vivimos nosotros cuando el problema de los EE.UU.
antes del atentado eran los tiburones. La sensación de que en la
esquina se acabó el mundo nosotros ya la conocemos. Ahora, que
no nos vendan que ese sentir que el norteamericano tiene en la esquina
el abismo es un problema nuestro. Yo quisiera imaginarme qué pasó
por el sentimiento de los argentinos estos dos días. Creo que fue
algo diferente de lo enviado por los medios. No era una cosa de goce,
pero tampoco de luto sé que decir esto es riesgoso.
Nosotros estamos acostumbrados a ver las imágenes de la AMIA o
de la Embajada de Israel, las tomas de rehenes en el cono urbano. El terrorismo
internacional acá ya ha actuado y con apoyo del nacional. Los acontecimientos
más fuertes antes de esto fueron los que sucedieron en la Argentina
y así también lo ve la CNN, que en una de la primeras notas
que hizo fue sobre la frontera entre Paraguay, Brasil y la Argentina,
que es donde supuestamente se concentran sectores del terrorismo internacional.
Hace mucho que tenemos problemas y los norteamericanos a lo sumo nos mandaron
dos aviones con frazadas. ¿Por qué tenemos que mandarles
más de dos aviones con frazadas? En ese sentido hay que tener una
conciencia clara de que las sensibilidades han cambiado porque las relaciones
económicas, sociales y políticas son absolutamente diferentes.
Nuestra historia es una historia de violencia, de catástrofe. Es
imposible que nosotros asumamos el dolor de las torres. En términos
de lo que podemos llamar cultura, no va a haber nada nuevo.
Vamos a ver más televisión.Ahora tuvimos el primer acto,
hace dos días que estamos viendo televisión de una manera
espectacular. El segundo acto se llamará Afganistán, el
tercero Pakistán, el cuarto Palestina. En ese sentido no se nos
va a modificar la vida, al contrario, se va a profundizar el hecho de
que somos televidentes del desastre mundial. En ese sentido el atentado
tuvo un éxito del ciento por ciento, no sólo en cuanto a
los objetivos a atacar sino a que todo el mundo diga: Señores,
los EE.UU. nunca han sido tocados en la historia como lo hizo este grupo.
Estamos en el principio de un accionar terrorista prolongado. La pregunta
es qué estamos poniendo en la palabra terrorismo. ¿Un
razonamiento como el mío es un razonamiento terrorista? ¿Un
pensamiento que cuestione lo que está diciendo CNN o lo que está
diciendo Bush es un pensamiento terrorista? ¿Una escritura donde
no se está dispuesto a alinearse con el Departamento de Estado
es una escritura terrorista? Qué va a aparecer como terrorista
en el mundo, de aquí en más, es una de las cosas a discutir.
Por
que Nicolas Casullo
Por M. M.
Advertencias
de la historia
Para
el ensayista y profesor de comunicación Nicolás Casullo,
en la post-historia, cuando ha quedado un solo contendiente con
armas, la barbarie terrorista siempre repudiable parece
la única manera de replantear un conflicto donde los dos
bandos se vean afectados. El terrorismo de hoy no constituye la
propaganda armada de un proyecto político, su objetivo no
es una transformación social ni la conquista de un territorio.
Es una barbarie ciega que sólo aspira a golpear mostrando
la vulnerabilidad de lo aparentemente inexpugnable.
Casullo subraya también la ceguera de una prensa que desde
el 11 de septiembre insiste en invitar a los argentinos a que se
identifiquen acríticamente con una idea de Occidente, de
libertad y standard de vida de los que están totalmente excluidos
y que mostró su fragilidad cuando se derrumbaron los bastiones
simbólicos del Imperio. También intenta
despejar qué se quiere decir hoy cuando se dice terrorismo,
una palabra que fue pronunciada cómodamente por el presidente
De la Rúa cuando dejó abierta la puerta para que la
Argentina se sume a una coalición antiterrorista internacional.
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