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MARCELA RODRIGUEZ, CANDIDATA DEL ARI
“No mentir, no robar y no votar contra los pobres”

Abogada, feminista, candidata a diputada en la provincia, Rodríguez es la asesora de Elisa Carrió encargada de la investigación de las cajas. Explica las líneas de una campaña novedosa.

Por Marta Dillon

Pese a las preguntas sobre lo que vendrá, la vida cotidiana sigue. Marcela Rodríguez, esa mujer detrás de su líder, Elisa Carrió, no es una excepción. Contaminada por cierta sensación de irrealidad (¿cuál es la ficción?, ¿las Twin Towers partidas en dos?, ¿la campaña electoral?) esta abogada, candidata a segunda diputada nacional del ARI por la provincia de Buenos Aires, sigue abocada a su trabajo principal: la apertura de más cajas con información sobre lavado de dinero que llegaron de Estados Unidos cuando el mundo aún no había cambiado. Eso la exime de las tareas de campaña. Rodríguez es coordinadora de la comisión que dirige Carrió y editó el polémico preinforme que todavía sigue provocando querellas contra la diputada. “La investigación no se puede descuidar y en este lugar me siento más cómoda”, fiel cultora del bajo perfil y todavía sin fueros, sólo se anima a decir que “en las nuevas cajas lo que surge es sobre todo una fuerte conexión con el narcotráfico”, en la que estaría involucrado más de un ex funcionario.
Ya se le pasó la sorpresa por la forma en que se unían causas que parecían separadas, como IBM-Banco Nación, oro, tráfico de armas. Esta joven representante del movimiento feminista –el poco recambio la deja en ese lugar a los 36 años– y experta en temas constitucionales –fue asesora presidencial de Raúl Alfonsín y durante su gestión al frente de la Convención Constituyente–, parece más contagiada de “la ventaja de trabajar con Carrió, pensar que siempre se puede”.
“Esta es una construcción nueva y la campaña es corta”, explica. “Hay que sumar al descreimiento de la gente lo que puede dejar como secuela el atentado en Estados Unidos. Todo parece pasar a segundo plano. No se evalúa una derrota estrepitosa, aunque la falta de recursos es un problema. Desde el gobierno se está atando el tema de la reforma política a la entrega del dinero por votos. Pero hay que evaluar los verdaderos costos, no se trata de lo que el Estado aporta a los partidos sino lo que los aportes privados implican en términos de prebendas o corrupción. Es difícil desligarse de un grupo económico cuando bancó una campaña, sobre todo si serán los que paguen la siguiente. Por eso el ARI se comprometió a no recibir ningún aporte mayor a los mil pesos.
–¿Por eso Carrió sale al interior con Soledad Silveyra? Es llamativo que la campaña la hagan alguien que no se presenta y una candidata al noveno puesto de diputados en Capital.
–Solita me impresionó muy bien, es una figura conocida que tiene algo que perder y un compromiso que no he visto en muchos políticos. Y lo cierto es que en una campaña corta y sin un peso la difusión de propuestas y candidatos es difícil. Lilita es conocida en todo el país, es una excelente comunicadora y aporta la posibilidad de difundir contenidos.
–Sin embargo se habla de otro modo de hacer política y lo que aparece a simple vista es una puesta en escena mediática.
–Es cierto que parte del movimiento se centra en su figura porque tiene un liderazgo natural muy fuerte. Que no se convierta en personalista es un desafio del ARI como construcción. Además se difunden cosas mediáticamente pero el contenido está laburado. Si hablamos de ingreso ciudadano para la niñez no es una promesa electoral, es un proyecto presentado hace cuatro años, igual que muchos otros. Lo único que prometemos es no mentir, no robar y no votar contra los pobres. Esto está avalado por la trayectoria. Nuestros diputados no han mentido, se puede demostrar. No convalidamos los plenos poderes o la reforma jubilatoria. Yo hice los amparos que firmó Lilita en contra de las privatizaciones de aeropuertos, Correo, Banco Hipotecario, y lo cierto es que muchos de los que estaban firmando con Carrió por los aeropuertos cuando se trató la reforma jubilatoria estaban del otro lado. Los argumentos eran los mismos, de forma, por haberlos sacado por decreto avasallando las facultades del Congreso.
–Hablando de coherencia, ¿cómo se ve el acercamiento a Chacho Alvarez, que basó su liderazgo en un discurso anticorrupción y terminó renunciando? –Yo no hablaría de acercamiento, no hay ninguna conversación sobre su integración al ARI. El apoyó la elaboración y difusión del informe sobre lavado de dinero y Carrió lo reconoció, de la misma manera en que fue muy crítica frente a su renuncia. El problema con Chacho más allá de la denuncia es que es el desarrollo de su gestión lo que presenta facetas en las que tendría que haber actuado distinto. Y en esos momentos Lilita actuó distinto, votó en contra de lo que estuvo en contra y eso la hace diferente. Ella no se fija en conveniencias, sí distingue a Liliana Chiernajowsky –esposa de Alvarez– de Chacho y a él lo reconoce como le reconoció a Mario Cafiero la forma en que jugó en el informe.
–¿Las coimas en el Senado forman parte de lo que ustedes describieron como matriz de una Estado mafioso?
–Sí, creo que es parte. Hay complicidad de la dirigencia política desde el Senado y el ejecutivo y que tiene que ver con los intereses de grupos económicos. En el informe también hay cosas que no constituyen delito, por ejemplo la capitalización de la deuda en el Banade, donde se tomaron títulos de deuda al 100 por ciento cuando en el mercado cotizaban al 13. Algunas no se podrán juzgar pero sí evitar en el futuro, por supuesto que la idea es castigar el delito pero exponer cómo funcionó nuestro sistema político y económico en los últimos treinta años tiene valor en sí.
–Usted conoció a Carrió en el Núcleo de Coincidencias Básicas que preparó el pacto de Olivos. Usted trabajó en su elaboración, ello lo criticó duramente y sin embargo pasó a asesorarla.
–De aquel Pacto salió la Reforma Constitucional que para mí es mejor que la que teníamos. La incorporación de Pactos Internacionales me parece muy positiva. Carrió propone una forma de hacer política donde determinados arreglos no tendrían lugar, eso es cierto. Pero cuando Lilita habla del nuevo pacto de Olivos se refiere a algunas otras cosas, acuerdos en términos de lo que se proclama como gobierno de unidad nacional. Yo no hablaría de conspiración pero sí de una unión de intereses que no está a favor de la gente sino de los privilegios de la clase política y de liderazgos cuestionados.
–Cuando se reformaba la constitución usted hizo una maestría en Yale y seminarios con Catherine Mackinnon, que impuso el abuso sexual como figura legal. Y después estuvo al frente del Consejo de la Mujer en Vicente López.
–Después de dedicarme a proyectos macro con relativo éxito ver resultados concretos me parecía interesante. Hay cosas que no se aprenden en los libros, como cuando las mujeres de los barrios populares te cuentan que cuando el marido les pega gritan fuego. Si sólo pidieran ayuda habría más indiferencia, pero si se incendia una casilla se incendian todas y no hay dudas en acudir. Fue el primer Centro de la Mujer claramente feminista y eso se vio en una gestión de más de seis años. También ayudó a que uniera mi militancia feminista al resto de los trabajos que desarrollaba, con los costos que esto implica. Porque si escribía sobre derechos humanos o temas constitucionales desde la visión tradicional, era un trabajo académico. Si escribía sobre teoría de género me acusaban de hacer política. La ventaja de haber trabajado otros temas es una visión distinta a lo que solemos hacer las feministas, metidas en temas tradicionales como violencia doméstica y derechos sexuales y reproductivos. El desafío es tomar temas centrales como política macroeconómica, presupuesto, sistemas de gobierno, y aportar una perspectiva de género, aunque a los políticos tradicionales les siga pareciendo molesto.

 

 

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