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EL ATENTADO Y LA RECESION MUNDIAL
La crisis estaba en camino

Por Claudio Scaletta

Aunque aún se desconoce la reacción de Estados Unidos que completará el nuevo escenario de la economía mundial tras los recientes atentados, los analistas coinciden en que se producirá un agravamiento de la recesión internacional en el corto plazo. La causa: la incertidumbre financiera y la retracción en el consumo que agravará la crisis de sobreproducción por la que ya transitaban las economías centrales. En el mediano y largo plazo, en cambio, las predicciones son más optimistas. Las políticas más activas que comienzan a insinuar algunos estados, aumento de los gastos públicos junto a un posible incremento de la demanda de armamentos, podrían impulsar una salida más rápida de la recesión.
Comprender el impacto de los atentados en Estados Unidos sobre la economía mundial no puede dejar de lado la situación preexistente. Los misiles humanos disparados contra el World Trade Center y el Pentágono impactaron sobre un escenario inédito. Por primera vez en los últimos 30 años las tres principales economías del planeta, Japón, Estados Unidos y Europa, se encuentran simultáneamente en recesión. Debe evitarse entonces, que los atentados sirvan de subterfugio analítico, es decir que funcionen como causa y no como factor de consolidación de una tendencia mundial ya insinuada. Además, aún resta una secuencia del cuadro completo sobre el cual construir previsiones: la magnitud y alcance de la “retaliación” de los Estados Unidos.
En el plano financiero, el cuadro previo mostraba que la baja tasa de interés en las economías centrales destinaba una proporción significativa del capital financiero internacional a plazas de mayor riesgo y, en consecuencia, con mejores rendimientos. Frente a la mayor incertidumbre, esos capitales preferirán regresar a la seguridad de sus mercados de origen. Los analistas internacionales coinciden en que será este el principal impacto sobre las mercados emergentes. En esta línea de análisis, los atentados funcionaron como un detonante para la toma de conciencia acerca de la verdadera situación de la economía mundial.
En el plano de la economía real, en tanto, las políticas de austeridad en auge en los países centrales –donde los déficit estatales y la casi inexistente inflación aparecían como los principales enemigos– dieron lugar a un agotamiento de las fuentes de crecimiento. El consumo, el único factor que se mantenía relativamente estable antes de los atentados, será el más afectado por la nueva incertidumbre que se suma a la sobredeterminación del crédito existente.
Para el economista de la CTA Martín Hourest, estos elementos darán lugar a la consolidación del “ciclo de insolvencia” ya iniciado en la economía mundial. Esto supone que “la capacidad de producción es mayor que la de realización”, es decir de vender esa producción. Como consecuencia existirá un grupo de empresas que deberán desaparecer ennegreciendo las carteras de muchos sistemas financieros. Esto dará lugar a que “los capitales que se valorizan financieramente comiencen a escuchar lo que efectivamente ocurre en las economías reales” y abandonen las plazas emergentes sujetas ahora a “un nuevo factor de riesgo”. A diferencia de otras crisis financieras internacionales, el problema no viene ahora desde la periferia hacia el centro, sino que se origina en el propio centro.
Hourest prevé para la Argentina el impacto de un elemento adicional. “Los procesos de crisis por sobreproducción –sostiene– generan incentivos al proteccionismo”. Proteccionismo que no se manifiesta sólo en fronteras más cerradas, sino en una actitud más agresiva en el comportamiento de las filiales de las empresas transnacionales, agresividad que puede traducirse tanto en dificultades de negociación como en remesas de utilidades antes que decisiones de inversión.
“El ahorro negativo motivado por el auge de la bolsa terminó”, afirma el especialista en economía internacional Arturo O’Connell. “El atentado sólo puso al descubierto que la recesión mundial era más grave que lo previsto y la incertidumbre generada por la catástrofe profundizará la caída del consumo”, opinó. Sin embargo, O’Connell es optimista sobre la evolución de la economía en el mediano plazo. “Los gobiernos de los países centrales abandonarán sus políticas de austeridad. Aunque ya existía una actitud propensa a asumir posiciones distintas –esas cuestiones de pura ideología como que todo lo que proviene del Estado es malo y la baja del gasto como objetivo único– el clima de emergencia económica conducirá a posiciones más activas, con lo que el rebote de la recesión se producirá antes”, afirmó.
El impacto de los atentados en la economía argentina, en tanto, debe considerarse en sus tres dimensiones de integración con la economía mundial.
u La primera es la vinculada al precio de sus commodities, el trigo y el petróleo, el que no depende del ciclo de actividad de los países centrales. Los precios actuales se encuentran en niveles relativamente altos y, cualquiera sea el escenario de respuesta estadounidense, tenderán a subir.
u La segunda es lo que ocurra con la economía de Brasil, destino del 30 por ciento de las ventas argentinas al exterior, país que por la naturaleza de sus exportaciones, sí puede verse afectado por la retracción del ciclo de actividad estadounidense.
u La tercera y más importante es la dimensión financiera. La nueva incertidumbre repercutirá en el cierre de los flujos de capital a los países emergentes. Pero lo cierto es que tales flujos ya se habían cortado para la Argentina. El problema que se presenta entonces es el vinculado a la refinanciación de la deuda, el Megacanje II. Aquí pueden darse dos escenarios. El primero es que en Estados Unidos se razone que, dado el actual contexto, no sea conveniente dejar caer a un país mediano y en consecuencia se facilite la operación. El segundo es que se fortalezca el grupo ligado al presidente George W. Bush que proclama “escarmentar” a Wall Street. Cualquiera de estos dos escenarios presupone “limpiar” una parte de la deuda argentina, por lo que el efecto será finalmente positivo para el país. Para las empresas argentinas endeudadas con el exterior que se encuentren con la necesidad de refinanciar sus pasivos, las consecuencias de la nueva restricción pueden, en cambio, no ser tan optimistas.

 

 

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