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DINAR LINEAS AEREAS

LA OTAN DIO A WASHINGTON UN CHEQUE EN BLANCO PARA RESPONDER
Cuenta regresiva rumbo al “Día D”

Por primera vez en su historia, la OTAN invocó el artículo 5 de su carta, que implica un apoyo europeo automático para cualquier represalia que decida EE.UU. contra los bombardeos terroristas del martes. El blanco es Afganistán y comienza la preparación de la fuerza atacante.

Por Claudio Zlotnik

Y un día Wall Street volvió. Antes de que suene la campana hubo dos minutos de silencio. Luego todos cantaron, algunos con lágrimas en los ojos, “God bless America” (Dios bendiga a Estados Unidos). La apertura de negocios fue gatillada por los que en el recinto consideran “héroes de Nueva York”, bomberos, policías y miembros de los servicios de emergencia, que trabajan en la remoción de escombros y en el socorro a las víctimas del atentado terrorista. Antes, hubo llamadas al patriotismo de los inversores para evitar la debacle de las cotizaciones. Pero, bien se sabe, en el corazón del capitalismo “business are business”. Los operadores tienen sentimientos, aunque luego no se note tanto. Y pasado el momento de la sentida emoción, se abrió el juego. Ni la sorpresiva y agresiva política de baja de tasa de interés por parte de la Reserva Federal (banca central estadounidense), en una inédita coordinación con el Banco Central Europeo, pudo evitar la mayor caída en puntos del índice Dow Jones. El derrumbe de 684,8 puntos, que equivale a un retroceso de 7,1 por ciento, es el primer saldo del impacto en el mundo financiero del atentado a las Torres Gemelas y al Pentágono. A su vez, el Nasdaq cayó 6,8 por ciento. Para algunos analistas, el cordón de asistencia monetaria de las potencias económicas amortiguó ese derrape, pese a la fuerte caída registrada ayer, que varios estimaban que iba a ser más pronunciada. Otros sostienen, en cambio, que hay que ver cómo evolucionan en los próximos días la principal bolsa mundial para saber si Wall Street se encamina hacia un crac o si la crisis puede ser manejada por la sociedad Alan Greenspan-Paul O’Neill, titular de la FED y secretario del Tesoro de Estados Unidos, respectivamente.
El hecho de que la caída en Wall Street se haya ubicado dentro de lo previsible posibilitó mejoras tanto en los recintos de América Latina –con la excepción de México, que bajó 3,9 por ciento– y en Europa. El índice MerVal, por caso, subió 0,6 por ciento. Y las principales bolsas europeas, que la semana pasada cayeron 13 por ciento en promedio, ayer avanzaron entre 2,7 (París, Madrid) y 3 por ciento (Londres).
El regreso de los operadores a sus puestos no fue sencillo. La Bolsa se encuentra a tan sólo 300 metros de donde se levantaban las Torres Gemelas, y –clausurada la estación de subtes más cercana– para llegar al recinto los corredores vieron en vivo y en directo la zona devastada. Y respiraron el humo y el polvo que salen de las ruinas de lo que hasta hace una semana fue el Distrito Financiero y hoy es un grupo de edificios quemados y maltrechos, testigos del desastre.
Minutos antes de que reabrieran los negocios después de cuatro días de receso, el mayor desde la Primera Guerra Mundial, la Reserva Federal anunció la rebaja de la tasa en medio punto, dejándola en 3 por ciento anual, en el nivel más bajo desde setiembre de 1992. Este fue el octavo retoque bajista hecho por Greenspan en lo que va del año. A inicios de 2001, la tasa se encontraba en el 5,75 por ciento, casi el doble de lo que está ahora. Tres horas después del anuncio de la FED, el Banco Central Europeo (BCE) hizo lo propio –también una rebaja de la tasa de medio punto–, hasta el 3,75 por ciento. Otros bancos centrales, como el canadiense y el suizo, imitaron la acción. “Tras los atentados terroristas, la incertidumbre que rodea a la economía estadounidense y mundial creció”, justificó el directorio del BCE. Con la rebaja aplicada por la FED, la tasa real en Estados Unidos –es decir, descontando la inflación– será prácticamente igual a cero.
Hasta último minuto, los financistas se prepararon para lo peor. Minutos antes del inicio de la rueda los corredores recibieron el recordatorio de que las operaciones se suspenderían hasta el día siguiente en caso de una caída superior al 30 por ciento. Pero las medidas tomadas en los últimos días por las autoridades evitaron un mal mayor.
u En primer lugar figura la rebaja de la tasa de interés concertada entre la FED y el BCE.
u Además, se permitió que las empresas pudieran recomprar acciones propias sin necesidad de avisar con antelación, lo que habitualmente demora la operación. Un total de 75 compañías salieron al mercado a defender el valor de sus papeles.
u La SEC, el ente regulador del mercado, exhortó a los fondos de inversiones a “no sacar provecho de la tragedia”.
u Por último, el acuerdo entre la FED y distintos bancos centrales de Europa para inyectar liquidez en los respectivos sistemas financieros, por un total de 90.000 millones de dólares, en caso de corrida.
Es muy probable que los esfuerzos para evitar un derrape de los mercados no alcancen para sostener a la economía. Al menos eso es lo que creen los principales analistas de Wall Street, a pesar de los buenos augurios del secretario del Tesoro, O ‘Neill. “Hay que comprar acciones. Nuestra economía se va a recuperar bien”, estimó el funcionario no bien se inició la rueda. En todo caso, la duda principal de los financistas refiere a si la caída de las acciones se limitó a lo de ayer o si, por el contrario, continuará. Miguel Bein, ex secretario de Programación Económica, señaló categórico a Página/12 que “lo peor ya pasó. Ya se sabía que la economía estadounidense caería en recesión y los precios actuales dan cuenta de ello. No hay que esperar un desplome”. En una línea similar se expresó la famosa analista de Goldman Sachs, Abby Joseph Cohen: “La economía estadounidense enfrentará una etapa de dificultades temporales, pero continúa siendo sólida”, dijo, dando cuenta de su optimismo por la evolución de los mercados. No obstante, hay analistas en Wall Street que piensan que Greenspan volverá a bajar la tasa antes de fin de año.
Frente a este panorama complicado, la Argentina utilizará el plan de Déficit Cero como única arma para salir de la crisis. Clausurado el crédito externo, Domingo Cavallo debería cruzar los dedos para que, en medio del caos, O’Neill no olvide su promesa de liderar una reestructuración de la deuda argentina que sea capaz de hacer viable a la economía y devuelva la confianza a los inversores internacionales.

Riesgo país ataca de nuevo
La nueva baja de la tasa por parte de la Reserva Federal implicará un ahorro de 150 millones de dólares anuales para la Argentina. El monto surge de los 46.500 millones de la deuda que está colocada a tasa de interés variable (flotante) –y por la cual corresponde un ahorro de 232 millones– que se compensa en parte con la menor rentabilidad de los 16.000 millones que el Banco Central tiene depositados en el exterior.
El economista Miguel Bein, a su vez, confía en que habrá otro beneficio por el abaratamiento en el costo del dinero: la mayor afluencia de capitales. “No importa que el contexto no acompañe. Hay inversores con apetito por las altas rentabilidades que ofrecen los mercados emergentes como el argentino”, señaló el ex funcionario a este diario.
Lejano a este panorama, y después de cuatro jornadas sin calcularse, el riesgo país pegó un salto de 174 puntos, y se ubicó en los 1652. Ayer, los títulos públicos terminaron con caídas de 1 por ciento en promedio. Aunque con reducido volumen de negocios ya que los principales intermediarios neoyorquinos no volvieron a operar después de los atentados.
Por su parte, Carlos Arbía, economista de la consultora Exante, apuntó que “la baja de la tasa sólo servirá para pagar menos intereses. Para la Argentina, el mercado crediticio sigue cerrado”.
Por último, Ricardo Cavanagh, analista de la sociedad de Bolsa Raymond James, señaló a Página/12 que en las próximas jornadas “seguirá la incertidumbre de los financistas y habrá mucha volatilidad”.

 

Un ataque especulativo
Los reguladores bursátiles de Europa y Asia han empezado a investigar si los organizadores de los atentados en Estados Unidos especularon con acciones y bonos antes de ordenar atacar las Torres Gemelas y el Pentágono. Esos reguladores dijeron que estudian los patrones de las operaciones para detectar señales de que alguna persona con conocimiento de lo que iba a pasar hubiera hecho la apuesta de que los ataques harían caer las acciones. Son más fuertes los indicios de que, ante el cierre de la Bolsa de Nueva York desde el martes hasta el viernes de la semana pasada, las personas que podrían haber estado al tanto de los ataques hayan vendido posiciones de corto plazo en los mercados de Europa y Asia. Así, se pudieron beneficiar de las caídas de las acciones, sin siquiera ser dueños de esos papeles. En muchas ocasiones hay inversores que venden acciones que piden prestadas, y las recompran a un precio más bajo. Son las mismas operaciones que varios brokers han realizado con bonos argentinos apostando al default y, por lo tanto, muchos han presionado para que Argentina caiga en cesación de pagos.

ESPECULAN CON LA GUERRA Y CONTRA COMPAÑIAS AEREAS
El regreso a la “normalidad”

Por Raúl Dellatorre

El regreso a la “normalidad” de Wall Street la mostró con una de sus peores caras: la de la especulación sin atenuantes, más allá del dolor. Correspondiéndose con el anuncio del presidente George W. Bush, “estamos en guerra”, los inversores no esperaron muchos minutos después del campanazo que reinició las operaciones en la principal plaza bursátil del mundo para volcarse sobre los títulos de empresas especializadas en fabricación de misiles y armamento en general, y de otras vinculadas a material de combate y comunicación para la defensa y la seguridad. La mudanza de portafolios se produjo en contra de las compañías de aviación comercial, en particular, que vieron desplomarse el valor de sus activos. Detrás de esta acción llegó el “otro” atentado, el que tiene por víctimas a los trabajadores de estas empresas: las principales compañías aéreas anunciaron recortes en sus gastos, abandono de rutas y despidos de personal que involucrarían, en lo inmediato, a no menos de 25.000 personas.
Así funciona el “mercado libre”. La primera jornada de operaciones en Wall Street, tras el obligado paréntesis de la semana pasada, dio por resultado caídas del orden del 20 al 50 por ciento en el valor de las acciones de las cinco principales compañías aéreas de Estados Unidos, una tendencia que sin embargo afectó no sólo a las empresas de ese origen. American y United, que pagaron además con aeronaves propias el costo del megaatentado de la semana pasada, vieron descender sus acciones en torno al 40 por ciento, y en igual porcentaje se vio afectada Delta Airlines. En el otro extremo, Raytheon, fabricante de los misiles Patriot y de bombas guiadas por láser, ganaba un 26 por ciento. Analistas de inversiones, como SG Gowen, aconsejaron a sus clientes “acrecentar de manera sustancial la atención otorgada al sector de la defensa”: un eufemismo que significa “ahora, el negocio es la guerra”.
Otras compañías proveedoras de la industria bélica, pero también ligadas a la actividad aerocomercial, no lograban subirse al tren alcista. Boeing, uno de los nombres fuertes en materiales de defensa, sufrió una baja del 12 por ciento, en tanto que la cotización de United Technologies (UTC), que fabrica los motores de aviones Pratt y Whitney, debió ser suspendida ante el brusco descenso.
La pérdida de capitalización bursátil (valor de activos en bolsa) de la industria del transporte aéreo estadounidense alcanzó, en pocas horas, a seis mil millones de dólares. Un panorama de menores ventas, reducciones de estructuras y rutas, y hasta cesaciones de pagos, se extiende como una sombra sobre las compañías aéreas. Se estima que la pérdida sufrida por las aerolíneas estadounidenses alcanzó a 300 millones de dólares por cada día que permanecieron paralizadas. La venta de pasajes, a raíz del temor generalizado después del triple atentado, se redujo en un 74 por ciento, conforme a los cálculos de la propia industria. Por otra parte, las empresas ya hacen números sobre cuánto se incrementarán sus costos por las medidas de seguridad adicionales que requerirán las autoridades de transporte con vistas a prevenir nuevos copamientos de aeronaves.
Según recordaban ayer algunos análisis provenientes del exterior, todo esto ocurre en un año ya anunciado como muy malo para las aerolíneas, puesto que se calculaba, antes del atentado, que la industria en general registrarían pérdidas de hasta 3000 millones de dólares en el 2001. Con posterioridad al atentado, prácticamente todas las aerolíneas han anunciado que reducirán cerca de un 20 por ciento sus frecuencias de vuelo para ajustarse al nuevo escenario de una escasa demanda de pasajes aéreos. Continental fue la primera línea aérea en anunciar una reducción de su personal de hasta 12.000 personas, medida que se espera se repita entre las demás compañías. La empresa anunció, asimismo, que no logrará cumplir con los compromisos financieros de 70 millones de dólares de deuda por compra de aviones, lo que hace temer una reacción en cadena. US Airways,en tanto, anunció que despedirá a 11.000 empleados y reducirá su capacidad de vuelo el 23 por ciento a raíz de los perjuicios derivados de los atentados registrados el martes pasado en Nueva York y Washington. La empresa confirmó además que próximamente algunas de sus subsidiarias, como Allegheny Airlines, Piedmont, Potomac Air y PSA Airlines, también anunciarán despidos y recorte de vuelos.
El último recurso al que recurrirán las compañías para evitar la debacle será la ayuda oficial: la Asociación de Transporte Aéreo anunció ayer que solicitará una ayuda de 24 mil millones de dólares para estabilizar las finanzas de las compañías. “Esto no es un paquete de ayuda, estamos hablando de supervivencia”, señaló uno de sus directivos. Pese a la negativa del Congreso en tratar el tema, el secretario del Tesoro, Paul O’Neill, le dio una mejor acogida. “No podemos dejar que ese sector sea totalmente devastado por este tipo de eventos: veremos si es necesaria una ayuda financiera federal directa”, señaló, poco después que el propio presidente Bush reclamó a sus funcionarios la elaboración de un “extenso plan de asistencia financiera” para las aerolíneas estadounidenses.

 

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