Para
muchos norteamericanos, las sospechas sobre Bin Laden se derramaron sobre
todos los orientales percibidas como islámicos. Tras los atentados
terroristas del martes pasado, se desató en Estados Unidos una
ola de ataques racistas contra árabes y personas de rasgos orientales.
Ya hubo tres muertos: un indio, un egipcio y un paquistaní. George
W. Bush visitó un centro islámico en Washington con la idea
de apaciguar los ánimos y promover la tolerancia en un momento
en que el nacionalismo estadounidense es promovido las 24 horas del día.
Robert Mueller, director del FBI, anunció que investigará
los 40 delitos que aparentemente tuvieron causas raciales.
Un hombre de 42 años fue acusado en Mesa, estado de Arizona, del
asesinato a tiros de Balbir Singh Sodhi, de 49 años, ciudadano
de origen indio propietario de una estación de servicio; ahí
mismo resultaron heridos otros indios. El mismo hombre también
disparó contra un empleado de origen libanés de otra estación
de servicio, aunque no lo alcanzó contra una casa habitada por
una familia de origen afgano. Según el diario East Valley Tribune,
cuando el sospechoso era detenido gritó: ¡Defiendo
a Estados Unidos hasta el final!. Tras hacerse público el
episodio, el primer ministro indio, Atal Behari Vajpayee pidió
a Bush que velara por la seguridad de los sikhs que viven en Estados Unidos.
Entre tanto, en San Diego, la policía investigaba el lunes el origen
de un petardo que en la noche del domingo hizo explosión en una
mezquita local. Hani Ilaian, propietario de una tienda de comestibles
también en San Diego denunció que alguien llamó
a su comercio para preguntarle si tenía veneno para ratas: Espero
que sí para poder envenenarte con él, escuchó,
antes de poder decir nada, desde el otro lado del teléfono. En
Dallas, estado de Texas, la policía está investigando una
segunda muerte: la de un comerciante paquistaní. Y el pasado sábado
en Los Angeles se registró el asesinato de Adel Karas, de 48 años,
propietario de una tienda de comestibles de origen egipcio.
El Consejo sobre Relaciones estadounidenses-islámicas en Washington
informó que desde el martes pasado se registraron más de
300 ataques a musulmanes en Estados Unidos; esta cifra es la mitad del
total del año pasado. Salam Al Marayati, director del Consejo Musulmán
de Asuntos Públicos un grupo de defensa de los derechos de
los musulmanes estadounidenses advirtió: Ya sea el
caso de Salman Rushdie, la Guerra del Golfo en 1990, la bomba en el World
Trade Center en 1993, la bomba de Oklahoma City en 1995, el conflicto
israelo-palestino, estamos acostumbrados a ser los chivos expiatorios.
A la vez llamó los musulmanes a ser más vigilantes,
a proteger su institución, a no caminar solos por la calle sino
en grupos y a mantenerse en contacto constante con las fuerzas del orden
a nivel local y nacional. Al Mayarati informó que fueron
reportadas cientos de agresiones en todo el país contra mujeres
que llevaban el velo musulmán y contra hombres vestidos con chilaba.
El rostro del terror no es la verdadera fe del Islam. El Islam es
una religión de paz, dijo Bush en una breve visita al Centro
Islámico de Washington. El consejo que partió de la Casa
Blanca para la opinión pública fue que no se debe asimilar
a la comunidad árabe y musulmana estadounidense con el terrorismo.
El presidente estima que es muy importante que todos los dirigentes
estadounidenses digan en todo el país que los musulmanes estadounidenses
son estadounidenses y que ellos también aman la bandera,
declaró el portavoz presidencial, Ari Fleischer. Bush, en su discurso,
advirtió que no se podía permitir que los musulmanes se
sintieran amenazados en Estados Unidos. Y agregó: los que
creen poder intimidar a nuestros compatriotas para expresar su cólera,
no representan lo mejor de Estados Unidos. Representan lo peor de la humanidad
y deberían tener vergüenza. Por su parte, el director
del Buró Federal de Investigaciones (FBI), Robert Mueller, anunció
que su oficina iniciará investigaciones en 40 casos de delitos
que se llevaron a cabo presuntamente por odio. Los delitos contra
estadounidenses de origenárabe no serán tolerados y serán
perseguidos agresivamente, adelantó Mueller.
OPINION
Por
GIANNI MINA *.
Monstruos de EE.UU.
El golpe
que significaron los atentados resquebraja la idea misma de un mundo
occidental al resguardo de las violencias y de las desigualdades
del resto del mundo. Y descubre la fragilidad de Estados Unidos
frente a fenómenos que, por motivos estratégicos,
frecuentemente ha tolerado y aun cultivado. Esta tragedia que hizo
llorar a su país y a todo el mundo civilizado, llega precisamente
después de meses en los cuales Bush Jr. se caracterizó
por un obstinado rechazo a renunciar al uso de las armas químicas,
una oposición a prohibir las infames minas antipersonales,
a firmar el protocolo de Kyoto sobre el medio ambiente, y la creación
del tribunal penal internacional que juzgaría los crímenes
contra la humanidad para el que pedía una cláusula
por la que prohibía que ningún funcionario norteamericano
fuera juzgado por hechos antiguos o recientes. Incluso ante
la desgarradora realidad cotidiana del conflicto entre Israel y
Palestina, el nuevo presidente norteamericano eligió una
línea diplomática ambigua, indigna el rol que Estados
Unidos ha decidido desempeñar en el mundo. Es posible que
Estados Unidos haya pagado injustamente en carne propia la inadecuación
de George Bush Jr. y de su gobierno para interpretar un mundo que
doce años después del fin del comunismo no necesita
más gendarmes, pero sí comprensión, solidaridad,
respeto. Y en este sentido es que el mundo se está organizando.
Ya no es posible pensar en un mundo donde la economía y el
provecho prevalezcan sobre cualquier ética, sobre cualquier
derecho civil y humano. Mientras se condena la aterradora violencia
de quienes castigaron a Estados Unidos, quizás el mundo que
puede hacerlo podría empezar a reflexionar sobre la injusticia
social, una injusticia que afecta al ochenta por ciento de la humanidad.
* Periodista italiano, autor de Historias de América latina.
Por
ROBERT FISK *.
Parar la pelota
Y llegamos a esto. Toda la historia moderna de Medio Oriente
(el colapso del Imperio Otomano, la Declaración de Balfour,
las mentiras de Lawrence de Arabia, la fundación del Estado
de Israel, las cuatro guerras árabes israelíes y los
34 años de brutal ocupación israelí sobre tierras
árabes) se borró en horas cuando quienes dicen representar
a las poblaciones humilladas respondieron con la perversión
y la pasmosa crueldad propia de gente completamente perdida. ¿Es
justo, es acaso moral, escribir esto tan rápido, sin pruebas
o evidencia, cuando el último acto de barbarismo en Oklahoma
terminó siendo la obra de un norteamericano? Temo que sí.
Norteamérica está en guerra y, aunque esté
groseramente equivocado, muchos miles de personas morirán
en Medio Oriente, y en Estados Unidos también. Algunos de
nosotros advirtieron sobre la explosión por venir.
Pero jamás soñamos esta pesadilla.
Sí, Osama bin Laden viene a la mente, su dinero, su teología,
su dedicación escalofriante para destruir el poder norteamericano.
Yo estuve sentado frente a Bin Laden mientras describía cómo
sus hombres ayudaron a destruir el ejército ruso y así
a la Unión Soviética. Su confianza ilimitada le permitió
declarar la guerra a Estados Unidos. Pero no se trata de la guerra
de la democracia contra el terror, como le pedirán al mundo
que se lo crea en las próximas horas y días. También
se trata de misiles norteamericanos impactando en casas palestinas,
y helicópteros de Estados Unidos disparando misiles a una
ambulancia libanesa en 1996 y de morteros estadounidenses cayendo
sobre una aldea llamada Qana, apenas unos días después,
y sobre una milicia libanesa, pagada y armada por Israel, aliado
norteamericano, secuestrando, violando y matando en los campos de
refugiados palestinos.
Sería un acto de coraje extraordinario y sabiduría
que Estados Unidos se detenga por un momento a reflexionar sobre
su rol en el mundo, la indiferencia de su gobierno respecto del
sufrimiento de los árabes y la indolencia de su actual presidente.
* Analista político norteamericano.
por
FREI BETTO *.
La irrupción del odio
El siglo XXI y el tercer milenio comenzaron el martes 11
de septiembre. Lo que sucedió en Estados Unidos superó
todas las previsiones (¿donde está el escudo anti
misiles de Bush?) y hasta la imaginación de los directores
de Hollywood. Nadie jamás habría podido pensar que
los terroristas secuestrarían aviones de línea norteamericanos
y los chocarían contra los edificios que simbolizaban el
imperio yankee. Una vez más, la realidad superó la
ficción.
La acción terrorista es execrable, aun cuando sea practicada
por la izquierda, desde el momento que cualquier terrorismo va a
dar ventajas sólo a una parte: la extrema derecha. Pero nadie
en la vida recoge lo que no ha sembrado. Esto es válido para
la vida personal y social. Si Estados Unidos es hoy atacado en forma
tan violenta e injusta, es porque, en alguna medida, Estados Unidos
humilla a pueblos y etnias. Hace muchos años que Estados
Unidos abusa de su poder, como en el caso de la ocupación
de Puerto Rico, de la base naval de Guantámano en Cuba, del
bloqueo de Irak, de la participación en la guerra de Europa
central, de la omisión frente al conflicto africano.
Hace tiempo que Estados Unidos hubiera debido incitar a los árabes
y los israelíes a lograr un acuerdo de paz. Todo esto estuvo
atrasado en nombre de la hegemonía del Tío Sam sobre
el planeta. De improviso, el odio hizo irrupción en forma
brutal, mostrando también al enemigo actual, al de afuera
de toda ética, con la única diferencia de que no dispone
de foros internacionales para legitimizar su acción criminal.
Quien conoce la historia de América latina sabe muy bien
cómo Estados Unidos en los últimos 200 años
intervino directamente sobre la soberanía de nuestros países,
diseminando el terror. Maurice Bishop fue asesinado por los cascos
verdes en Granada; los sandinistas fueron derrocados por el terrorismo
desencadenado por Reagan; los cubanos continúan sufriendo
el bloqueo norteamericano desde 1961, sin derecho a tener relaciones
normales con los otros países del mundo. Las dictaduras fueron
instauradas en Brasil, Chile, Uruguay, y Bolivia con el patrocinio
de la Cia y bajo la guía de Henry Kissinger.
La violencia llama a la violencia, decía monseñor
Helder Camara. El terrorismo no conduce a ningún lado: endurece
la derecha o suprime la democracia, reforzando en las potencias
la convicción que el pueblo es incapaz de gobernarse por
si mismo. No podemos sacrificar inocentes para satisfacer la sed
de poder de los gobiernos imperialistas y de los conflictos de aquellos
que se consideran patrones del mundo y pretenden repartir el planeta
como si fuera una torta apetitosa. Los atentados del 11 de septiembre
demuestran que no hay ciencia y tecnología capaz de proteger
a personas o naciones. Es inútil que Estados Unidos haya
gastado 400 mil millones de dólares este año en defensa.
Hubiera sido mejor que esta fortuna fuera destinada a la paz mundial,
que solo llegará el día que sea hija de la justicia.
* Sociólogo
y escritor brasileño.
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