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Quieren pinchar Internet para cazar terroristas

En medio del angustiante clima creado por los atentados, en EE.UU. se aprobó una ley para intervenir servidores que permite rastrear la navegación de sospechosos. El debate abierto.

Por Tomás Declás

El jueves por la noche, el Senado aprobó la Combating Terrorism Act of 2001, que permite a la policía pinchar servidores de Internet. Cuando esta serie de medidas sean firmadas por el presidente Bush, cualquier fiscal de un Estado puede ordenar, sin permiso judicial, este tipo de intervención para rastrear la navegación de sospechosos o las direcciones de sus envíos de correo electrónico, aunque aún no está claro que ampare la lectura de los contenidos. Los agentes dispondrán de 48 horas antes de comunicar la acción al juez correspondiente. La medida se aprobó mientras el FBI se presentaba en varias compañías de acceso y servicios de Internet como AOL, Earthlink, Yahoo y Microsoft, para investigar en su panza el movimiento en la Red y el correo electrónico de algunos de sus usuarios. Todas manifestaron su deseo de colaborar con la autoridad, pero no aclararon si habían aceptado la instalación de Carnívoro, un programa espía rechazado por la industria de acceso a la Red y los grupos de derechos civiles.
Consciente del papel de Internet en las comunicaciones, con dos ciudades ahogadas telefónicamente y los aeropuertos cerrados, la semana pasada, el FBI –a través de la organización Infragard (www.infragard.net), algo así como Guardianes de la Infraestructura Nacional– emitió un mensaje de su división de contraterrorismo. En él se abría una alerta, vigente hasta el 11 de octubre. “El FBI”, se decía en el aviso, “no tiene información específica sobre una adicional amenaza dirigida contra objetivos adicionales o infraestructuras críticas en los Estados Unidos; sin embargo, los propietarios y operadores de estas infraestructuras deben permanecer en un estado de alerta máxima y poner en práctica apropiadas medidas de seguridad, tanto físicas como cibernéticas”.
El jueves, la compañía Internet Security Systems, que tutela la seguridad en la Red, no había detectado ningún movimiento ciberterrorista y situaba su alerta en el nivel 2 (de un máximo de 4). Con todo, en su informe citaba que el Centro Nacional de Protección de Infraestructuras (NIPC) del FBI había recibido avisos de que circulaban nuevas versiones de viejos virus con el nombre del archivo, que alberga el patógeno, cambiado y con alusiones al 11 de septiembre. El NIPC, sin embargo, “no tenía información” que sostuviera esta alarma. Pero el propio NIPC señalaba en un comunicado que temía un aumento de los ciberataques. Uno de los motivos probables era la existencia de “un hacktivismo político autodescrito como patriótico” que atacaría sitios percibidos como responsables de la infamia terrorista.
Ante la proliferación de convocatorias de supuestos hackers para atacar sitios de Internet del orbe islámico, Chaos Computer Club, una de las principales organizaciones europeas del universo hacker, hizo un llamamiento para frenarlos. En el manifiesto (versión castellana en sindominio.net) se afirma que “las infraestructuras electrónicas de comunicación como Internet son necesarias ahora para contribuir al entendimiento internacional. En una situación como ésta, que es comprensiblemente tensa, es simplemente inaceptable cortar las líneas de comunicación y proporcionar un cimiento más fuerte para la ignorancia”.
Por su parte, Anonymizer (www.anonymizer.com), un servicio en la Red que permite navegar ocultando la identidad y que está mal visto por la policía, además de donar equipos a la Administración, propuso desde su sitio que quien quiera comunicar anónimamente con las autoridades para cualquier tipo de denuncia use gratuitamente su programa.
Si Internet ha sido vital para las comunicaciones en un país con teléfonos colapsados y aviones sin poder despegar, también se teme que haya sido una herramienta para la malla terrorista que ejecutó la masacre. El fracaso del espionaje electrónico de la Administración de EE.UU. ha reavivado el debate sobre la necesidad de imponer restricciones a programas que permiten al usuario de la Red salvaguardar su intimidad. El senador republicano por Hampshire propuso la prohibición de cualquier programa de cifrado que no lleve una puerta trasera que permita a la policía su lectura. La Administración Clinton intentó una ley similar que decayó por presiones de la industria y las organizaciones de derechos civiles.
También el Gobierno francés de Lionel Jospin propuso una ley por la que cualquiera que cifrara un mensaje debía depositar la clave en una base de datos de la Administración por si se requería su apertura por parte de las autoridades judiciales. Esta ley tampoco prosperó. Ahora el clima es distinto. Un experto en criptografía, Matt Blaze (www.crypto.com), ha replicado en su página que no se puede defender la libertad recortando los derechos de los ciudadanos. El debate no ha hecho más que reiniciarse con renovado furor.

 

 

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