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Jaunarena y el menemismo aliados de hecho con las Fuerzas Armadas

El lobby militar presiona ante el Congreso para modificar la Ley de Defensa y poder hacer inteligencia interna. Diferencias en el gabinete nacional y oposición en el Frepaso y el ARI.

Por Nora Veiras y
Felipe Yapur

Los atentados en Estados Unidos parecen haber allanado el camino para que las Fuerzas Armadas argentinas insistan con su intención de realizar inteligencia interna. Desde el retorno a la democracia, la nefasta experiencia del terrorismo de Estado en los ‘70 relegó a los militares de toda actividad de espionaje local. Sin embargo, anoche en el Edificio Libertador admitieron que “el Estado Mayor Conjunto está trabajando en la reformulación de la Ley de Defensa” y fueron más allá al reconocer que los ataques a las Torres Gemelas y al Pentágono tornan difusa la línea entre “defensa y seguridad y dependerá de la separación o no que realice el gobierno norteamericano cómo adecuaremos nosotros la legislación”. El ministro de Defensa, Horacio Jaunarena, adhiere a esta tesis pero no todo es homogéneo en el gabinete: su par de Relaciones Exteriores, Adalberto Rodríguez Giavarini, criticó esa alternativa (ver página 15).
La iniciativa de los uniformados no es reciente, desde hace tiempo representantes de la distintas fuerzas recorren los despachos de los senadores. Intentan convencerlos de la conveniencia de retomar aquel rol abandonado. Fundamentan sus planteos desplegando un documento interno donde se analizan las amenazas que se derivarían de la regionalización del conflicto colombiano, y en las palabras pronunciadas por el primer ministro de Defensa aliancista, Ricardo López Murphy, quien durante la inauguración del Curso Superior de la Fuerzas Armadas anunció que entre “las nuevas amenazas” que se ciernen sobre la sociedad, estaba “el terrorismo internacional y el fundamentalismo religioso”.
Los atentados y la predisposición de Jaunarena le dieron un impulso inesperado a las aspiraciones militares: “Tenemos que repensar las definiciones tradicionales porque el terrorismo ha dejado de ser una agresión de origen interno. Cada vez será más necesario vincular la inteligencia interna con la externa”, afirmó el ministro durante un reportaje a La Nación. Los uniformados no sólo cuentan con la venia del funcionario aliancista sino también con un sector del Congreso. Ayer, el diputado menemista Miguel Angel Toma repitió a este diario casi textualmente el mismo argumento. Si bien, hizo alguna salvedad como la del tipo de que “no se les puede permitir que vuelvan a espiar a estudiantes”, el legislador coincidió con la necesidad de aggiornar la ley de Defensa.
En el bloque oficialista las posiciones están dividas. Los frepasistas rechazan cualquier tipo de participación activa de las fuerzas armadas y prefieren, en el caso de la lucha contra el terrorismo reforzar el control de las fronteras pero sólo a través de fuerzas de seguridad como la Gendarmería. Diferente es la opinión entre los radicales, quienes son mucho más permeables a la presión del Ejecutivo, sobre todo cuando los miembros del Gabinete les recuerdan “la fragilidad económica” de la Argentina.
La situación es diametralmente opuesta en los bloques de Alternativa para una República de Iguales (ARI) y Frente para el Cambio (FC). Representantes de ambos sectores anticiparon a Página/12 su rechazo a cualquier modificación de la ley de Defensa. “Nos oponemos –señaló Jorge Rivas del ARI– a cualquier intervención argentina en la guerra decidida por los Estados Unidos y queremos alertar acerca del peligro de que se utilice el conflicto para permitir que las Fuerzas Armadas vuelvan a desarrollar tareas de inteligencia interna”.
Más allá de las opiniones de uno y otro bloque, lo cierto es que el debate comenzará a desarrollarse a partir de mañana cuando Jaunarena se reúna con los miembros de la comisión bicameral de Fiscalización de los Organos y Actividades de Seguridad Interior e Inteligencia para discutir los alcances del proyecto de ley de Inteligencia Nacional.
Pero la opinión que el ministro de Defensa brinde ante los legisladores no será necesariamente la del Gobierno. De hecho, el Canciller fue mucho más cauto al analizar la necesidad de modificar la legislación sobre defensa y seguridad. Rodríguez Giavarini se inclina por darle mayor protagonismo a la Gendarmería en la zona de frontera.
En las Fuerzas Armadas los atentados sacaron a flote una actitud ambivalente. Critican al Gobierno por una supuesta falta de reflejos al demorar el “alineamiento automático” con el país del norte. “(Carlos) Menem le hubiese dicho a (George W.) Bush: ‘¿Qué necesitás?, ¿en qué querés que te ayude?’. Se necesita un compromiso político fuerte. Después se negocia qué se manda o qué no. Es evidente que hoy por hoy este país no sale sin el apoyo de los Estados Unidos”, explicó con un indisimulado pragmatismo un alto oficial del Ejército.
Pero al mismo tiempo se quejan porque “hasta hace dos semanas nos estaban achicando lo poco que teníamos, el sueldo, el presupuesto. Ahora, ante el alineamiento norteamericano, nos ponen a nosotros como ofrenda. Parecemos el preservativo de la fiesta. Nos van a usar como prenda para renegociar la deuda externa en mejores condiciones”, se quejó el uniformado.

Diputados por la paz
Con un cartel a sus espaldas donde se podía leer “Llamamiento parlamentario por la paz”, los diputados del Frente para el Cambio convocaron al resto de los miembros del Congreso y de los parlamentos del Mercosur a unirse para evitar el uso del “mayor poder militar del planeta al servicio de la compulsión revanchista”. Según los legisladores Alicia Castro y Gustavo Cardesa, la iniciativa busca impulsar una posición alternativa frente al conflicto desatado por los atentados terroristas en Nueva York y Washington, y en contra de la participación argentina en la anunciada respuesta bélica de los Estados Unidos. “Estamos en contra del terrorismo, pero no estamos de acuerdo con el bombardeo de una población civil”, aseguró Castro.

 

OPINION

Por Miguel Bonasso

La madre de los disparates

Un disparate lleva a otro: la siniestra idea de reflotar el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) para enmarcar institucionalmente la participación militar argentina en la larga Cruzada contra el Infiel que anuncia Estados Unidos, lleva al gobierno De la Rúa a exhumar otro monstruo setentista: la doctrina de seguridad nacional. Doctrina que ya no se aplicará contra la vieja y querida URSS de la Guerra Fría sino ante un enemigo terrorista sin definición territorial precisa. Lo que supone en buen romance restituir a las Fuerzas Armadas la posibilidad de hacer inteligencia sobre sus connacionales, algo que les está vedado por la ley de Defensa de la Democracia. Anteayer el presidente Fernando de la Rúa volvió a equivocarse: “Estamos en defensa frente a la agresión del terrorismo, porque hemos sido víctimas acá de sus ataques”. Su vocero, el preverbal Juan Pablo Baylac, subrayó la necesidad de que Argentina tenga “una estrategia común con quienes puedan tener una actitud ofensiva” (sic). El ministro de Defensa Horacio Jaunarena, que tiene añeja debilidad por los uniformes, fue más a fondo al plantear la necesidad “de vincular la inteligencia externa con la interna” y preguntarse si la legislación actual no resultaría insuficiente para hacer frente a una amenaza terrorista.
Todos estos funcionarios, que se dan de codazos para ver quién es más obsecuente del poder mundial, ignoran algunas verdades de a puño y colocan a la ciudadanía frente a riesgos impensables.
La Argentina fue neutral en las dos guerras mundiales. (Hubo una tardía declaración de guerra al Eje en 1945 que fue más simbólica que real.)
La neutralidad histórica de Argentina podría discutirse éticamente en relación con el peligro que representó el nazismo, pero nadie en su sano juicio podría negar que durante muchas décadas fue altamente conveniente para los intereses nacionales. Por eso coincidieron en su defensa desde prominentes figuras de la oligarquía hasta líderes populares como Hipólito Yrigoyen y Juan Perón.
La ruptura de esa regla por parte de Carlos Menem (al alinearse irresponsablemente con las fuerzas agresoras de la Operación Tormenta del Desierto) creó un clima favorable para que se perpetraran los terribles atentados contra la embajada de Israel y la AMIA. Y también para que “importáramos” el conflicto de Medio Oriente a una nación independiente donde las colectividades árabe y judía habían convivido pacíficamente durante décadas.
El TIAR fue soberanamente ignorado por Estados Unidos durante la guerra de las Malvinas en la que el supuesto mediador actuó como aliado de una potencia ajena a la región en contra en un país americano.
Sólo Baylac puede creer que en la alianza del ratón con el león el de la melena va a consultar al roedor. Argentina irá como furgón de cola de lo que decidan los generales norteamericanos y pagará con dolor las consecuencias de decisiones tomadas en Washington.
La doctrina de Seguridad Nacional le costó a la Argentina el terrorismo de Estado y 30 mil desaparecidos. Pero eso no le importa a políticos que como Fernando de la Rúa apoyaron desde el Congreso el comienzo del genocidio en la provincia de Tucumán.
Sólo nos importa a nosotros, los ciudadanos, los que pagaremos las consecuencias de sus decisiones sin haber sido consultados.

 

 

 

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