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�Nuestro trabajo trata problemas universales, sin hacer periodismo�

El coreógrafo yugoslavo Josef Nadj cuenta por qué planteó �Les Veilleurs�, obra que presentó en el Festival, como homenaje a Franz Kafka.

Por Silvina Szperling

“Después de un cierto punto, no hay retorno. Ese es el punto al que debes llegar”, reza el epígrafe para la obra Les Veilleurs, que el coreógrafo Josef Nadj trajo a Buenos Aires, en el marco del III Festival Internacional. Nacido en Kanjiza, en Vojvodina, una región de Yugoslavia, Nadj se trasladó muy joven a Budapest para asistir a la universidad. “Yo quería partir de Kanjiza. Entonces me fui a estudiar Historia del Arte a Budapest y en forma casual comencé a practicar teatro de movimiento. Esto se convirtió en algo más fuerte que mis estudios, por lo cual decidí interrumpirlos y profundizar en la práctica escénica. Así que fui a París para descubrir, para aprender, para ver. Y allí descubrí la danza contemporánea”, explica el coreógrafo en la entrevista con Página/12.
En París pasó 10 años bailando intensamente para distintos coreógrafos, en una cadena que hilvana a Catherine Divèrres con Mark Tompkins y François Verret. “Para los varones es muy fácil hacer carrera en la danza francesa. hay muchas oportunidades. Yo tenía 23 años cuando llegué a París y ha sido todo muy vertiginoso”, acota Nadj. En el ‘86 decidió fundar su propia compañía, impactando a la escena parisina con su primera obra: Canard Pékinois, inspirada por los recuerdos de su ciudad natal. Enseguida los funcionarios culturales de Orleans pusieron el ojo en este original coreógrafo que integraba el teatro físico y el circo con la danza contemporánea. “Mi situación en Orleans ha ido evolucionando. La primera vez fui sólo por 3 meses a una residencia en 1987. Luego volví en 1990 como creador asociado, contratado por la ciudad por 3 años, pero sin dejar de vivir en París. Finalmente, en 1995, la ciudad de Orleans ha decidido crear su propio Centro Nacional Coreográfico, del cual me ofreció la dirección.”
Josef Nadj continúa interesado por los temas que lo llevaron en su adolescencia a la universidad. Suele hacer pie fuertemente en la literatura para la creación de sus obras. La crítica europea siempre ha relacionado su universo al de escritores como Borges, Beckett, Büchner. En el caso de la obra que trajo al festival, Nadj se metió con Kafka. “Les veilleurs es un homenaje al universo de Franz Kafka. Es curioso, porque mi trabajo siempre había sido calificado como kafkiano. Con decirte que cuando hice Comedia tempio, en 1990, que no tenía que ver con él, al menos conscientemente, nos seleccionaron de un festival en Italia dedicado a ese autor. Éramos el único grupo cuya obra no estaba basada directamente en Kafka y fuimos premiados, paradójicamente, como los más kafkianos. Esta situación kafkiana me llevó a pensar que, algún día, consagraría una pieza a él. Pero, si bien desde muy joven Kafka es mi autor favorito, esperé 14 años para componer algo especialmente dedicado a su universo, porque quería evitar lo obvio. Ahora ya está hecho”, comenta risueño Nadj.
–¿Cómo es su método de trabajo con una obra literaria?
–En este caso no nos hemos concentrado en ningún libro en particular, hemos leído a Kafka en general. Elegimos algunos cuentos para encontrar los motivos, los temas centrales, como por ejemplo la idea del doble, que tomamos para un dúo que yo interpreto con una bailarina. Son dos personas que siempre están juntas, que no se ven y luego se reencuentran. Es un motivo que el escritor tomó del teatro idish y que aparece mucho en su obra. Otros motivos son tomados y luego metamorfoseados. Por supuesto, no hemos trabajado sobre la metamorfosis en sí, porque es demasiado evidente.
–¿Todos los integrantes de la compañía investigan a la par?
–Todos pueden leer a voluntad y comentan “he visto esto o lo otro”. Yo hago algunas elecciones y luego entramos en un largo período de improvisación para construir material escénico sobre lo leído. Luego cerramos los libros y no hablamos más acerca de ellos. No queremos hacer un salón literario, una actividad de discusión que podría serinterminable. Hemos partido de Kafka pero hemos llegado muy lejos. Una lejanía que significa que nos acercamos a nosotros mismos. Intentamos crear un universo particular que dialoga con Kafka, que habla de nosotros mismos como artistas.
Su cuerpo se conmueve, tiembla levemente cuando se le pregunta por los atentados terroristas en Estados Unidos. “Es un hecho que forma parte del actual mundo geopolítico y que, evidentemente, nos toca a todos. Pero en mi trabajo yo trato problemas universales. No hacemos periodismo. Por ejemplo, en referencia a la guerra de Yugoslavia, que me ha tocado en lo personal, ya que es mi propio país el que estalló, he creado una pieza que investiga en esta temática, este estado, esta velocidad de cambio. Pero no he tratado directamente los hechos de Bosnia o Croacia, sino que hablo en general sobre este estado de guerra a través de mi obra L’anatomie du fauve. Está basada en una historia que acontece en la Primera Guerra Mundial, la de un viajero europeo en Africa que se suicida al no poder retornar a su país porque estalla la guerra. Lo que me interesa es tomar la dimensión de la Historia y la relación entre el individuo con la fuerza de la Historia, y ver cómo esa interacción de fuerzas puede crear una tragedia personal. Evito el modo periodístico, ya que las piezas permanecerán en nuestro repertorio varios años y los conflictos históricos se desplazan constantemente. Incluso pensaba llamar a nuestra versión de Woyzeck, Woyzeck en Sarajevo, pero para cuando finalizamos la obra el conflicto se había mudado y hoy en día no sé cómo debería llamarla: ¿”Woyzeck en no sé dónde”? Tal vez “Woyzeck en Nueva York”.

 

 

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