Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

“HAMLET”, POR LA COMPAÑIA MENO FORTAS
Había otra Dinamarca

 

La puesta del grupo lituano, extensa, cargada de significados muy diversos, permitió el lucimiento de un elenco de actores que asombró por su multiplicidad de recursos, más allá de la barrera del idioma.

Por Hilda Cabrera

Luego de un inicio algo confuso, con actuaciones en las que predominó la crispación, pareciendo Hamlet un niño desorientado en medio de una batahola de gritos y sonidos acompañados de juegos de luces y efectos de agua, hielo, polvo y fuego, la puesta de Nekrosius bajó los decibeles y logró al promediar el primer acto una coherencia rica en significados. Se mantuvieron los efectos (incluidos los que desataron al comienzo un coro de toses en la platea), pero no funcionaron ya como elementos de impacto sino como potenciadores de la acción. Lo mismo sucedió con la música (grabada y en vivo) y los objetos escénicos (ataúd, bolsa, sillas, una prensa, tambores, un caramillo convertido en vara de castigo antes que flautín) que los mismos intérpretes trasladaban o hacían sonar. Durante las tres horas cuarenta que insumió la función (con dos intervalos), se asistió a una puesta que reunía técnicas actorales diversas y estilos ajustados al clima de cada escena, alguna con toques payasescos, como la destinada a “enredar” la conciencia del usurpador Claudio y descubrir en él un gesto que lo delate como asesino del rey de Dinamarca, hermano de aquél y padre de Hamlet.
Estrenado en 1997, y desde entonces presentado en los festivales del mundo, este Hamlet montado por Nekrosius acentúa los aspectos trágicos y cómicos de cada personaje y el carácter de improvisación que algunos estudiosos observaron en la escritura de Shakespeare. La venganza impuesta a Hamlet por el espectro de su padre adquiere en este espectáculo una nueva dimensión. Hamlet parece estar aquí más cerca de la contemplación que de la violencia, aun cuando se finja loco para no despertar sospechas y poder concretar su acción. En este acercamiento al personaje se advierte el intento de apartarlo de la intriga y rescatarlo como una figura independiente del poder. Se le otorga incluso mayor estatura moral, como a los también jóvenes Laertes y Ofelia, finalmente víctimas de las maquinaciones de los mayores. Esta sería sólo una de las lecturas posibles sobre esta puesta compleja para el espectador local, por la profusión de símbolos y la barrera idiomática. Si bien hubo traducción a través de un visor, ésta no fue completa.
Esa carencia se experimentó asimismo respecto de la letra de las canciones, también valorables en un montaje donde la relación dramática entre música, texto y movimiento constituye uno de los mayores hallazgos. También son un logro el canto en vivo y la creación de sonidos por los mismos actores. Esa conjunción de diferentes artes sirve eficazmente a escenas de muy variada atmósfera, a aquella que muestra a los cómicos convocados por Hamlet para arrancarle alguna confesión al usurpador, como a las que intentan apresar prodigios y sortilegios. Por ejemplo, la aparición del espectro del rey asesinado. Una muestra de la inexistencia del tiempo en el mundo de los muertos. Capacitados para dar forma a sus personajes desde técnicas diversas, pero suscitando al mismo tiempo la impresión de poseer un lenguaje actoral común, los intérpretes de la Compañía Meno Fortas se destacan sin excepción. En especial Viktorija Kuodyte, la actriz que compone a Ofelia, hija del chambelán Polonio, primero cortejada por Hamlet y después despreciada por este personaje al que “la tierra le parece estéril”. Una niña de aspecto frágil que quiere ser amada, baila, juega y fuma en pipa, porque en este Hamlet todo tiene más de un significado, también la ceniza y el polvo (lo que queda del hueso) y el olor a podredumbre.


“HECHOS CONSUMADOS”, POR los CHILENOs de LA MEMORIA
El encuentro de los desesperados

Por Hilda Cabrera

En un espacio que parece vacío, el director chileno Alfredo Castro, fundador en 1986 de Teatro La Memoria –agrupación con la que presentó piezas de corte metafórico y testimonial sobre Chile–, reproduce de modo singular el micromundo que el autor Juan Radrigán (también chileno) creó en Hechos consumados. Un espacio geométrico, donde personajes vapuleados por la adversidad se descubren tan desesperanzados como deseosos de vivir. Se trata de una joven y del hombre que la encontró en un canal al que fue arrojada. El texto capta palabras y giros populares, cargados a veces de picardía, acaso para restarle solemnidad a la crudeza del trasfondo. Las acotaciones del hombre suenan de todos modos sentenciosas, como extraídas de un ideario personal amargo y pesimista respecto de la realidad. En su imaginario caben la resistencia y la preservación de la dignidad en un territorio donde ésta fue avasallada.
El espectador percibe así la existencia de un mecanismo social en el que los individuos son, como en una fábrica, elementos de una cinta sinfín, rigurosamente vigilados. Aunque sin explicitarlo, esa atmósfera alude a la violencia política y social vivida en Chile bajo el régimen de Pinochet (la obra de Radrigán fue escrita en 1980), pero se desplaza al presente cuando, entre otras acotaciones, el protagonista ironiza respecto de quienes “están haciendo un mundo mejor para nosotros”. En este punto, Hechos... retrata a un individuo empeñado en ser fiel a sí mismo, incluso en situaciones adversas, cuando la opción es entre el fracaso y la muerte. Las frases tipo consigna del protagonista resultan congruentes con el personaje, al menos con su presente, porque de su historia anterior sólo se conocen fragmentos. En todo caso, muestra la decisión de un hombre que controla su ira. Sus salidas, intempestivas y hasta “molestas”, no convierten sin embargo al trabajo en una pieza lineal. Hechos... está llena de recovecos y es afinada en cuanto testimonio de una realidad de futuro incierto, erosionada por una autoridad no siempre identificable. La obra reclama, eso sí, un grado de participación del espectador. Es necesario que éste entienda los porqués de la defensa de la dignidad, aun cuando el propio entorno mueva a considerarlo un asunto pasado de moda.
Responsable del montaje, Alfredo Castro propone interrogantes visuales sobre lo ausente y lo desconocido a partir de elementos escenográficos y, sobre todo, de la amistosa confrontación que se suscita entre la joven Marta y quien la rescató. Dos desamparados de muy diferente historia y carácter, mostrados por el director sin ánimo paternalista: los deja crecer libremente, permitiendo el lucimiento de quienes los componen, Amparo Noguera y José Soza, secundados por José Herrera y Néstor Cantilana. Ellos son quienes dan cuenta de una realidad política y social en la que tantos han perdido su lugar. Gente que ronda o escapa, que fue herida y enloquece, como el joven que predica un mundo de horrores e irrumpe en el territorio donde el hombre y la mujer hallaron cobijo.
Un aspecto interesante de este trabajo es la destreza de sus hacedores para incursionar en el mundo interior de esos seres despojados. Priman el lenguaje oral y el discurso directo, al que los localismos confieren ungusto particular. La pieza yuxtapone en este punto testimonio y abstracción, construyendo un universo ficcional autónomo, individualizable y a la vez ajeno al tiempo. Como escribe Castro en el programa de mano, “el acto de dar testimonio, confesar lo inconfesable, tanto en el texto como en la imagen, es quizá la tentativa y la transgresión más peligrosa, porque en él se propicia la destrucción del último reducto del secreto”. Los personajes de Radrigán son parte de un testimonio, pero también “hechos consumados”, porque alguien los encarpetó para siempre. De ellos queda el recuerdo de instantes efímeros, agrupados sin orden, como sucede con todo lo precario y vulnerable.

Para ir hoy

Espectáculos internacionales y nacionales (todos con entrada gratuita) para hoy.
- 17.00. La escala humana. Autoría y dirección de Javier Daulte, Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian. En Teatro Callejón, Humahuaca 3759.
- 19.00. Cuerpos abanderados. Dramaturgia y dirección de Beatriz Catani. En Espacio Contemporáneo del C.C. Recoleta, Junín 1930.
- 20.30. The White Cabin (Teatro de ingeniería, Rusia). En el Teatro de la Ribera, Av. Pedro de Mendoza 1821 (La Boca).
Conocer gente, comer mierda. Por el Grupo La Carnicería, dirigido por Rodrigo García. (España). En el Teatro Sarmiento, Av. Sarmiento 2715 (junto al Zoológico).
- 21.00. Noches brasileñas. Programación con músicos brasileños y argentinos. (Brasil). En el Teatro Regio, Av. Córdoba 6056.
Villa Villa (foto) Por el Grupo De La Guarda. En la Sala Villa Villa del Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.

 

 

PRINCIPAL