Por Rory McCarthy
Desde
Islamabad
El destino de Afganistán
descansa en las manos de 1000 clérigos pobres e ignorantes a los
que se ha ordenado que salgan de sus remotos villorrios para decidir si
su país debe entrar en guerra con Estados Unidos. Los clérigos
deben producir un veredicto hoy, cuando vence el plazo de Estados Unidos
para que Afganistán entregue al expatriado saudita Osama bin Laden,
sospechado de los atentados contra Washington y Nueva York, o sufra una
represalia feroz. Y el Consejo de Seguridad de la ONU pidió la
extradición de Bin Laden inmediatamente y sin condicionamientos.
Líderes religiosos de distantes provincias montañosas en
todo Afganistán abandonaron sus mezquitas y viajaron por horas
a través de caminos tortuoso hacia la capital, Kabul, para responder
al llamado de su líder supremo. Otros cruzaron desde los campos
de refugiados en Pakistán, que ahora es hogar para cientos de miles
de afganos. Veteranos, honorables ulemas (clérigos) deben
venir a Kabul para una decisión de sharia anunció
el mullah Mohammad Omar, el líder talibán, en la radio estatal.
La valerosa nación puede defender al Islam y a la nación
a la luz del veredicto.
Al principio sólo había una pregunta en la agenda: si Afganistán,
un país prisionero de la pobreza y casi completamente destruido
por dos décadas de combates, debía declarar una guerra santa
contra Estados Unidos, la mayor superpotencia del mundo y el portaestandarte
del capitalismo occidental secular. La respuesta, al parecer, no está
demasiado en duda. Quisiera decir a mi pueblo que nuestra jihad
(guerra santa) será formalmente reiniciada contra Norteamérica
dijo ayer el mullah Mohammed Hasan Arkund, el número dos
del movimiento. Estados Unidos y todos los imperialistas en el mundo,
los judíos y los cristianos y sus partidarios, están planeando
la destrucción del orden islámico que ha sido establecido
al costo de vuestra sangre. Inicialmente, los clérigos debían
reunirse para tomar su decisión ayer, pero el concilio se postergó
para hoy, cuando se discutirá una pregunta mucho más problemática
que puede aún determinar si el régimen sale indemne de su
peor crisis o es bombardeado y aplastado por un masivo golpe de represalia
norteamericano.
Importantes figuras talibanes parecen listas para pensar lo impensable
y considerar la entrega de Osama bin Laden, el disidente saudita de 44
años que para el movimiento es el héroe del Islam y para
Estados Unidos el principal sospechoso en los ataques del martes pasado
contra Nueva York y Washington. Una delegación de funcionarios
paquistaníes encabezados por el jefe de la agencia de inteligencia
ISI se reunió con el mullah Omar y con otros líderes talibanes
mientras se discutía una posible solución de compromiso.
Como compensación para entregar a Bin Laden los talibanes querrían
que el saudita fuera juzgado en un país neutral, un
fin a las sanciones y un embargo de armas contras las fuerzas de oposición
de Afganistán.
Los delegados paquistaníes van a estar presentes cuando se pida
hoy a la shura (consejo) su veredicto final. Pero pocos esperan que los
orgullosos talibanes retrocedan. Permanezcan unidos y prepárense
para la jihad contra los invasores estadounidenses, dijo la agencia
estatal anoche. La shura parece ser una movida política inusualmente
astuta por parte del mullah Omar. Al reunir al consejo de los ulemas
el mullah Omar ha tratado de absolverse a sí mismo de su responsabilidad
e involucrar a los principales ulemas del país en el proceso de
decisión política, escribió ayer Mahimullah
Yasufzai, un periodista paquistaní que sigue de cerca a los talibanes
y que ha entrevistado a Bin Laden.
Es la primera vez que se ha convocado una shura tan grande desde que primero
pareció que el movimiento talibán podía llegar a
tomar el poder hace seis años. En ese momento, miles de clérigos
convergieron sobre Kandahar para investir al tímido, tuerto, mullah
Omar como su líder. El movimiento estaba hondamente dividido entre
aquellos que queríanconquistar todo el país y los que querían
cesar los combates y reconstruir la paz.
Por dos semanas la shura sesionó en secreto. Al final de sus deliberaciones
el mullah Omar apareció en lo alto de un edificio envuelto en un
material que se dijo que era la túnica del profeta Mahoma, que
había sido extraída de su santuario por primera vez en 60
años. Entre aplausos tumultuosos, fue declarado el Amir-Ul
Momineen el líder de los fieles y las divisiones
del movimiento quedaron olvidadas.
La última shura fue convocada en marzo, cuando el mundo occidental
pedía a los talibanes que no destruyeran dos gigantescas estatuas
de Buda. Delegaciones de Pakistán llegaron para mantener conversaciones,
la shura se reunió y las estatuas fueron bombardeadas y reducidas
a polvo. Ahora se ha convocado nuevamente a un consejo completo pero hay
pocas dudas de que la prioridad es el espectáculo, para asegurar
que el liderazgo del mullah Omar parezca consensuado y siga incuestionado.
La decisión clave seguirá en manos de una camarilla de líderes
talibanes en su base en la ciudad de Kandahar, en medio de los desiertos
del sur. Yusufzai dijo que en cualquier caso no será difícil
asegurarse de una decisión favorable por parte del consejo.
El movimiento talibán ha aprendido a usar las tradicionales estructuras
de los villorrios de las tribus pashtun en el sur de Afganistán,
que son el grupo tribal más grande del país y la base de
respaldo de los talibanes. En estos pueblos, los que deciden sobre temas
locales no son los funcionarios talibanes sino las jirgas, pequeños
consejos de ancianos del lugar cuyos fallos son altamente respetados.
Las shuras clericales más amplias son menos comunes en las áreas
pashtunes, y se remontan a los procedimientos de la escuela islámica
Deobandi de la que los talibanes han adoptado su código brutal.
En realidad, todas las decisiones principales del movimiento se toman
detrás de las altas paredes blancas del enorme complejo del mullah
Omar en Kandahar. Omar raramente viaja, y no se espera que atienda la
shura de hoy. Cuando los 1000 clérigos se reúnan en Kabul,
ya va a haber decidido su veredicto por anticipado. Más que hacer
un compromiso frente a las demandas estadounidenses, la mayoría
espera que lleve a su régimen talibán a una batalla final
y devastadora.
Claves
- El millonario expatriado saudita Osama bin Laden, refugiado
desde hace cinco años en Afganistán, es el principal
sospechoso de Estados Unidos por los atentados de Nueva York y Washington
el
martes 11.
- El domingo, el secretario de Estado norteamericano Colin Powell
dio un ultimátum de tres días para que Afganistán
le entregue a Osama bin Laden o sufra una ofensiva devastadora.
Ayer, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas pidió
a Afganistán la entrega inmediata y sin condiciones
de Bin
Laden.
- Un consejo de 1000 clérigos decide hoy en Afganistán
si entregar a Bin Laden o declarar la guerra santa a Estados Unidos.
Todos los signos parecían indicar que Bin Laden no será
entregado.
- Las investigaciones del FBI apuntan cada vez más a la existencia
de dos aviones más que Bin Laden planeaba usar contra blancos
norteamericanos, además de los dos que destruyeron las Torres
Gemelas de Nueva York, el que impactó en el Pentágono
y el que cayó en un descampado en Pennsylvania.
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EL
PRINCIPAL SOSPECHOSO HUYO A LAS MONTAÑAS
Un pase a la clandestinidad
Por Luke Harding
Desde
Islamabad
Osama bin Laden recibió
un voto de lealtad de 500 de sus seguidores árabes en Kabul antes
de partir a caballo hacia un lugar secreto en las montañas, se
informó en Pakistán ayer. El disidente saudita aparentemente
hizo un discurso de despedida a sus seguidores en el centro de la capital
afgana el lunes. Los fedayines (seguidores militantes) eran todos
árabes, que juraron luchar hasta el último hombre,
citó una fuente árabe. Según la fuente, bin Laden
dijo adiós a sus camaradas de armas antes de desaparecer con sus
guardaespaldas a caballo. Dejaron los vehículos y partieron
a caballo. Debe haber ido a un lugar no transitable en automóvil,
dijo la fuente.
El informe parece ser la última confirmación de que Bin
Laden entró en la clandestinidad, enfrentado a un abrumador ataque
de Estados Unidos. Las fuentes en Kandahar dijeron hace dos días
que todos los seguidores de Bin Laden habían abandonado la ciudad,
junto con sus cuatro esposas y muchos niños. Se sabe que Bin Laden
tiene por lo menos tres bases en Afganistán: un gran campo árabe
cerca del aeropuerto al norte de Kandahar, donde viven unos 300 de sus
seguidores viven; una base más pequeña en las remotas montañas
de Oruzgan; y un tercer campo en la ciudad oriental de Jalalabad. El último
campo está construido en un corte de roca y tiene una biblioteca
islámica y tres incómodas camas.
Se sabe que a Bin Laden le gusta montar a caballo. Posee varios caballos
en sus dos chacras, una en Kandahar en el sur de Afganistán y otra
en Ningrahar, cerca de Jalalabad, un área famosa con sus fértiles
huertos cítricos. Así como sus bases principales, Bin Laden
también es capaz de armar una red de escondites más pequeños,
casi inexpugnables en lo profundo de las montañas de Hindu Kush.
Sus seguidores también son capaces de usar las innumerables bases
ocultas usadas por mujaidines en la década de 1980 en su lucha
contra las tropas invasoras soviéticas.
En el improbable hecho de que los talibanes decidan entregar a Bin Laden
a los norteamericanos más tarde hoy, les puede resultar difícil
hallarlo. Desde que los norteamericanos lanzaron 70 misiles cruceros Tomahawk
en sus campos de entrenamiento en agosto de 1998, bin Laden no lleva un
teléfono satelital. En su lugar, confía los mensajes urgentes
a sus subordinados. El disidente saudita negó enfáticamente
hasta ahora el tener algo que ver con los ataques en Nueva York y Washington.
en su declaración a la agencia afgana de prensa islámica
el domingo, el protestó su inocencia. La mayoría de las
fuentes dicen que bin Laden es muy capaz de desaparecer durante meses.
Desapareció de Kandahar en octubre pasado, cuando parecía
que había una perspectiva de otro ataque contra él, como
represalia por la muerte de 17 marineros en el USS Cole en Yemen.
Ven
peligro de vacío de poder si
EE.UU. impone su dominio en Kabul
De acuerdo con el especialista paquistaní Ahmed Rashid, autor
de �Los talibanes�, Estados Unidos debe pensar ya mismo qué hará
si triunfa con sus represalias. Sin gobierno legítimo para hacerse
cargo de la ayuda, su victoria será una derrota.
Estudiantes
religiosos paquistaníes se manifiestan en las calles de Karachi
contra Estados Unidos.
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Por
Angeles Espinosa
Enviada
especial a Islamabad
Si Estados
Unidos no empieza a trabajar con la ONU en el Afganistán de después
de los talibanes, volverá a repetirse la misma situación
con otro grupo diferente, advierte Ahmed Rashid, autor del libro
Los talibanes y uno de los más reputados especialistas en ese movimiento.
Rashid sugiere que Europa debe presionar a EE.UU. en esa dirección
porque Washington está tan concentrado en la operación de
represalia que olvida las consecuencias.
El periodista paquistaní se muestra pesimista sobre al desarrollo
inmediato de los acontecimientos. Pakistán quisiera ver una
solución sin guerra (por eso ha enviado una delegación a
Afganistán), pero en vista de la firme decisión estadounidense,
no creo que haya alternativa, manifiesta en una conversación
con este diario. En su opinión, la actitud de EE.UU. y la de los
talibanes son, a ese respecto, muy similares: Ambos están
decididos a enfrentarse. Por eso insiste en que se debe empezar
a pensar en la era post talibán para evitar un vacío
de poder. No se trata sólo de una cuestión política.
A Rashid le preocupa la crisis humana que se avecina. Tiene que
existir un Gobierno legítimo para hacerse cargo de la enorme ayuda
internacional que será necesaria.
Conocedor del carácter tribal del pueblo afgano, Rashid respalda
la propuesta de la ONU de convocar una Loya Jirga, o Consejo Tribal, la
forma tradicional de gobierno, para alcanzar un consenso entre todos los
grupos afganos. Se trata de un proceso y no se puede esperar al
final de la campaña para plantearlo, subraya antes de precisar
que Zahir Shah, el depuesto rey afgano, podría legitimar esa reconciliación
nacional. Rashid está seguro de la connivencia de su país
con el régimen de los talibanes. Si se cerrara la frontera, en
seis u ocho semanas su maquinaria de guerra se quedaría sin combustible,
declara. No obstante, duda de que los emisarios pakistaníes logren
la entrega de Osama bin Laden. Ha logrado que los talibán
dependan de él, asegura convencido de su implicación
en el atentado que costó la vida de Ahmad Shah Masud, el jefe militar
de la Alianza del Norte. Pakistán también corre riesgos
por su cooperación con Estados Unidos. Hasta ahora las manifestaciones
de protesta han sido menores. Si los militares logran contener a
los grupos radicales durante las dos próximas semanas, habrán
ganado la partida, afirma Rashid. Sin embargo precisa,
si la campaña militar se prolongara, los islamistas tendrían
una nueva oportunidad.
Pero el mayor peligro, según este estudioso de los talibán,
son los numerosos durmientes que (Bin Laden) tiene en Estados Unidos
y Europa. Cuando empiece la campaña, y Rashid cree que eso
no se producirá antes de mediados de octubre, esos hombres pueden
+despertar+ para responder a la muerte de Bin Laden o de sus seguidores,
los llamados árabes afganos. Aún no hemos visto el
último de esos atentados, admite con preocupación.
¿Sabemos de verdad bin Laden sea el responsable? Rashid reconoce
que sólo los investigadores estadounidenses han visto las pruebas,
pero existe un esquema que se repite en los últimos atentados atribuidos
al exiliado saudita. Al igual que en el caso de las embajadas de
Kenia y Tanzania, o del Cole en Yemen, los terroristas no han llegado
de fuera sino que son personas asentadas en el lugar, con familias, trabajos
y vidas aparentemente normales.
Rashid no esconde su sorpresa, y su preocupación, por esa circunstancia.
No tiene nada que ver con el fenómeno talibán o el
movimiento islámico en Pakistán que yo he estudiado y cuyos
seguidores han surgido de las escuelas coránicas, están
en el paro, tienen un nivel educativo bajo y proceden de familias pobres,
explica. Por el contrario, los autores de los últimos atentados
son profesionales, técnicamente competentes, socialmente establecidos
y, aún así, están dispuestos a volarse por los aires.
LAS
DECLARACIONES DEL GABINETE DE GUERRA DE GEORGE W. BUSH
Vamos a secarlos en sus pantanos
La intensa campaña
mediática que acompaña la guerra de Estados Unidos contra
el terrorismo mundial hizo que George W. Bush y sus dos hombres fuertes,
Donald Rumsfeld y Colin Powell, se repartieran el trabajo a la hora de
lanzar mensajes a la población. Bush se encargó de arengar
a donantes, socorristas, bomberos y ciudadanos comunes en un acto público:
Todos han demostrado la capacidad de liderazgo frente a este desafío,
quiero darles las gracias a todos aquellos que colaboraron en las tareas
de ayuda en la zona del desastre, con quienes tenemos una deuda de gratitud.
Rumsfeld, el secretario de Defensa, se ocupó de dar las malas noticias:
Afganistán es un país muy pobre, varios países
se agotaron intentando bombardearlo y combatiéndolo y no hay objetivos
de gran valor contra los cuales podamos apuntar, dijo, añorando
las condiciones de una guerra clásica. Pero no importa: Vamos
a secarlos en sus pantanos, prometió. Powell, por otra parte,
se encargó del escenario internacional: se ocupó de Medio
Oriente y de establecer contactos con dos países bastante particulares
en su relación con EE.UU.: Cuba y Sudán.
En el pasado, teníamos que enfrentarnos a ejércitos,
marinas, fuerzas aéreas, barcos, armas, tanques y aviones. Este
adversario es diferente: no tiene ninguna de estas cosas, no tiene objetivos
valiosos que podamos atacar. Pero los países que los albergan y
los apoyan sí cuentan con ese tipo de objetivos, dijo Rumsfeld
en rueda de prensa. Y sintetizó: El problema es mucho más
grande que Osama bin Laden. Es un primer objetivo. Rumsfeld no se
privó de detallar: Una de las maneras de lidiar con las redes
terroristas es secar los pantanos en los que viven. Entretanto,
Bush se dedicó a fortalecer el frente interno: Les vamos
a decir a los malhechores que no lograrán afectar nuestras almas.
No vamos a ser presas del terror. Y agregó: Como presidente
de este país, no hay nada que me haga más feliz. Su
vocero, Ari Flescher, salió a pedir perdón porque el último
domingo Bush empleó la palabra cruzada, con fuertes
connotaciones religiosas cristianas y antiislámicas, para definir
la lucha contra el terrorismos. El vocero de Powell, Richard Boucher,
informó que, por un lado, les hemos pedido a los cubanos
a través de los canales establecidos cualquier información
que pudieran tener sobre los ataques terroristas y que se conversó
con el ministro sudanés de Relaciones Exteriores, Mustafá
Osmán Ismail, sobre la clase de cooperación que podemos
tener con ellos contra el terrorismo, contra los grupos sospechosos de
perpetrar este acto.
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