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Vigilar y castigar a los musulmanes en Francia

Mientras la Unión Europea se prepara para su cumbre de seguridad, el gobierno francés ya empezó a vigilar de más cerca a todos los musulmanes. El perfil del terrorista islámico es de clase media.

El presidente francés Jacques Chirac estrecha la mano de George W. Bush
en la Oficina Oval.

Por Eduardo Febbro
Desde París

Vigilados, espiados, estrechamente “escoltados” en sus desplazamientos, los medios islamistas moderados y radicales son objeto de un cuidado especial en todos los países de Europa. En Francia, desde la ola de atentados desencadenada por los terroristas del argelino Frente Islámico de Salvación (FIS) y el GIA, el contraespionaje francés sigue paso a paso los movimientos de los individuos ligados a la llamada “esfera radical”. La atención es tanto más constante cuanto que, en el curso de la investigación sobre esos atentados, los medios policiales descubrieron que el retrato y los métodos del terrorista mediooriental tipo se parecía en muy poco a la realidad. Estudiantes, gente de los suburbios, habitantes de las ciudades dormitorio ubicadas en los márgenes de las grandes ciudades y modestos empleados o propietarios de almacenes constituían lo esencial de ese “ejército de las sombras” presente sobre todo en Francia, Alemania, Bélgica y también en Gran Bretaña, Holanda e Italia.
Una fuente cercana a las investigaciones antiterroristas comenta que “los atentados perpetrados por el FIS y el GIA nos enseñaron a trabajar de otra manera. Las redes terroristas actuales son muy distintas a la de los años 80. Antes, lo esencial provenía del exterior, es decir de las informaciones recabadas en los países calientes. Ahora, sin desestimar la información exterior, el trabajo local es un elemento determinante en la prevención de los atentados”. Los servicios especiales cambiaron profundamente su manera de trabajar para adaptarse a esa “nueva identidad del terrorismo internacional”. Los ejes más portadores son las labores de proximidad y la cooperación con los países vecinos a través del intercambio de informaciones obtenidas mediante “esas operaciones de espionaje doméstico”.
En la última semana, incluso antes de los atentados de Manhattan y Washington, esas operaciones permitieron desactivar varias “redes durmientes” instaladas en Francia, Alemania y Bélgica. Según comenta un miembro del contraespionaje francés, “la estrategia actual consiste en neutralizar a todos los islamistas internacionalistas que llaman la atención de los servicios porque estuvieron formados en Afganistán, enviados a Bosnia-Herzegovina o a Chechenia y militan en el seno de la Jihad Islámica Internacional”.
Un día antes de los atentados en Estados Unidos y en base a informaciones recogidas en medios islamistas, el contraespionaje francés remitió a los jueces antiterroristas franceses un dossier para investigar eventuales atentados en Francia contra los intereses norteamericanos. El jueves pasado, ese dato obtenido en París dio lugar en Bruselas al arresto de dos tunecinos. Ambos tenían ametralladoras Uzi y “una lista general de objetivos norteamericanos situados en Europa”. Los especialistas constatan que no todos los grupos radicales trabajan forzosamente con el millonario de origen saudita Osama bin Laden. Como recuerda un agente ligado a las investigaciones, “se trata por lo general de mujaidines itinerantes y radicales entrenados en los campos de Bin Laden pero que no pertenecen necesariamente a su organización. Van de un lado a otro y terminan instalándose en Europa bajo la identidad de inocentes estudiantes”.
La implantación de las redes terroristas en el suelo mismo de los países del Viejo Continente obligó a los servicios especiales a compartir las informaciones que antes estaban dispersas entre las distintas estructuras. La actividad de la red Bin Laden es tal que, en Francia, desde hace dos organismos como la DTS, RG y la DGSE “pusieron en común las informaciones sobre las redes de Bin Laden para hablar con una sola voz con los anglosajones y los otros países concernidos”. Los observadores hablan hoyde “cooperación de la sombra contra el ejército de las sombras”. Otro ejemplo de la eficacia de ese “trabajo cotidiano y en profundidad” es la desactivación, en diciembre del 2000, de un atentado preparado por uno de los grupos de Bin Laden contra la catedral de la ciudad francesa de Estrasburgo. Gracias al espionaje y al seguimiento de una red, los alemanes habían obtenido en Frankfurt la información sobre el atentado. Luego la transmitieron a los franceses que detuvieron a tiempo el operativo. Por esa razón, desde el año pasado, Bin Laden está inculpado por la justicia francesa.
“Siempre me dio la impresión de ser un musulmán simpático y que trabajaba mucho”, dice Ditmar Machule, el profesor alemán que dirigió la tesis de urbanismo preparada en la universidad de Hamburgo por Mohamed Atta, uno de los terroristas a bordo del Boeing que se estrelló contra una de la primera torre de Manhattan. “Si tuviera que definir el nuevo rostro del islamismo radical e internacionalista sería el de una persona pacífica, perfectamente integrada al medio que frecuenta, que jamás presenta signos de oposición”, sintetiza un especialista de los servicios encargado del tema Medio Oriente.
Tres de los implicados en los atentados de EE.UU. residieron o estudiaron en Alemania. “Aunque todavía no se los pueda objetivamente ligar al grupo de Bin Laden, la implantación local de los islamistas radicales, su mesura y la manera en cómo pasan desapercibidos refuerza la convicción de que, para luchar contra esas redes, es preciso trabajar con el oído pegado al piso y hacer constantemente una labor de relación ante la más mínima sospecha”, adelanta un miembro de los servicios franceses. Ya no se trata más como antes del supuesto “enviado especial” de un país de Medio Oriente que viajaba a Occidente con una misión breve y precisa. “Las redes –señala el mismo policía– juegan la carta de la instalación territorial a mediano plazo o, todavía mucho más difícil de detectar, el reclutamiento en Europa dentro de los sectores musulmanes pobres y marginalizados.” Hasta hace unos años, los grupos radicales trabajaban por su propia cuenta sin conexión con los demás. Según afirman los especialistas en terrorismo, actualmente, el efecto Bin Laden condujo a “una suerte de federación entre esas organizaciones. Eso torna mucho más difícil su desmantelamiento y su identificación”.
Con ese objetivo se reunieron el lunes en Bruselas jueces antiterroristas y policías de Francia, Alemania, Holanda y Bélgica. Se trata de compartir las informaciones y acelerar la cooperación internacional en materia de lucha antiterrorista. Esta, aunque ha dado éxitos concretos, dista de estar a la altura de las necesidades. Al cabo de la reunión los jueces revelaron la existencia de una “red de mujaidines islamistas radicales que opera en Europa”. Por ahora, los jueces afirmaron que existen pruebas de que dicha red esté ligada a la estructura de Bin Laden. El viernes, la Unión Europea tendrá su cumbre antiterrorista, pedida de urgencia por Bélgica, que ocupa este semestre la presidencia rotativa.

 


 

EL APOYO DE JACQUES CHIRAC A GEORGE W. BUSH
En conflicto sí, en guerra no

Francia se solidariza con las víctimas, pero parte de su opinión pública desconfía de una respuesta rápida y devastadora, según demuestra el amplio debate abierto por el Gobierno y los medios de comunicación. Este equipaje de solidaridad con reservas es el que se llevó a Washington el presidente, Jacques Chirac, quien por el azar de un calendario pautado previamente fue el primer mandatario europeo que se entrevistó con Bush tras los atentados. Fue claro: no se trata de una “guerra” y Francia prefiere la palabra “conflicto”.
Chirac ratificó a George W. Bush la “disponibilidad de Francia para discutir todos los medios para que la lucha (contra el terrorismo) sea eficaz”. En una conferencia de prensa conjunta en la Casa Blanca, Chirac calificó al terrorismo de “mal absoluto” y ratificó que su país es “totalmente solidario con Estados Unidos”, ya que erradicar al terror es un objetivo “vital”.
Los ministros franceses de Defensa y de Exteriores, Alain Richard y Hubert Védrine, multiplicaron las advertencias contra la tentación de una “cruzada”. Para Védrine, los terroristas esperan “una réplica masiva, indiscriminada, que desate una ola de dolor y de odio sin precedentes entre el conjunto del mundo árabe y musulmán contra el mundo occidental en su conjunto”. Más desconfiado aún, el ministro de Defensa, Alain Richard, sostiene que una respuesta eficaz al terrorismo debe ser “multilateral”, implicando a Rusia y a los Estados árabes. Y añade: “El espíritu de todos los responsables debe volverse hacia lo que pueda reducir el peligro terrorista de manera duradera, y no simplemente hacia una acción de castigo”.
Un impresionante cortejo de presidentes, primeros ministros y responsables de asuntos extranjeros visitaban Washington desde ayer. La quincena de visitantes, provenientes de Europa, Asia y Oriente Medio, incluía, además de Chirac, al premier británico Tony Blair, y a los ministros de Relaciones Exteriores de Rusia, Igor Ivanov; de China, Jiaxuan Tang; y de Arabia Saudita, príncipe Saud al Faisal. Este martes también el secretario de Estado, Colin Powell, recibió a su colega de Corea del Sur, Han Seung-Soo, uno de los principales aliados de Washington en Asia, quien prometió colaboración “total”.
Varios de los países donde la fe musulmana es mayoritaria o excluyente, o los vecinos de Afganistán temen los eventuales efectos desestabilizadores, internos y regionales, de una campaña militar punitiva de amplitud. El tema estará en primer plano en los encuentros con la presidenta de Indonesia, Megawati Soekarnoputri, quien dirige el país con mayor población musulmana del mundo y quien ya ayer estaba en Washington, y con el príncipe saudita Saud al-Faisal, un fuerte aliado de Washington, pero que ha reconocido al régimen talibán y que además alberga en su territorio los principales sitios sagrados del Islam.

 

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