Por Romina Calderaro

Tiene veinte años de abogada y otros tantos de mediadora y voluntaria. Dice que vio muchas cosas y que aprendió en la profesión “a percibir cuándo una persona miente, cuándo dice la verdad. Si llora de mentira, si el llanto es sincero”. Y la experiencia le dice, a Lía Méndez, que la gente que se acerca diariamente con su rosario de problemas a su despacho, el 308, de la Legislatura porteña “porque saben que acá los atendemos”, sufre de verdad. Y ella se indigna cuando ve que hay cosas que no puede resolver. Durante veinte minutos, la candidata a diputada porteña del Partido Humanista hace catarsis con este diario antes de comenzar la entrevista, cuenta las historias de horror que escucha cotidianamente y muestra las cartas-documento que decidió enviarles a los funcionarios del gobierno porteño que “no me atienden los llamados”.
–Antes de analizar la situación electoral es insoslayable preguntarle qué pensó al enterarse de los atentados en Estados Unidos.
–Lo primero que se me ocurrió es que esto estaba de algún modo anunciado. Yo creo en el regreso de la acción: cuando uno genera acciones, buenas o malas, vuelven. Y desde ese centro de poder que es Estados Unidos se genera muchísima violencia. Aunque no era de esperar lo que pasó, porque lamentablemente siempre paga los platos rotos gente inocente que termina siendo víctima de esta violencia irracional.
–¿Qué promete el humanismo para las elecciones de octubre?
–Lo que nos diferencia del resto de los partidos es el tema de la coherencia. Es decir, llevar a la práctica aquello que se promete, aquello que se dice. Como hicimos cuando entramos a la Legislatura porteña. Por ejemplo, presentamos un proyecto para que los diputados se bajen su sueldo y generamos una fuerte influencia en este sentido sobre otras fuerzas de la izquierda tradicional que fueron tomando algunas de estas propuestas como la equiparación de sueldos y dietas. Y lo más importante: nosotros nos bajamos nuestros sueldos. Creemos que un diputado tiene que ganar mil veinte pesos –no por la calidad del trabajo, sino por la situación del país– y eso es lo que cobramos los legisladores del partido. El ochenta por ciento que queda lo entregamos a escuelas y hospitales. Eso se hizo desde el primer mes de mandato.
–¿No es frustrante como partido minoritario presentar proyectos que nunca se terminen aprobando?
–No, porque la expectativa nuestra no está puesta en que el antihumanismo se humanice. Yo me considero una ciudadana con función legislativa.
–¿Qué pasa en la Argentina después de las elecciones de octubre?
–Creo que está la posibilidad de que empiece a aparecer algo diferente, aunque no creo que se produzca un gran cambio. Hay una fuerte crítica de la gente hacia los partidos mayoritarios.
–¿Cómo piensa hacer campaña?
–Yo estoy, como en otras campañas, visitando a la gente. Voy, me meto en todos los negocios y les pido directamente que me voten. Y les digo: “En otros tiempos, cuando creía en los partidos mayoritarios, para usted ponerle el voto a un partido chico, o nuevo, era tirar el voto. Vea dónde hemos llegado por el voto útil”. Y sigo: “Hoy, como usted está totalmente desencantado, usted dice que no va a ir a votar o que va a votar en blanco. Le pido un poquito de respeto hacia la gente que viene trabajando desde hace tanto como nosotros”. Lo que me parece que es muy duro, aunque no puedo evitar decirlo, es que la gente es responsable de haberles puesto el voto a éstos. Porque no subieron con fraude ¿eh?
–¿Por qué es tan difícil lograr la unidad de la izquierda?
–Porque ese frente hay que construirlo desde la base, en la cosa cotidiana. Si eso está, de ahí se puede derivar un frente electoral, pero si no, no. Y nunca fue posible formar esa alianza en la base y nosterminamos peleando entre cinco o seis dirigentes por una palabra de los cinco puntos de la plataforma. Además, una cosa que nos diferencia del resto de los partidos de izquierda, es que nosotros no justificamos la violencia de ningún bando.
–¿Qué piensan del movimiento piquetero?
–Yo me acerqué a ver cómo funcionaba, estuve muy cerca de ellos cuando se instalaron en el corte de la ruta 3 de La Matanza. Y encontramos una cosa muy interesante en la organización de la gente independientemente de los otros aspectos que están muy ligados digamos al reparto de los Planes Trabajar. Lo que rescatamos es que todo el tiempo estaba alentada la no provocación, una metodología no violenta. Hoy, el corte de ruta y el de calles está legitimado por el pueblo porque si no, los funcionarios no los escuchan. Científicos, médicos, desocupados. Todo el mundo ha acudido a ese método de legítima defensa.
–Ustedes no creen que el gobierno se vaya a sensibilizar. ¿Qué se hace entonces mientras tanto?
–Yo creo que hay que llegar a un paro general por tiempo indeterminado. Les paramos la banca. No digo que estén generadas las condiciones hoy, claro. Antes hay que fomentar mucho la solidaridad porque llegará el momento en el que a vos no te queden más fideos en tu casa y tengas que recurrir al vecino, que a lo mejor tiene porotos y pueden armar una comida. El pueblo puede resistir. Los que no pueden resistir son los que se quieren llevar la plata. Y sobre eso debemos trabajar. La gente tiene que empezar a sentir que son seres humanos y no hormigas.

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