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“Nunca me olvido de dónde vengo,
y si tengo que pelear, la peleo”

Luis Salinas tuvo que esperar tres años para ver editado el cd �Rosario�, grabado en losEE.UU. Lo presenta pasado mañana en el Opera.

El guitarrista propondrá en el
Opera uno de sus maratónicos shows.
Mostrará su nuevo quinteto, con el que grabará “música argentina”.

Por Fernando D’Addario

El guitarrista Luis Salinas es un músico inquieto e imprevisible, y es probable que sus decisiones artísticas también reflejen esas características por una proyección natural. Lo cierto es que, más allá de sus innegables virtudes musicales, su carrera profesional es tan interesante como –por decirlo de algún modo– desordenada. Ejemplos: el año pasado presentó tres discos. Ahora está presentando su tercer cd, que en realidad es el segundo. Se trata de Rosario, un trabajo que grabó en Estados Unidos para el prestigioso sello estadounidense GRP y que, por razones que explicará en la entrevista con Página/12, jamás se editó allí y, hoy, tres años después, a duras penas llegó a ser distribuido por Universal. Salinas tocará el material de este disco pasado mañana en el teatro Opera, después de haber actuado en Rosario y antes de girar con su nuevo quinteto (el español Churry Amador en piano, Osvaldo Fatorusso en batería, Nicolás Arnicho en percusión y Daniel Maza en bajo) por Córdoba, Mendoza y Neuquén. “Para mí, que salga este disco es como cerrar un círculo”, admite.
En lo musical, establece claras diferencias con su trabajo inmediatamente posterior, Solo guitarra, y con el que está preparando, dedicado en exclusividad a la “música argentina”. Rosario, en cambio, es un disco menos pasional, técnicamente perfecto, en el que leves toques latinos se suman a un estandar jazzero que recorre todo el cd. Con músicos impecables, eso sí, como Omar Hakim, Bob James, Richard Bonna y Hugo Fattoruso, entre otros. El mejor tema acaso sea una suerte de milonga que le da título al disco. “Le puse Rosario porque tengo un enganche grande con esa ciudad. Allí sienten una conexión fuerte con todo lo que hago, y bueno, también la primera vez que fui conocí a mi mujer”, señala. Salinas viene de vivir un año 2000 difícil. “Fue el año más fuerte de mi vida. Llegué a tocar en el Cervantes, pero mi mamá falleció entre un Cervantes y otro. Después presenté otro disco, Salinas, en el Coliseo, y la verdad es que estaba muy mal, pensaba que ella tenía que estar allí. Terminé el año en el Gran Rex, era como que necesitaba meter la cabeza en algo. Y presenté Rosario, el disco que nunca había salido a la venta. Fue una celebración. Vino gente que me veía desde la época de Oliverio, me sentí bien. Así que en un año presenté tres cd’s distintos.”
–Este disco, “Rosario”, tiene una historia muy especial.
–Sí, tanto en lo artístico como en lo comercial. El productor, Michel Colina, cambió cosas que yo había grabado. Sacó por ejemplo los solos de Fatorusso y los reemplazó por unos violines espantosos, grabados por computadora. Cuando escuché la grabación, estando en España, me quería matar. Lo agarré a Colina: “Te doy un hijo y me lo devolvés sin una pierna”, le dije. Pero él me contestó que quería insertarme “en el mercado americano”. Al final, le cambiaron algunas cosas y quedaron otras.
–¿Y cuáles fueron los problemas contractuales?
–Al poco tiempo se fusionaron Polygram con Universal, y un montón de discos se quedaron en el aire. Me cortaron al medio. Quise sacarlo por mi cuenta y me dijeron que les tenía que dar 250 mil dólares, que era lo que habían gastado en la producción del disco. Se gastaban miles de dólares en fiestas y ceremonias y a Fatorusso le pegaban dos mangos. Al final, no sé cómo, pudo salir acá, recién ahora...
–¿Está conforme con el disco?
–Una vez, hablando con Dino Saluzzi, le decía que uno de los problemas que yo tenía era que siempre que hacía algo, al mes quería cambiarlo. Y el me dijo: “Eso está bien, significa que estás mejorando. Pero eso que hiciste es lo mejor que te salió en ese momento”. Si me das hoy esas canciones, las tocaría distinto, pero hay muchas cosas que me gustan.
–¿Le duele que no se haya afianzado esa carrera internacional?
–Lo que sé es que hay que manejar las cosas de otro modo. Si me contratan alguna vez para tocar, voy como un argentino de primera. Si me instalo allá, me convierto en un americano de segunda. Y para imponer lotuyo allá, con la gente que te ponen, te tenés que pelear con tipos muy pesados, que cuando les decís algo, te miran y te dicen: “What...?
–Fue hace poco a España y le fue bien. ¿No pensó en irse a vivir allá?
–Me gusta estar acá. Y no me quejo. Mi vieja me dijo una vez: “La fuerza que vos tenés es que peor de lo que estuviste no vas a estar”. Me crié en una villa y al salir de allí tenía dos opciones: ser un tipo resentido o un agradecido. Nunca me olvido de dónde vengo, y por eso todo lo que vino después me hace estar agradecido. Y si tengo que pelear, la peleo.

 

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