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BACH EN VERSIONES MAGISTRALES DE JORDI SAVALL
El arte de la música absoluta

Acaba de publicarse un álbum que incluye las lecturas del célebre músico catalán de �La Ofrenda Musical� y el �Arte de la Fuga�.

El álbum se llama, con
claridad, “El Testamento de Bach”.
Incluye “La Ofrenda Musical” (1747)
y el “Arte de la Fuga” (1749).

Por Diego Fischerman

Las palabras “El testamento de Bach”, con una tipografía que imita la de la firma del compositor, ocupa la parte superior de la caja. Adentro se encuentran un álbum doble y un CD, lujosamente presentados. Uno, el primero, es la reedición, remasterizada, de una grabación considerada de referencia y registrada en 1986. El otro es un disco nuevo, grabado entre noviembre de 1999 y abril de 2000. El director y violagambista de ambas es Jordi Savall. Y las obras son, efectivamente, las que podrían considerarse el legado más claro y perfecto en el campo de lo que Bach jamás soñó que existiría: el de la música absoluta.
La Ofrenda Musical, compuesta en 1747, y El Arte de la Fuga, de 1749, ponen en escena esa cualidad de abstracción, además, en un aspecto que funciona como desafío y fuente de controversias: la instrumentación. Como si Bach hubiera querido decir que estas eran obras más allá de los instrumentos, más allá de su sonido real y de su ejecución terrenal; como si las hubiera ubicado en el platoniano mundo de las ideas, no se especifican los instrumentos que deben tocarlas. Como si se tratara de música no para ser tocada sino para ser pensada.
La Ofrenda fue escrita luego de una visita del viejo Bach a Federico El Grande, el rey de Prusia, quien también era músico y a cuyo servicio se encontraba el genial compositor Carl Philip Emanuel Bach, segundo hijo de Johann Sebastian. Se cuenta que el rey tocó en uno de sus instrumentos un tema (un ascenso de cuatro notas, un salto descendente, otro salto pero ascendiendo y luego una bajada cromática seguida por una cadencia) y que Johann Sebastian Bach, a continuación improvisó una fuga (“una verdadera fuga”, anotaba un diario de la época) sobre ese tema. Poco después, el compositor envió al rey un manuscrito en el que incluía una Sonata a trío (para flauta, violín y acompañamiento) y varios cánones y fugas, todos armados sobre el “tema real”. El encabezamiento de la partitura decía: Regis Iussu Cantio Et Reliqua Canonica Arte Resoluta, un acróstico cuyas iniciales formaban “ricercar” (una palabra que en el Renacimiento había designado a algunas piezas imitativas derivadas de la adaptación instrumental de motetes) y que quería decir algo así como “el rey proveyó el tema y lo demás fue resuelto según el arte del canon”. El orden en que las piezas aparecen en la partitura no necesariamente indica la secuencia de interpretación y, en realidad, hasta es discutible que se trate de una obra, en el sentido que podría dársele actualmente a ese concepto. Y, como no podía ser de otra manera, Savall aprovecha esa zona de libertad para concebir una versión de riqueza apabullante.
Algunas de las piezas son tocadas por clave. El notable Pierre Hantaï (su versión de las Variaciones Goldberg, en el sello Opus 111, es una de las mejores existentes en disco) interpreta el Ricercar a 3, varios de los cánones y el monumental Ricercar a 6 (que mucho después sería instrumentado por Anton Webern y, también, por John Lewis para una versión de los Swingle Singers junto al Modern Jazz Quartet). La Sonata es tocada por un verdadero supergrupo de la música barroca: los hermanos Marc y Pierre Hantaï en flauta travesera y clave, Manfredo Kraemer en violín y Jordi Savall en viola da gamba. Junto a ellos se alternan, en el resto de las piezas, otro violinista argentino, Pablo Valetti, Bruno Corset en violoncello, Sergi Casademunt en viola da gamba tenor y Lorenz Duftschmid en violone. La versión, junto a la de los hermanos Kuijken (en Deutsche Harmonia Mundi) y la del clavecinista Davitt Moroney, está destinada a quedar en la historia. El otro álbum incluido en la caja del sello Alia Vox reedita la magistral versión de El Arte de la Fuga instrumentado para un cuarteto de vientos y un cuarteto de violas. Bruce Dickey en cornetto (una trompeta de madera y con agujeros como los de una flauta dulce), Paolo Grazzi en oboe da caccia (fue el solista de oboe en la reciente visita de Il Giardino Armonico), Charles Toet en trombón tenor y ClaudeWassmer en fagot se unen a los violagambistas Savall, Christophe Coin, Roberto Gini y Paolo Pandolfo para entregar una de las lecturas más claras, perfectas y conmovedoras de una obra (o conjunto de obras) en la que, esta vez, la abstracción y la pureza parecen haber nacido para ser tocadas y escuchadas.

 

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