Por D. F.
No creo que se trate
de una comedia, dice Alberto Félix Alberto. El director teatral
es el responsable de la nueva puesta con la que Falstaff subirá
a escena mañana, en el Teatro Colón, y asegura que toda
la burla proviene de algo que en sí no es gracioso. El único
pecado de Falstaff, lo que ofende profundamente a las damas, es que se
trata de un hombre viejo. El suyo, en realidad, es un personaje patético.
La escena en la que está solo es verdaderamente desgarradora. Y
en el final, en la fuga, cuando todos cantan todo en el mundo es
burla; todos burlamos y todos somos burlados, se revela un cinismo
extraordinario. Podría pensarse que en Falstaff Verdi que
tenía casi 80 años hablaba de sí mismo. Pero
lo innegable es que su última ópera, escrita cuando ya llevaba
55 años de carrera, es una obra maestra y que allí la ambigüedad,
manejada con singular sabiduría, es la verdadera protagonista.
En esta presentación escénica que tendrá nuevas
funciones el domingo 23, el martes 25 y el jueves 27 la dirección
musical estará en manos de Nello Santi, uno de los grandes maestros
en este repertorio. Esta ópera es la conclusión de
la vida de Verdi, comentó a Página/12. Pero
no es su última ópera. Es la primera ópera del siglo
que va a venir. Allí esta condensado todo el saber del autor, toda
su alegría de vivir pero también su comprensión de
la tristeza. La importancia musical de esta ópera es enorme.
Junto a él estarán Renato Bruson, uno de los grandes intérpretes
del personaje en la actualidad, Giorgio Cebrian en el papel de Ford, José
Bros como Fenton, Adriana Marfisi como Mrs Alice Ford, Paula Almerares
en el papel de Nanetta, Bernardette Manca di Nissa representando a Mrs.
Quiqly, María Luján Mirabelli a Mr. Meg Page, Ricardo Casinelli
y Fernando Chalabe alternando el papel del Dr. Cajus, Gabriel Reanaud
como Bardolfo y Marcelo Lombardero como Pistola. La escenografía
es de Emilio Basaldúa y el vestuario de Cynthia Sassoon.
Con libreto del también operista Arrigo Boito (quien ya había
colaborado con él en Otello), la idea está tomada de Las
Alegres Comadres de Windsor, enriquecida con algunas líneas de
Enrique IV. El régisseur piensa, sin embargo, que el mundo
de esta ópera no es el mundo de Shakespeare sino el de Verdi, todo
es absolutamente italiano pero, sobre todo, intemporal. En ese sentido,
los criterios que transmitió a la vestuarista tienen que ver con
eso. Distintos personajes aparecen vestidos de acuerdo con distintas épocas.
No hay una idea de realismo sino, más bien, la de trabajar la ópera
como espacio simbólico. Y es que Falstaff, aún siendo junto
con Otello la más perfecta de las óperas de Verdi, también
comparte con esa obra un destino de relativa falta de popularidad. Quizá
por la ausencia de números cerrados (recitativos y arias perfectamente
delimitados) y su adscripción (muy personal) a cierta organización
en continuo, a la manera wagneriana, Falstaff tiene menos fanáticos
que, por ejemplo, Aida, Il Trovatore o Rigoletto. Santi, al mismo tiempo
que la rescata como una de sus preferidas, resalta los aportes de Verdi
como orquestador. En Falstaff llegan a un extreno de preciosismo
nunca visto hasta el momento. Pero ya en Haroldo, una de sus óperas
tempranas, escribe de una manera que transforma para siempre el criterio
vigente acerca de la instrumentación. Después de su tormenta
en esa ópera, todas las músicas, para dar la idea de una
tormenta incluyendo las del cine se le parecería.
|