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Opera que juega con la ambigüedad

�Falstaff� es una de las obras maestras de Verdi. Mañana se estrena en el Colón una nueva puesta, con gran director y buen elenco.

Verdi dirigiendo, según una ilustración francesa de 1880.
Compuso “Falstaff” a los 79 años, después de 55 de carrera.

Por D. F.

“No creo que se trate de una comedia”, dice Alberto Félix Alberto. El director teatral es el responsable de la nueva puesta con la que Falstaff subirá a escena mañana, en el Teatro Colón, y asegura que “toda la burla proviene de algo que en sí no es gracioso. El único pecado de Falstaff, lo que ofende profundamente a las damas, es que se trata de un hombre viejo. El suyo, en realidad, es un personaje patético. La escena en la que está solo es verdaderamente desgarradora. Y en el final, en la fuga, cuando todos cantan ‘ todo en el mundo es burla; todos burlamos y todos somos burlados’, se revela un cinismo extraordinario”. Podría pensarse que en Falstaff Verdi –que tenía casi 80 años– hablaba de sí mismo. Pero lo innegable es que su última ópera, escrita cuando ya llevaba 55 años de carrera, es una obra maestra y que allí la ambigüedad, manejada con singular sabiduría, es la verdadera protagonista.
En esta presentación escénica –que tendrá nuevas funciones el domingo 23, el martes 25 y el jueves 27– la dirección musical estará en manos de Nello Santi, uno de los grandes maestros en este repertorio. “Esta ópera es la conclusión de la vida de Verdi”, comentó a Página/12. “Pero no es su última ópera. Es la primera ópera del siglo que va a venir. Allí esta condensado todo el saber del autor, toda su alegría de vivir pero también su comprensión de la tristeza. La importancia musical de esta ópera es enorme.” Junto a él estarán Renato Bruson, uno de los grandes intérpretes del personaje en la actualidad, Giorgio Cebrian en el papel de Ford, José Bros como Fenton, Adriana Marfisi como Mrs Alice Ford, Paula Almerares en el papel de Nanetta, Bernardette Manca di Nissa representando a Mrs. Quiqly, María Luján Mirabelli a Mr. Meg Page, Ricardo Casinelli y Fernando Chalabe alternando el papel del Dr. Cajus, Gabriel Reanaud como Bardolfo y Marcelo Lombardero como Pistola. La escenografía es de Emilio Basaldúa y el vestuario de Cynthia Sassoon.
Con libreto del también operista Arrigo Boito (quien ya había colaborado con él en Otello), la idea está tomada de Las Alegres Comadres de Windsor, enriquecida con algunas líneas de Enrique IV. El régisseur piensa, sin embargo, que “el mundo de esta ópera no es el mundo de Shakespeare sino el de Verdi, todo es absolutamente italiano pero, sobre todo, intemporal”. En ese sentido, los criterios que transmitió a la vestuarista tienen que ver con eso. Distintos personajes aparecen vestidos de acuerdo con distintas épocas. No hay una idea de realismo sino, más bien, la de trabajar la ópera como espacio simbólico. Y es que Falstaff, aún siendo junto con Otello la más perfecta de las óperas de Verdi, también comparte con esa obra un destino de relativa falta de popularidad. Quizá por la ausencia de números cerrados (recitativos y arias perfectamente delimitados) y su adscripción (muy personal) a cierta organización en continuo, a la manera wagneriana, Falstaff tiene menos fanáticos que, por ejemplo, Aida, Il Trovatore o Rigoletto. Santi, al mismo tiempo que la rescata como una de sus preferidas, resalta los aportes de Verdi como orquestador. “En Falstaff llegan a un extreno de preciosismo nunca visto hasta el momento. Pero ya en Haroldo, una de sus óperas tempranas, escribe de una manera que transforma para siempre el criterio vigente acerca de la instrumentación. Después de su ‘tormenta’ en esa ópera, todas las músicas, para dar la idea de una tormenta –incluyendo las del cine– se le parecería.”

 

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