Por Fernando Cibeira
El ahora ex secretario de Desarrollo
Sustentable y Política Ambiental, Rafael Flores, llevó ayer
la renuncia a la Mesa de Entradas de la Casa Rosada. En esa nota, dirigida
a Fernando de la Rúa, decía que se había hecho una
perversa deformación de sus declaraciones. El Gobierno le
exigió la renuncia a Flores por haber dicho que al país
no le hará nada bien sumarse a un ejército de cowboys,
en referencia a la fuerza multinacional que trata de conformar Estados
Unidos para responder a los atentados de la semana pasada. Así
De la Rúa demostró que en este punto no tolerará
más de un discurso, a diferencia de lo que ha sucedido con otros
temas en estos dos años de gestión. El secretario
tuvo una extralimitación de su función porque habló
sobre cuestiones extremadamente sensibles, justificó ayer
el vocero Juan Pablo Baylac.
Flores tuvo ayer el respaldo de sus compañeros del Frepaso. El
bloque de diputados frepasistas presentó en la Cámara un
proyecto de declaración en apoyo al ex funcionario en el que consideró
su salida como desmedida y que agravia la libertad individual.
Desde hoy, el santacruceño Rafa Flores volverá
a ser diputado, ya que no había renunciado sino que sólo
pidió licencia cuando asumió en la secretaría el
27 de agosto pasado.
En Gobierno había quienes no estaban del todo de acuerdo con la
drástica actitud tomada por De la Rúa. Como suele suceder,
las culpas las desperdigaron en su entorno. Había quienes señalaban
al secretario general de la Presidencia, Nicolás Gallo, como el
principal instigador de un castigo ejemplar para el díscolo Flores.
Gallo siempre tuvo una relación complicada con el Frepaso y, aparentemente,
también con Flores en particular. Memoriosos del Frepaso, además,
recordaban una antigua disputa entre Baylac y Flores en ocasión
de la discusión por la ley de patentes en Diputados. Supuestamente,
en aquel debate Baylac mantuvo una posición más cercana
a los laboratorios extranjeros mientras que el frepasista habría
estado más afín a las empresas nacionales.
El ministro de Desarrollo Social, Juan Pablo Cafiero, también frepasista
y jefe directo de Flores, se mostró esquivo a opinar sobre la salida.
En su única aparición, Cafiero le dijo a la Rock and Pop
que Flores formuló apreciaciones personales sobre una situación
altamente sensible y delicada e hizo consideraciones que a nuestro criterio
no tienen opinión oficial. Luego de presentar su renuncia,
Flores conversó con Página/12:
¿Lo sorprendió la decisión del Presidente?
No, me decepcionó. Me resultaba difícil entender cuál
de mis expresiones se daba de patadas con la posición que tenía
el Gobierno. Pero eso fue hasta que comprendí que me habían
utilizado para dar un gesto de autoridad que les estaba haciendo falta.
Cuando hay una crisis de autoridad tan fuerte, el Gobierno está
muy débil y cualquier presión lo asusta.
¿Alguien del Gobierno le dio explicaciones?
No, nadie. Igual, cuando estuve en la Rosada dije que no tenía
ningún interés en ver al Presidente porque él ni
siquiera me había llamado por teléfono para preguntarme
qué había pasado con mis declaraciones.
¿Esperaba que el ministro Cafiero actuara de otra manera?
Esperaba que hiciera lo que hizo. Es decir, que me transmitiera
lo que pensaba el Presidente y que me diera la posibilidad de transmitirle
lo que yo pensaba. Cuando supe que había malestar o, mejor dicho,
la suerte de exagerado malestar que habían provocado mis declaraciones,
comprendí que no tenía sentido hacer nada para quedarme
porque ya no tenía ganas de quedarme. Así que Cafiero no
tenía por qué hacer nada.
¿Usted justificó el atentado?
Nunca. Jamás alguien va a encontrar una declaración
en toda mi carrera política que pueda justificar un hecho de esa
naturaleza. Aclarando que era consciente de lo sensible del tema, lo que
dije fue que un orden económico irracional injusto era el campo
propicio para que se generenmovimientos que puedan provocar hechos brutales,
demenciales, como los que han sucedido. Es más, en esas declaraciones
sostuve que los que habían hecho el atentado eran una expresión
del mal.
¿Cuál debería ser la actitud del gobierno argentino
en el conflicto?
Después de haber sobreactuado su primera postura, creo que
el Gobierno ha comenzado a repensar la posibilidad de participar en una
guerra en la que no van a tener ningún poder de decisión.
Me parece que percibieron la reacción negativa que se había
generado en la gente y que debían volver a pensar su posición.
OPINION
Por Washington Uranga
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Ni pensar
También en términos ideológicos el efecto
local de los atentados de la semana anterior en Washington
y Nueva York se refleja en la derechización de los discursos
y las actitudes políticas. Lo sucedido con el frepasista
Rafael Flores es apenas una muestra que deja en evidencia hasta
qué punto el discurso único se ha instalado en todas
las instancias del poder con la pretensión de no permitir
disidencias ni en el hacer ni en el pensar. Para George Bush todo
el que no se sume a su cruzada en favor de la libertad
es una suerte de personero del mal. Seguramente Fernando de la Rúa
tiene el temor de que una opinión libre y no alineada, aunque
sea criteriosa y represente a gran parte del pensamiento de los
argentinos, debilite su imagen de alineamiento incondicional con
el imperio. A falta de relaciones carnales, por qué
no el alineamiento y la subordinación acrítica.
De la misma manera que Estados Unidos amenaza con arrasar no sólo
a los terroristas sino a todo aquel considerado por el poder central
del mundo como cómplice o protector de los presuntos agresores,
desde lo ideológico se quiere utilizar la coyuntura para
eliminar todo atisbo de disidencia, de no alineamiento o de crítica
al autoritarismo. Se trata de un momento grave para la humanidad.
Porque bajo la amenaza, el terror o la coerción de puede
convalidar incluso legalmente, como se está pretendiendo
en Estados Unidos el desmoronamiento de derechos humanos conquistados
por la humanidad sobre la base de toma de conciencia, de luchas
y, siempre, a costa de víctimas que entregaron sus vidas
para lograr esos avances.
La denuncia de esta realidad es, cuando menos, insuficiente. Quienes
se comprometen, desde diferentes posiciones políticas, ideológicas,
éticas o religiosas, en defensa de la vida y de los derechos
humanos, tienen que sumar sus fuerzas y organizar también
una ofensiva en salvaguarda de los derechos humanos antes que la
soberbia del discurso, apoyada en la hegemonía económica
y en la prepotencia militar, termine señalando como terroristas,
fundamentalistas y contrarios al mundo libre
a todos aquellos que se atrevan a pensar por sí mismos y
a discrepar con la historia oficial de los hechos y con la hermenéutica
de los acontecimientos. Los argentinos tenemos una triste experiencia
acerca de la suerte que corrieron muchos que tuvieron la osadía
de pensar diferente.
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