Por Eduardo Videla
Ahora, los cuadros tienen
la casa que nunca tuvieron. Hay obras que estuvieron dispersas por el
mundo y que se están conociendo estos días. A partir de
ahora tendrán un único hogar, para siempre, en Buenos Aires.
El que habla así de su propia colección es Eduardo Costantini,
empresario próspero y fundador del Museo de Arte Latinoamericano
de Buenos Aires (Malba), que inaugura hoy y abre sus puertas al público
a partir de mañana. Su colección no dejará de ser
privada pero a partir de su exposición será también
patrimonio público. Costantini ya piensa cómo incrementarla:
Me imagino al Malba dentro de veinte años con centenares
de obras más y triplicando su capacidad, dijo a Página/12.
La colección fue creciendo desde el otoño de 1970, cuando
Costantini compró sus dos primeras obras. Por entonces no era aún
el inversionista exitoso en que se convirtió con los años:
vendía abrigos de lana a bordo de un Citroën 3CV en los comercios
de la avenida Santa Fe. Los buenos negocios se fueron sucediendo junto
con el incremento de su colección: Costantini es dueño de
la financiera Consultatio y entre sus negocios más ambiciosos figura
el megaemprendimiento Nordelta, un complejo de barrios privados y edificios
en la zona del Tigre.
Pero para Costantini, la fortuna no parece ser un fin en sí mismo.
El se encargó de aclararlo ayer, durante la conferencia de prensa
en la que presentó su museo: No hay mejor negocio que la
actividad filantrópica. Uno recibe más de lo que da,
afirmó.
La colección ya había tenido su primer contacto con el público
en 1996, en una muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes. Ese mismo
año comenzó a plasmarse la idea del museo, con la compra
del terreno en una ubicación privilegiada: Figueroa Alcorta y San
Martín de Tours, junto a la Plaza Perú.
Para construir el edificio el primero construido especialmente para
ser destinado a museo en la ciudad se convocó a un concurso
internacional. Se presentaron 430 trabajos de 45 países. Los ganadores
fueron tres jóvenes arquitectos cordobeses: Martín Fourcade,
Gastón Atelman y Alfedo Tapia. La idea para el diseño
fue desarrollar un edificio que tuviera peso, pero a la vez, que fuera
un espacio neutro, que no compitiera con las obras de arte. Que fuera
atemporal, destinado a permanecer en el tiempo y también que tuviera
un compromiso con los espacios públicos, sintetizó
Fourcade a Página/12. Ese compromiso está dado por la integración
del entorno, a través de sus paredes y techos de vidrios, mientras
que la solidez se manifiesta en su estructura de mármol, que prevalece
en la fachada y en su cara norte.
Costantini aclaró que no hubo apoyo financiero oficial la
construcción costó 25 millones de dólares pero
destacó el respaldo del gobierno de la Ciudad, que se plasmó
en la ley que le permitió construir más superficie que la
permitida, excepción que recibió duros cuestionamientos.
El Malba abre con una muestra de 283 obras, titulada Arte en América
latina (ver nota aparte). Es el resultado de un trabajo de equipo, del
que no fue ajeno el propio Costantini, bajo la batuta del director del
Malba, el mexicano Agustín Arteaga.
Queremos que no sea un museo elitista, y que tenga sensibilidad
social, enfatizó el fundador del Malba durante la presentación.
Con ese fin, se ha organizado un programa de visitas destinado a chicos
de escuelas e instituciones públicas, y que incluye medios de transporte
para los que tengan dificultades para solventarlos. Son visitas
guiadas de 45 minutos que incluyen prácticas de taller, donde los
chicos trabajan con materiales y distintas técnicas, explicó
Lía Munilla Lacasa, coordinadora de Extensión Cultural y
Servicios Educativos del Malba.
El Museo tiene armada su agenda de actividades hasta enero de 2003. Después
de la actual exhibición, el 13 de diciembre se inaugura la muestra
Políticas de la Diferencia. Arte Iberoamericano de fin de Siglo,
organizada por el Instituto Valenciano de Arte Moderno. Luego vienen una
retrospectiva del artista estadounidense Roy Lichtenstein y del brasileño
Lasar Segall, para culminar con una exhibición de más de
150 obras de Diego Rivera y Frida Kahlo, en octubre del año que
viene.
El programa se completa con un ciclo de encuentros con escritores, con
entrada libre y gratuita, en el que participarán Carlos Fuentes,
Abelardo Castillo, Jorge Edwards y María Esther de Miguel, entre
otros. También habrá cursos sobre cine latinoamericano y
artes visuales y museología y un ciclo de preestrenos internacionales.
Estas actividades son aranceladas y forman parte de la fuente de recursos
para financiar el Malba, cuyo costo operativo anual se estima en los 2,5
millones anuales.
Parte de esa misión la cubrirán también la librería
del museo y el sector gastronómico, además de las entradas,
que costarán 4 pesos para mayores de 12 años. Con vistas
al futuro, Costantini impulsa la creación de la Asociación
de Amigos del Malba, que se ocupará de incrementar la colección
como de hacer que el museo sea un proyecto sustentable. Aunque por ahora,
todas las expectativas están puestas en la respuesta del público,
que dará su veredicto a partir de este fin de semana.
Los horarios y las
actividades
- El Malba estará abierto al público a partir del
viernes al mediodía. El horario será de 12 a 19.30
los lunes jueves y viernes. Sábados y domingos estará
abierto desde las 10 hasta las 19. Los miércoles, de 12 a
21. Los martes permanecerá cerrado.
- La entrada general es de 4 pesos, pero para estudiantes, jubilados
y menores de 12 años es gratuita. Los docentes y mayores
de 65 años pagan dos pesos. Y los miércoles la entrada
es libre y gratuita.
- Habrá visitas guiadas todos los días, a las 17,
con excepción de los miércoles, que se harán
a las 16.
- La biblioteca, especializada en arte latinoamericano, estará
abierta para el público lunes, miércoles, jueves y
viernes, de 12 a 18.
- En la librería se podrán comprar CDs, libros, catálogos,
videos, remeras y merchandising, en el mismo horario del museo.
- El Malba café, en cambio, tendrá un horario extendido:
de 9 a 21, salvo los miércoles (cerrará a las 24)
y los martes (cerrado).
- Las visitas escolares participativas, con actividades de taller,
se realizarán de lunes a viernes, de 9.30 a 11.30. Las reservas
pueden hacerse al teléfono 5808-6556.
- Los miércoles a las 18 se realizan los Encuentros Cara
a Cara, a cargo de especialistas que analizan las obras con el público.
La actividad es gratuita y los cupos, limitados.
- También los miércoles, a las 19.30, se realizarán
los Encuentros con escritores. Comienza el 3 de octubre, con Abelardo
Castillo, en el Auditorio.
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La estrategia de una
colección
Por Fabián Lebenglik
El Malba es un museo deslumbrante, un privilegio para Buenos Aires
y una muy buena noticia especialmente cuando su inauguración
sucede en tiempos tan sombríos. El edificio, proyectado y
diseñado específicamente para su función por
los arquitectos cordobeses Gastón Atelman, Martín
Fourcade y Alfredo Tapia todavía irradia, antes de su inauguración,
una frialdad semejante a la de los no lugares (aeropuertos, shoppings)
que probablemente será contrarrestada con el uso, cuando
los visitantes comiencen a llenar las salas y a apropiarse del lugar
a partir de mañana.
El patrimonio fundacional del museo lo constituyen las 228 obras
de la colección de Eduardo Costantini, titular de la fundación
de la cual depende el Malba. Se lee claro en el frente del edificio:
Malba-Colección Costantini.
Es inusual que un empresario afortunado tome una decisión
tan fuerte como formar una gran colección de arte latinoamericano
y luego construir un gran museo que albergue esa colección
para la comunidad. Esta decisión debe festejarse y apoyarse
porque el Malba va a integrarse con peso propio en la vida cultural
de Buenos Aires.
Toda colección supone un estrategia cultural, estética
e ideológica, y el gesto se traduce en este caso en una política
cultural y estética: el pensamiento y el arte regional y
la relación entre regionalismo e internacionalidad. Una colección
que se precie supone el valor agregado de, precisamente, pertenecer
a determinado coleccionista o institución. Eduardo Costantini
comenzó a armar la suya en los años ochenta, muy bien
asesorado. El punto de partida fue el arte argentino contemporáneo,
y se fue ampliando hacia la modernidad uruguaya para salir luego
a la búsqueda de obras claves de la pintura latinoamericana.
Como casi todas las buenas colecciones, ésta fue tomando
consistencia con un triple criterio: el gusto personal, la importancia
objetiva de cada una de las piezas trabajosamente adquiridas y el
capricho. Cada obra tiene una historia detrás, en la que
se combinan investigaciones detectivescas, negociaciones complejas,
competencias y pujas con otras colecciones e instituciones, célebres
remates internacionales, altos precios y así siguiendo.
Simultáneamente, a partir de 1996, Costantini hizo una alianza
estratégica con el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA),
donde exhibió por primera vez su colección (ese mismo
año). Desde 1997, el empresario organizó en el MNBA
importantes y suculentos premios anuales de pintura, que ahora están
colgados en el Malba. La colección viajó para ser
expuesta en España, Uruguay, Brasil y Estados Unidos.
La acumulación de capital simbólico que significa
una colección artística se comprueba con ese viaje
en el tiempo que implica la incorporación de obras del pasado,
el presente y el futuro. Se trata de fijar, en la batalla de los
sentidos (del poder simbólico como correlato del poder real)
una secuencia, un panorama, un recorrido determinado, a partir de
lo que entra y de lo que no entra a formar parte del conjunto.
El coleccionismo y la colección se relacionan con el traslado
y la acumulación controlada; con lo disperso, lo seriado
y lo reunido. Toda colección es incompleta respecto de la
producción real, pero esa incompletud supone y sólo
supone al mismo tiempo algo completo, representativo y enciclopédico.
Todas las piezas de una colección, a partir de su incorporación,
nacen de nuevo, por eso las colecciones son bautizadas
con los nombres de sus propietarios. En este sentido, los Medicis
no pasaron a la historia por ser banqueros y prestamistas sino más
bien por su tarea de mecenazgo. Detrás de toda inversión
empresaria en la cultura está el deseo solidario de contribuir
al bien común y el egoísta de que su nombre quede
en el mármol y el bronce. Cada pieza de una colección
pierde gran parte de la función que tenía para fusionarse
en una nueva identidad colectiva, dada por el conjunto y por la
personalidad del coleccionista.
La muestra inaugural del Malba que seguirá hasta el
18 de noviembre lleva el título genérico Arte
en América latina, y propone un recorrido por las artes
de la región en el siglo XX, especialmente por la pintura
de la Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador,
México, Uruguay y Venezuela. A las 228 obras propias se suma
más de medio centenar de obras procedentes de otras colecciones
latinoamericanas, para subsanar baches evidentes y persistentes
en la Colección Costantini, que está, todavía,
en proceso de crecimiento.
Las obras seleccionadas para sumarse a la colección Costantini
provienen de México; de la Colección María
Luisa Bemberg (que la cineasta donó poco antes de morir al
MNBA, que no puede exhibirlas por falta de espacio); Museo Bellapart
de República Dominicana; Colección Gilberto Chateaubriand,
Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, Colección
Eduardo Grüneisen (Buenos Aires), Colección Gary Nader
de Miami, Fundación Daniela Chappard (Caracas), Fundación
Armando Alvares Penteado, del Museo de Arte Brasileño, Colección
Fundación Zúñiga Laborde, A.C. (México)
y de las colecciones particulares de artistas argentinos como León
Ferrari y César Paternosto (éste último residente
en Nueva York).
En el enorme vestíbulo del museo, el primer impacto para
el visitante es un gran políptico en blanco y negro de Jorge
de la Vega. En el primer piso se exhiben tres de las obras emblemáticas
de la colección: Manifestación (1934), de Antonio
Berni; Abaporu (1928), de Tarsila do Amaral, y Autorretrato con
chango y loro (1942), de Frida Kahlo (que ya se la define como la
Gioconda de Costantini).
La muestra se inicia con los pintores que a comienzos del siglo
XX empezaron a pensar en la autonomía del arte respecto de
la llamada realidad: Pedro Figari, Anita Malfatti, Valentín
Thibon de Libian, Rogelio Irurtia. El criterio expositivo es temático
y cronológico, y las secciones se dividen en módulos.
La exposición continúa con la modernidad y las vanguardias:
Rafael Barradas, José Cúneo, Pablo Curatella Manes,
Emilio Pettoruti, Diego Rivera; sigue con las tendencias y movimientos:
desde el constructivismo un espacio considerable dedicado
a pinturas y juguetes de Joaquín TorresGarcía,
la identidad del paisaje latinoamericano Miguel Covarrubias,
Alfredo Guttero, Agustín Lazo, Cándido Portinari,
Emiliano Di Cavalcanti, Diego Rivera, Lasar Segall, el realismo
social Antonio Berni, Frida Kahlo, José Clemente Orozco,
David Alfaro Siqueiros, el surrealismo Roberto Aizenberg,
Juan Batlle Planas, Antonio Berni, Juan del Prete, Tarsila do Amaral,
Raquel Forner, Rufino Tamayo, Xul Solar, Roberto Matta, Wifredo
Lam, las variaciones sobre el concretismo Arden Quin,
Martín Blaszko, Sergio Camargo, Lygia Clark, Enio Iommi,
Gyula Kosice, Helio Oiticica, Grete Stern, Rhod Rothfuss, Mira Schendel,
Gregorio Verdánega y la ausencia de una obra crucial como
la de Alfredo Hlito, el arte óptico y cinético
especialmente varias obras de Julio Le Parc, el informalismo
León Ferrari, Alejandro Otero, Fernando Szyszlo, Clorindo
Testa, la neofiguración Berni, De la Vega, Deira,
Macció, Noé, Seguí, Gurvich, Antonio Dias,
el desarrollo del uso del volumen como lenguaje Botero, Zúñiga,
Camargo, y una nueva experimentación que se desarrolló
a partir de la década del sesenta y setenta García
Uriburu, Nelson Leirner, César Paternosto. Las últimas
décadas están representadas con obras de Benedit,
José Bedia, Nicola Costantino, Ana Eckell, Daniel García,
Guillermo Kuitca, Juan Lecuona, Marcia Schvartz y Pablo Suárez,
entre otros.
Pero el futuro del museo es muy auspicioso, y su sostenimiento está
por verse cuando la colección permanente comience a interactuar
y a dialogar con las muestras temporarias y con todas las demás
actividades, cursos, encuentros y programas.
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