El horror de las cifras de muertos
en Nueva York está lejos de terminar. Ayer, el número de
víctimas en las Torres Gemelas dio un salto abrupto, cuando el
alcalde Rudolph Giuliani anunció que los desaparecidos ascienden
ahora a 6333 y los cadáveres rescatados son 241. La diferencia
con los datos de la víspera que daban cuenta de mil desaparecidos
menos se debe, según el alcalde, a los nombres aportados
desde el exterior, de personas de otras nacionalidades. Sumando las víctimas
de Washington y Pennsylvania, la cifra llega ahora a 6807. El país,
no obstante, intenta retomar la normalidad, pero el peso de la muerte
aparece hasta en los sueños: estudios dados a conocer ayer muestran
los altos niveles de depresión, ansiedad e insomnio que alteran
la vida de los norteamericanos.
Haciendo un balance, los datos hasta ahora son los siguientes:
- Nueva York: 241 muertos de los que 170 pudieron ser identificados,
fueron sacados de entre los escombros de las Torres Gemelas. Los desaparecidos
ascienden a 6333. El balance incluye a los 157 pasajeros y tripulantes
de los dos aviones que se estrellaron contra las torres.
- Washington: 189 muertos o desaparecidos, según el Ministerio
de Defensa. La cifra incluye a 125 personas que trabajaban en el Pentágono
y 64 pasajeros del Boeing 757 que los secuestradores incrustaron contra
el edificio.
- Pennsylvania: 44 muertos, entre ellos siete miembros de la tripulación
del avión que se estrelló allí.
Los números, dijo Giuliani, pueden seguir cambiando a medida que
se cruzan los nombres aportados por familiares y empresas. Algunos medios
sostienen que en realidad los muertos en el World Trade Center podrían
ser bastantes más, porque las cifras dadas hasta ahora no incluyen
a los trabajadores ilegales o a quienes vivían solos y no fueron
reclamados por nadie.
Muchas de las víctimas son inmigrantes que llegaron a Nueva York
huyendo precisamente de guerras, dictaduras y actos de terrorismo en sus
países de origen. Durante todos estos días han resultado
especialmente dolorosos los testimonios de muchos familiares de paquistaníes,
salvadoreños, guatemaltecos o peruanos que trabajaban en los edificios
destruidos y que yacen bajo sus escombros, y que recordaban, con extraña
serenidad y mucho dolor, cómo habían huido del terrorismo
en Cachemira, de los escuadrones de la muerte de la ultraderecha centroamericana
o de la locura de Sendero Luminoso. En las largas listas de fotos que
publican los diarios locales y de barrio, y en las hojas que siguen prendidas
de árboles y faroles, son muy frecuentes los nombres hispanos.
Las empresas que tenían sede en las torres dicen que se salvaron
unas 15.000 personas de sus oficinas, pero también esos datos son
tomados con pinzas: muchas de esas empresas perdieron todos sus archivos
y listas telefónicas.
El alcalde también anticipó que los restos de algunas víctimas
pueden no ser encontrados nunca: Existe una muy fuerte posibilidad
de que, dada la naturaleza de esta implosión y las temperaturas,
no podamos recuperar a cada persona. Los trabajos, agregó,
tardarán unos seis meses como mínimo. Otros me han
dicho que eso es probablemente optimista agregó. Tenemos
que presumir que nos quedan 180 días de limpieza muy intensa, aunque
ya hemos retirado 60.000 toneladas de estructura y escombros.
Aunque cada día que pasa las posibilidades de encontrar algún
sobreviviente parecen alejarse, Giuliani dijo que aún tienen expectativas.
Comprendemos lo que eso significa en términos de posibilidades,
pero todos los expertos me han dicho, incluyendo a gente de las fuerzas
armadas, que hubo situaciones en las que hubo gente que sobrevivió
por un período más largo del que estamos hablando. Hasta
que no me digan que ese no es el caso, ésta será una misión
de rescate, de tratar de rescatar seres humanos.
Pese a todo, la ciudad Nueva York intenta volver a la normalidad. Ayer
reabrieron en parte el puente de Brooklyn. También está
de vuelta el correo y la recolección y envío de paquetes
postales (suspendidos desde el martes 11 en todo el país por motivos
de seguridad), y la programación normal de las grandes cadenas
de televisión. Un consuelo pequeño.
Depresión e
insomnio
El espectáculo de destrucción y muerte que sufrieron
tuvo un devastador impacto en la psiquis de los norteamericanos.
Los especialistas en los hospitales han relatado en los últimos
días que reciben a diario centenares de consultas por depresión
y ansiedad. Ayer un estudio lo puso en cifras: el 71 por ciento
de los norteamericanos dice estar deprimido. El sondeo sobre 1200
personas, del centro de investigación Pew de Washington,
mostró que la depresión es más marcada en las
mujeres (80 por ciento) que en los hombres (62 por ciento) y en
las personas con hijos (76 por ciento) que entre quienes no los
tienen (69 por ciento).
Cuatro de cada diez mujeres dicen padecer insomnio, contra el 26
por ciento de los hombres. Más aún, en las costas
este y oeste, cerca de seis de cada diez personas sufren problemas
de concentración, cifras que bajan considerablemente en el
centro del país.
Las plegarias fueron la respuesta del 69 por ciento de los estadounidenses
ante los ataques, y más de la cuarta parte consideró
la posibilidad de evitar viajar en avión.
El estudio, realizado entre el 13 y el 17 de setiembre, mostró
que los ataques contra Nueva York y Washington tuvieron un impacto
psicológico más fuerte que la guerra del Golfo: en
ese momento el 50 por ciento de los norteamericanos dijo sentirse
deprimido.
|
EL
WALL STREET JOURNAL, EN LA ZONA DEL DRAMA
Un diario que no tiene sede
Por Isabel Piquer
*
Desde
Nueva York
El digno, marmóreo y
respetado The Wall Street Journal nunca pensó que se dedicaría
al periodismo de trincheras. Los atentados cambiaron su vocación
cuando los trozos de las Torres Gemelas de Nueva York empezaron a caer
sobre su redacción del vecino World Financial Center, en el 200
de Liberty Street. Desde entonces, el primer diario financiero del mundo
ha tenido que desplegar todos sus recursos para salir de la crisis más
espeluznante de su historia y seguir saliendo a diario.
Todos los redactores están ahora desperdigados entre el centro
administrativo de South Brunswick, en Nueva Jersey, a más de cien
kilómetros de Nueva York; las oficinas de marketing en Manhattan,
en la calle 44, y unos locales en Soho. Eso para los que no han preferido
trabajar directamente desde sus casas con Internet.
El esquema se organizó rápidamente el mismo día de
la catástrofe. Había que sacar el periódico como
fuera. Desde el principio, el equipo directivo tenía muy
claro que había que salir a la calle, cuenta Edward Schumacher,
director del Wall Street de las Américas, la edición en
español del diario financiero.
Y salió, con 20 páginas menos, pero salió. La redacción
consiguió cerrar apenas una hora más tarde de lo habitual.
Se distribuyó más del 80% de sus casi dos millones de copias
diarias. Por tercera vez en sus 112 años de historia, después
de Pearl Harbor y la guerra del Golfo, un titular a seis columnas llenaba
la portada: Terroristas destruyen el World Trade Center. El Pentágono,
alcanzado por un avión secuestrado.
En los primeros momentos cundió el pánico. Se pensó
incluso que uno de los directores, Paul Steiger, había desaparecido.
Lo peor de todo es que no supimos nada de mucha gente hasta media
tarde porque no funcionaban los teléfonos, cuenta Schumacher.
Al final no hubo muertos entre los 900 empleados de Dow Jones, la empresa
propietaria del diario.
La oficina de Washington se hizo cargo de la edición. Los directores
tuvieron que reunirse en el departamento, en el Upper West Side, de uno
de ellos, Byron Calame. Los editorialistas encontraron refugio en el sótano
del piso de Brooklyn de su responsable, Robert Bartley. Mientras, algunos
de los redactores que iban huyendo de Manhattan conseguían tomar
algunos de los ferries en dirección a Nueva Jersey. El servicio
de agencias del Dow Jones se elaboró en las delegaciones de Londres
y Hong Kong.
Ahora, South Brunswick, un lujoso complejo de edificios en medio del campo,
se ha convertido en el centro de operaciones. Allí está
instalado todo el sistema informático del Wall Street, lo que permitió
mantener la estructura vital del periódico en los momentos de crisis.
Han sacado fotos de cómo han quedado nuestras oficinas en
Nueva York y muchas están medio destrozadas, sobre todo las que
daban al World Trade Center. Espero que en algún momento podamos
volver para recuperar nuestras cosas, toda nuestra documentación,
comenta Joaquín Fernández Núñez, que se encarga
de la edición en Internet del Wall Street en español. Ahora
esto es un caos, estamos rodeados de cajas, nos han comprado nuevas computadoras,
pero habrá que instalarlas.
No sabemos cuándo podremos volver a una cierta normalidad,
pueden ser seis semanas o pueden ser seis meses, dice Schumacher.
El periódico ha organizado un servicio de autobús e incluso
ofrece a sus redactores habitaciones de hotel cercanas para evitar trayectos
eternos entre Nueva York y Nueva Jersey.
Dos días después del atentado, el director, Peter Kann,
hacía una llamamiento a sus lectores. Vamos a responder a
este reto de la forma más efectiva: seguiremos publicando nuestro
periódico, como lo hemos hecho hasta ahora.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.
|