Por Eduardo Febbro
Desde
París
Si el sistema financiero
internacional fuese menos hipócrita, seguramente el terrorismo
internacional no tendría la capacidad con que cuenta hoy.
La frase pertenece a un miembro de la OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico) que trabaja en el
seno de una célula interna del organismo, consagrada a la lucha
contra la corrupción. Tras los atentados de Manhattan y Washington,
los expertos europeos sacan el mismo y repetitivo balance: el dinero del
crimen organizado irriga los mercados de las grandes plazas financieras
y vuelve a los bolsillos de sus propietarios que luego lo utilizan para
financiar operativos en los mismos países de donde
sacan los beneficios. Robo, chantaje, desvío de fondos públicos,
impuestos revolucionarios, tráfico de drogas, de armas y especulaciones
financieras constituyen un paquete de dinero criminal de considerable
alcance.
La suma es tan impresionante que los expertos la evalúan a partir
de un reciente instrumento estadístico bautizado PBC, Producto
Bruto Criminal. A fines de los años 90, el PBC representaba entre
800.000 y 900.000 millones de dólares. Según cuatro jueces
europeos autores del libro Un mundo sin ley, en los últimos
10 años las mafias acumularon más de 3.300 millones de dólares
a través del mundo. No es extraordinario entonces que un
personaje como Osama Bin Laden tenga tantos capitales escondidos
en el corazón de Occidente. Nada más que en Francia, la
familia Bin Laden tiene acciones en una empresa que fabrica mangueras
y es dueña de una editorial que no esconde su nombre: Ediciones
Bin Laden.
Policías y magistrados que trabajan en el blanqueo de dinero evocan
impotentes la progresiva desaparición de las fronteras entre
la economía real y la economía criminal. Fuentes francesas
aseguran que el cartel de Cali detentaba en valores bursátiles
más de 10 mil millones de dólares que fueron invertidos
en los valores tecnológicos de la nueva economía y luego
reinvertidos en otros sectores. El mismo ejemplo se puede citar a propósito
de quien aparece como el responsable intelectual de los atentados del
11 de setiembre, el millonario de origen saudita Osama Bin Laden. El juez
francés Renaud Van Ruymbeke afirma al respecto que la erradicación
del terrorismo político e ideológico es una necesidad
tan urgente como retirar de los circuitos financieros que riegan el planeta
los capitales sucios que sirven a menudo los intereses del terrorismo.
Thiery Crettin, magistrado francés miembro de la oficina europea
de lucha contra el fraude, explica que las redes terroristas tienen
una extraordinaria imaginación para llegar a sus fines y saben
servirse perfectamente de los medios legales que están a su disposición.
Contrariamente a lo que ocurre con el blanqueo del dinero sucio, los capitales
destinados al terrorismo pasan por un proceso que consiste en ensuciar
el dinero limpio. Se trata de poner las sumas limpias adentro de los circuitos
clandestinos para que las células que están preparadas a
pasar a la acción compren las armas y cubran los gastos necesarios
a los operativos decididos. Un informe sobre la represión del financiamiento
del terrorismo elaborado este año por el Senado francés
destaca que el terrorismo internacional usa para sus fines los recursos
que la finanza internacional pone al alcance de los particulares y las
empresas. El juez francés Eric Halphen cuenta que hacen
falta cinco minutos para depositar 1.150 dólares en Holanda, cinco
para transferirlos a Gran Bretaña, cinco más para enviarlos
a Suiza y otros cinco para sacarlos en efectivo, cruzar la calle y usarlos
en lo que se quiera.
La célula financiera francesa especializada en el blanqueo de capitales
(GAFI) evalúa en 400.000 millones de dólares la cifra que
genera el tráfico de droga. En el contexto del terrorismo actual,
el tráfico de estupefacientes aparece como el pilar de los operativos
preparados en el exterior. Según Thierry Crettin, el tráfico
de drogas es determinante. Con él, los terroristas lograron acumular
rápidamente un capital para comenzar que cambió fundamentalmente
el espacio de su sostén financiero. Un informe de la ONU
revela que en el país donde Bin Laden vive refugiado, Afganistán,
la producción de opio alcanzó las 4.500 toneladas, es decir,
el 80 por ciento de la producción mundial. Esta representa 91.000
millones de dólares.
Especulación financiera, tráfico de drogas, de armas, la
galaxia financiera con que funciona el sistema Bin Laden entra perfectamente
en el conjunto de las definiciones avanzadas por los expertos. Su implantación
mundial es tal que, según reveló el vespertino francés
Le Monde, hasta una pequeña empresa francesa que fabrica mangueras
de riego (ITEP Internacional) cuenta entre sus accionistas mayoritarios
a miembros de la familia de Bin Laden (una sobrina y un sobrino). La empresa
está situada en la localidad sureña de Gap, es decir, en
la misma donde está registrada una casa editorial llamada Ediciones
Bin Laden. Antoine Basbous, director del Observatorio de los países
árabes, recuerda que en apenas 20 años el gobierno
saudita invirtió 60.000 millones de dólares a fin de agrandar
o refaccionar los lugares santos. El dato es importante cuando se
sabe que la familia Bin Laden hizo su fortuna obteniendo casi todos los
contratos de construcción o renovación de los lugares santos
del Islam. La construcción de La Meca figura entre esas obras millonarias.
Las sumas acumuladas fueron luego transferidas en parte al extranjero
y, como lo señala un experto francés, quién
puede estar seguro de que detrás de una empresa determinada propietaria
de un programa inmobiliario en San Francisco no está Osama Bin
Laden.
Los integrantes del GAFI hablan de rompecabezas mundial tanto
más inextricable cuanto que en el mundo existen más de 160
instituciones financieras que ofrecen la gestión islámica
de los capitales. La mayoría de esas instituciones se encuentran
basadas en Londres. La capital británica es para los investigadores
el centro de la nebulosa del capital islámico a través
de la cual circulan decenas de miles de petrodólares y otros capitales
de origen indescifrable. El principio de inmunidad soberana de que gozan
en Gran Bretaña los estados monárquicos muchos bancos sauditas
escapan al control de las autoridades locales. Viven en perpetua
impunidad, aseguran en París los especialistas de las finanzas
negras.
La tarea de las estructuras antiterroristas es más inabarcable
aún por el hecho de que la opacidad de los circuitos financieros
mundiales resulta un terreno ideal para la transferencia de capitales.
Ambigüedad de las leyes, paraísos fiscales, complicidad de
los mercados y de los bancos, costumbres religiosas que generan sumas
tan millonarias como incontrolables, la punta de la madeja es infinita.
Varias fuentes antiterroristas consultadas por Página/12 destacaron
que organizaciones terroristas como Hamas, los Hermanos Musulmanes, los
combatientes de Bin Laden, los mujaidines que actuaron en Bosnia-Herzegovina,
en Chechenia o en Afganistán fueron financiadas con dinero proveniente
de las cajas religiosas. Por ejemplo, el ministro saudita de los bienes
religiosos cuenta con unos 10.000 millones de dólares anuales con
los que financia unas 20 organizaciones cuya misión va desde la
enseñanza hasta la justicia y la propagación del Islam en
el mundo. Parte de esos fondos alimenta ONGs como Islamic Relief o la
Rabita. En nombre de la zokat, la contribución religiosa, muchos
sauditas entregan a esas organizaciones una porción de los dividendos
ganados mediante su participación en empresas occidentaleso en
los mercados bursátiles del mundo. Los observadores cifran en varias
decenas de miles de millones de dólares el flujo financiero administrado
por esas organizaciones. Si bien una gran parte de dichos fondos se destina
a obras sociales, escolares o humanitarias, otro segmento cada vez más
creciente va a parar a las arcas de los movimientos terroristas.
|