Por M.J.
¿Cuáles
son los peligros regionales de una intervención militar?
Es difícil imaginar una región más conflictiva
para una intervención militar. El triángulo Pakistán-India-Afganistán,
con su combinación de conflictos fronterizos, fundamentalismo religioso
y armas nucleares, es una de las zonas más explosivas del mundo.
Si a esta zona se le añade el Medio Oriente, no cabe duda que estamos
ante la crisis internacional más grave desde la instalación
de los misiles en Cuba en 1962. Uno de los grandes peligros es que la
intervención militar debilite a los actuales gobiernos regionales
y provoque su sustitución en cadena por regímenes fundamentalistas
musulmanes. La teoría del dominó, que nunca se materializó
durante la época de la Guerra Fría, podría verificarse
ahora en el mundo musulmán.
¿De qué depende?
En gran medida dependerá del tipo de intervención
militar. Si se trata de una intervención con tropas terrestres
que se limite a atacar a Osama bin Laden es posible que no tenga grandes
repercusiones, salvo en el caso especial de Pakistán. Si muere
gran cantidad de civiles afganos habrá consecuencias muy graves.
¿Es posible tener una operación militar sin bajas
civiles?
Es posible. Pero lo más probable es que haya bajas civiles.
Esto tendrá consecuencias a nivel regional y mundial. En todos
los países que tienen fuertes comunidades islámicas, como
Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, habrá reacciones:
manifestaciones, aumento de la tensión racial, atentados. En los
países musulmanes se abriría esta peligrosísima posibilidad
de un efecto dominó.
Pakistán es el más afectado por la crisis. ¿Qué
posibilidades hay de que grupos fundamentalistas islámicos tomen
el poder?
Incluso antes de los ataques a las Torres Gemelas y al Pentágono,
la posición del general Pervez Musharraf era frágil. La
situación actual puede terminar de desestabilizarlo. Tanto las
Fuerzas Armadas como el servicio secreto paquistaní han mantenido
en los últimos 10 años una relación muy estrecha
con el régimen afgano. La influencia del gobierno talibán
alcanza a los generales paquistaníes, muchos de los cuales están
esperando su oportunidad para tomar el poder. De modo que considero perfectamente
posible que haya un golpe de Estado de orientación fundamentalista.
Si fuera exitoso, sería la primera vez que un gobierno fundamentalista
tiene acceso a armas nucleares. El peligro de una guerra con otra potencia
nuclear, India, por la zona de Kashmir, que tiene una mayoría musulmana
aunque está bajo control del gobierno indio, aumentaría
considerablemente.
El presidente Bush ha hablado de una cruzada antiterrorista que
iría mucho más allá de Afganistán. ¿Cómo
puede afectar esto a la región?
Si Bush aplica con coherencia la idea de una cruzada, casi todos
los países en Medio Oriente podría ser un blanco de ataque.
Hay grupos fundamentalistas en Egipto, Yemen, Arabia Saudita, Argelia,
Irán, Líbano, Siria y la Autoridad Palestina. El problema
es que la región es demasiado compleja para aplicarle el indiferenciado
mote de terrorista y que toda posibilidad de una alianza amplia se evaporaría.
Grupos como Hamas y Hezbollah no son percibidos en Medio Oriente como
terroristas sino como luchadores por la libertad que además no
operan fuera de la región. Uno de los países más
moderados y prooccidentales de la región, Jordania, tiene casi
un 50 por ciento de su población de origen palestino, que le reclama
a la monarquía una posición más dura y que podría
ser una víctima más de un ataque. Los países de la
ex URSS como Uzbekistán, Tajikistán y Turkmenistán
tienen grupos fundamentalistas opuestos al gobierno.
¿Cree que la tregua palestino-israelí va a favorecer
la formación de una coalición?
Sería muy importante. Hay dos factores que han alimentado
un fuerte odio hacia Estados Unidos en Medio Oriente. Uno es la situación
de los palestinos y el apoyo estadounidense a Israel. El otro es el impacto
civil de las sanciones contra Irak. En este sentido es preocupante que
se esté mencionando a Irak como un posible blanco de los ataques
cuando en realidad no hay pruebas de que haya estado vinculado a este
ataque. El régimen iraquí es abominable, pero no tiene una
historia de apoyo a grupos terroristas.
¿Cuál es la alternativa a la operación militar?
No creo que haya una. Estados Unidos tiene que hacer algo. Se lo
pide su opinión pública. Su respuesta no se puede limitar
a organizar una conferencia internacional sobre terrorismo.
El
amigo del Gran Satán anticipa un ataque químico
Por Marcelo Justo
Desde
Londres
La capital británica
vive este fin de semana en un estado de alerta policial ante la posibilidad
de un atentado terrorista. Según fuentes de la policía londinense,
todos los francos y pedidos de licencia fueron suspendidos y el conjunto
de la fuerza se haya acuartelado en anticipación de un posible
ataque con armas químicas o gas sarín. El jefe de la Policía
Metropolitana, Sir John Stevens, reconoció públicamente
anoche que la capital inglesa es uno de los blancos prioritarios de los
terroristas y que el número de fuerzas policiales en las calles
se incrementaría de 3000 a 4500 este sábado y domingo, sin
contar las fuerzas apostadas permanentemente en custodia de los lugares
oficiales. Para los que conocieron la Segunda Guerra Mundial en esta isla,
la situación tiene algo de déjà vu. Para
los que tienen menos de 60 años, la gran mayoría de la población,
parece un relato de ciencia ficción o una película convertidos
repentinamente en inquietante realidad. Anoche la policía británica
reveló que había detenido a tres hombres y una mujer en
relación con los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono
el pasado 11 de setiembre.
Londres es una ciudad acostumbrada a los alertas terroristas. Desde el
comienzo de la crisis en Irlanda del Norte en 1969 y la reaparición
del Ejército Republicano Irlandés, IRA, poco después,
la capital inglesa ha sido objeto de numerosos atentados y falsas alarmas.
Pero la situación actual es diferente. Las medidas adicionales
de seguridad en torno a los edificios gubernamentales, los aeropuertos,
aviones, instalaciones nucleares y la City revelan la existencia de un
Estado prebélico que, al igual que los preparativos de guerra en
torno al Golfo Pérsico, tiene aún que definir con claridad
su enemigo. Anoche Sir John Stevens insinuó que Londres debía
acostumbrarse a este estado de cosas. Tenemos que aceptar que Londres
es una de las principales capitales del mundo, con uno de los centros
financieros del planeta. Esto lo convierte en un blanco ideal para terroristas,
señaló. El jefe de la Policía Metropolitana negó
tener información concreta sobre posibles ataques suicidas aunque
admitió que la policía estaba analizando diariamente
las amenazas de bomba que recibía.
El prestigio de la capital inglesa o el hecho de ser uno de los centros
financieros de nivel mundial no son las únicas razones por las
que Londres es hoy blanco de ataque. Desde el día mismo de los
atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, el gobierno
laborista de Tony Blair se perfiló como el más proestadounidense
de los países de la Unión Europea. Además de ofrecer
su cooperación militar en la represalia a los culpables, Tony Blair
ha sintonizado con la cruzada antiterrorista que impulsa George
W. Bush, como lo reconoció el mandatario estadounidense, aunque
ha elegido un vocabulario menos colorido para describirla. El ministro
del Interior británico, David Blunkett, fue el artífice
de las medidas anunciadas el jueves pasado por la reunión de ministros
de la Unión Europea para homogenizar la legislación represiva,
acelerar los procesos de extradición y coordinar las tareas de
inteligencia, aumentando los poderes de la Europol, la Policía
Común Europea. El ministro de Economía, Gordon Brown, puso
en marcha un plan para incrementar las facultades del Servicio de Inteligencia
de lo Criminal con el objetivo de combatir el lavado de dinero y el flujo
financiero de los grupos terroristas. En otras palabras, Gran Bretaña
sacó a relucir una vez más su relación especial
con Estados Unidos, la misma que puso sobre el tapete durante la guerra
de Malvinas, basada en razones históricas y lingüísticas,
para alinearse sin reservas junto a Washington.
Esta alianza ha convertido a Gran Bretaña en un blanco de represalia
privilegiado. A esto se suma la presencia de lo que se ha llamado en las
últimas dos semanas el enemigo interno: los grupos
fundamentalistas que operan desde Gran Bretaña. El servicio secreto
británico, el MI5, estima que unos 2000 musulmanes que viven en
Gran Bretaña han participado en acciones o son simpatizantes de
los grupos terroristas. Varios de ellos están esperando a que la
justicia británica se expida sobre pedidos de extradición
estadounidenses. Uno de los más estrechos colaboradores de Osama
Bin Laden, Khaliz AlFawwaz, y otros tres acusados de participar
en los atentados de 1998 contra las embajadas de Estados Unidos en Tanzania
y Kenia se encuentran en esta situación. La policía intensificó
la vigilancia de tres grupos fundamentalistas que promueven el uso de
la guerra química contra Estados Unidos y que estarían usando
a Gran Bretaña como base de reclutamiento de voluntarios para luchar
en Chechenia, Kashmir y Afganistán. El más poderoso grupo
fundamentalista, el Al-Muhajiroun (Emigrantes, en árabe)
tiene 1000 miembros, busca formar un Estado islámico en Gran Bretaña
y ha advertido con lenguaje incendiario a los musulmanes británicos
que no hay medias tintas: o participan de la Guerra Santa o ellos mismo
serán considerados parte del enemigo.
TOQUE
DE QUEDA DE FACTO PARA MUSULMANES BRITANICOS
Peligro de estallido racial
Por M.J.
La política exterior
e interior británica son dos caras de la misma moneda. La estrategia
del gobierno del primer ministro Tony Blair consiste en poner de un lado
a la tolerante religión islámica (una
de las grandes religiones de la humanidad) y del otro a los fanáticos
extremistas responsables de los atentados contra Estados Unidos.
El objetivo es aislar a los grupos fundamentalistas, impedir que la siempre
delicada ecuación islam-cristianismo decida las lealtades y preservar
el frágil equilibrio racial de las principales ciudades del reino,
amenazado hoy en día por una ola de ataques racistas contra mezquitas,
centros musulmanes e individuos.
Los atentados del 11 de setiembre pusieron la siempre latente tensión
racial al rojo vivo. Pintadas antiislámicas en todo el reino (Avenge
USA, kill a muslim: vengue a USA, mate un musulmán), mensajes
beligerantes en la Internet, llamadas telefónicas anónimas
y golpizas a musulmanes sin distinción de sexo se han repetido
en los últimos días. El lunes unos 20 devotos musulmanes,
entre los que había chicos de ocho años, tuvieron que huir
de un centro islámico en Bolton al noroeste de Inglaterra a raíz
de la explosión de una bomba incendiaria. En Londres, un taxista
afgano quedó paralizado del cuello a los pies como consecuencia
de la feroz paliza que le propinaron tres pasajeros que había recogido
a la salida de un pub y que lo acusaron del atentado contra las torres.
Según la Comisión Islámica de Derechos Humanos, hay
diez veces más instancias de acoso que antes del atentado
y muchos musulmanes no salen a las calles porque tienen miedo.
En algunas zonas, opera un toque de queda de hecho: claramente identificables
por la ropa o el color de piel, los musulmanes prefieren no salir de noche.
Los atentados han agravado un estado de tensión racial y enfrentamientos
entre racistas blancos y minorías paquistaníes que en los
últimos dos años desembocó en noches de disturbios
y barricadas en distintas ciudades británicas. En un intento de
desactivar esta situación explosiva, la policía británica
estableció una coordinación especial con las organizaciones
religiosas islámicas para protegerlas de ataques.
El mismo primer ministro Tony Blair intervino esta semana para neutralizar
el peligro de una estallido racial que pudiera inclinar a muchos musulmanes
moderados hacia el campo de los fundamentalistas. En una clara
señal del temor a una escalada racial, publicó el lunes
una carta en el periódico musulmán Daily Jang, en la que
subrayó que la mayoría de los británicos no
consideraban a los musulmanes responsables de lo sucedido en Estados Unidos
y que los culpables eran individuos dominados por el fanatismo,
no comunidades o religiones tolerantes como el islam. El Consejo
Británico de Musulmanes, una organización con unos dos millones
de miembros y más de 300 grupos afiliados, pidió que se
fuera más allá y exigió a la BBC que dejara de presentar
a Osama bin Laden como un terrorista islámico. Según
el Consejo, esta representación es incorrecta, genera una peligrosa
asociación entre terrorismo e islam y propicia los estereotipos
racistas que están detrás de los ataques de las dos últimas
semanas. La BBC se transmite en todo el mundo y al usar estos términos
propaga una visión distorsionada del islam. La BBC nunca ha descripto
al IRA como una organización extremista católica o a los
miembros del IRA como extremistas católicos. ¿Por qué
tiene que describir a Osama bin Laden como extremista islámico?,
preguntó Inayat Bunglawala, portavoz del Consejo.
|