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HABLA EWAN MAC ASKILL, EDITOR INTERNACIONAL DEL DIARIO “THE GUARDIAN”
“Puede haber un efecto dominó islámico”

En una entrevista con Página/12, el editor de temas internacionales del matutino británico �The Guardian�, Ewan Mac Askill, señala los peligros mundiales de la guerra que viene, mientras la Policía Metropolitana entró en estado de alerta ante un ataque químico.

Por M.J.

–¿Cuáles son los peligros regionales de una intervención militar?
–Es difícil imaginar una región más conflictiva para una intervención militar. El triángulo Pakistán-India-Afganistán, con su combinación de conflictos fronterizos, fundamentalismo religioso y armas nucleares, es una de las zonas más explosivas del mundo. Si a esta zona se le añade el Medio Oriente, no cabe duda que estamos ante la crisis internacional más grave desde la instalación de los misiles en Cuba en 1962. Uno de los grandes peligros es que la intervención militar debilite a los actuales gobiernos regionales y provoque su sustitución en cadena por regímenes fundamentalistas musulmanes. La teoría del dominó, que nunca se materializó durante la época de la Guerra Fría, podría verificarse ahora en el mundo musulmán.
–¿De qué depende?
–En gran medida dependerá del tipo de intervención militar. Si se trata de una intervención con tropas terrestres que se limite a atacar a Osama bin Laden es posible que no tenga grandes repercusiones, salvo en el caso especial de Pakistán. Si muere gran cantidad de civiles afganos habrá consecuencias muy graves.
–¿Es posible tener una operación militar sin bajas civiles?
–Es posible. Pero lo más probable es que haya bajas civiles. Esto tendrá consecuencias a nivel regional y mundial. En todos los países que tienen fuertes comunidades islámicas, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, habrá reacciones: manifestaciones, aumento de la tensión racial, atentados. En los países musulmanes se abriría esta peligrosísima posibilidad de un efecto dominó.
–Pakistán es el más afectado por la crisis. ¿Qué posibilidades hay de que grupos fundamentalistas islámicos tomen el poder?
–Incluso antes de los ataques a las Torres Gemelas y al Pentágono, la posición del general Pervez Musharraf era frágil. La situación actual puede terminar de desestabilizarlo. Tanto las Fuerzas Armadas como el servicio secreto paquistaní han mantenido en los últimos 10 años una relación muy estrecha con el régimen afgano. La influencia del gobierno talibán alcanza a los generales paquistaníes, muchos de los cuales están esperando su oportunidad para tomar el poder. De modo que considero perfectamente posible que haya un golpe de Estado de orientación fundamentalista. Si fuera exitoso, sería la primera vez que un gobierno fundamentalista tiene acceso a armas nucleares. El peligro de una guerra con otra potencia nuclear, India, por la zona de Kashmir, que tiene una mayoría musulmana aunque está bajo control del gobierno indio, aumentaría considerablemente.
–El presidente Bush ha hablado de una cruzada antiterrorista que iría mucho más allá de Afganistán. ¿Cómo puede afectar esto a la región?
–Si Bush aplica con coherencia la idea de una cruzada, casi todos los países en Medio Oriente podría ser un blanco de ataque. Hay grupos fundamentalistas en Egipto, Yemen, Arabia Saudita, Argelia, Irán, Líbano, Siria y la Autoridad Palestina. El problema es que la región es demasiado compleja para aplicarle el indiferenciado mote de terrorista y que toda posibilidad de una alianza amplia se evaporaría. Grupos como Hamas y Hezbollah no son percibidos en Medio Oriente como terroristas sino como luchadores por la libertad que además no operan fuera de la región. Uno de los países más moderados y prooccidentales de la región, Jordania, tiene casi un 50 por ciento de su población de origen palestino, que le reclama a la monarquía una posición más dura y que podría ser una víctima más de un ataque. Los países de la ex URSS –como Uzbekistán, Tajikistán y Turkmenistán– tienen grupos fundamentalistas opuestos al gobierno.
–¿Cree que la tregua palestino-israelí va a favorecer la formación de una coalición?
–Sería muy importante. Hay dos factores que han alimentado un fuerte odio hacia Estados Unidos en Medio Oriente. Uno es la situación de los palestinos y el apoyo estadounidense a Israel. El otro es el impacto civil de las sanciones contra Irak. En este sentido es preocupante que se esté mencionando a Irak como un posible blanco de los ataques cuando en realidad no hay pruebas de que haya estado vinculado a este ataque. El régimen iraquí es abominable, pero no tiene una historia de apoyo a grupos terroristas.
–¿Cuál es la alternativa a la operación militar?
–No creo que haya una. Estados Unidos tiene que hacer algo. Se lo pide su opinión pública. Su respuesta no se puede limitar a organizar una conferencia internacional sobre terrorismo.

 


 

El amigo del Gran Satán anticipa un ataque químico

Por Marcelo Justo
Desde Londres

La capital británica vive este fin de semana en un estado de alerta policial ante la posibilidad de un atentado terrorista. Según fuentes de la policía londinense, todos los francos y pedidos de licencia fueron suspendidos y el conjunto de la fuerza se haya acuartelado en anticipación de un posible ataque con armas químicas o gas sarín. El jefe de la Policía Metropolitana, Sir John Stevens, reconoció públicamente anoche que la capital inglesa es uno de los blancos prioritarios de los terroristas y que el número de fuerzas policiales en las calles se incrementaría de 3000 a 4500 este sábado y domingo, sin contar las fuerzas apostadas permanentemente en custodia de los lugares oficiales. Para los que conocieron la Segunda Guerra Mundial en esta isla, la situación tiene algo de “déjà vu”. Para los que tienen menos de 60 años, la gran mayoría de la población, parece un relato de ciencia ficción o una película convertidos repentinamente en inquietante realidad. Anoche la policía británica reveló que había detenido a tres hombres y una mujer en relación con los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono el pasado 11 de setiembre.
Londres es una ciudad acostumbrada a los alertas terroristas. Desde el comienzo de la crisis en Irlanda del Norte en 1969 y la reaparición del Ejército Republicano Irlandés, IRA, poco después, la capital inglesa ha sido objeto de numerosos atentados y falsas alarmas. Pero la situación actual es diferente. Las medidas adicionales de seguridad en torno a los edificios gubernamentales, los aeropuertos, aviones, instalaciones nucleares y la City revelan la existencia de un Estado prebélico que, al igual que los preparativos de guerra en torno al Golfo Pérsico, tiene aún que definir con claridad su enemigo. Anoche Sir John Stevens insinuó que Londres debía acostumbrarse a este estado de cosas. “Tenemos que aceptar que Londres es una de las principales capitales del mundo, con uno de los centros financieros del planeta. Esto lo convierte en un blanco ideal para terroristas”, señaló. El jefe de la Policía Metropolitana negó tener información concreta sobre posibles ataques suicidas aunque admitió que la policía “estaba analizando diariamente” las amenazas de bomba que recibía.
El prestigio de la capital inglesa o el hecho de ser uno de los centros financieros de nivel mundial no son las únicas razones por las que Londres es hoy blanco de ataque. Desde el día mismo de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, el gobierno laborista de Tony Blair se perfiló como el más proestadounidense de los países de la Unión Europea. Además de ofrecer su cooperación militar en la represalia a los culpables, Tony Blair ha sintonizado con la “cruzada antiterrorista” que impulsa George W. Bush, como lo reconoció el mandatario estadounidense, aunque ha elegido un vocabulario menos colorido para describirla. El ministro del Interior británico, David Blunkett, fue el artífice de las medidas anunciadas el jueves pasado por la reunión de ministros de la Unión Europea para homogenizar la legislación represiva, acelerar los procesos de extradición y coordinar las tareas de inteligencia, aumentando los poderes de la Europol, la Policía Común Europea. El ministro de Economía, Gordon Brown, puso en marcha un plan para incrementar las facultades del Servicio de Inteligencia de lo Criminal con el objetivo de combatir el lavado de dinero y el flujo financiero de los grupos terroristas. En otras palabras, Gran Bretaña sacó a relucir una vez más su “relación especial” con Estados Unidos, la misma que puso sobre el tapete durante la guerra de Malvinas, basada en razones históricas y lingüísticas, para alinearse sin reservas junto a Washington.
Esta alianza ha convertido a Gran Bretaña en un blanco de represalia privilegiado. A esto se suma la presencia de lo que se ha llamado en las últimas dos semanas el “enemigo interno”: los grupos fundamentalistas que operan desde Gran Bretaña. El servicio secreto británico, el MI5, estima que unos 2000 musulmanes que viven en Gran Bretaña han participado en acciones o son simpatizantes de los grupos terroristas. Varios de ellos están esperando a que la justicia británica se expida sobre pedidos de extradición estadounidenses. Uno de los más estrechos colaboradores de Osama Bin Laden, Khaliz Al–Fawwaz, y otros tres acusados de participar en los atentados de 1998 contra las embajadas de Estados Unidos en Tanzania y Kenia se encuentran en esta situación. La policía intensificó la vigilancia de tres grupos fundamentalistas que promueven el uso de la guerra química contra Estados Unidos y que estarían usando a Gran Bretaña como base de reclutamiento de voluntarios para luchar en Chechenia, Kashmir y Afganistán. El más poderoso grupo fundamentalista, el Al-Muhajiroun (“Emigrantes”, en árabe) tiene 1000 miembros, busca formar un Estado islámico en Gran Bretaña y ha advertido con lenguaje incendiario a los musulmanes británicos que no hay medias tintas: o participan de la Guerra Santa o ellos mismo serán considerados parte del enemigo.

 


 

TOQUE DE QUEDA DE FACTO PARA MUSULMANES BRITANICOS
Peligro de estallido racial

Por M.J.

La política exterior e interior británica son dos caras de la misma moneda. La estrategia del gobierno del primer ministro Tony Blair consiste en poner de un lado a la “tolerante” religión islámica (“una de las grandes religiones de la humanidad”) y del otro a los “fanáticos extremistas” responsables de los atentados contra Estados Unidos.
El objetivo es aislar a los grupos fundamentalistas, impedir que la siempre delicada ecuación islam-cristianismo decida las lealtades y preservar el frágil equilibrio racial de las principales ciudades del reino, amenazado hoy en día por una ola de ataques racistas contra mezquitas, centros musulmanes e individuos.
Los atentados del 11 de setiembre pusieron la siempre latente tensión racial al rojo vivo. Pintadas antiislámicas en todo el reino (“Avenge USA, kill a muslim”: vengue a USA, mate un musulmán), mensajes beligerantes en la Internet, llamadas telefónicas anónimas y golpizas a musulmanes sin distinción de sexo se han repetido en los últimos días. El lunes unos 20 devotos musulmanes, entre los que había chicos de ocho años, tuvieron que huir de un centro islámico en Bolton al noroeste de Inglaterra a raíz de la explosión de una bomba incendiaria. En Londres, un taxista afgano quedó paralizado del cuello a los pies como consecuencia de la feroz paliza que le propinaron tres pasajeros que había recogido a la salida de un pub y que lo acusaron del atentado contra las torres.
Según la Comisión Islámica de Derechos Humanos, “hay diez veces más instancias de acoso que antes del atentado” y “muchos musulmanes no salen a las calles porque tienen miedo”. En algunas zonas, opera un toque de queda de hecho: claramente identificables por la ropa o el color de piel, los musulmanes prefieren no salir de noche. Los atentados han agravado un estado de tensión racial y enfrentamientos entre racistas blancos y minorías paquistaníes que en los últimos dos años desembocó en noches de disturbios y barricadas en distintas ciudades británicas. En un intento de desactivar esta situación explosiva, la policía británica estableció una coordinación especial con las organizaciones religiosas islámicas para protegerlas de ataques.
El mismo primer ministro Tony Blair intervino esta semana para neutralizar el peligro de una estallido racial que pudiera inclinar a muchos musulmanes “moderados” hacia el campo de los fundamentalistas. En una clara señal del temor a una escalada racial, publicó el lunes una carta en el periódico musulmán Daily Jang, en la que subrayó que la mayoría de los británicos “no consideraban a los musulmanes responsables de lo sucedido en Estados Unidos” y que los culpables “eran individuos dominados por el fanatismo, no comunidades o religiones tolerantes como el islam”. El Consejo Británico de Musulmanes, una organización con unos dos millones de miembros y más de 300 grupos afiliados, pidió que se fuera más allá y exigió a la BBC que dejara de presentar a Osama bin Laden como un “terrorista islámico”. Según el Consejo, esta representación es incorrecta, genera una peligrosa asociación entre terrorismo e islam y propicia los estereotipos racistas que están detrás de los ataques de las dos últimas semanas. “La BBC se transmite en todo el mundo y al usar estos términos propaga una visión distorsionada del islam. La BBC nunca ha descripto al IRA como una organización extremista católica o a los miembros del IRA como extremistas católicos. ¿Por qué tiene que describir a Osama bin Laden como extremista islámico?”, preguntó Inayat Bunglawala, portavoz del Consejo.

 

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