Terminó una semana histórica.
Para Buenos Aires, porque el índice MerVal cayó a su peor
nivel en una década y terminó en 239 puntos, algo inédito
en la era de la convertibilidad. También lo fue para Wall Street.
Porque, al retroceder 14,3 por ciento, el Dow Jones registró su
peor performance de los últimos 60 años, desde las vísperas
de la Primera Guerra Mundial. Una caída sólo comparable
con lo sucedido hacia 1933, en plena Gran Depresión. Consecuencia
del derrape, las 30 empresas listadas en el Dow -las industriales más
poderosas de los Estados Unidos valen hoy 1400 millones de dólares
menos que hace una semana. Mientras tanto, el Nasdaq bajó 16 por
ciento. Para peor, los financistas desconocen cuánto falta para
que la caída en picada llegue a su fin.
La corrección bursátil obedece a que la economía
estadounidense entró en una fase recesiva, aunque aún no
hay datos oficiales que lo certifiquen. Lo que se sabe es que la debilidad
golpeará, en mayor o menor medida, a la economía mundial.
Por tal motivo, ayer se repitieron las caídas de las acciones:
el MerVal perdió 1,1 por ciento; el Dow Jones, el 1,7; y el Nasdaq
se llevó la peor parte, al descender 3,3 por ciento. En Europa,
las bajas llegaron al 4,7 por ciento como en el caso de Milán.
Con la pérdida de ayer, el MerVal se ubicó en el mismo nivel
que en febrero del 91. Ante este panorama desalentador, los bonos
argentinos volvieron a la racha negativa: el Brady FRB cedió 1,5
por ciento y el Global 2008, el 1,7. El riesgo país trepó
28 puntos, hasta los 1640.
Todos estos datos podrían indicar que las acciones coordinadas
entre los bancos centrales de Estados Unidos y Europa han sido insuficientes
para evitar la recesión estadounidense. A principios de semana,
la Reserva Federal (banca central estadounidense) aseguró liquidez
a los bancos por sumas multimillonarias, a la vez que redujo medio punto
la tasa de interés, hasta niveles históricamente bajos.
Pero incluso con esos recaudos varios bancos de inversión, de los
más importantes de Wall Street ya consideran que se requerirán
medidas adicionales. Merrill Lynch, por ejemplo, advirtió ayer
que la recesión abarcará todo el segundo semestre. Y que,
para intentar males mayores, Alan Greenspan insistirá con la rebaja
de la tasa de interés. Según Merrill Lynch, la tasa terminará
el año en el 2 por ciento anual, un punto por debajo del nivel
actual. El primer paso se daría en la reunión de Directorio
del martes 2.
Con la rebaja de medio punto de la tasa, el lunes pasado, la Argentina
se ahorrará unos 150 millones anuales en el pago de la deuda. Pero,
a diferencia de otros momentos, la flexibilización dictada por
la FED no implicarían mayores flujos de fondos hacia el país.
Con la crisis desatada, los inversores internacionales tienen aversión
al riesgo. Por ahora, el miedo a la incertidumbre es superior a la codicia
de los agentes.
No faltan datos de la realidad que abonen esos temores. Las empresas y
bancos estadounidenses ya empezaron a dar muestras de la debilidad económica.
Morgan Stanley advirtió que espera ganancias un 43 por ciento inferiores
al año pasado para la última parte del 2001. Y las principales
líneas aéreas coincidieron en que recortarán sus
planteles en 100 mil trabajadores, a pesar del salvataje tendido por el
gobierno. Se estima que la tasa de desempleo, actualmente en el 4,9 por
ciento, se incrementará un punto antes de que finalice el año.
Por ahora, y a pesar del previsible optimismo de George W. Bush, los inversores
temen lo peor: un crac bursátil.
En medio de la incertidumbre en los mercados, Daniel Marx continuó
su gira. Ayer estuvo en Nueva York y hoy llegará, en tren, a Washington.
A diferencia de otras veces que el viceministro va de visita a los centros
financieros, en esta oportunidad no tiene agendadas reuniones con inversores.
Sólo limita sus encuentros a los funcionarios gubernamentales,
y el objetivo es siempre el mismo: pedir fondos para nuevas emisiones
de deuda garantizadas con títulos del Tesoro estadounidense. Según
estiman en la city porteña, la intención es reunir entre
10 y 15 mil millones dedólares. Oficialmente, por ahora sólo
se cuentan 3 mil millones. Son los prometidos por el Fondo Monetario cuando
se firmó el último acuerdo con la Argentina. Por orden expresa
de Domingo Cavallo, el viaje de su segundo empezó en secreto y
prosigue bajo esa condición. El ministro necesita dos cosas: que
no se le pinchen las negociaciones y que el Tesoro estadounidense apoye
a la Argentina aunque, tras los atentados, haya otras prioridades en la
agenda de la Administración Bush.
Monitores de alto
nivel
Preocupados por el impacto de los atentados, la plana mayor del
Fondo Monetario, el Banco Mundial y el BID se reunió ayer
en Washington para analizar en especial el caso argentino
y, en general, las consecuencias en el resto de las economías
latinoamericanas. Horst Köhler (FMI), James Wolfensohn (BM)
y Enrique Iglesias (BID) se encontraron a puertas cerradas en la
capital estadounidense, donde están las sedes centrales de
cada una de las instituciones. Después del encuentro, la
única declaración fue la del vocero del FMI Francisco
Baker, quien informó que la conclusión fue que la
economía argentina, sin dudas, será golpeada
por la crisis mundial, ahondada tras los atentados en Nueva York
y Washington. Al mismo tiempo, los directivos coincidieron en que
seguirán monitoreando a la Argentina y al resto de las economías
latinoamericanas para empezar a discutir posibles acciones
en caso de ser necesario. Los directores de las tres instituciones
acordaron continuar encontrándose de manera regular para
monitorear de cerca a los países y discutir posibles acciones
mientras se desarrollan los eventos, informó Baker.
Anteayer, el secretario del Tesoro, Paul ONeill, no descartó
ayuda adicional a la Argentina.
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SALVATAJE
FINANCIERO DE ESTADOS UNIDOS Y ALEMANIA
Un colchón para el aterrizaje
La Casa Blanca y el Congreso
de los Estados Unidos acordaron un plan de salvataje de 18.000 millones
de dólares para las aerolíneas norteamericanas que fueron
duramente golpeadas por los atentados de la semana pasada. En tanto, el
gobierno alemán anunció que podría asistir con hasta
20.000 millones a las aerolíneas de su país, como garantía
en el corto plazo para cubrir eventuales daños ante situaciones
de guerra y terrorismo, hasta tanto se negocien las nuevas pólizas
de seguro con las compañías del sector, también en
crisis tras los atentados. De hecho, se ha desatado una guerra entre estos
dos sectores empresarios, ya que las compañías de seguros
quieren limitar su responsabilidad frente a actos de terrorismo y sólo
están dispuestas a pagar una mínima parte de los daños
sufridos en caso de atentados.
Las empresas aéreas, que antes de los atentados ya tenían
dificultades, comenzaron a colapsar luego de los ataques terroristas.
Así, anunciaron despidos masivos, que ya suman más de 100.000,
y recorte de frecuencias, para adecuarse a una caída en la venta
de pasajes de entre 20 y 30 por ciento. Para colmo, en las últimas
horas se enfrascaron en un conflicto de magnitud con las compañías
aseguradoras, que quieren rescindir contratos si no se renegocian las
pólizas, a lo que las aerolíneas respondieron con la amenaza
de dejar de volar si no se llega rápido a una solución.
En este contexto, el gobierno de Estados Unidos acordó una ayuda
de 18.000 millones de dólares para las aerolíneas locales,
frente a un paquete reclamado de 24.000 millones. La ayuda incluye 5.000
millones de dólares en efectivo, 10.000 millones en garantías
de préstamos, y otros 3.000 millones que serán destinados
a costos de seguridad para las aerolíneas, según anunció
el vocero presidencial, Ari Fleischer.
La Casa Blanca se mostraba poco dispuesta a extender las garantías
para créditos, pero accedió luego de que el Congreso le
asegurara que las garantías no serían ilimitadas. Una hora
antes del anuncio, Northwest Airlines informó que eliminará
cerca de 10.000 de sus 53.000 puestos de trabajo y reducirá en
un 20 por ciento sus servicios aéreos. Este anuncio se suma a los
ya adelantados por las dos empresas más grandes de Estados Unidos,
American Airlines y United, con 20.000 cesantías cada una; y los
20.000 despidos también anticipados por el fabricante Boeing.
NO
ACEPTARAN MAS CUBRIR PERDIDAS POR ATENTADOS
Las aseguradoras abren el paracaídas
El tormentoso horizonte que
se cierne sobre las compañías aéreas empeoró
ayer cuando las grandes aseguradoras mundiales decidieron establecer la
llamada cláusula molesta en sus contratos, que implica
la reducción de la cobertura de daños relacionados con guerra
o terrorismo, hasta el punto de que sólo se reembolsaría
en estos siniestros un 5 por ciento de la cantidad hasta ahora establecida.
Tras el anuncio, las aseguradoras dieron plazo hasta la última
hora del lunes para que las empresas aéreas acepten las nuevas
condiciones, bajo amenaza de rescindir los actuales contratos. La reacción
de las compañías, que aducen que estas condiciones le impiden
volar, fue más enérgica en Europa, donde varias empresas,
encabezadas por la holandesa KLM y la belga Sabena, amenazaron con suspender
los servicios a partir del martes. Sin embargo, de inmediato, los gobiernos
de los países europeos comenzaron rondas negociadoras con las aseguradoras
y las aerolíneas para evitar que este nuevo conflicto deteriore
aún más la situación.
Las gestiones tuvieron éxito en Londres, donde el gobierno británico
llegó a un acuerdo con las empresas para garantizar los vuelos.
Y en Alemania, donde el gobierno aprobaría una ayuda de 20.000
millones de dólares como garantía para cubrir los costos
de los seguros de las aerolíneas germanas. De hecho, Lufthansa
ya solucionó los problemas con la cobertura obligatoria y volará
con normalidad la próxima semana, según anunciaron sus directivos.
Hoy, los ministros de Economía de la Unión Europea seguirán
reunidos en la ciudad belga de Lieja para tratar de coordinar las medidas
a adoptar para asistir de las compañías aéreas tras
los atentados.
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