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El turismo en Nueva York se ahoga tras el atentado

Reservas canceladas, restaurantes vacíos, espectáculos sin público: el futuro del turismo neoyorquino se ve negro. En el sector calculan que habrá unas 30.000 personas despedidas.

El antiguo cementerio junto a Trinity Church quedó tapado por los escombros.
Junto a Wall Street, esa iglesia es una de
las más visitadas por los turistas.

Por Miren Gutiérrez*
Desde Nueva York

Escasos turistas, además sin ganas de divertirse, y una lluvia de cancelaciones en hoteles y teatros son la receta para el desastre en un sector, el turístico, que da empleo a 280.000 personas. Las aerolíneas han sido muy perjudicadas, con pérdidas billonarias y la previsión de al menos 100.000 despidos en todo el país. Pero el bajón ha tenido un efecto de contagio que se ha regado por las calles de Nueva York, desde los hoteles, y los teatros, hasta los restaurantes y las tiendas.
La industria hotelera calcula que el nivel de ocupación medio está ahora entre un 10 y un 30 por ciento. Eso significa grandes mermas para el sector, dado que, según Ruben P. Sch-warte, directivo del hotel Warwick, “para arrojar beneficios se requiere de un 40 a un 50 por ciento de ocupación”. El vestíbulo del Warwick, situado cerca del Central Park en la Sexta Avenida, se encuentra casi vacío, a diferencia de justo antes de los atentados, cuando bullía con huéspedes y asistentes a varios congresos.
El Consejo de la Industria Hotelera, que agrupa a varios sindicatos del sector, calcula que 30.000 personas serán despedidas como consecuencia del golpe. En el distrito financiero, un hotel fue destruido, dos dañados y uno ha cerrado.
Muchos hoteles esperaban un fuerte cuarto trimestre que compensara el declive causado por una economía más débil y la reducción de los gastos de viaje de las empresas. De hecho, en el momento de los atentados terroristas, la industria se estaba recuperando, con una ocupación media record del 84 por ciento.
“Calculo que, si no pasa nada más, volveremos a la normalidad en marzo. Pero, entretanto, en este hotel vamos a experimentar una reducción en los ingresos del 30 por ciento en relación con el año pasado”, dice Schwarte. “La gente no está por divertirse. Va a haber 6000 funerales. Se ha quedado en casa, mirando la televisión.”
Algunos hoteles, sin embargo, se han llenado como consecuencia de los atentados. Se han cedido hasta 25.000, de las 70.000 habitaciones que ofrece Manhattan, a las personas que han sido desplazadas. El Sheraton Manhattan de la Séptima Avenida se ha convertido en la nueva sede de Lehman Brothers, banco de inversión que tenía el piso 40 de la torre norte de las Gemelas.
En Times Square hay paseantes, pero están lejos de las hordas habituales. Los restaurantes del área también se ven desangelados, a pesar de estar lejos del epicentro del desastre. En el Artusi, en la calle 54, una hilera de camareros mira al exterior desde sus salones desiertos a la hora en que, en un día normal, habría comensales.
“Hoy han pasado, con usted, trece personas, casi todas locales. Normalmente, tenemos entre 1700 y 2000 visitantes”, dice Luis Febus desde su puesto de la Oficina de Turismo en la Estación Central.
La situación se pinta tan dura que el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, prometió explorar la posibilidad de “una ayuda transitoria” para los restaurantes y teatros de Broadway mientras “la gente no se sienta con ganas de ir a ver un espectáculo o a un restaurante”.
Los atentados también han tenido una repercusión negativa en el negocio de las conferencias. Las Naciones Unidas ha pospuesto dos semanas su Asamblea General. La reunión atrae a decenas de líderes de todo el mundo, con lo que esto significa para la industria.
Muchos espectáculos, exposiciones y ferias se han cancelado también. Quizás el más afectado ha sido Québec New York 2001, un festival de cultura Québécois, que tenía como sede el World Trade Center. La organización del programa costó unos nueve millones de dólares, y sus representantes cuentan ya con cuantiosas pérdidas.
En otros lugares el sentido de la oportunidad ha primado. El Film Festival de Nueva York canceló una sección de cine iraní, mientras The Metropolitan Museum cerró tres de sus salas de arte islámico. En el terreno musical, el Lincoln Center ha cancelado un recital centrado en Rachmaninoff. Un tributo a John Lennon previsto para el jueves en Radio City también se suspendió. “Dios bendiga América”, la canción creada por Irving Berlin en 1918 para Broadway, es todo lo que dice ahora la pantalla.
Cuatro espectáculos de Broadway suspendieron sus representaciones el domingo. Al depender fuertemente de la afluencia de turistas, las producciones más conocidas, como Los Miserables o El Fantasma de la Opera, han sido las más golpeadas. Las ventas cayeron un 80 por ciento.
Kaufman, en la calle 42, parece la única tiendas de los alrededores que ha suscitado el entusiasmo de los visitantes. Se trata de un establecimiento que vende uniformes, pantalones de camuflaje, gorras militares, cascos y botas. “Estamos llenos todo el día”, dice el encargado.

* De El País, especial para Página/12.

 

Todos quieren máscaras

Muchos neoyorquinos temen un ataque bacteriológico o químico tras el atentado contra el World Trade Center y se precipitaron a comprar máscaras de gas. “Esto empezó el lunes –explicó un empleado de Galaxy Army and Navy, una tienda de artículos militares en Manhattan–. Cada dos o tres minutos se reciben llamados de personas que quieren comprar una máscara. Pero no hay nada disponible.” En Counter—Spy Shop, sobre la avenida Madison, Stuart Fields recibe un centenar de llamados diarios para preguntar por máscaras. La demanda “es probablemente 100 veces mayor a la que hubo durante la guerra del Golfo. Pero no hay stock –señaló–. Esperamos recibir la semana que viene”. Una máscara NBC (nuclear, bacteriológico, químico), del tipo de las que usan los militares, cuesta cerca de 300 dólares.

 

Hubo robos en medio del caos
Y encima, ladrones

Por Duncan Campbell
Desde Nueva York

Inmediatamente después del atentado contra las Torres Gemelas hubo robos en los negocios dañados y abandonados. Las historias han estado circulando en la última semana, pero se ha evitado darlas a conocer mientras los voluntarios trabajaban contra reloj, poniendo en riesgo sus vidas. Dos hombres –uno de ellos ex funcionario de prisiones– fueron detenidos y acusados de robar relojes por un valor de 3800 dólares de la casa Torneau, en los subsuelos del World Trade Center.
Los robos parecen haberse iniciado en la noche del ataque, una vez que fueron apagados los incendios. Los ladrones se llevaron relojes de Torneau y docenas de pares de anteojos de primera marca de un negocio vecino, Sunglass Hut International. También se vaciaron las cajas registradoras.
Una unidad de la Guardia Nacional de Nueva York que está ayudando con la seguridad en el lugar detectó los robos. Dijeron que algunos fueron llevados a cabo con lo que parece ser una eficacia profesional. “Fue calculado –dijo el subteniente Peter Fluker al New York Times–. Usaron barras de acero y equipo pesado para destruir grandes puertas y cajas donde se guardaban las joyas. Fue gente que de alguna manera integró los equipos de rescate.”
Como la mayoría de los miembros del grupo de rescate estaban esforzándose para salvar vidas y trabajando en condiciones difíciles, la policía se ha mostrado reticente a dar detalles sobre los robos. El crimen en Nueva York ha bajado sustancialmente desde los ataques, según el comisionado policial Bernard Kerik. Dijo que en la primera semana tras el 11 de septiembre, el delito en la ciudad cayó un 34 por ciento. Y en el área de Manhattan, el descenso fue del 59 por ciento.
El alcalde Rudy Giuliani ha advertido a los neoyorquinos que ciertos delincuentes están usando la tragedia para obtener dinero haciéndose pasar por representantes de una obra de caridad. Si alguien llama pidiendo donaciones, dijo, la gente debe tomar los datos e informar a la policía.

 

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