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MULTITUDINARIOS FESTEJOS EN PALERMO. HUBO ALGUNOS DISTURBIOS
Primavera, música, birra y faso

Con un día espectacular, los parques de la ciudad se llenaron de chicos. En el Planetario se juntaron unos 35 mil para un certamen rockero. Al final hubo algunos disturbios y 9 heridos.

El Planetario se desbordó para el certamen de rock Buenos Aires Aguante.

Por Horacio Cecchi

“Qué te creés que soy”, le dijo la punkie cuatro pinchos peludos en la cabeza, a su amigo cinco pinchos, interrumpiendo para sorpresa de su interlocutor el furibundo beso que se estampaban en medio del Rosedal a plena tarde, apenas ella descubrió que eran filmados y fotografiados por periodistas. “Qué te creés que soy. Ni fotos ni filmadoras”, y se fue caminando, estirando el brazo cual dama victoriana despeinada, para apartar al cinco pinchos que, ni modo de hacerlo entrar en razones, la perseguía en dirección hacia donde Pappo golpearía los encordados media hora más tarde. Además de los punkies y de Pappo, invitado por el gobierno porteño para los festejos de la Primavera, en el Rosedal de Palermo hubo de todo: un número difícil de calcular de jóvenes de todas las edades; la final de un certamen rockero; algunas viejecitas confundidas de contexto; serpientes pitones; talleres para colocación de profilácticos; vendedores de flores, helados, choripanes, de birras y tetra para amenizar la fiesta; y, al final, cuando el sol había potenciado los efectos del festejo, también hubo disturbios, golpes, puntazos y heridos.
“Esta es una molurus africana. Y ésa es de la misma especie pero albina”, comentó el muchacho mientras la albina, una pitón de dos metros y medio de largo, se enroscaba en una chica, y la otra, la africana común, del mismo trecho, miraba fijo a la cámara y sacaba la lengüita sin silbar. Alrededor de las molurus se había reunido una buena cantidad de jóvenes dispuestos a sentir aunque sea por un instante, y tampoco es cuestión de exagerar, la contradictoria sensación que provoca el frío alrededor del cuello.
–¿Dónde las guardás? –fue la única preocupación de este diario.
–En casa –respondió el dueño y siguió enroscando, a cinco la foto con bufanda escamada.
El mediodía fue la bisagra. Antes, en el Rosedal hubo espacio para mateadas casi familiares, fulbito, parejitas en pleno éxtasis primaveral y aire fresco. Después del mediodía, el ambiente se fue enrareciendo, más que nada porque Rosedal hay uno solo y eran millares los que seguían llegando. Pero hasta las dos de la tarde, igual hubo espacio para desplegar actividades varias. Por ejemplo, en la esquina de Libertador y Sarmiento, se abría una carpa de Lusida. Dentro, jóvenes de la ONG Buenos Aires Sida daban talleres sobre usos del profiláctico. Clases teóricoprácticas que inmediatamente concitaban la atención de paseanderos.
“No se debe poner en la billetera, ni al sol porque se resquebraja el látex”, explicaba uno de los talleristas, mientras para demostrar la elasticidad del preservativo, lo extendía como un guante desde la mano hasta el codo de uno de los alumnos, un rubiecito de tintura y sonrisa sardónica, que coqueteaba con ratones en su cabeza y, de paso, aprendía el uso ampliado del látex: “Para el sexo oral”, explicaba los distintos usos el joven tallerista dando la espalda a las risitas de otro grupito de curiosos. “La explicación es entre pares”, explicó Alejandro Freire, de la ONG. “Si viene un médico los chicos se van.”
Todavía había tiempo y espacio para que dos viejitas, comiendo ingenuas palomitas de maíz pizingallo, vagaran por la vereda del Rosedal buscando aquella misma vereda que todos los domingos parecía más desolada. Pese a la inmensa cantidad de punguistas en el lugar, detectables por el placer que despegaba de sus ojos al demorar una vez más el arrebato para dar otro minucioso estudio sobre el bolso ajeno, ninguno de ellos, ni nadie, se atrevió con las viejecitas. Ni siquiera las veían, quizás por aquello de que son mundos que transitan, aunque por la misma, por veredas diferentes.
A medida que avanzaba la tarde el lugar se fue volviendo inapropiado para las viejecitas y el pochoclo. “Las únicas que nos compraron algo son las damas. Los muchachos están con una sopa bárbara”, graficó con certeza Rolo, vendedor de helados que con otros 19 colegas, cada uno cargado con una heladera con 120 palito-cucurucho-bombón-heladoooooo, jamás llegaron aver el fondo de la heladera ni el bolsillo lleno. “No es que no tengan un sope. Es que los pibes están con la birra y el tetra, y cuando se toma dulce, no se come”.
La descripción de Rolo fue concisa pero terminante. Tampoco hubo demasiado para tres personajes disfrazados de payasos vendiendo flores. “Y eso que no les ponemos precio, es a lo que quieran poner”, se lamentó Raúl, de Zona Sur. “Gaseosa no, sólo birra”, corregía un vendedor a un grupo de estampados con tatuajes. El efecto se observaba en los baños públicos, instalados por el gobierno porteño alrededor del lago: no daban abasto. También se notó en los cuerpos inertes desperdigados sobre el pasto o el asfalto del circuito interno, otrora bicisenda.
El certamen rockero Buenos Aires Aguante, que premió al grupo Monos en Bolas –Piel de Simio, en vocablo apropiado para funcionario, según el secretario de Cultura, Jorge Telerman–, cerró con el show de Pappo, festejado por sus fans que se reunieron, y lucharon con los guardias vallado mediante y a veces vallado superado, hasta alcanzar el número de 35 mil. Después, León Gieco siguió la fiesta en Ciudad Universitaria. En el Rosedal todo concluyó en calma chicha pero calma.

 

“Que la gente se trate bien”

Francisco fue uno de los primeros en empezar. Todos sus compañeros de escuela ya estaban sentados entre esos 2000 chicos que ocupaban las gradas del Estadio Obras Sanitarias. Como él, todos llegaron convocados por el gobierno porteño para festejar un día de la primavera diferente: durante todo el día hicieron cosas para pedir la paz en el mundo. Entre todo, hubo hasta una oración ecuménica y danzas étnicas de las escuelas de Buenos Aires. Cuando Francisco se subió al escenario, el día recién empezaba. Desde ahí arriba se puso bien cerca del micrófono para hacer un pedido: “Deseo que la situación violenta se solucione –dijo– y no con un ataque final sino con un acuerdo de paz”. En realidad, Francisco Gelman Constantini no dijo sólo eso. Explicó que “a lo mejor capaz que no es posible que la violencia se solucione terminantemente; en ese caso –propuso– que continúe el enfrentamiento de ideas y no la guerra física o económica”. Ahí nomás toda la escuela 20 Rosario Vera Peñaloza lo aplaudió como hizo después con Matías Fucci cuando dijo que “la paz significa que la gente se trate bien, que se hablen, que sean tolerantes y no se lastimen”. Matías es de la escuela 22 Carlos Javier Beniell, otro de los once colegios que presentaron mensajes contra la guerra. La propuesta reunió en Obras Sanitarias a escuelas de gestión pública y privada de la Capital a lo largo del día.

 

Heridos e intoxicados

Hubo una vez que la Primavera en el Rosedal era un festejo. Cada año se acerca más a una válvula de presión. Ayer Palermo vivió el festejo con disturbios que las autoridades consideraron “normal para una cobertura de recital”. Curiosamente, no se hicieron visibles los uniformados.
La síntesis numérica de asistencias del SAME, ofrecida por su director Marcelo Muro a Página/12, fue de 36 atenciones, incluyendo el operativo en Ciudad Universitaria. “La mayor parte fueron golpes e intoxicaciones. Diez fueron trasladados a hospitales, y dos quedaron internados. Uno, por una herida de arma blanca en el abdomen, y el otro por traumatismo de cráneo.” Muro desmintió una versión que mencionaba heridos de bala. “Atendimos a un chico, de diez años, que decía haber recibido un balazo en el empeine. Sus amigos decían que no era cierto. En el hospital Rivadavia consideraron que era una herida menor y que no coincidía con una herida de bala.”
En el lugar donde se desarrolló el certamen Buenos Aires Aguante, sobre Sarmiento y Figueroa Alcorta, y alrededor de todo el Rosedal, no había apostado ningún policía. “Estaban, pero de civil”, reveló un vocero del gobierno porteño. Sólo un camión de bomberos y ambulancias. Los bomberos trabajaron apagando una palmera que misteriosamente se prendió fuego. Los del SAME atendieron según el parte médico ya mencionado.

 

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