Apenas habían pasado
15 minutos de las 10 de la mañana del primer día de otoño
cuando un estallido ensordecedor y una enorme bola de fuego y humo enturbiaron
el tibio aire de septiembre en la localidad francesa de Toulouse. La siniestra
imagen de los atentados en Estados Unidos revivió durante unos
segundos en la mente de los pobladores, pero se disipó rápidamente:
no se trataba de un ataque terrorista. Un inexplicable recalentamiento
en un depósito de nitratos acababa de destruir por completo
el complejo petroquímico Atofina, causando la muerte de al menos
18 obreros, además de provocar heridas en otros 658. La policía
indicó además que habría entre 15 y 20 personas desaparecidas;
y recomendó a los vecinos permanecer en sus casas, por el riesgo
que representa la nube tóxica de amoníaco que se habría
formado tras la explosión de la planta (ver aparte).
La deflagración en Atofina desencadenó un segundo estallido
en uno de los edificios cercanos, perteneciente a la antigua Sociedad
Nacional de Pólvora y Explosivos (SNPE), causando también
allí decenas de heridos, dos de ellos en gravísimo estado.
La onda expansiva de la explosión arrancó puertas de sus
marcos e hizo añicos los vidrios de las ventanas en un radio de
15 cuadras; abrió un cráter de 50 metros de diámetro
por 100 de profundidad; y tuvo una potencia similar a la de un sismo de
3.2 grados en la escala de Richter, según los expertos.
La empresa Atofina pertenece al grupo Grande Paroisse, subsidiario de
la multinacional TotalFinaElf. La planta de Toulouse elaboraba fertilizantes
(comercializados bajo la marca AZF), aunque también se producían
allí algunos lubricantes, y el combustible para el cohete Ariane.
En los depósitos de Atofina se almacenaban, entre otros químicos,
6300 toneladas de amoníaco líquido, 100 toneladas de cloro,
6000 toneladas de amonio y casi 2500 toneladas de metanol. Esos componentes,
necesarios para las labores de la planta, conforman ahora el fantasma
que, en forma de nube, amenaza a Toulouse y a las poblaciones vecinas.
Pocas horas después de la explosión, el presidente francés,
Jacques Chirac, y el primer ministro, Lionel Jospin, visitaron el lugar
de la tragedia. Chirac que a principios de semana estuvo en Estados
Unidos, para llevar su apoyo tras los atentados del 11 de septiembre
descartó que se haya tratado de un ataque terrorista, aunque los
peritos que trabajan en la zona demoraron varias horas en detectar la
causa del accidente. Jospin, oriundo de Toulouse, se mostró conmovido
con el hecho, y recomendó a sus antiguos vecinos respetar todas
las indicaciones que den las autoridades de seguridad.
Thierry Desmarest, directivo de TotalFinaElf, consideró desde el
lugar donde ocurrió el accidente que la explosión
constituye un drama espantoso. La visión del lugar arrasado es
una imagen consternante, casi de horror. Mis primeros pensamientos están
con las víctimas y sus familias. Desmarest recalcó
que la planta petroquímica de Atofina era objeto de los controles
más estrictos en materia de seguridad, y de una vigilancia
permanente.
Los expertos que investigan el origen de la explosión señalaron
ayer por la tarde que el factor detonante sería un inexplicable
recalentamiento ocurrido en uno de los depósitos de nitrato de
la planta. El fiscal Michel Breard, que coordina la investigación,
indicó que se apunta a saber por qué la explosión
se originó a partir de un punto caliente en un área de almacenamiento
de nitratos, ya que técnicamente eso no debería ocurrir.
En tanto, los habitantes de esta región del suroeste de Francia
han quedado doblemente encerrados: en primer lugar, porque las autoridades
han dispuesto el cierre de las rutas que entran y salen de Toulouse, y
se han suspendido los vuelos hacia esa localidad. Y por otra parte, a
causa de la nube tóxica formada tras la explosión compuesta
por emanaciones de amoníaco gaseoso, las autoridades recomendaron
que la gente se quede encerrada en su casa y que intente usar lo menos
que pueda la red de aguacorriente. Varios edificios de la zona entre
ellos, una escuela fueron desalojados, por temor a que la onda expansiva
haya dañado sus estructuras y que se derrumben. Al cierre de esta
edición, el saldo provisorio del accidente eran 18 muertos, 658
heridos y entre 15 y 20 desaparecidos, aunque no se descarta que las cifras
se eleven.
Efectos del amoníaco
La nube tóxica de amoníaco que sobrevuela Toulouse
tras la explosión en la planta de Atofina puede tener efectos
severos sobre la salud de los pobladores de la región, dependiendo
del tiempo que tarde en disiparse, y, por lo tanto, del tiempo que
los habitantes estén expuestos a estas emanaciones. En primer
lugar, el aparato respiratorio del ser humano se irrita fácilmente
ante la presencia del amoníaco. Un contacto prolongado puede
derivar en la formación de edemas pulmonares. También
suele producir escoriaciones en la piel, porque el amoníaco,
al entrar en contacto con la humedad del tejido cutáneo,
se transforma en hidróxido de amonio, un producto corrosivo.
Por último, en algunos casos se han detectado lesiones en
los ojos.
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