Por Mariana Enriquez
Antes de que el Pentágono
sufriera el ataque terrorista del martes 11, la muerte de Orlando Letelier
era el mayor atentado jamás registrado en Washington: el ex canciller
chileno y su secretaria Ronni Karpen-Moffit murieron después de
que una bomba estallara en su auto, el 21 de septiembre de 1976, a pocas
cuadras de la Casa Blanca. En aquel momento, George Bush era el jefe de
la CIA, y atribuyó el crimen a un ajuste de cuentas
entre izquierdistas. La trama, por supuesto, era otra, y es esa trama
la que trata de ordenar Atentado en Washington: ¿Quién
mató al canciller Letelier?, el documental producido por
Cuatro Cabezas, con guión y producción periodística
de Rolando Graña, que Infinito pondrá en el aire este sábado
a las 22.
El documental elige el recuento cronológico para narrar lo que
comenzó en 1970 con la llegada de Salvador Allende al poder en
Chile, y el éxito de militares chilenos y el gobierno estadounidense
para desestabilizarlo y evitar una Cuba sudamericana. A partir
de allí, revela con testimonios y los documentos desclasificados
de la CIA cómo se fue preparando el escenario, primero con el crimen
del general René Scheneider (un militar constitucionalista y democrático),
sucedido por Carlos Prats (que renunció once días antes
del golpe y un año más tarde fue asesinado en Buenos Aires)
para ser reemplazado por Augusto Pinochet. Imágenes de archivo
muestran además protestas sociales que, según se comprobó,
fueron apoyadas por la CIA, e imágenes del golpe y el bombardeo
a la Casa de la Moneda.
Orlando Letelier era importante en el gobierno constitucional de Allende.
Había sido embajador en EE.UU, ministro del Interior, ministro
de Relaciones Internacionales y ministro de Defensa en el momento del
golpe. Ese día fue arrestado y enviado a las isla Dawson, cerca
de la Antártida. Pero gracias a presiones internacionales fue puesto
en libertad y deportado a Venezuela, desde donde llegó a Estados
Unidos. Prats, mientras tanto, moría en un atentado ejecutado el
30 de septiembre de 1974. La jueza federal Servini de Cubría aparece
en el documental explicando la responsabilidad de este Departamento, además
de la participación en el atentado de Michael Townley, un agente
de la CIA. Fue Servini de Cubría quien el año pasado juzgó
al agente de la DINA Enrique Arancibia Clavel y lo condenó por
el crimen de Prats.
La trama se traslada entonces a Washington, no sin antes referirse al
Plan Cóndor, alianza de los servicios de Inteligencia de Argentina,
Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia para la guerra sucia. En el contexto
de este plan, agentes de la DINA (con pasaportes paraguayos autorizados
por Stroessner tras un pedido especial de Pinochet) entraron a EE. UU.
y asesinaron a Letelier, que estaba denunciando los crímenes contra
la humanidad de Pinochet, quien llegó a quitarle la ciudadanía
chilena. Nací, soy y moriré chileno, dijo entonces
Letelier, Pinochet nació fascista y traidor y así
vivirá, morirá y será recordado. En ese momento,
Henry Kissinger era el encargado de la diplomacia estadounidense y se
había reunido con Pinochet en Chile. Además de agentes de
la DINA, participó Michael Townley, de la CIA.
El documental, exhaustivo y detallado, no se detiene allí y revela
más aristas del complejo complot, incluso los destinos de los implicados
(Townley está en libertad, por ejemplo). La reconstrucción
cuenta con entrevistas a periodistas como Mónica González,
Isabel Morel (viuda de Letelier), Fabiola Letelier (hermana y abogada
defensora), Alejandro Incháurregui (del Equipo de Antropología
Forense Argentino), Peter Kornbluh (del National Security Archive, que
impulsa la desclasificación de documentos de la CIA y el Departamento
de Estado) y Sofía Prats, hija del general. La edición es
vertiginosa, con música entre marcial e industrial, que contribuye
al clima de complot y violencia. En una trama tan compleja, el estilo
podría ser confuso, pero el especial se las arregla para lograr
claridad. Y obtiene momentos conmovedores, como cuando Morel recuerda
la equivocada confianza de su esposo cuando recibió la noticia
de que ya no era ciudadano chileno, días antes de su asesinato.
Orlando no tenía miedo. Por este año me salvo,
dijo. Pinochet sólo mata en septiembre.
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