Por Verónica
Abdala
El escritor que se había
pasado la vida jugando a recrearla a partir de una serie de simbolismos,
supo que el fundamentalismo islámico le bajaba el pulgar mientras
millones de parejas estadounidenses se juraban amor eterno, uno de esos
días invernales en que las bombonerías y las florerías
neoyorquinas se cansan de vender paquetes y ramos rojos con la excusa
de San Valentín. A partir de aquel 14 de febrero de 1989, y hasta
la actualidad, pesaría sobre sus espaldas la condena a muerte de
la fatwa (decreto religioso emitido por una máxima autoridad del
Islam) encomendada por entonces a 550 millones de musulmanes, por mandato
del ayatola Jomeini. Dieciocho meses después de la fecha en que
se inició su persecución o sea, a mediados de 1990,
el autor de Los versos satánicos (el libro por el que fue acusado
de blasfemo, y por el que a su vez se convirtió simultáneamente
en best seller) concedió una entrevista a la televisión
inglesa. Durante el programa The South Bank Show, Salman Rushdie
describió el principio de su calvario y se atrevió a imaginar
el porvenir. En el marco del renovado interés internacional por
los meandros del mundo islámico, esa entrevista será emitida
el lunes, por Canal á, a las 6, 11 y 18, en el ciclo Documentales.
Acá estoy, viviendo tiempos interesantes, dice Rushdie,
con su habitual ironía, cuando empezaba a tomar conciencia del
poder de destrucción que se cernía sobre él. Recién
después de haberle arrancado una sonrisa al entrevistador, afirmará
con pesadumbre: La verdad es que me siento abrumado, entristecido,
aunque sé que lo único que puedo hacer, lo único
que sé hacer, es seguir escribiendo. Estoy pasando por momentos
muy tristes, muy fuertes. Es terrible estar obligado a replantearte absolutamente
todo, desde el principio, y a perder la libertad. Y eso es lo que me ocurre
a mí, eso es lo que me han hecho. Esta gente me ha quitado muchas
cosas que jamás podrán ser restituidas, dirá.
La entrevista, de una hora de duración, se complementa con representaciones
de algunos de sus relatos, a cargo de un grupo de actores: otra forma
de decir esas cosas que la prudencia aconsejaba entonces no explicitar.
Una de las teatralizaciones es la del cuento infantil Harún y el
mar de historias, en la que el autor enfrenta a los ejércitos de
Chup y Gup, o, lo que es lo mismo, a las fuerzas del ruido
y del silencio. De esa metáfora se vale Rushdie en
el marco de la conversación para referirse, precisamente, a aquellos
que quisieron silenciarlo: Gup y Chup son aparentes enemigos mortales,
no pueden vivir juntos en el mismo mundo, se odian, pretenden destruirse.
Lo que no sospechan es que los mortales necesitamos a ambos, porque así
como el silencio puede representar el mayor de los peligros, el de un
mundo sin historias, el de un mundo en que se ha aniquilado el espíritu,
también puede ser hermoso. Y el ruido, que pueden ser las palabras
o la música, en exceso también puede perder su gracia y
volverse feo. Ojalá llegue el día en que éstos comprendan
que no existe el uno sin el otro, que se necesitan mutuamente, reflexiona
en la emisión.
Chup (el silencio) pertenece, según consigna el escritor en el
cuento, a una tierra en donde al principio, el Maestro de Culto
predicaba el odio sólo contra los cuentos, la fantasías
y los sueños, pero después se volvió más severo.
Y entonces cerró las escuelas, los tribunales y los teatros, porque
con las leyes del silencio no pueden funcionar. (...) Y se dice que allí
hay fanáticos del misterio que se exaltan hasta el frenesí
y se cosan los labios con bramante, y poco a poco mueren de hambre y de
sed, sacrificándose por el amor de Bezabán. El protagonista
de Harún y el mar... es Rasid Khalifa, un niño que sabe
que las historias son lo único que podrán salvarlo de la
tristeza del mundo en el que vive, en el que dos pueblos pueden
llegar a enfrentarse por una palabra.
En estos once años en que cambió más de treinta
veces de domicilio y en que el Scotland Yard invirtió un total
de 15 millones de dólares para protegerlo, Rushdie no sólo
logró sobrevivir en esa particular clandestinidad a la que se vio
forzado sino que además se las ingenió para seguir escribiendo
muy buenos libros. Por estos días aguarda la publicación
de su novela Furia prevista para este mes, y empieza a disfrutar,
por decisión propia, de algunos privilegios que le estaban negados,
como pasearse por cines o restaurantes acompañado de su joven novia,
la modelo hindú Padma Larshkim, de 29 años, que logró
que se mudara a la ciudad de Nueva York, y hasta se hiciera una cirugía
estética para mejorar su imagen. Algunos amigos recelosos
aseguran que la chica está llevando a Rushdie a descuidar su seguridad
personal, pero él no está dispuesto a discutirlo. No
puedo seguir indefinidamente oculto, esperando que el régimen iraní
o alguien me autorice a hacer mi vida, se defiende. La libertad
no es algo que puedan darte sino algo que se toma.
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