Por Horacio Bernades
Uno parece un chico hiperkinético
y jubiloso, probando, hasta el límite mismo del riesgo físico
y más allá, hasta dónde puede parecerse un ser humano
a una pluma, un pájaro, un trompo o una turbina. Salir ileso parecería,
para él, menos importante que la algarabía de esas aéreas
permutaciones. El otro se acerca más al modelo clásico del
maestro en artes marciales, el de quien resiste con infinita
paciencia y, cuando ya no hay más remedio, da pelea, pone las cosas
en su lugar y recupera luego la impenetrable calma. Ambos son los máximos
representantes actuales de una tradición en la que físico
y espíritu tienden a recuperar una unidad perdida, mediante la
acrobacia o el arte marcial.
Jackie Chan y Jet Li coinciden, por estos días, en la cartelera
cinematográfica porteña, con sus opus más recientes:
Jackie, la pluma, con Rush Hour 2; Jet Li, la roca, con La marca del dragón.
El aficionado que quiera seguirles los pasos, desde los inicios hasta
hoy, deberá recurrir al video, territorio privilegiado de sus aventuras.
Ocurre que el cine tiende a darle la espalda a esos productos asiáticos
de acción considerados meros subproductos, mientras que el video-home
no tiene pruritos en ese sentido. En verdad, Chan y Li sólo han
llegado a las salas de cine vía Hollywood, que los descubrió
muy tardíamente. Jackie sólo pudo consolidarse allí
a mediados de la década pasada, y Jet Li lo está haciendo
recién ahora. Detrás, ambos tienen largas carreras, con
varias decenas de películas a lo largo de décadas. Varias
de ellas se consiguen sólo en video.
Jackie Chan es la estrella de artes marciales más atípica
de todas. Por más que admire a Bruce Lee tanto como Jet Li, por
más que no haya película en la que no se muestre sus talentos
en la práctica del kung-fu, lo de Chan es juego, salto y acrobacia,
ballet aéreo si se quiere, antes que arte marcial stricto sensu.
Véase, por ejemplo, Drunken Master, editada aquí en video
como El mono borracho en el ojo del tigre. Es la película que lo
consagró, allá por fines de los 70. Jackie practica
allí una técnica que deja absortos tanto a sus rivales como
a los espectadores, aprendida de un tío borracho y consistente
en una lluvia de saltos, golpes y patadas, lanzada en medio de un desconcertante
bamboleo ebrio.
Es recién en Proyecto A (1982) donde aparece el Jackie definitivo,
el que convierte todo lo que se le cruza en instrumento maleable. En este
caso, una bicicleta, que no sólo sirve para correr y saltar sino
también como arma de ataque y defensa. Pero no habría Jackie
Chan sin el desafío al riesgo y a las leyes físicas que
representan esas antológicas escenas hechas sin truco alguno, y
sin dobles, como el clímax inicial de Police Story (1985). Tras
una insólita persecución automovilística ladera abajo,
a través de una villa miseria que se derrumba al paso de los autos,
Jackie corre un ómnibus a pie. Se cuelga de la parte trasera, se
monta y queda suspendido del techo y finalmente se lo ve, cuando el vehículo
toma una curva a cien por hora, flameando como una bandera. Supercop,
tercera entrega de la serie Police Story (1992), sube la apuesta, gracias
a trenes disparados a alta velocidad, helicópteros en vuelo, autos
y motos con el acelerador a fondo. Y Jackie volando de uno
a otro.
Lo de Jet Li es más clásico, como puede apreciarse en varias
de las películas de los años 90, que viene editando
el sello Gativideo. Tanto Testigo de amor, Venganza marcial, El justiciero
o Batalla de honor muestran que, en lo que hace a artes marciales, lo
de Li es más marcial que arte. Nacido en la China de Mao, el hombre,
imperturbable y monolítico, parecería el héroe de
un film de propaganda, con la diferencia que le da su dominio del wu shu,
la técnica marcial en la que Li es campeón mundial. De hecho,
cuando no hace de monje taoísta suele encarnar a agentes del orden,
como también ocurre en la flamante La marca del dragón.
La mejor de sus películas es seguramente Erase una vez en China
en la que el arte kinético del realizador Tsui Hark lo lleva a
combatir a decenas de rivales en un granero, saltando de una escalera
móvil a otra. Allí, por una vez, Jet Li se hace amigo del
aire, pareciéndose un poquito al gran Jackie Chan.
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