Jugar con fuego
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Por Horacio Verbitsky Dos fotografías publicadas
en la prensa internacional reflejan la tragedia en cierne sobre el género
humano. Una familia afgana con varios hijos huye del horror inminente,
hacia la frontera. En una carretilla transporta su única posesión:
un recipiente con agua. Una familia norteamericana se despide en el puerto,
donde el hombre abordará una nave de guerra. En sus brazos poderosos
carga a un chico de cinco o seis años, semidormido y con un dedo
en la boca, gesto universal de indefensión y consuelo. La mujer
sostiene a una niña aún más pequeña y solloza,
como si supiera que no puede ofrecerle la protección que la criatura
precisa. La angustia que ambas imágenes provocan en cualquier persona
sensible parece ausente de las evaluaciones de las dirigencias políticas
en cualquier lugar del mundo. A lo sumo, cada cual dispone de alguna dosis
de conmiseración para las víctimas de su propio bando. Prevalecen
la ideologización o la teologización del conflicto. Las
personas no importan. El terror va ganando la batalla, que recién
comienza. Divergencias La conmoción por el canallesco atentado y por su abrumadora dimensión
simbólica ha sacado a luz divergencias latentes acerca del rol
estadounidense en el mundo y exacerbado las posiciones de quienes intentan
avanzar sobre los derechos civiles y a la privacidad. El secretario de
Estado Colin L. Powell conoce las dificultades de montar una coalición
internacional de la más amplia base para responder al ataque y
ha logrado algunos éxitos asombrosos, como la aquiescencia de Paquistán,
Cuba, Rusia y China. Pero el vicepresidente Dick Cheney y el ministro
de Defensa Donald H. Rumsfeld tienen ostensible interés en escarmentar
a cualquier ofensor real o potencial. Cheney, que ocupó el cargo
de Rumsfeld y montó en un tanque de la Tormenta en el Desierto,
se arrepiente de haber detenido la marcha en cuanto las tropas iraquíes
dejaron Kuwait en vez de acabar con Saddam. Como los dos presidentes Bush,
es un empresario del petróleo. Rumsfeld bate los tambores de la
guerra con la esperanza de que el tumulto disimule su clamorosa incompetencia.
Las torres de Manhattan eran oficinas civiles, pero el martes 11 también
fue golpeado el Pentágono, cerebro del poderío militar.
A este grupo se suma el ministro de Justicia, John Ashcroft, quien también
tiene cuentas que rendir. De su ministerio depende el FBI, que desperdició
los 18 minutos transcurridos desde el primer impacto. De otro modo, acaso
pudo salvarse la segunda torre, y también los miles de sobrevivientes
de la primera que fueron disuadidos de evacuarla por el personal de seguridad
del World Trade Center. Ashcroft se concentra en ampliar sin límites
la vigilanciatelefónica y electrónica de sospechosos. También
en la posibilidad de detener por tiempo indeterminado y expulsar a cualquier
extranjero sin intervención judicial, así se trate de residentes
legales. El presidente de la Comisión de Justicia del Senado, el
demócrata Patrick J. Leahy, comparó esas propuestas con
la detención masiva de ciudadanos de origen japonés durante
la segunda guerra mundial, que aún avergüenza al país.
Por casa El gobierno argentino tampoco se ha destacado por su homogeneidad. Los
ministros de Defensa, Horacio Jaunarena, y de Relaciones Exteriores Adalberto
Rodríguez Giavarini, quien fue subsecretario de Jaunarena en Defensa
durante la presidencia de Alfonsín, expresan dos visiones difíciles
de compatibilizar, y contradictorias con sus respectivas pertenencias
a líneas internas del radicalismo. Jaunarena es el progresista. Nuevas amenazas El 15 de marzo de 2000, el jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni
postuló la integración de todos los sistemas de inteligencia
y la reglamentación de la ley de defensa para precisar las
zonas grises y eliminar algún tipo de cuestionamiento que está
mucho más basado en las rémoras del pasado que en las necesidades
del presente y, lo que más importa, de las necesidades del futuro.
Para Brinzoni la seguridad es una sola y el país necesita
las herramientas para combatir el contrabando, el narcotráfico
o el terrorismo. La guerra social Las advertencias del Senado y el cambio de dependencia de la Dirección
de Inteligencia para la Defensa no sirvieron de mucho. El Estado Mayor
Conjunto, a cargo del general Juan Carlos Mugnolo, practica un seguimiento
insustancial pero detallado sobre las Amenazas hacia la República
Argentina que surgirían del Plan Colombia, analiza un hipotético
apoyo de las FARC colombianas a indeterminados grupos violentos
argentinos, pone bajo la lupa militar a organizaciones ecologistas y de
derechos humanos y contempla la participación de las Fuerzas Armadas
argentinas en el conflicto colombiano. Las cuestiones que aborda tienen
poco que ver con la competencia militar: la inmigración, el movimiento
de los Sin Tierra y el lavado de dinero. En cambio, ignora las cuestiones
de táctica, tecnología y estrategia militar que justificarían
su existencia. Para que no queden dudas sobre el grado de autonomía
intelectual de los autores, tanto el mapa de Bolivia como el de Paraguay
tienen sus referencias en inglés. La frontera internacional se
identifica como international boundary, las vías férreas
como railroad, las carreteras como road. Brasil
está escrito con Z. Ninguna de las amenazas contempladas por el
Estado Mayor Conjunto es de índole militar, por más que
al malestar por la desocupación y la pobreza se lo rebautice como
guerra social. Ya una vez Ricardo Balbín llamó
guerrilla industrial a las reivindicaciones sindicales enVilla
Constitución y así comenzó la escalada castrense
hacia la toma del poder en 1976. La ley de Inteligencia El 22 de agosto De la Rúa envió al Congreso el proyecto de ley de inteligencia nacional, elaborado por consenso entre el Poder Ejecutivo y los bloques de diputados y senadores de la UCR, el PJ, el Frepaso y Acción por la República, con participación de delegados de la SIDE y del Estado Mayor Conjunto. El mensaje presidencial al Congreso consigna que en ese proyecto se sintetizaron otros de varios legisladores, entre ellos el propio Jaunarena. Un acta previa redactada el 24 de mayo por todos quienes intervinieron destaca que cada uno hubo de ceder en alguna de sus posturas para obtener un documento final que pueda ser tratado en el Congreso. Este lento y cuidadoso mecanismo es reconocido por De la Rúa en el mensaje introductorio, en el que deja constancia de que para no erosionarlo resigna su facultad de introducirle modificaciones. Esto torna más sorprendente el intento de último minuto de Jaunarena por torcer lo acordado y relativiza sus perspectivas de éxito, tan bajas como las de su inopinado proyecto de disolver la Prefectura y transferir a la Armada sus funciones de Seguridad Interior. No sólo el Congreso parece decidido a reivindicar sus atribuciones, sino que la posición de Jaunarena tampoco goza de la simpatía del Secretario de Informaciones del Estado, Carlos Becerra, y del ministro del Interior Ramón Mestre. El proyecto podría ser mejorado en algunos aspectos, pero no desvirtuado en los términos que pretende Jaunarena, para autonomizar a la inteligencia militar de cualquier control y volcarla hacia campos que siguen estándole vedados. Una demostración de ello es que el Senado votó por unanimidad la semana pasada otorgar preferencia al proyecto, para su tratamiento con despacho de comisiones, en la primera sesión que se realice. Un pretexto A diferencia de todas las leyes y reglamentos previos, el nuevo proyecto
es de carácter público y no secreto, y puede ser conocido
por el pueblo, que es el destinatario de las tareas de inteligencia,
dice el mensaje presidencial. También respetará las
garantías individuales consagradas en la Constitución Nacional.
En los organismos de inteligencia no podrán desempeñarse
como funcionarios o miembros, lo cual deja una rendija abierta
por la vía de la contratación de personal inorgánico,
quienes registren antecedentes por crímenes de guerra, contra
la humanidad o por violación de los derechos humanos. La
ley crea un Sistema de Inteligencia nacional. Las Fuerzas Armadas tienen
su lugar en él, pero subordinadas al poder político, sólo
en cuestiones que hagan a la Defensa Nacional y bajo estricto control
parlamentario. Una comisión bicameral de fiscalizacióncontrolará
a todos los organismos de inteligencia que estarán obligados a
entregarle la información o documentación que pida. También
recibirá denuncias sobre abusos o delitos cometidos por los órganos
de inteligencia y verificará el uso de los fondos reservados. Todo
eso es lo que las Fuerzas Armadas querrían evitar, precisamente.
El atentado de Nueva York les ha dado un pretexto para volver a la carga,
así como el ajuste económico fue invocado por Jaunarena
para desempolvar el viejo proyecto de absorber a la Prefectura, elaborado
por la marina en tiempos del almirante Emilio Molina Pico, quien lo expuso
ante el entonces senador Hipólito Solari Yrigoyen, el introductor
en el radicalismo de Tello, cuando no se llamaba Angel sino Mario. Un injerto El aspecto más discutible del proyecto es el título VI, sobre intercepción de comunicaciones privadas de cualquier tipo. Se trata de un injerto difícil de justificar en una ley de inteligencia. Por cierto, la intercepción requerirá de autorización judicial, que no podrá ser por un lapso mayor de 60 días y si el material obtenido no diera origen a una causa penal, deberá ser destruido o borrado. En una visita realizada a la Dirección de Observaciones Judiciales de la SIDE por el equipo del Congreso que elaboraba la ley, se constató que se realizaban escuchas sinorden judicial escrita. Por eso, el general Eugenio Dalton, asesor del senador Mario Losada planteó incluir en la ley un mecanismo estricto de control, judicial y parlamentario, por el cual sería inadmisible cualquier escucha no ordenada en forma expresa por un juez y las empresas telefónicas deberían informar cada 30 días sobre los número intervenidos a la comisión bicameral fiscalizadora, que cotejaría esos partes con las órdenes judiciales. Pero en la redacción final, la SIDE consiguió ablandar ese control. El artículo 22 dice que el juez, además del oficio a la Dirección de Observaciones Judiciales podrá remitir otro oficio sintético para la empresa telefónica. El 34 afirma que la Comisión Bicameral estará facultada para requerir a la SIDE y las empresas el listado de los números pinchados. Formulas discrecionales como podrá remitir y estará facultada para requerir implican un relajamiento del control. Peor aún, en su exposición de motivos, De la Rúa opina que además de penarse las escuchas o intercepciones ilegales también debería castigarse a quien difunda su contenido, un avance sobre la libertad de expresión que el Congreso debería archivar. |
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