¿Qué busca Domingo
Cavallo? ¿Qué racionalidad, noble o perversa, lo estimula
para abrir casi día a día nuevos frentes de batalla, siendo
que atraviesa una situación de enorme debilidad? En menos de seis
meses pasó de ser el virtual salvador del Gobierno, el domador
de los mercados, un precandidato expectable a presidente en 2003 a un
ministro devaluado, carente de credibilidad, de potencia, a menudo hasta
de brillo en la mirada.
Y, sin embargo, contra lo que aconsejaría la bolilla uno de cualquier
manual de política, busca pelea a cada rato. En estos días
tensó hasta el límite la relación con Brasil, descalificó
descomedidamente a sus aliados oficialistas imputándolos de ineptitud
para gobernar y se las tomó con Elisa Carrió.
Son demasiados rings para un boxeador groggy, sobre todo porque no son
los únicos. El propio frente interno del Ministro de Economía
sobrevive en estado de asamblea permanente, toda una novedad para un líder
tan autoritario y avasallante como él. Daniel Marx hace rato que
está más cerca de ser su ministro alterno que su segundo.
No sólo se le confían todas las tareas importantes a desarrollar
en ultramar, también cunde su aceptación como eventual (incluso
poco doloroso) recambio. Cavallo conoce esa circunstancia que lo llena
de bronca.
Pero aún figuras menos prominentes que Marx van marcando distancia
con Mingo. Guillermo Mondino y Federico Sturzenegger le discutieron, a
voz en cuello, su inopinada presentación de presupuesto con una
estimación de crecimiento del seis por ciento. Cavallo, cuentan
en Hacienda, montó en cólera y a falta de argumentos técnicos
lanzó un grito político .yo no voy a quedar como el Ministro
del ajuste.. Un grito que parece traducir más su ansiedad que su
astucia.
En lo referente a la pelea con Brasil, el equipo económico comparte
la preocupación de su jefe pero jamás el modo en que la
transmite. El staff cavallista tiene elaborado un modelo econométrico
que calcula hasta qué cotización del real conserva viabilidad
la convergencia entre las economías de Argentina y Brasil. Según
los cálculos de los mediterráneos es imposible imaginar
futuros compartidos si el dolar cotiza a más de 2,60 reales. Ese
límite inferior ya ha sido perforado y todo indica que la tendencia
seguirá. Por eso, en Economía creen que la relación
con Brasil tiende a lo imposible. Aun así, nadie comparte la agresiva
verborragia del Ministro.
Si eso ocurre en Hacienda para qué mencionar lo que pasa en la
Rosada o en Cancillería. Chrystian Colombo y Adalberto Rodríguez
Giavarini que vienen haciendo un culto de cierta templanza en los modos
cuestionan a diario, en voz baja claro, los desplantes del ministro.
¿Quiere que lo echen, presiona para que lo desautoricen y dar un
portazo en consecuencia? Muchos lo dicen en corrillos de la City. Son
pocos (aunque alguno hay), en cambio, los que así piensan en el
gobierno, tal vez compelidos por la necesidad de encontrar racionalidad
y hasta astucia en lo que bien puede ser pérdida de la brújula
y el autocontrol. Aunque hay otras interpretaciones. Cavallo está
reconstituyendo su relación con el peronismo. Sabe que vamos a
quedar pulverizados después de las elecciones y se viene recolocando
como ministro implícito del futuro gobierno propone
un importante integrante funcionario.
Las brutales críticas a la Alianza tendrían ese norte, que
se aderezaría con condimentos menos simbólicos. Entre ellos
una ayuda financiera extra a la provincia de Buenos Aires y a su Banco
para llegar mejor a las elecciones. Una decisión que levantó
discusión en el gabinete. Ramón Mestre y Andrés Delich
manifestaron su disenso frente a otra medida que choca con el abecé
de la política: privilegiar a una provincia gobernada por la oposición,
postergando a las propias, justo antes del comicio. Como es su costumbre,
Cavallo parece muy poco dispuesto a oírlos. Igual,habría
que ver si tirarle un salvavidas a Ruckauf es buen medio para granjearse
simpatía de otras provincias que miran con recelo a la administración
bonaerense y al privilegio que tiene su agujero negro a la hora de recibir
apoyos nacionales.
Corriéndose al interior
Reconstituir la relación con las provincias es un ítem
acuciante de la poblada agenda del Gobierno. El 30 de noviembre, así
se acordó con el FMI, debe estar presentada una nueva ley de coparticipación
federal y es de cajón que esa propuesta debe diseñarse de
conjunto con el Presupuesto nacional. Parece poco tiempo pero en las agobiantes
realidades provinciales equivale a siglos. Con sus economías tocando
fondo, los gobernadores acuden cada vez más lanzadamente a la emisión
de bonos. Los patacones de algo sirven y en esta semana los gobernadores
justicialistas, sin dar aviso previo a Economía, decidieron emitir
entre 1000 y 1500 millones de pesos de bonos Libertador. Se trata de bonos
y no de moneda, si se leen los libros de economía. Pero, en buena
medida, .ensucian. la convertibilidad y deberían de tener algún
coto que la administración nacional no parece tener capacidad de
articular. La finalidad de esos bonos es obvia: generar una artificial
reactivación de economías exangües difiriendo a futuro
los problemas.
La fragmentación del sistema político podría derramarse
sobre su conducción económica. La emisión más
o menos incontrolada de bonos en manos de mandatarios que temen incendios
en sus territorios parece un escenario muy, muy cercano y muy distante
de la disciplina que suponen la convertibilidad y el déficit cero.
Todo un síntoma de la debilidad del gobierno y de la de Cavallo
que en otros tiempos no hubiera tolerado un desafío semejante de
un puñado de gobernadores.
Una sola baraja
Frente a lo que, eufemísticamente, podría bautizarse exceso
de federalismo el gobierno apuesta la única carta que parece tener
en la mano: patear todo hasta después del 15 de octubre.
La idea oficial es dejar librado al Parlamento determinar qué gastos
del estado se recortarán para acceder al utópico déficit
cero 2002. O sea: resignar su rol esencial. Desde la Rosada se piensa
esa movida como un rebusque para ganar tiempo y para imponer a legisladores
y gobernadores criterios de racionalidad. Con apenas una pizca de pesimismo,
o de sentido común, se puede columbrar un futuro bastante menos
sistémico: falta de decisión, falta de aprobación
del Presupuesto, algo bastante parecido a la ingobernabilidad.
La táctica del gobierno para los días después parte
de un postulado paradójico: su debilidad obligará a los
opositores a venir al pie. No les queda otra aduce un integrante
del Gabinete no tienen programa alternativo, ni un ministro que
proponer. Para hacer lo que hay que hacer, ¿qué mejor que
nosotros paguemos los costos?
Aunque el rumbo elegido parece excesivamente voluntarista, cabe reconocer
razón a parte del diagnóstico: aquella que alude a la falta
de conducción y de programa del peronismo, dos carencias que eventuales
resultados electorales no paliarán. Viene a cuento una anécdota
de estos días: el PJ y las dos CGT armaron una reunión con
la UIA y le entregaron un documento económico. Tras echarle una
hojeada y registrar vaguedades, un dirigente empresario le preguntó
a Eduardo Bauzá: Está bien, con esas generalidades
todos estamos de acuerdo. Pero ¿ustedes qué quieren hacer
de verdad? ¿Quieren devaluar, dolarizar, romper con el Mercosur?.
Bauzá titubeó por toda respuesta. Y, para sorpresa de los
empresarios, en plena reunión Hugo Moyano le recriminó a
los dirigentes peronistas su falta dedecisión y de precisión
ustedes siempre son los mismos, sentenció. Hubo súbitos
mutis y el documento quedó en agua de borrajas.
La paja en el ojo ajeno
- Préstele atención a De la Sota después del
14, va a ser nuestro más grave problema. La provincia se le viene
abajo, deberá reducir gastos en serio y eso lo va a radicalizar
aún más que a Ruckauf.
- Quién nos va a decir algo: ¿Alfonsín que
va a sacar el piso histórico del radicalismo? ¿Los del Frepaso
que van a desaparecer? Las frases, de dos prominentes oficialistas,
iluminan la curiosa apuesta de un gobierno que se encamina a una debacle
electoral, confiado en zafar de sus consecuencias. Las elecciones, arriesga
uno de ellos, son apenas una anécdota.
Las elecciones son inminentes aunque usted no lo crea. Ya era difícil,
antes de los atentados en Nueva York y Washington, llamar la atención
de alguien. Ahora parece imposible. Poco han hecho, en general, los dirigentes
de un espectro de partidos bien amplio para contrapesar esa tendencia.
Un episodio de esta semana merece acaso unas líneas: el debate
entre cuatro de los principales candidatos a senador por la Capital en
el programa A dos Voces. Si Alfredo Bravo, Gustavo Beliz, Horacio Liendo
y Rodolfo Terragno se hubieran conjurado para desprestigiar a la política
ante los ojos del espectador del común, no hubieran logrado otro
programa que el que hicieron. Cruces personales, chicanas, frases que
solo los iniciados entienden, desmerecieron la polémica. La política
no es un juego de suma cero. A veces el conjunto gana más de lo
que se pierde (es lo que sucedió en la lejana restauración
democrática). A veces todos pierden y el fracasante debate fue
todo un ejemplo, una suerte de involuntaria convocatoria al voto en blanco.
Queda claro que, corriendo contrarreloj, los más perjudicados por
la inevitable impasse que impone el escenario internacional son aquellos
que necesitan instalarse, esto es el ARI de Elisa Carrió,
la Alianza alternativa que proponen Terragno Ibarra y las fuerzas
de izquierda. Para otros, los que puntean, el PJ en especial y Eduardo
Duhalde más en especial, la falta de campaña es la mejor
campaña.
La defenestración
de Rafa
La tarjeta roja que el Presidente le propinó al frepasista Rafael
Flores fue otro episodio menor pero ilustrativo. La sanción pareció
desmesurada y así pareció entenderlo Colombo. De hecho Colombo,
al conocer las declaraciones del frepasista telefoneó a Juan Pablo
Cafiero y le pidió un tirón de orejas y no más
que eso para Flores.
Cafiero lo hizo presto y creyó, como Colombo, que eso reparaba
el posible daño. Pero evidentemente De la Rúa no se dio
por conforme: horas más tarde él mismo llamó a Juampi
y le pidió hiciera renunciar a Flores.
Tal vez Flores debió ser más ponderado y meditar si es sensato
debatir cualquier tema (incluso uno grave y ajeno a su área de
gestión) con candidatos de la oposición en el fragor de
un programa de radio, siendo integrante del Ejecutivo. Pero el reflejo
presidencial pareció desmedido máxime en quien ha soportado
por derecha vía su amigo Fernando de Santibañes
y su aliado Cavallo sinfines de desautorizaciones emitidas también
desde el ejecutivo. Sin contar que la eyección de Flores engrosa
la tendencia oficial a sobreactuar su adhesión al gobierno norteamericano.
En cualquier caso, otra interna del gobierno en la que nadie ganó
y nadie ni siquiera Cafiero que no hizo ni un ademán para
defender a su compañero de gestión y de partido salió
bien parado.
Una escena remota
Si un hilo conductor recorre la política nacional es la tendencia
a la entropía, a la pérdida de poder. Acaso una escena ocurrida
en el techo del mundo sirva, por contradicción, para ilustrarla.
Entre otras muchas cosas, fue un canto a la política. George W.
Bush hablaba en el Capitolio. Y cada uno de sus párrafos, de sus
énfasis, de sus amenazas era saludado con aire de entusiasmado
éxtasis por diputados y senadores, por demócratas y republicanos,
por los jueces de la Suprema Corte, por Tony Blair codo a codo con la
primera Dama y con el alcalde de New York. Luego todos se esmeraron en
felicitar al orador, en estrechar su mano asintiendo enfáticamente
con movimientos de la testa, en dar cuenta de su consenso y de su arrobamiento
al orador y a cada uno de los espectadores que los miraban por TV. Toda
una liturgia que el espectador atento a la entrega de los Oscar,
no encontraría nueva del todo pero que (como cualquier liturgia
si se aplica con sabiduría) sirve para apuntalar al credo y a sus
predicadores.
Bush, casi es ocioso señalarlo, salió reforzado tras esa
potente dramatización. Es más: por obra del escenario, de
su convicción o de su necesidad, su desempeño como orador
superó muy largamente a sus marcas anteriores.
Muchas consecuencias se derivarán de ese discurso para el mundo
y casi todas son de temer. A los fines de esta columna apenas se quiere
resaltar alguna lógica del poder político. En tanto relación
entre personas, el poder no es algo estático e inmutable. Se construye,
se incrementa, se potencia si se sabe persuadir o convocar, si se generan
escenarios novedosos. O se diluye si no se sabe obrar. Bush es poderoso
en cuanto preside el país más poderoso del planeta, pero
lo fue más cuando puso en acto el apoyo de su país. Un apoyo
que ya tenía, que le estaba dado por el peso de la historia, pero
que demostrado con astucia, creció.
Sin ánimo alguno de aventurar comparaciones, la escena debería
enseñar algo a los políticos de este confín del orbe
que parecen estar conjurados en jugar todos a menos. El gobierno primero,
pero no solo el gobierno, son una máquina de diluir su poder, su
prestigio, licuan día a día sus recursos reales y simbólicos.
A veces hasta parece que han perdido el sentido de preservación,
obrando con una lógica suicida que no evoca a los kamikazes (que
se inmolan en aras de una estrategia que busca la victoria) ni a los bonzos
(que se sacrifican conscientemente dando testimonio de sus convicciones).
Suele atribuírseles infinita astucia pero, si los juzga a luz de
sus palpables resultados y no de sus sospechados designios, son autodestructivos
del modo que solo pueden serlo, en horas de grave crisis emocional o moral,
los más desdichados seres humanos.
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