Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


OPINION
Por Mario Wainfeld

UN ENIGMA LLAMADO CAVALLO. EL FESTIVAL DE BONOS. LA PENURIA DE LA POLITICA
Cuando todos parecen jugar a menos

Los frentes de batalla en
que combate Economía.
Las razones de Mingo. Las críticas de su propio equipo. Las pseudomonedas provinciales. Un debate poco feliz. Tarjeta roja
para Flores. Y algo más.

¿Qué busca Domingo Cavallo? ¿Qué racionalidad, noble o perversa, lo estimula para abrir casi día a día nuevos frentes de batalla, siendo que atraviesa una situación de enorme debilidad? En menos de seis meses pasó de ser el virtual salvador del Gobierno, el domador de los mercados, un precandidato expectable a presidente en 2003 a un ministro devaluado, carente de credibilidad, de potencia, a menudo hasta de brillo en la mirada.
Y, sin embargo, contra lo que aconsejaría la bolilla uno de cualquier manual de política, busca pelea a cada rato. En estos días tensó hasta el límite la relación con Brasil, descalificó descomedidamente a sus aliados oficialistas imputándolos de ineptitud para gobernar y se las tomó con Elisa Carrió.
Son demasiados rings para un boxeador groggy, sobre todo porque no son los únicos. El propio frente interno del Ministro de Economía sobrevive en estado de asamblea permanente, toda una novedad para un líder tan autoritario y avasallante como él. Daniel Marx hace rato que está más cerca de ser su ministro alterno que su segundo. No sólo se le confían todas las tareas importantes a desarrollar en ultramar, también cunde su aceptación como eventual (incluso poco doloroso) recambio. Cavallo conoce esa circunstancia que lo llena de bronca.
Pero aún figuras menos prominentes que Marx van marcando distancia con Mingo. Guillermo Mondino y Federico Sturzenegger le discutieron, a voz en cuello, su inopinada presentación de presupuesto con una estimación de crecimiento del seis por ciento. Cavallo, cuentan en Hacienda, montó en cólera y a falta de argumentos técnicos lanzó un grito político .yo no voy a quedar como el Ministro del ajuste.. Un grito que parece traducir más su ansiedad que su astucia.
En lo referente a la pelea con Brasil, el equipo económico comparte la preocupación de su jefe pero jamás el modo en que la transmite. El staff cavallista tiene elaborado un modelo econométrico que calcula hasta qué cotización del real conserva viabilidad la convergencia entre las economías de Argentina y Brasil. Según los cálculos de los mediterráneos es imposible imaginar futuros compartidos si el dolar cotiza a más de 2,60 reales. Ese límite inferior ya ha sido perforado y todo indica que la tendencia seguirá. Por eso, en Economía creen que la relación con Brasil tiende a lo imposible. Aun así, nadie comparte la agresiva verborragia del Ministro.
Si eso ocurre en Hacienda para qué mencionar lo que pasa en la Rosada o en Cancillería. Chrystian Colombo y Adalberto Rodríguez Giavarini que vienen haciendo un culto de cierta templanza en los modos cuestionan a diario, en voz baja claro, los desplantes del ministro.
¿Quiere que lo echen, presiona para que lo desautoricen y dar un portazo en consecuencia? Muchos lo dicen en corrillos de la City. Son pocos (aunque alguno hay), en cambio, los que así piensan en el gobierno, tal vez compelidos por la necesidad de encontrar racionalidad y hasta astucia en lo que bien puede ser pérdida de la brújula y el autocontrol. Aunque hay otras interpretaciones. “Cavallo está reconstituyendo su relación con el peronismo. Sabe que vamos a quedar pulverizados después de las elecciones y se viene recolocando como ‘ministro implícito’ del futuro gobierno” propone un importante integrante funcionario.
Las brutales críticas a la Alianza tendrían ese norte, que se aderezaría con condimentos menos simbólicos. Entre ellos una ayuda financiera extra a la provincia de Buenos Aires y a su Banco para llegar mejor a las elecciones. Una decisión que levantó discusión en el gabinete. Ramón Mestre y Andrés Delich manifestaron su disenso frente a otra medida que choca con el abecé de la política: privilegiar a una provincia gobernada por la oposición, postergando a las propias, justo antes del comicio. Como es su costumbre, Cavallo parece muy poco dispuesto a oírlos. Igual,habría que ver si tirarle un salvavidas a Ruckauf es buen medio para granjearse simpatía de otras provincias que miran con recelo a la administración bonaerense y al privilegio que tiene su agujero negro a la hora de recibir apoyos nacionales.

Corriéndose al interior

Reconstituir la relación con las provincias es un ítem acuciante de la poblada agenda del Gobierno. El 30 de noviembre, así se acordó con el FMI, debe estar presentada una nueva ley de coparticipación federal y es de cajón que esa propuesta debe diseñarse de conjunto con el Presupuesto nacional. Parece poco tiempo pero en las agobiantes realidades provinciales equivale a siglos. Con sus economías tocando fondo, los gobernadores acuden cada vez más lanzadamente a la emisión de bonos. Los patacones de algo sirven y en esta semana los gobernadores justicialistas, sin dar aviso previo a Economía, decidieron emitir entre 1000 y 1500 millones de pesos de bonos Libertador. Se trata de bonos y no de moneda, si se leen los libros de economía. Pero, en buena medida, .ensucian. la convertibilidad y deberían de tener algún coto que la administración nacional no parece tener capacidad de articular. La finalidad de esos bonos es obvia: generar una artificial reactivación de economías exangües difiriendo a futuro los problemas.
La fragmentación del sistema político podría derramarse sobre su conducción económica. La emisión más o menos incontrolada de bonos en manos de mandatarios que temen incendios en sus territorios parece un escenario muy, muy cercano y muy distante de la disciplina que suponen la convertibilidad y el déficit cero. Todo un síntoma de la debilidad del gobierno y de la de Cavallo que en otros tiempos no hubiera tolerado un desafío semejante de un puñado de gobernadores.

Una sola baraja

Frente a lo que, eufemísticamente, podría bautizarse exceso de federalismo el gobierno apuesta la única carta que parece tener en la mano: patear todo hasta después del 15 de octubre.
La idea oficial es dejar librado al Parlamento determinar qué gastos del estado se recortarán para acceder al utópico déficit cero 2002. O sea: resignar su rol esencial. Desde la Rosada se piensa esa movida como un rebusque para ganar tiempo y para imponer a legisladores y gobernadores criterios de racionalidad. Con apenas una pizca de pesimismo, o de sentido común, se puede columbrar un futuro bastante menos sistémico: falta de decisión, falta de aprobación del Presupuesto, algo bastante parecido a la ingobernabilidad.
La táctica del gobierno para los días después parte de un postulado paradójico: su debilidad obligará a los opositores a venir al pie. “No les queda otra –aduce un integrante del Gabinete– no tienen programa alternativo, ni un ministro que proponer. Para hacer lo que hay que hacer, ¿qué mejor que nosotros paguemos los costos?”
Aunque el rumbo elegido parece excesivamente voluntarista, cabe reconocer razón a parte del diagnóstico: aquella que alude a la falta de conducción y de programa del peronismo, dos carencias que eventuales resultados electorales no paliarán. Viene a cuento una anécdota de estos días: el PJ y las dos CGT armaron una reunión con la UIA y le entregaron un documento económico. Tras echarle una hojeada y registrar vaguedades, un dirigente empresario le preguntó a Eduardo Bauzá: “Está bien, con esas generalidades todos estamos de acuerdo. Pero ¿ustedes qué quieren hacer de verdad? ¿Quieren devaluar, dolarizar, romper con el Mercosur?”. Bauzá titubeó por toda respuesta. Y, para sorpresa de los empresarios, en plena reunión Hugo Moyano le recriminó a los dirigentes peronistas su falta dedecisión y de precisión “ustedes siempre son los mismos”, sentenció. Hubo súbitos mutis y el documento quedó en agua de borrajas.

La paja en el ojo ajeno

- “Préstele atención a De la Sota después del 14, va a ser nuestro más grave problema. La provincia se le viene abajo, deberá reducir gastos en serio y eso lo va a radicalizar aún más que a Ruckauf.”
- “Quién nos va a decir algo: ¿Alfonsín que va a sacar el piso histórico del radicalismo? ¿Los del Frepaso que van a desaparecer?” Las frases, de dos prominentes oficialistas, iluminan la curiosa apuesta de un gobierno que se encamina a una debacle electoral, confiado en zafar de sus consecuencias. Las elecciones, arriesga uno de ellos, son apenas una anécdota.
Las elecciones son inminentes aunque usted no lo crea. Ya era difícil, antes de los atentados en Nueva York y Washington, llamar la atención de alguien. Ahora parece imposible. Poco han hecho, en general, los dirigentes de un espectro de partidos bien amplio para contrapesar esa tendencia. Un episodio de esta semana merece acaso unas líneas: el debate entre cuatro de los principales candidatos a senador por la Capital en el programa A dos Voces. Si Alfredo Bravo, Gustavo Beliz, Horacio Liendo y Rodolfo Terragno se hubieran conjurado para desprestigiar a la política ante los ojos del espectador del común, no hubieran logrado otro programa que el que hicieron. Cruces personales, chicanas, frases que solo los iniciados entienden, desmerecieron la polémica. La política no es un juego de suma cero. A veces el conjunto gana más de lo que se pierde (es lo que sucedió en la lejana restauración democrática). A veces todos pierden y el fracasante debate fue todo un ejemplo, una suerte de involuntaria convocatoria al voto en blanco.
Queda claro que, corriendo contrarreloj, los más perjudicados por la inevitable impasse que impone el escenario internacional son aquellos que necesitan “instalarse”, esto es el ARI de Elisa Carrió, la Alianza alternativa que proponen Terragno– Ibarra y las fuerzas de izquierda. Para otros, los que puntean, el PJ en especial y Eduardo Duhalde más en especial, la falta de campaña es la mejor campaña.

La defenestración de Rafa

La tarjeta roja que el Presidente le propinó al frepasista Rafael Flores fue otro episodio menor pero ilustrativo. La sanción pareció desmesurada y así pareció entenderlo Colombo. De hecho Colombo, al conocer las declaraciones del frepasista telefoneó a Juan Pablo Cafiero y le pidió un tirón de orejas –y no más que eso– para Flores.
Cafiero lo hizo presto y creyó, como Colombo, que eso reparaba el posible daño. Pero evidentemente De la Rúa no se dio por conforme: horas más tarde él mismo llamó a Juampi y le pidió hiciera renunciar a Flores.
Tal vez Flores debió ser más ponderado y meditar si es sensato debatir cualquier tema (incluso uno grave y ajeno a su área de gestión) con candidatos de la oposición en el fragor de un programa de radio, siendo integrante del Ejecutivo. Pero el reflejo presidencial pareció desmedido máxime en quien ha soportado “por derecha” –vía su amigo Fernando de Santibañes y su aliado Cavallo– sinfines de desautorizaciones emitidas también desde el ejecutivo. Sin contar que la eyección de Flores engrosa la tendencia oficial a sobreactuar su adhesión al gobierno norteamericano. En cualquier caso, otra interna del gobierno en la que nadie ganó y nadie –ni siquiera Cafiero que no hizo ni un ademán para defender a su compañero de gestión y de partido– salió bien parado.

Una escena remota

Si un hilo conductor recorre la política nacional es la tendencia a la entropía, a la pérdida de poder. Acaso una escena ocurrida en el techo del mundo sirva, por contradicción, para ilustrarla.
Entre otras muchas cosas, fue un canto a la política. George W. Bush hablaba en el Capitolio. Y cada uno de sus párrafos, de sus énfasis, de sus amenazas era saludado con aire de entusiasmado éxtasis por diputados y senadores, por demócratas y republicanos, por los jueces de la Suprema Corte, por Tony Blair codo a codo con la primera Dama y con el alcalde de New York. Luego todos se esmeraron en felicitar al orador, en estrechar su mano asintiendo enfáticamente con movimientos de la testa, en dar cuenta de su consenso y de su arrobamiento al orador y a cada uno de los espectadores que los miraban por TV. Toda una liturgia –que el espectador atento a la entrega de los Oscar, no encontraría nueva del todo– pero que (como cualquier liturgia si se aplica con sabiduría) sirve para apuntalar al credo y a sus predicadores.
Bush, casi es ocioso señalarlo, salió reforzado tras esa potente dramatización. Es más: por obra del escenario, de su convicción o de su necesidad, su desempeño como orador superó muy largamente a sus marcas anteriores.
Muchas consecuencias se derivarán de ese discurso para el mundo y casi todas son de temer. A los fines de esta columna apenas se quiere resaltar alguna lógica del poder político. En tanto relación entre personas, el poder no es algo estático e inmutable. Se construye, se incrementa, se potencia si se sabe persuadir o convocar, si se generan escenarios novedosos. O se diluye si no se sabe obrar. Bush es poderoso en cuanto preside el país más poderoso del planeta, pero lo fue más cuando puso en acto el apoyo de su país. Un apoyo que ya tenía, que le estaba dado por el peso de la historia, pero que demostrado con astucia, creció.
Sin ánimo alguno de aventurar comparaciones, la escena debería enseñar algo a los políticos de este confín del orbe que parecen estar conjurados en jugar todos a menos. El gobierno primero, pero no solo el gobierno, son una máquina de diluir su poder, su prestigio, licuan día a día sus recursos reales y simbólicos. A veces hasta parece que han perdido el sentido de preservación, obrando con una lógica suicida que no evoca a los kamikazes (que se inmolan en aras de una estrategia que busca la victoria) ni a los bonzos (que se sacrifican conscientemente dando testimonio de sus convicciones).
Suele atribuírseles infinita astucia pero, si los juzga a luz de sus palpables resultados y no de sus sospechados designios, son autodestructivos del modo que solo pueden serlo, en horas de grave crisis emocional o moral, los más desdichados seres humanos.

 

PRINCIPAL