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Cómo se inflaron precios en el ruinoso megacanje

Un documento interno de
la Oficina Nacional de Crédito Público describe en detalle las irregularidades en el procedimiento seguido por Economía y Finanzas en la licitación de los bonos.

Daniel Marx, secretario de Finanzas, y Julio Dreizzen, subsecretario de Financiamiento.

Por Claudio Scaletta

Mientras la causa por asociación ilícita en el reciente megacanje de deuda que alcanza al ministro de Economía, Domingo Cavallo, y su segundo, Daniel Marx, avanza sin estridencias pero también sin pausa, y en tanto ya se trabaja en un nuevo megacanje que evidencia el fracaso del anterior, los técnicos de la Oficina Nacional de Crédito Público (ONCP) elaboraron un escrito interno en el que explican cómo se realizó la operación. El documento reservado, al que tuvo acceso Página/12, tiene por objeto colocar las responsabilidades en la máxima autoridad. Confirma también lo ya adelantado por este diario: que la cúpula de la Secretaría de Finanzas, luego de producida la licitación, acordó con los bancos organizadores los precios de algunos de los papeles, en especial los de los bonos Brady Par y Discount, con un perjuicio, sólo en estos dos papeles, de 108 millones de dólares para el patrimonio público. El documento revela también algunas notables “desprolijidades” del proceso licitatorio, entre las que se destacan la escandalosa recepción de ofertas a través de las plataformas de Internet del Credit Suisse First Boston (CSFB) y el JP Morgan.
Los siete bancos que recibieron el mandato de la Secretaría de Finanzas para instrumentar el megacanje de deuda, que superó los 32 mil millones de dólares, mantuvieron durante toda la operación una fluida relación con los técnicos y funcionarios que representaron al Estado nacional. Los contactos alcanzaron un máximo inmediatamente después de que la ONCP estableciera los cuatro escenarios más favorables para efectivizar el canje. Estos escenarios, de los cuales se eligió uno, expresaban los precios máximos a pagar por los distintos papeles en base a las ofertas de las entidades financieras. Fue entonces cuando los representantes de los bancos CSFB –de David Mulford, el amigo americano de Domingo Cavallo–, JP Morgan, Salomon Smith Barney, BSCH, Galicia y BBVA Francés intensificaron las reuniones con el secretario de Finanzas, Daniel Marx. El objetivo era concreto: con la mira puesta en incrementar la cantidad de los bonos canjeados, se buscaba “ajustar” los precios ya definidos por la ONCP a nuevas ofertas (con precios más altos) propuestas por los banqueros.
Cabe recordar que ambas partes, Estado nacional y bancos, estaban interesadas en que la cantidad de papeles canjeados fuera la máxima posible. Los bancos, por la fuerte comisión de 0,55 por ciento sobre los nuevos valores nominales emitidos –comisión que triplicaba la media internacional para operaciones similares–, y el Estado para poder presentar la operación como un éxito.
Del documento de la dependencia del Ministerio de Economía al que accedió Página/12 surge que, una vez determinadas las comisiones –y decidido que los bancos públicos debían canalizar sus títulos a través de los “lead managers” privados–, se estableció una base de precios mínimos: los del mercado a las 14 del jueves 31 de mayo. Sobre estos precios, influidos por los propios bancos en los días previos, “se recibió una recomendación (de la autoridad) para incentivar a los inversores a participar en la operación” en el tramo no competitivo.
En paralelo, para determinar el precio de los bonos en lo que inicialmente sería el “tramo competitivo”, la ONCP calculó el “costo de oportunidad” del país construyendo una “curva de rendimiento de la República”. En este punto no son pocas las páginas que el informe destina a explicar la inutilidad del método (determinación de la curva de ceros) en un mercado donde el comportamiento de los papeles es volátil. Pero la limitación técnica no representó obstáculo alguno. Una adaptación estadística superó la imprecisión, y “tras las negociaciones llevadas a cabo por la superioridad” se determinaron los precios mínimos de los nuevos papeles. Luego de este paso, se estableció un cronograma para la suscripción de ofertas y se determinó que ellas se canalizarían, para los principales papeles, a través de plataformas de Internet que suministrarían los bancos CSFB y JP Morgan. El proceso de recepción, que debía culminar a las 17 del viernes 1º de junio, finalizó a las 9 del sábado 2 “debido a problemas que se generaron en los bancos encargados de compilar las ofertas y enviarlas (CSFB y JP Morgan)”. De la auditoría realizada a las 8.30 del sábado 2 surge que “la página web del CSFB no contaba con la validación en el campo precio”, o bien este campo “se encontraba sin completar”, lo que “trajo inconvenientes al momento del control de ofertas y adjudicación”. En otras palabras, esto significa que se indicaban las cantidades de bonos ofrecidos, pero no el precio al que se proponía cambiarlos. Cuando el turno de la auditoría llegó a la página del JP Morgan, se interrumpió la conexión. Al volver a conectar, minutos más tarde, “se detecta que los archivos enviados en la primera etapa habían sido modificados”.
Todas estas irregularidades, sin embargo, no interfirieron en la urgencia que quería darse al proceso, por lo que a partir de la recepción de la totalidad de las ofertas, que alcanzaron los 32.854 millones de dólares, la ONCP elaboró cuatro escenarios resumen, de los cuales “las autoridades” eligieron uno. En línea con las etapas anteriores, “sugirieron además reunirse con los bancos para escuchar la recomendación de los mismos sobre los precios de corte”. En otras palabras, luego de realizadas las ofertas y de ser analizadas por los técnicos, se volvió a requerir la “recomendación” de los banqueros.
Previsiblemente, tras la reunión con los bancos fueron modificados al alza los precios de corte de ocho papeles. Sólo en dos de ellos, los Brady Par y Discount, se pasó el precio de 65,00 a 69,50 y de 71,25 a 76,00 por cada 100 de valor nominal, respectivamente. Puesto que de los primeros se rescataron 1823,4 millones de dólares y de los segundos 550,8 millones, esto significa que se embolsaron sobretasas por 82 y 26 millones, respectivamente. Esto es así, además, porque la mayoría de las ofertas de menor precio realizadas por los bancos fueron ingresadas, luego de la recotización, al precio más alto. En otras palabras, mientras públicamente se discutían comisiones legítimas en términos contractuales por 140 millones de dólares, sólo en dos papeles de los 63 canjeados se pagaron 108 millones de más. Un sobreprecio calculado, incluso, suponiendo eficiente la lógica del mercado para la determinación inicial de las cotizaciones.
La secuencia de determinación de precios, entonces, fue la siguiente: los bancos “creadores de mercado” influyeron en la formación de los “precios de mercado”. Esos valores fueron los tomados para determinar los nuevos precios base de los papeles canjeados. Aunque el mecanismo parezca cuestionable, responde hasta aquí a las reglas de juego. Sin embargo, el paso siguiente fue de otra naturaleza. Los precios “técnicamente” determinados por la ONCP fueron aumentados mediante el “diálogo” entre funcionarios y banqueros con el fin de lograr, en favor de una de las partes, aquello a lo que aspiraban ambas: incrementar la magnitud del canje. Como resultado, los bancos que participaron de la operación, no sólo obtuvieron las comisiones predeterminadas, sino también tasas más altas por los nuevos bonos. Este diferencial de tasas que debió asumir el Estado nacional superó con creces el valor de las comisiones.
Es precisamente en este último paso donde la Justicia investiga la presunta existencia de una asociación ilícita entre los funcionarios que habrían consentido o participado del “acuerdo” de precios. Se trata, en principio, de Fernando de la Rúa, Domingo Cavallo y Daniel Marx.

 

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